
20.
SÍ, QUIERO
Becca Larsen observó la silla vacía a su lado. Empezó a creer que sería el único sitio vacío del salón el resto del año. Aunque el pupitre era doble, nadie estaba dispuesto a ocupar ese lugar. Evitaban a la chica como si fuera la peste. Les espantaba su palabrerío extraño, la fe inquebrantable que poseía y su apariencia impecable, tan deslumbrante e inocente al mismo tiempo. En los pasillos se decía que Becca guardaba un oscuro secreto que vería la luz en algún momento inesperado; se decía que pertenecía a una secta religiosa donde realizaban sacrificios humanos. Sí. El morbo de algunos estudiantes había llegado hasta ese límite. De cualquier modo, Becca no estaba enterada de los crueles rumores. Daisy, en cambio, sí. La chica, modesta y elegante, llevaba la cabellera rubia recogida en un moño verde inglés, a juego con el uniforme. Siempre tenía las respuestas correctas cuando el profesor —de la materia que sea— hacía una pregunta a la clase. Las mejores calificaciones. El promedio más alto. Lo suficientemente lúcida para sacar sus propias conclusiones. Desde su pupitre en primera fila, divisó a Becca en el último. Esta cerró ligeramente los ojos, se tambaleó y su cabeza se vino abajo, hasta que logró reincorporarse. Luchaba contra las inevitables ganas de dormir. Becca había pasado una noche terrible en el hogar de acogida; Oscar le había gritado y zamarreado por un insólito error que cometió en la cocina, mientras que Alexa amenazó que le haría daño en el instante menos pensado. Dado que el profesor de geografía había dejado una actividad que podían realizar libremente en grupos o de forma individual, Daisy sujetó su libreta y se trasladó hacia el sitio vacío, al lado de Becca.
—Hola. ¿Trabajamos juntas?
—Eh... Sí, sí. Claro —se sorprendió.
—¡Encontraste el collar! —Daisy sonrió al notar la fina cadena alrededor del cuello—. No sabés cuánto me alegra.
Becca asintió con entusiasmo.
—En realidad... Lo encontró Cole.
—Cole... ¿Colton Bradford?
—Uhm, sí. Él. Estaba en su casa.
—¿Fuiste a casa de Colton? —chismoseó.
—Una vez, sí.
—¿Estás saliendo con él?
—Qué... ¿Qué quieres decir con eso?
—Salir. Pasar tiempo juntos. Es lo que ocurre cuando dos personas se atraen mutuamente —indicó cantarina. A Daysi no le molestaban las preguntas, de hecho, le encantaba explicar—. ¿Te gusta Colton?
—Oh —permaneció pensativa—. No... No lo sé —se encogió de hombros. Le producía cierta inquietud hablar en voz alta sobre él. En Sion Creek, nunca se había planteado la posibilidad de «relacionarse con un chico». El profeta era el único hombre con el que tenían un vínculo. A pesar del desconocimiento, se había sonrojado hasta la médula y Daisy lo había notado.
El cuerpo no mentía.
—No sería extraño —mencionó su compañera—. Colton es un chico atractivo. Más que eso. Es guapísimo—reconoció—. No es mi tipo, pero sin dudas es de los más guapos del instituto. ¿No lo crees? —buscó su mirada repleta de complicidad.
Becca jugó nerviosa con sus dedos mientras delineó una sonrisa nerviosa.
—Bueno, sí —dijo casi en un susurro—. Lo es. Es súper lindo —admitió—. Y a ti... ¿Te gusta alguien?
—¿A mí? No. Claro que no. Los chicos son una pérdida de tiempo —cercioró con actitud de superación—. En lo posible, tienes que evitar caer en sus redes.
—Chicas, allá atrás. ¿Pueden ponerse a trabajar, por favor? —el profesor llamó la atención cuando los cuchicheos entre las estudiantes se habían hecho demasiado evidentes hasta volverse un molesto ruido de fondo. Daisy en seguida se incorporó, no estaba familiarizada con la idea de enfadar a la autoridad.
—Disculpe, profesor. No volverá a ocurrir —prometió. Becca simplemente agachó la cabeza. No dijo nada. Estaba acostumbrada a seguir órdenes.
🤍🏀🤍
Colton metió los libros dentro de la taquilla y cerró con fuerza, abrumado por la situación. Se había acercado a Kampbell para revertir el castigo pero consiguió todo lo contrario. El hombre sumó otro flagelo: lo suspendió del entrenamiento. Lo mismo aplicó a Julian y, por supuesto, a Shepherd que había quedado envuelto en el conflicto por no saber cerrar la boca. No les quedaba otra opción que reunirse e intentar realizar ese maldito trabajo práctico que en la vida ajetreada de Colton significaba una gran pérdida de tiempo. Shepherd se dejó caer de espaldas sobre la taquilla cerrada mientras estudiaba a la multitud de estudiantes que acababan de salir de clases, apresurados por regresar a sus casas. «Tranquilo. Déjame a mí. Tengo la solución» había dicho para calmar a su mejor amigo un centenar de veces. Cole estaba tan nervioso que ver a Shep tan relajado no hacía más que incrementar su inquietud. ¿Cómo podía, simplemente, mantenerse tan tranquilo? El equipo iba a deteriorarse si ellos no entrenaban. Cada día que perdían era una posibilidad menos de ganar las semifinales, por lo tanto, se alejaban de las estatales. Lo que sería una mancha en la carrera profesional de Colton —o al menos eso creía él a causa de su autoexigencia—. Shep sonrió ampliamente cuando divisó la solución caminando a través del pasillo. Ante sus ojos, Daisy era una criatura maravillosa. Tan preciosa. Delicada. Tan inteligente. Responsable. Él no era más que un tonto que a duras penas funcionaba en el baloncesto —podría ser mejor si entrenaba más— que carecía del sentido de la responsabilidad y su única meta era zafar de los obstaculos que la vida le ponía a diario. No había otra aspiración. Conquistar a Daisy podía contar como una meta, pero él consideraba que se trataba de un sueño imposible. Eso era aspirar demasiado alto.
—Ey, Daisy —gritó. Varias miradas curiosas se detuvieron en él. Daisy arrugó el entrecejo, disgustada—. ¡Daisy! Ven aquí —insistió.
—¿Qué haces? —Cole lo miró confundido.
—Ella es la solución —guiñó un ojo, victorioso. Daisy, que caminaba junto a Becca, aceleró el paso hasta el muchacho chiflado que no dejaba de gritar—. Daisy.
—Baja la voz, Shepherd —lo regañó. Ella era de perfil bajo. Odiaba llamar la atención—. ¿Qué te pasa?
—Necesito pedirte un favor.
—Estoy ocupada.
—Por fa...
—No haré de nuevo tu tarea de matemática.
—No es eso —prometió—. Y en mi defensa, quise pagarte la última vez pero tú...
—¿Qué quieres, Shepherd? —interrumpió perdiendo la paciencia.
—Un minuto para hablar contigo.
—Está bien —resopló—. Un minuto.
Daisy sujetó a Shep de la muñeca hasta apartarlo a una orilla del pasillo. Entre la multitud inquieta era imposible mantener una conversación coherente. Becca jugueteó nerviosa con el tirante del bolso que llevaba en un hombro, se balanceó ligeramente sobre sus talones incapaz de saber qué hacer y miró al muchacho frente a ella en busca de una respuesta.
—Hola, Becca.
—Hola, Cole.
—¿Cómo estás? ¿La herida está mejor?
—Bien... Sí. Mucho mejor. Se está curando —elevó el tono de voz. Había ido a enfermería un par de veces luego de la primera visita. La enfermera confirmó que la infección ya no estaba y que había comenzado a cicatrizar. —. ¿Tú?
—Me alegra oír eso. Estoy bien, creo —se encogió de hombros. En realidad estaba preocupado por el baloncesto. Necesitaba algo que le hiciera olvidar, al menos, durante un rato.
—¿Crees que tardarán mucho? —preguntó dirigiendo una mirada rápida a Daisy y Shep que se alejaban cada vez más a través del pasillo.
—¿Esos dos? Nunca se sabe —sonrió divertido—. Son un caso especial. Pueden arrastrar una discusión durante horas o explotar en menos de un minuto.
—Oh. Ya veo —deslizó una sonrisa risueña—. Entonces... Supongo que me iré a casa.
—Sí. Yo igual —coincidió. Ella agachó la cabeza, dio un paso al frente en dirección a la salida y rozó el brazo de Colton, que enseguida reaccionó—. Uhm, ¿Becca?
—¿Sí?
—Si tienes tiempo libre, ¿te gustaría salir?
—¿Salir? —la propuesta la desconcertó. No estaba segura a qué se refería Colton pues jamás un chico la había invitado a hacer planes.
—Sí, salir. Dar un paseo. Pasar el rato juntos.
—Eh... ¿Cuándo?
—Ahora —afirmó sin titubear—. Solo si tú quieres.
Becca presintió que su corazón iba a escaparse de su pecho. Lo que era extraño. Estaba acostumbrada al ritmo frenético que producían sus latidos cuando tenía miedo. Nunca había experimentado esa clase de sensación. La adrenalina que te invade justo antes de dar un paso hacia un hecho importante. Trascendental. Algo a lo que quieres aferrarte sin lugar a dudas. Colton estaba encendiendo lugares de su interior que otras personas se habían ocupado de apagar. Sosegar. Prohibir. No pudo hacer nada para calmar el cosquilleo frenético que habitaba su estómago. Era inquietante pero no se sentía nada mal. A pesar de sus intensas ganas de responder que sí, no consiguió abrirse de un modo automático. Luchó con sus pensamientos intrusivos. Analizó los posibles escenarios. Tenía tres horas libres antes de entrar al trabajo, tiempo que usualmente pasaba dando vueltas en el parque o bajo la sombra de un árbol porque prefería estar allí que regresar al hogar.
«Puedes hacerlo, Becca. Puedes hacer lo que sea».
—Eh... Sí.
—¿Sí...?
—Sí, quiero salir contigo —puso una sonrisa amplia, repleta de entusiasmo y su expresión se iluminó por completo.
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