_ ♥︎ ﹪ capítulo tres
— ¿En serio vas a dejar que ese alfa entre en tu casa?
Jaemin le miraba con el ceño fruncido, intentando parecer serio, pero la boca llena de sándwich de atún y las comisuras manchadas de mayonesa no le eran de ayuda.
—Traga antes de hablar, burro. _ Se quejó Ten limpiando con la manga de su camisa los restos de pan que su amigo le había escupido a la cara.
Jaemin tragó y se limpió la boca.
—En serio, Ten-ssi. No me gusta, no me gusta nada. Johnny da miedo, se comporta como si odiara todo lo que le rodea.
— ¿Qué es lo peor que podría pasar? Solo vamos a hacer un trabajo juntos.
— ¡¿Que qué es lo peor que podría pasar?! Chico, si apareces en primera plana en los periódicos locales como "chico descuartizado por psicópata homicida", no me vengas llorando, porque yo ya te lo habré advertido.
— ¿Cómo se supone que iba a ir llorando si estoy...? Mira, déjalo. Estás siendo un exagerado, además, Johnny nunca ha hecho nada para que pienses así de él a parte de ser tremendamente serio ¿Alguna vez has hablado con él? Yo el otro día lo hice y sigo vivo. No seas prejuicioso, Jae.
—Bueno, bueno, pero, si mueres, me quedaré con tu play.
Ten rió y negó con la cabeza.
—No tienes remedio.
En realidad, Ten mentiría si dijera que no estaba nervioso y, quizá, un pelín asustado. No había visto al alfa en todo el día, pero habían acordado verse aquella tarde en casa del omega para comenzar el trabajo. Afortunadamente, el día anterior habían compartido números de teléfono y Ten podía simplemente mandarle un mensaje con la ubicación.
Ten.
Hyung, no ha venido hoy a clases, ¿sigue en pie lo de esta tarde?
Le mando la dirección de mi casa por si acaso.
Ten ha enviado una ubicación.
Johnny.
Ok.
Ten frunció el ceño ante tan escueta respuesta, pero no le dio demasiada importancia. Si tan solo hubiera sabido que, si Johnny no había aparecido por el instituto aquel día, era porque estaba demasiado nervioso por verse con él después de clases.
Eran las cinco y doce minutos exactas, dos minutos tarde de la hora acordada. Johnny maldijo internamente, quizá ese día debería haber hecho una excepción y dejado que el chofer lo llevara. Había perdido el bus y tuvo que correr desde su casa hasta la del omega en la otra punta de la ciudad. Y no había nada que odiara más que correr. Llegó a casa de Ten jadeante y sin respiración, aunque no sabía muy bien si era a causa de la carrera o de su nerviosismo por encontrarse con el menor.
Ten vivía en una casa modesta, muy pequeña si la comparábamos con la enorme mansión de Johnny, pero tremendamente acogedora. Contaba con dos pisos de fachada blanca y un porche de madera pintada de celeste, con la barandilla adornada por maceteros de geranios de color rojo intenso.
John se acercó, las manos temblando y el pulso acelerado, esta vez sí estaba seguro de que la carrera no tenía nada que ver con sus reacciones. La madera del porche crujió bajo sus robustas botas militares, estuvo unos minutos de más observando la desconchada pintura del banco columpio del porche antes de atreverse por fin a pulsar el timbre.
Pasaron un par de minutos en los que Suh se planteó volver a salir corriendo antes de que se escuchara un estruendo tras la puerta y el sonido de pasos acercándose le indicara que ya no había marcha atrás.
Johnny recompuso su expresión a una de indiferencia fingida cuando la puerta se abrió por fin, aunque rápidamente se volvió un gesto de confusión al no ver a nadie al otro lado.
— ¿Quién eres tú?
Una voz fina y chillona atrajo su atención hacia el suelo, donde un pequeño niño le observaba desde abajo con la curiosidad reflejada en su infantil rostro. Johnny frunció el ceño, ¿se había equivocado de dirección?
— ¿Esta es la casa de Chi..., Ten? — El pequeño asintió enérgicamente. Su pelo negro se movió arriba y abajo siguiendo el movimiento de su cabeza. El niño tendría seis años como mucho, aún no había presentado. Su piel era pálida y unas mejillas regordetas redondeaban su rostro.
— ¿Para qué buscas a mi hermano?
Johnny abrió la boca sorprendido, pero, antes de que pudiera decir nada, una voz se le adelantó.
— ¿Con quién hablas, Bam?
—Aquí hay un chico que te busca, Ten-a.
—Te he dicho mil veces que no abras la puerta ¿Qué es lo que tienes que hacer?
—Avisarte a ti primero.
—Exacto.
Johnny observaba aquella familiar escena incapaz de moverse del sitio. Ten había aparecido con el pelo revuelto y ropa de estar por casa, unos holgados pantalones a la rodilla y una sudadera rosa pálido, viéndose tan natural y hermoso que le cortó la respiración. Sencillamente adorable. Había cogido al pequeño niño entre sus brazos y le hablaba con cariño, reprimiéndole con dulzura y una suave sonrisa en sus labios.
Los ojos de Ten se posaron avergonzados sobre Johnny que aún esperaba en el porche.
—Lo siento mucho, Hyung.
—Se me ha hecho algo tarde. — Se disculpó tímidamente Johnny, recomponiendo su fachada despreocupada e indiferente.
— ¿Quién es, quién es, Ten? — Preguntó el niño, posando su pequeña mano sobre la mejilla del omega.
—Es Johnny hyung, vamos a hacer juntos un trabajo de clase, así que necesito que vayas a jugar a tu habitación y no hagas mucho ruido, ¿si?
— ¿Puedo jugar con mi camión nuevo? — Ten asintió con una sonrisa y dejó al niño en el suelo. En cuanto los pies del pequeño tocaron la fría madera, salió corriendo hacia el piso de arriba gritando
— ¡Soy un bombero, niiiiii noooooo niiiiii nooooo!
Ten rió suavemente mirando con cariño a su pequeño hermano. Johnny no sabía muy bien qué hacer.
—Lo siento, Hyung. Se suponía que Bam no estaría, pero mi madre vendrá tarde de trabajar y tengo que cuidarle.
—No...no importa.
—Puedes pasar.
Ten se hizo a un lado con una suave sonrisa, invitando al alfa a entrar en su casa. Johnny entró, observándolo todo, sintiéndose fuera de lugar. Su madre habría torcido el gesto y habría dicho con su voz de nueva rica estirada y presuntuosa "Menudo montón de muebles de mercadillo." Pero, mirara donde mirara, Johnny solo podía ver la esencia de una familia cariñosa, de esas que llenaban las paredes con fotos de sus hijos y cuadros con frases motivadoras. Cuando Ten no miraba, se permitió sonreír viendo una foto del omega de pequeño. Todo mejillas sonrojadas y rizos alborotados, tremendamente adorable.
— ¿Vamos, Hyung? — Johnny siguió a Ten hacia el interior de la casa, hasta el salón, donde montones de libros y un portátil los esperaban sobre una gran mesa de madera. Sinceramente, esperaba que ese trabajo se alargara mucho, lo suficiente como para grabar al castaño en su retina.
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