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Capítulo 4

     Con el paso de los días los intentos de poder hablar con Aioria sobre lo que le había dicho Shaka eran cada vez más imposibles. Siempre que tenía la oportunidad de hablar con él a solas alguien siempre llegaba a interrumpirlos.

     Aquella mañana se encontraba entrenando completamente sola en el coliseo, sin embargo se encontraba en otro mundo. Cada vez pensaba en el rubio no podía evitar sonrojarse con fuerza, maldiciéndose por ponerse de esa manera.

  ―Pensé que hoy descansarías y no entrenarías.

  ―Jabu ―sonrió con alegría antes de dejar la espada y acercarse para saludarlo―. Solo vine a entrenar un poco, estaba algo...

  ―Distraída, lo pude notar en la manera en que blandías la espada, además te quedabas pensativa y te sonrojabas de golpe... ¿Acaso te gusta alguien? ―preguntó el rubio con picardía.

  ― ¡Claro que no! ―exclamó con las mejillas coloradas para luego suspirar―, si...me gusta alguien ―dijo sonrojándose más.

  ―Lo sabía ―exclamó orgulloso el ojiverde― ¿Y esa persona lo sabe?

  ―He intentado hablar con él pero siempre nos interrumpen, jamás he logrado estar lo suficientemente sola con él para decírselo ―le explicó algo frustrada.

  ― ¿Qué te parece si se lo dices esta noche? ―le propuso el caballero de bronce―, arregla con él para encontrarse y yo me encargaré de que nadie los interrumpa.

  ―Yo... está bien, se lo diré ―Shiori sonrió algo nerviosa antes de abrazar al caballero por el cuello siendo rápidamente separados por un ruido.

     Su sorprendieron al encontrarse con Aioria en la entrada del Coliseo, más serio de lo normal.

  ― ¡Aioria! ―exclamó la pelirosa corriendo a abrazarlo y luego separarse.

  ― ¿Qué hace aquí? ―le preguntó frunciendo el ceño levemente, causando cierta confusión en la pelirosa.

  ― ¿Jabu? Solo está ayudándome en algo ―le respondió algo nerviosa, sin embargo eso no hizo que el rubio se tranquilizara.

  ― ¿Se puede saber en qué? ―le preguntó fulminando con la mirada al caballero de bronce.

  ―Eso ya no importa. Escucha Aioria... debo decirte algo y quería saber si podrías verme esta noche en el jardín del templo de mi madre, es realmente urgente lo que debo decirte.

  ―Por supuesto, en cuanto se ponga el sol iré a verte ―El mayor le dedicó una cálida sonrisa antes de acercarse al ojiverde―. No quiero que te acerques a ella.

  ― ¿O sino qué? ―lo retó con una sonrisa en los labios.

  ―Te rostizaré vivo ―le dijo antes de retirarse del lugar.

     Con el paso de las horas, los nervios de Shiori aumentaban más y más hasta el punto de comenzar a escribir como iba a decirle a Aioria lo que decía para después tirarlo y empezar de nuevo. Tan encimada estaba en sus pensamientos que no sintió cuando su madre entró a su cuarto.

     Sonrió al verla a su hija tan nerviosa.

  ― ¿Por qué tan nerviosa? ―preguntó Saori haciendo que su hija saltara del susto, girándose rápidamente.

  ― ¡Madre! ―exclamó ocultando la hoja de papel detrás suyo―, yo solo...estaba...

  ― Es un chico, ¿verdad? ―le preguntó la diosa con diversión, ensanchando más su sonrisa al ver como su hija se sonrojaba más.

  ―Solo...no se lo digas a papá, me perseguirá por todos lados y es lo menos que deseo ―le pidió acercándose.

  ―Él jamás lo sabrá, al menos no por mí ―le explicó levantándose de la cama, abriendo las puertas del ropero de su hija―, y te aconsejo que si iras de noche vayas con el vestido que te mande a hacer, es sencillo pero sé que a Aioria le fascinará.

  ―Yo jamás...dije que sería con Aioria ―murmuró Shiori, completamente aterrada ante la idea de haber sido descubierta por su madre.

  ―mi niña ―Saori sujetó suavemente las mejillas de su hija―, me di cuenta de cómo te miraba Aioria desde que tienes 16 años. Jamás pasaron desapercibido las miradas que ambos se dedicaban.

     Shiori sujetó el vestido antes de sentarse en la orilla y bajar su mirada con algo de miedo.

  ―Por favor...no quiero que me alejen de él. Sé que el romance entre caballeros está prohibido pero...

  ―Esa ley ya no existe, eres libre de elegir con quien estar el resto de tus días ―la interrumpió sujetando las manos de su hija―. Ahora ve y prepárate para esta noche.

     Shiori sonríe ampliamente antes de abrazar a su madre con fuerza y comenzar a vestirse rápidamente. Cuando el sol comenzó a esconderse por el oeste, la pelirosa salió de su cuarto de manera sigilosa hasta los jardines del templo.

     En cuanto llegó se acercó hasta el pequeño lago que había en el centro del jardín, mirando fijamente su reflejo en el agua. El viento comenzó a soplar de manera extraña, haciendo que la semidiosa se girará y mirara el cielo confundida. De pronto el viento se detuvo y un rayo blanco atravesó las nubes, chocando rápidamente contra la pálida frente de Shiori, cayendo inconsciente dentro del espejo de agua.

      Poco a poco se fue hundiendo en las cristalinas aguas hasta que unos fuertes brazos la sacaron del pequeño lago. Shiori comenzó a toser, escupiendo el agua.

  ―Me alegra saber que al fin despiertas ―aquella voz hizo que la pelirosa abriera los ojos rápidamente. Giró su vista encontrándose con un hombre de cabellos negros y mirada azul.

  ― ¿Tu...quién eres? ―le preguntó con cierto terror, haciendo que el hombre sonriera.

  ―Pronto tú y yo estaremos juntos, espérame ―le susurró antes de regresarla a la realidad, encontrándose frente al lago completamente seca.

  ― ¿No crees que se está tardando demasiado? ―la voz de Jabu hizo que Shiori quitara su vista del agua.

  ―Seguramente tuvo algún percance, ya llegará ―le dijo mirándolo.

  ―Pensé que seriamos nosotros dos ―Jabu rodó los ojos ante las palabras del santo de oro, suspirando pesadamente.

  ―Solo vine porque no quería que estuviese sola, pero ahora que estas aquí...puedo irme ―hizo una reverencia antes de irse del lugar, no sin antes mirar fijamente al santo dorado, viendo el enojo en sus ojos.

  ― ¿Por qué te pones tan celoso? Sabes que él es solo...

  ―Amigo o no, ese hombre se ha fijado en ti y eso no me gusta ―la interrumpió acercándose solo un poco―.Lo siento pero debo irme.

     El león claramente estaba celoso, le era imposible no sentirse de esa manera cuando el caballero se le acercaba de más como lo había estado haciendo en los últimos días. A raíz de ello, sentía un deseo mal sano de marcar aquel suave y delicado cuello, demostrando que solo él podía mirarla de esa manera, aunque sabía que eso era completamente imposible. Suspiró suavemente y miró fijamente aquellos ojos celestes, causante de sus incontables desvelos, suspiros y deseos que solo él y su compañera la luna sabían, en ellos estaban reflejadas la confusión y la tristeza. La miró unos momentos antes de girarse lentamente, con intenciones de irse.

  ― ¡Aioria no te vayas! ―exclamó la pelirosa― ¡Quería decirte que...te amo!

     Aioria se detuvo en sus pazos, congelado al escuchar aquellas palabras salir de los labios de su protegida. Se giró lentamente encontrándose a Shiori con la reparación agitada y las mejillas coloradas.

  ―Repítelo ―le ordenó el ojiazul acercándose lentamente, haciendo desaparecer su casco en el proceso.

  ―T-Te amo ―repitió sonrojándose más por la pronta cercanía del santo de Leo.

     Fijo su vista en los celestes ojos de Aioria. Sus ojos resplandecían con la delicada luz de la luna mientras que sus rubios cabellos se mecían suavemente por el viento. Sin poder evitarlo, examino cada detalle de él como lo había hecho ya incontables de veces; sus fuertes brazos, su hermoso y varonil rostro su cabello perfecto...todo de él le gusta, pero nada le atraía más que su chispeante mirada.

     Ese par de zafiros causaban todo tipos de efectos en ella, le había visto expresar una enorme variedad de sentimientos que ella era capaz de reconocer fácilmente. Ternura, picardía, amor, compasión, alegría, odio, rencor, comprensión, dolor, un océano de emociones que la habían arrastrado hacia el león, entregándole su corazón en una promesa silenciosa. Sin embargo su mirada era diferente esa noche. No recordaba haber visto nunca ese brillo reflejándose en sus pupilas.

  ―A-Aioria... ―dijo sin darse cuenta que había tartamudeado. Estaba nerviosa, muy nerviosa. Pero sus nervios no eran por miedo. Era por ansiedad y deseo, tantas veces había deseado tener al caballero tan cerca de sí y por fin sucedía.

  ―Yo también te amo ―le confesó el león sin rodeos dejando a la pelirosa sin habla―. Eres lo más hermoso que he visto en mi vida ―le susurró delineando con su dedo los suaves labios de Shiori.

     Ella sonrió con timidez acurrucándose en su caricia, refugiándose en la tibieza de aquella mano que tocaba con infinito aprecio y una ternura que no había experimentado anteriormente. Cruzaron miradas revelándose sin palabras los pensamientos que albergaban en sus mentes, abriendo sus almas para que el otro pudiera leer en ellas con claridad cada uno de sus pensamientos más profundos.

     El rostro de Aioria se acercó lentamente al de Shiori descansando su frente en la de ella. Amorosamente, frotó la punta de su nariz con la de la pelirosa, cerrando los ojos y dejándose llevar por aquel sencillo pero adorable contacto. Shiori correspondió la caricia de la misma manera que lo hacia el rubio, permitiéndose deleitarse del roce sus pieles y de la calidez de su aliento. Aioria se separó momentáneamente perdiéndose en aquel mar celeste claro, memorizándose cada una de sus facciones dignas de una diosa olímpica; la belleza y candor de sus ojos, su pequeña nariz y por último sus exquisitos labios. Tenía que probarlo, estaba dispuesto a probar la miel que ellos le ofrecían.

      La distancia entre ella y Aioria fue acortándose lentamente. Shiori abrió los labios lentamente mientras cerraba sus ojos en espera de que su león la besara. Sintió la masculina boca apretarse contra la suya en un suave y delicado beso que poco a poco fue aumentando en intensidad del mismo. Gimió cuando la lengua de Aioria se adentró dentro de su boca iniciando una lucha sin tregua. Lo que hasta unos segundos antes era un inocente beso se tornó en una feroz demostración de lujuria. La pasión desmedida de aquel beso la ahogaba. Sabía que el santo no se detendría, el león la había atrapado y ahora devoraba el fruto de su cacería. Rendida cedió ante el caballero, tirando los brazos alrededor de su cuello haciéndole saber que se entregaba por completo a él.

     Aioria entendió ese mensaje y se separó solo un poco, sintiendo su agitada respiración mezclarse con la de Shiori.

  ―Vámonos de aquí ―le dijo sujetándola de la mano, sacándola de aquel lugar.

  ― ¿A dónde vamos? ―preguntó la pelirosa dejándose llevar por Aioria.

  ―A mi templo ―le contestó dedicándole una cándida sonrisa. La pelirosa sonrió bobamente ante aquella sonrisa mientras se encaminaban al quinto templo.


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Holaa gente!!!! aqui regrese con un nuevo capituloooooo, si les gustó dejen estrellita y comenten, nos vemos pronto, bye bye!!!!!

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