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_ ♥︎ ﹪ capítulo trece

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Cuando los dos chicos se marcharon de la sala, los susurros y cotilleos no se hicieron esperar.

-Dios mío, ¿has olido a ese omega?

-Seguro que ha entrado en celo. Es lo más dulce que he olido nunca, ¿crees que aún estará por aquí cerca? Podríamos ir a buscarlo...

Un fuerte rugido acalló a los dos alfas, que hablaban en la fila de atrás.

-Vámonos de aquí. - Bramó Johnny, haciendo su mayor esfuerzo por no girarse y arrancarles la cabeza a aquellos que se habían atrevido a hablar así de Ten.

Jeno asintió y los dos alfas abandonaron el cine.

- ¿Qué narices acaba de pasar?

-Ha entrado en calor.

Johnny aún sentía cada nervio de su cuerpo en tensión. Su bestia interior le rugía, exigiéndole que fuera en busca de su omega y pasara su calor a su lado, que lo reclamara como suyo y que no se separara nunca de su lado. Con un gruñido, golpeó la pared más cercana, sobresaltando a todo el que pasaba por allí.

-Ey, John, ¿qué te pasa? - Preguntó Jeno preocupado.

-Quiero... necesito verlo. - Dijo entre dientes.

- ¿Y por qué no vas a buscarle?

Johnny rió amargamente.

- ¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Por qué iba a querer Ten pasar su calor conmigo?

Jeno rodó los ojos. -Eh... ¿Porque le gustas? Duh.

Johnny miró a su amigo como si acabara de decir la mayor locura de la historia.

-No digas estupideces.

- ¡Oh, vamos! ¡Solo le faltaba subirse encima tuyo ahí dentro! Jaemin y yo no nos lo creíamos. Y, hablando de Jaemin, ¿tienes su número de...

-Solo estaba actuando guiado por su calor.

-Pues yo creo que estaba deseando que lo marcaras.

- ¡¿Estás loco?! Nunca le haría eso a Ten.

- ¿El qué? ¿Marcarle? ¿Qué tan malo podría ser?

-Él es un omega dulce y jodidamente brillante, es la persona más inocente y alegre del mundo y no hay manera de que quiera estar amarrado a mí de por vida. No importa lo enamorados que estemos mi lobo y yo de él, nunca me perdonaría. Cada vez que estamos juntos, la gente nos mira como si fuéramos de otro planeta, y susurra. Yo sé lo que es ser el centro de los comentarios, el foco de las miradas de desprecio, que la gente se invente mierda sobre ti; pero él no. Él es demasiado bueno para eso, demasiado bueno para mí. No pienso exponerlo a las habladurías de la gente.

- ¿Desde cuándo te importa lo que digan los demás?

- ¡Yo solo quiero protegerlo, Jeno!

Johnny sentía su pecho subir y bajar acelerado, la respiración pesada y sus puños tan apretados que estaba comenzando a sentir las uñas atravesándole la piel de la palma de las manos. Jeno suspiró, no tenía remedio.

-Mira, eso es una decisión muy personal, pero estoy seguro de que están destinados a acabar juntos. No dejes que los demás jodan tu felicidad. - Los dos alfas no volvieron a hablar mientras regresaban a casa, ni siquiera en el trayecto en autobús. Se despidieron en la parada y cada uno tomó su camino.

Quizá parecía una estupidez, pero él había visto a Ten relacionarse con la gente. Era una persona sociable, con muchos amigos y un sinfín de admiradores. Él simplemente no podía arrebatarle todo eso. A él le temían, las personas se alejaban, estaba acostumbrado a estar solo. Jeno era la única persona que siempre había permanecido a su lado cuando ni siquiera sus padres estaban ahí para hacerle compañía y, de repente, llegó Ten. Había pasado meses observándole en silencio, ahogándose en un amor silencioso y totalmente platónico, cuando el destino quiso que sus caminos se cruzaran.

Ten era un ángel, de eso estaba seguro. El pequeño omega había sabido ver más allá de los rumores y las leyendas urbanas, atravesar su fachada de indiferencia y odio a la humanidad y penetrar en su helado corazón. Lo amaba, joder si lo hacía. Y, por eso, no podía marcarle. Ten era como un ave exótica, demasiado especial para ser encerrada en una jaula. Y Johnny era la jaula más oxidada de todas. Se dejó caer sobre su cama desproporcionadamente grande con un suspiro agotado. Sus pensamientos vagaban en todas las direcciones, pero siempre acababan regresando al mismo lugar; Ten.

Justo cuando estaba a punto de caer vencido ante el agotamiento, su teléfono vibró en su bolsillo. El nombre del protagonista de su ansiedad apareció iluminado en la pantalla. Johnny frunció el ceño.

- ¿Ten? - Preguntó, la duda en su voz.

-Johnny, soy Jaemin. -Se incorporó en la cama rápidamente.

- ¿Jaemin? ¿Qué pasa? ¿Ten está bien? - Preguntó asustado.

-Tienes que venir.

- ¿Cómo? Jaemin, yo...

-Mira, - Interrumpió el omega. - no eres mi persona favorita en el mundo, y sé que yo no soy la tuya tampoco, pero Ten te necesita. Tú has provocado que su celo se adelante, y nunca lo había visto en este estado. No para de llorar, y los supresores no alivian su dolor.

Todo el cuerpo de Johnny se tensó, ¿Ten estaba tan mal? Rápidamente saltó de la cama y salió como una exhalación de la habitación.

-Voy para allá.- Colgó.

Ni siquiera se molestó en esperar al autobús, corrió como nunca antes lo había hecho hasta llegar a la casa del omega. En cuanto llegó a la puerta, el increíblemente intenso aroma de Ten debilitó sus piernas.

- ¡Jaemin, abre la puerta! - Bramó, golpeando la madera con fuerza.

Un minuto más tarde apareció el omega castaño, mirándole con la preocupación desfigurando sus bellas facciones.

-Está en su cuarto.

Sin esperar más, Johnny entró en la casa y corrió hacia la habitación de Ten. El olor era cada vez más intenso, y despertaba todos sus instintos de depredador. Abrió la puerta del cuarto de golpe, sin molestarse en llamar, y lo que allí vio, le dejó helado.

Ten estaba empapado en sudor, su piel perlada, solamente vestía unos bóxers, permitiendo apreciar la humedad que se escurría entre sus magníficas piernas. Johnny gruñó, aquello era demasiado para él. Una prueba divina para su débil resistencia.

- ¿John? -La voz de Ten se escuchaba entre suspiros.

El alfa explotó.

Caminó rápidamente hacia él, escuchando los jadeos del omega. Se apoyó en el colchón sosteniendo su peso con un brazo, cerniéndose sobre Ten. Lentamente, el omega abrió los ojos y se encontró con la mirada más intensa que alguna vez había podido contemplar. La respiración de Johnny era pesada, y daba de lleno en el rostro de Ten.

Algo en su cuerpo pareció reaccionar, calmándose al instante con la presencia del alfa en la habitación. No podía pensar racionalmente, no podía controlar sus instintos, simplemente, se dejó llevar. Alzó sus brazos y rodeó el cuello de Johnny, tirando de él hasta que se tumbó en la cama.

El aliento de Johnny se retuvo, mientras Ten pasaba una de sus piernas sobre su cintura y enterraba su rostro en su cuello, aspirando su olor.

-Johnny...

Su nombre sonó camuflado en un gemido y, para aquel momento, el miembro de Johnny ya estaba más que despierto en sus pantalones. No podía pensar. Se giró, encarando al omega, y sostuvo su cintura con fuerza. El movimiento produjo un delicioso roce entre ambos miembros que les hizo jadear.

-Ten. - Gruñó el más alto.

Ten respondió con un jadeo. Se sentía desesperado, y el fuerte agarre del mayor en su cintura le estaba haciendo enloquecer. Johnny bajó la mirada, encontrándose con los ojos cristalinos de Ten y sus apetecibles labios rosados. Y, como si de un sueño se tratara, se atrevió a probar aquella boca que llevaba meses obsesionándole. Aquel contacto fue como el ansiado trago de agua para un peregrino, el paraíso en una gota. Ten era afrodisíaco, ambrosía en un ser humano irreal. En aquel punto, a ninguno de los dos les importaba nada, solo el placer que les producían sus cuerpos al chocar.

Las manos de Johnny se deslizaron por los desnudos costados de Ten mientras cambiaban de posición. Ten quedó tumbado, mientras Johnny regaba besos por su cuello.

Ten dejó escapar un gemido cuando Johnny mordió suavemente una de sus clavículas y después pasó su lengua, pidiendo disculpas silenciosas por la brusquedad.

-Johnny, por favor... - No estaba completamente seguro de porqué rogaba, pero lo necesitaba y rápido.

-Shhh...voy a hacer que te sientas bien, pequeño. - Aquellas palabras incendiaron cada fibra en el cuerpo de Ten.

-Rápido.

Johnny volvió a besar aquellos labios de los que parecía no tener suficiente; nunca tendría suficiente de Ten. Su mano derecha comenzó su ascenso por el marcado abdomen hasta rozar el elástico de los bóxers. El suspiro de Ten le animó a continuar. Con delicadeza, como si Ten pudiera romperse, deslizó la mano bajo la apretada tela, hasta rozar el despierto miembro que escondía. Un agudo gemido le hizo mirar hacia arriba para encontrarse con la imagen más erótica de su vida.

Ten era todo mejillas sonrojadas y suspiros arrancados de entre sus hinchados labios entreabiertos. Johnny gruñó, él también lo necesitaba. Rápidamente, se incorporó y arrancó la única prenda que le separaba de cumplir su mayor deseo. Tocar a Ten se sentía como invadir el paraíso, arrasando con todo a su paso.

-Intentaré tener cuidado, Tennie, pero... Dios, me estás volviendo loco. - Ten jadeó cuando le obligó a separar sus piernas. Johnny se relamió ante la exquisita vista, Ten estaba lubricado y más que listo para recibirle. A él, solo a él.

Aquel pensamiento le hizo gruñir de satisfacción. Él solo quería tomarlo con todas sus fuerzas, pero sabía que el omega era virgen. Debía hacer las cosas bien. Juntando otra vez sus labios en un apasionado beso, llevó un dedo a la apretada entrada del omega. Entró con facilidad, estaba realmente húmedo. Sintió unas uñas clavarse en sus hombros y un caliente gemido en su boca. No tardó en introducir otro dedo, y luego un tercero, pero aquello no era suficiente, para ninguno de los dos.

-Johnny, por favor... - Johnny retiró la mano y Ten se quejó, sintiéndose vacío de nuevo. Miró con un puchero frustrado cómo el alfa se incorporaba de nuevo y sacaba su cartera del bolsillo de los pantalones. Lo siguiente que vio fue un envoltorio plateado siendo rasgado y la cremallera del alfa siendo bajada.

-Siempre hay que estar preparado.- Ten gimió de anticipación cuando Johnny bajó sus pantalones hasta la mitad de los muslos para después retirar sus bóxers. Su miembro fue liberado de su prisión de algodón y parecía realmente feliz por ver a Ten.

Después de colocarse el condón, Johnny se posicionó, tumbándose de nuevo sobre Ten, sosteniendo su peso con los brazos a los lados de la cabeza del omega. Lentamente, se introdujo, mirando cómo el rostro de Ten se desfiguraba en una mueca de placer absoluto. Definitivamente, había hecho algo muy bueno en su anterior vida para merecer aquello. Debió ser la Madre Teresa de Calcuta por lo menos.

Ten gimió cuando Johnny estuvo completamente dentro, sintiéndose lleno hasta límites insospechados.

-Muévete, por favor.- Johnny no era quién para discutir a su omega. Comenzó un demencial ritmo pausado, intentando no ser demasiado brusco con Ten, saliendo lentamente para después volver a penetrarle. Aquello era delirante. -Más duro. - Gimió, casi exigió.

Y, de nuevo, Johnny obedeció.

Aceleró la cadencia, penetrando al omega de manera rápida y constante, golpeando su punto dulce con cada estocada. Ten se deshacía en gemidos, sintiéndose rozar el cielo con las manos cada vez que Johnny golpeaba aquel lugar que le hacía ver destellos bajo sus párpados. No hizo falta que pasara demasiado tiempo antes de que la visión de Ten se volviera borrosa. Echó la cabeza hacia atrás, exponiendo sumisamente su cuello, y se vino con un agudo gemido, manchando su abdomen.

Las paredes internas del omega apretaron el miembro de Johnny, haciéndole enloquecer. Aumentó el ritmo y, un par de estocadas más tarde, se corrió con fuerza.

Ten continuaba con la garganta expuesta, a la espera. El lobo de Johnny le exigía hundir los dientes en la marfileña piel y reclamar al omega como suyo, todo su cuerpo clamaba que lo hiciera. Johnny tuvo que luchar contra todos sus instintos para no marcar a Ten. Aquello fue físicamente doloroso.

Con un gruñido lastimero salió del interior del omega y se dejó caer a su lado. Ten se sentía confundido e incompleto, pero sus párpados pesaban demasiado como para quejarse.

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