Capítulo 3
Comenzaron a caminar por las largas y extensas calles del mercado que había en el lugar, mirando todas las cosas que vendían en los puestos. Aioria de vez en cuando se detenía a mirar algunos puesto que le interesaban, evitando que lo descubrieran. En cuanto salieron del mercado siguieron caminando mientras charlaban animadamente, acercándose poco a poco al cementerio de caballeros que se encontraba justo debajo del templo de Atena.
―Pocas veces me han traído aquí ―comentó Shiori caminando por los caminos que había a los costados de las tumbas.
― ¿No venias porque no te gustaba o por qué? ―preguntó con curiosidad el mayor.
―Mi padre decía que este no era lugar para una niña ―le respondió mirándolo―. A pesar de que entrenaba como cualquier caballero, siempre me mantuvieron alejada de todas las guerras.
―Hicieron bien, una joven no merece vivir semejantes guerras ―dijo Aioria acercándose.
Shiori sonrió divertida ante sus palabras antes de seguir caminando hasta detenerse frente a una tumba.
― "Aioros" ―leyó el nombre que estaba escrita en el epitafio de granito―, Era tu hermano ¿Verdad? ―Aioria asintió levemente.
―Era el único familiar que me quedaba. Sufrí demasiado cuando nos tacharon de traidores, fue valiente y noble hasta el final ―el caballero dorado posó su vista en el suelo.
A pesar de haber pasado mucho tiempo aun sentía la ausencia de su hermano. Extrañaba sus largas charlas o los momentos que pasaban juntos, a veces solo extrañaba saludarlo por las mañanas. La mirada azul de Aioria se entristeció rápidamente, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas.
―Debes extrañarlo mucho ―murmuró Shiori.
―Mucho más de lo que te imaginas, pero he aprendido a soportarlo...con el tiempo ―le explicó sentándose en las escalinatas
―Jamás tuvimos la oportunidad de hablar de él ―dijo la pelirosa sentándose a su lado―. ¿Cómo era?
―Era...un gran hombre. Era valiente, amable, valiente y noble ―Levantó la vista para posarla sobre el cielo azul―. Fue mi ejemplo a seguir toda mi vida, él me enseñó el significado del sacrificio por lo que amamos y por nuestro deber.
―Y ahora debe estar muy orgulloso de ver en lo que te has convertido ―Aquellas palabras hicieron que el rubio fijara su vista en la menor―. Te has vuelto una gran persona a lo largo de estos años, yo misma te he visto hacerlo.
Aioria soltó una suave risa antes de regresar su vista nuevamente al cielo; Shiori agrandó su sonrisa al ver que había logrado levantar el ánimo del león.
―Muy bien, sigamos caminando ―dijo el mayor levantándose rápidamente, haciendo que la pelirosa se levantara algo aturdida.
― ¿A dónde iremos ahora? ―le preguntó Shiori mientras subía las escaleras, logrando alcanzarlo.
―Te llevaré a un lugar que muy pocas personas conocen ―le respondió con una sonrisa divertida.
Caminaron varios minutos en lo que la pelirosa intentó por todas las formas que conocía de sacarle información al rubio de hacia donde la estaba llevando sin embargo el ojiazul no le respondió en ningún momento. Un poco antes de llegar al lugar secreto del que había hablado Aioria le pidió a Shiori que cierre los ojos y que por ningún motivo los abriera hasta que él le dijera.
La semidiosa cerró los ojos divertida mientras era ayudada por el caballero de oro a caminar por el lugar y en cuanto se detuvieron, las ansias se hicieron presentes en la joven.
―Ahora sí, ábrelos.
Abrió los ojos lentamente, maravillándose con la vista que tenía en frente. Se encontraba en uno de los jardines gigantes que se encontraban en la parte trasera del santuario, aunque había escuchado de ellos jamás había podido visitarlo por distintos motivos. Sonrió encantada antes de girarse para mirarlo.
― ¡Esto es asombroso, jamás había tenido la oportunidad de venir y ahora estoy aquí! ―exclamó emocionada mientras caminaba entre la infinidad de flores de diferentes colores.
El santo de oro sonrió con orgullo al ver la alegría que estaba reflejado en el rostro de la joven; le alegraba saber que esa felicidad era gracias a él.
―Quería traerte aquí la noche de tu cumpleaños, pero cuando me enteré que te coronarían ese día supuse que sería imposible ―le explicó acercándose lentamente hasta donde estaba.
―No me hables de esa noche, ni siquiera he planeado que decir ―bufó Shiori mientras se recostaba entre las flores, soltando un largo suspiro.
―Estás aterrada por algo que ni siquiera ha sucedido aun, cuando deberías estar orgullosa de dar este paso ―Dijo Aioria sentándose a su lado.
―Claro que estoy orgullosa. La idea de que mi madre me confiera esta responsabilidad me enorgullece...pero aún tengo miedo ―lo último lo soltó en un susurró que llegó a los oídos del león.
―Está bien que tengas miedo, es normal ―le dijo el rubio intentando tranquilizarla―. Sabes, cuando me dijeron que sería el nuevo guardián del quinto templo estaba aterrado, pensaba no alcanzaría las expectativas que tenían todos de mí.
― ¿Y qué hiciste? ―le preguntó con curiosidad.
―Recibí ayuda de todos mis amigos. Ellos me enseñaron como ser quien soy hoy ―le respondió con una sonrisa―. Y como fueron conmigo, estoy seguro de que todos aquí te ayudaran a hacer las cosas bien.
― ¿De verdad me ayudaran? ―el santo de oro asintió con firmeza.
Shiori sonrió antes de levantarse y comenzar a recolectar flores de distintos tipos, creando un ramo bastante grande. Pensaba llevárselo a su madre para poder evitar la reprimenda de haberse ido sin siquiera avisarle, aunque sospechaba que se hubiera dado cuenta inmediatamente de su ausencia.
Luego de charlar un poco más emprendieron su camino de regreso al santuario en cuando el sol comenzó a bajar. Una vez que entraron al templo privado de Atena fueron arrinconados por un muy molesto Seiya.
― ¡¿Dónde estabas?! ¡Nos tuviste muy preocupados! ―exclamó el santo de sagitario con ira.
―Habla por ti Seiya, yo estaba tranquila al saber que estaba acompañada por Aioria ―dijo Atena con diversión.
Sabía que la reacción de su esposo era más por celos que por preocupación.
― ¿A dónde fueron? ―preguntó el castaño cruzando los brazos.
―Solo fuimos pasear, no te alteres ―le reprochó la pelirosa antes de darle la espalda, mirando al rubio―La he pasado de maravilla, espero que repitamos esto de nuevo ―sacó una rosa del ramo y se la entregó junto con un beso en la mejilla.
Tato Seiya como Aioria se pusieron colorados, con la diferencia que el castaño por el enojo y el rubio por la acción de la pelirosa. Shiori se acercó a su madre y le entregó el ramo de flores con una sonrisa.
―Gracias por no regañarme ―le susurró.
―Estabas bien acompañada ―dijo antes de decirle que se dirigiera al comedor―. Gracias por cuidar de ella Aioria.
―No debe agradecérmelo, ya que protegerla es mi misión. Ahora me retiro a mi templo ―hizo una reverencia antes de retirarse del lugar, dejando solos a la diosa y al castaño.
Luego de cenar y darse un baño, Shiori se retiró a su cuarto y se recostó en su cama con una gran sonrisa antes de caer dormida. A la mañana siguiente se despertó temprano y se dirigió al sexto templo, encontrado al dueño del mismo en su jardín.
Se acercó al pelilargo lentamente ya que estaba meditando.
―Si deseas sentar y meditar conmigo eres bienvenida a hacerlo ―dijo el caballero de libra sin abrir los ojos.
La pelirosa se sentó a su lado con las piernas cruzadas y cerró los ojos, dejándose llevar por la suave brisa que soplaba en aquel lugar.
―extrañaba hacer esto ―dijo Shiori suavemente―, necesitaba alejarme de todo.
―Las puertas de mi templo siempre estarán abiertas a cuando quieras venir ―le dijo Shaka con una sonrisa―. Por cierto, me enteré que ayer te escapaste al pueblo con Aioria.
― ¿Te lo dijo mi papá, verdad? ―el caballero dorado asintió―, no quería dejarme bajar sola por eso fue conmigo. No comprendo porque se pone así.
―Parece ser que está celoso.
― ¿Celoso de qué? ¿De pasar tiempo con Aioria? ―le preguntó cruzándose de brazos.
―Como tu padre, es normal que se ponga celoso de todo hombre que se te acerque ―le explicó―, pero digamos que Aioria lo hace ponerse más celoso.
―Que ni crea que le dejaré de hablar solo porque él se pone celoso ―replicó molesta.
―Entonces acostúmbrate a que cada vez que te vea con Aioria se ponga así ―dijo el santo de libra tranquilamente. La pelirosa se levantó del suave césped, quitándose los rastros de tierra de la ropa antes de girarse para verlo.
―Gracias por la pequeña charla, Shaka ―le dedicó una sonrisa antes de encaminarse a la salida.
―Espero que le digas pronto lo que sientes ―aquellas palabras hicieron que Shiori se detuviera abruptamente―. No necesitas decirlo, me dí cuenta cuando se abrazaron el otro día.
―Yo...se lo diré cuando sea correcto ―le dijo antes de seguir caminando a la salida.
―Espero que sea pronto...se avecina una tormenta ―susurró el pelilargo mirando al cielo fijamente.
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Hola genteeeeee, aqui regreso con un nuevo capi. Si les gusto dejen su estrellitan y comenten, se los agardeceria muchisimo, besos!!!1
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