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001. the cullen family

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CAPÍTULO UNO
▬ ❝ la familia cullen ❞ ▬

























+25 comentarios y +50 votos para el cap 002.

















ESA NOCHE NO DORMÍ BIEN, NI SIQUIERA CUANDO DEJE DE DAR VUELTAS SIN PARAR EN MI CAMA. El siseo constante de la lluvia y el viento sobre el techo no aminoraba jamás, hasta convertirse en un ruido de fondo. Me tapé la cabeza con la vieja y descolorida colcha y luego añadí la almohada, pero no conseguí conciliar el sueño antes de medianoche, cuando al fin la lluvia se convirtió en un fino sirimiri.

Esa mañana lo único que veía a través de la ventana era una densa niebla y sentí que la claustrofobia se apoderaba de mí. Aquí nunca se podía ver el cielo, pero también me agradaba la lluvia.

Claro, cuando está me dejaba dormir.

El desayuno con papá fue silencioso, aunque de vez en cuando bromeaba y él me seguía la broma: de parte de Bella no hubo ni una sonrisa y pude notar que aquello desanimó a papá. Ya después charlaría con ella.

Nos deseó suerte en la escuela y le dimos las gracias. Papá se marchó primero, directo a la comisaría, alegando que tenía que darle un par de instrucciones al nuevo oficial Sage, recién llegado de Los Ángeles.

Examiné la cocina después de que se fuera Bella, con la excusa de que se iría a lavar los dientes y iría en busca de su mochila para irnos.

La cocina era pequeña, con paneles oscuros en las paredes, armarios amarillo chillón y un suelo de linóleo blanco. Nada había cambiado. Hacía dieciocho años, mi madre había pintado los armarios con la esperanza de introducir un poco de luz solar en la casa. Había una hilera de fotos encima del pequeño hogar del cuarto de estar, que colindaba con la cocina y era del tamaño de una caja de zapatos. La primera foto era de la boda de Charlie con mi madre en Las Vegas, y luego la que nos tomó a los cuatro una amable enfermera del hospital donde nací, seguida por una sucesión de mis fotografías escolares hasta el año pasado aún lado de Bella.

Sonreí.

—Son vergonzosas —alegó Bella, adentrándose a la cocina una vez más—. Les diré que las quite por nuestro bien social.

—Oye, son adorables —seguí con mi sonrisa—. Ni le digas nada, has sido muy seca con él. Intenta ser más amable.

Bella rodó los ojos—. Supongo que lo intentaré, pero no prometo nada.

Resople y asentí, de perdido lo iba a intentar.

Creo.

EL SONIDO DE LAS LLANTAS RODANDO SOBRE LA RESBALOSA Y LLUVIOSA CARRETERA ERA LO QUE MÁS SE OÍA EN TODO EL CAMINO EN DIRECCIÓN A LA ESCUELA. Me estaría mintiendo si dijese que no me encontraba nerviosa, aunque también un poquito ansiosa: es una mezcla un tanto extraña pero era mejor que estar aterrada.

Aún chispeaba, pero no lo bastante para que terminase el cristal del auto empapado completamente. Dentro del monovolumen estaba cómoda y a cubierto. Era obvio que Charlie o Billy debían de haberlo limpiado, pero la tapicería marrón de los asientos aún olía tenuemente a tabaco, gasolina y menta. El coche arrancó a la primera, con gran alivio por nuestra parte, aunque en medio de un gran estruendo, y luego hizo mucho ruido mientras avanzaba al ralentí. Bueno, un monovolumen tan antiguo debía de tener algún defecto. La anticuada radio funcionaba, un añadido que no me esperaba.

Fue fácil localizar el instituto pese a no haber estado antes aquí. El edificio se hallaba, como casi todo lo demás en el pueblo, junto a la carretera. No resultaba obvio que fuera una escuela, sólo nos detuvimos gracias al cartel que indicaba que se trataba del instituto de Forks. Se parecía a un conjunto de esas casas de intercambio en época de vacaciones construidas con ladrillos de color granate. Había tantos árboles y arbustos que a primera vista no podía verlo en su totalidad.

Lucía como un Hogwarts pero mucho más rústico.

Para nuestro alivio encontramos un lugar para estacionarnos con rapidez, casi al principio de los escalones principales del lugar.

Y como lo había sospechado, seríamos la curiosidad de por aquí por qué es Marzo, mitad del semestre. Genial.

Ambas bajamos del automóvil bajo la atenta mirada de las personas que nos rodeaban, era algo intimidante pero al menos los nervios se habían ido poco a poco.

Espere de mi lado a Bella para que ambas entrásemos a la escuela juntas.

—Lindo vehículo —alegó un chico de tez morena, no sabía si bromeaba o no, pero por si acaso respondí un vago "gracias" antes de seguir nuestro camino.

Apenas entramos decidimos que lo mejor sería buscar la oficina principal, ya saben, debíamos ir por nuestros horarios y número de clase.

En el interior había más luz y estaba más caliente de lo que esperaba. La oficina era pequeña: una salita de espera con sillas plegables acolchadas, una basta alfombra con motas anaranjadas, noticias y premios pegados sin orden ni concierto en las paredes y un gran reloj que hacía tictac de forma ostensible.

Un mostrador alargado dividía la habitación en dos, con cestas metálicas llenas de papeles sobre la encimera y anuncios de colores chillones pegados en el frontal. Detrás del mostrador había tres escritorios. Una pelirroja regordeta con gafas se sentaba en uno de ellos, atendiendo a dos chicas más, una más mayor que la otra por lo que podía verse.

Supuse que eran las hijas del nuevo oficial.

—Aquí tienen las clases de ambas y sus horarios —escuché decirle a las dos chicas, mientras les extendía dos pares a cada una con lo que creí eran sus horarios y numero de clases—. Esto es un plano de la escuela, lo van a necesitar.

La chica de cabello castaño cobrizo, la mayor para ser exacta, sonrió amable en dirección a la mujer━━. Muchas gracias.

—Gracias —agradeció la menor y ambas se dieron media vuelta, fue en donde nos vimos frente a frente.

La chica mayor sonrió hacia nosotras y repetí su acto en dirección a ambas, al contrario de Bella quien solo hizo una mueca.

—Hola —salude, ajustando la correa de mi mochila—. Supongo que ustedes deben de ser las chicas Sage.

—Hola —saludaron ambas a la vez, mientras Bella solo resoplaba y decía algo sobre adelantarse por nuestras cosas. La mayor hizo una mueca, mientras que la menos veía el mapa de la escuela—. Supones bien, somos las hijas del nuevo oficial Sage. Soy Samara, pero puedes decirme algún diminutivo: nunca suelen usar uno solo.

—Y yo soy Hilary, la menor pero no por eso soy menos cool.

Reí ligeramente y asentí—. Es un gusto conocer a alguien por fin. Yo soy Alessia Swan, hija del jefe de policías.

—¡Oh claro! Puedo recordarte, creo que jugábamos a hacer pasteles de lodo junto a tu hermana y ese chico Black —rió un poco—. Creí que había olvidado todo cuando nos fuimos de aquí, ya veo que no.

—Quisiera decir que también me acuerdo pero mentiría, soy muy mala reteniendo cosas —afirme un tanto avergonzada.

Sam negó ligeramente, aún sonriendo—. Es normal, éramos pequeños, es fácil no recordarlo.

—¡Alex!

Me giré hacia mi hermana y vi que me señalaba el escritorio en donde tendríamos que pedir nuestro papeleo.

Mire a ambas hermanas—. Debo de ir por mis horarios y todo eso, así que supongo que las veré por ahí después.

—Me caíste bien y eso que soy una adolescente a quien nadie le cae bien —sonreí en dirección a Hilary, quien ya me sonreía.

—Te veré por ahí entonces, Lex —una O se formo en mis labios: ese apodo si que lo medio recordaba—. Vamos Hilary, llegarás tarde.

—Esa ya no es gracioso —reí un poco antes de comenzar a caminar en dirección al escritorio, en donde una Bella con una mueca en el rostro me esperaba.

Le incomodaba conocer gente nueva, en ese aspecto era terriblemente tímida y difícil.

La mujer pelirroja alzó la vista una vez estuve junto a mi hermana.

—¿Les puedo ayudar en algo?

—Soy Isabella Swan y ella es Alessia Swan —le informó mi melliza, y de inmediato advertí en su mirada un
atisbo de reconocimiento. Nos esperaban. Sin duda, habíamos sido el centro de los cotilleos.

—Por supuesto —dijo.

Rebuscó entre los documentos precariamente apilados hasta encontrar los que buscaba.

—Precisamente aquí tengo los horarios de sus clases y dos planos de la escuela.

Trajo varias cuartillas al mostrador para enseñárnoslas. Repasó todas nuestras clases y nos marcó el camino más idóneo para cada una en el plano.

Lo único malo tanto para mi como para mi melliza era la diferencia de clases: no compartíamos casi ninguna, al menos por este semestre y era muy deprimente.

Luego, nos entregó dos comprobantes de asistencia para que lo firmara cada profesor y se los devolviéramos al finalizar las clases. Nos dedicó una sonrisa y, al igual que papá, nos dijo que esperaba que nos gustara Forks. Le devolví la sonrisa, pero Bella por mas que lo intento siguió quedándole esa mueca en el rostro.

Una vez nos alejamos en dirección a la puerta mire mal a Bella, quien leía con atención los horarios.

—Mi incomodidad no se irá si me vez mal, Alex —canturreo Bella, despegando su vista para verme.

—Tienes que ser más amable —regañe—. Vinimos para dejar que mamá disfrutase de su nueva vida con su esposo, podrías cambiar tu cara al menos.

—No puedo fingir que todo me agrada —alegó ella—. Sabes lo terrible que soy para socializar, aparte de que la gente no siempre me va a caer bien.

—Samara y Hilary son bastante amigables.

Bella abrió la puerta y salió del lugar de las oficinas, cerrándola sin dejarme salir antes. Hice una mueca de indignación.

—Quizás no me agradaba Samara cuando éramos pequeñas —volví a oírla hablar—. Y tampoco creo que lo haga ahora.

Rodee los ojos. Era bastante difícil ser buena persona con Bella cuando ella se cerraba al mundo.

NO HABLÉ DE NUEVO CON BELLA POR EL RESTO DEL CAMINO NI POR LOS PASILLOS DE LA ESCUELA. Sabía que no se acoplaría tan fácilmente, en realidad yo tampoco lo haría, pero sin duda sería más fácil si no se negase a todo. Conocer gente nueva está bien, conocer aires nuevos igualmente lo es. No entendía su negatividad, sin duda.

Sus arranques de bipolaridad eran muy repentinos, ni nos dábamos cuenta de cuando llegaban, solo era violenta y si mi memoria no me falla la última vez, antes de que le diesen pastillas para controlar su bipolaridad, se escondió en algún lugar de Phoenix y fue buscada por una semana entera, en la cual mi mamá lloraba todos los días y yo no sabía lo que ocurría, hasta que un oficial llegó a la casa con Bella en brazos en perfectas condiciones.

Desde ahí supieron que debían tener más cuidado con ella.

Mire de reojo a Bella, quien ojeaba su horario mientras que yo fingía hacer lo mismo pero con el plano de la escuela.

—Ustedes son Alessia e Isabella Swan, las chicas nuevas —detuve mi andar al oír la voz en medio de nosotras, dándome cuenta que el que estaba a nuestro lado era un chico de nuestra edad con rasgos asiáticos—. Soy Eric, los ojos y oídos de este lugar. Lo que necesiten, guía turístico, una cita, con quien llorar.

Bella fue en hablar, un tanto dudosa.

—Soy de las que sufren en silencio.

Sonreí sin mostrar los dientes—. Yo igual... un poco al menos.

—Sería un buen título para su artículo —alce mis cejas, un tanto curiosa—. Soy reportero, y ustedes serán mi primera plana.

—Oh no... por favor, no... no vayas a hacer eso —se apresuró a decir mi hermana.

—Tranquila... ¿qué dices tu, Alessia? —negué un tanto apenada—. No se preocupen, entonces no habrá algún reportaje. Sam tampoco quiso uno y lo entiendo, de verdad.

—Okey, gracias —dijimos las dos, aún más aliviadas de lo que creíamos.

LUEGO DE DISCUTIR SOBRE EL TAL PERIÓDICO ESCOLAR ERA HORA DE ASISTIR A NUESTRAS PRIMERAS DOS CLASES DEL DÍA, las cuales fueron demasiado aburridas para mi gusto, aunque sin duda la prefería más que la tercera clase de hoy. La clase de educación física nunca había sido de mis favoritas, aún menos con Bella jugando: aquello solo traería un enorme desastre. No era que no me gustasen los despostes, solo que mi favorito era en una alberca y punto. Muchísimas veces fingía estar mal del estomago o simplemente lesionada con el único fin de mantenerme muy alejada de mi melliza cuando jugaba ya que seguramente alguien terminaría por salir lastimado.

Jugar voleibol era divertido, pero si mi hermana estaba en el equipo ya no lo era, con ella estaba asegurado que más de uno se llevaría un pelotazo de su parte, supongo que no era intencional, pero ver como la pelota casi le da más de tres veces a la pobre de Sam, suponía que nuestra pequeña disputa tenía que ver en ello.

Sam golpeó la pelota y me miró—. Quiero creer que le agrado a ella, pero los balonazos dicen lo contrario.

Ajuste mi coleta mal hecha y negué un poco.

—Es torpe, lo juro, no es intencional —alegue, haciendo un pase al otro lado de la red—. Aparte de que es muy tímida.

—Entonces lo más inteligente sería intentar agradarle —asentí como una respuesta, haciendo una mueca al ver como, efectivamente, Bella lanzaba mal la pelota y terminaba golpeándole la nuca a un chico que estaba de espaldas.

Reí sin poderlo evitar, me disculpe con Sam y fui a por mi hermana, quien se acercaba apenada al chico.

—¡Lo siento! Les dije que no me dejarán jugar —se disculpo Bella, llamando la atención del chico.

El muchacho se volteó y nos miró, con bastante interés si les soy sincera.

—No, está... —me miró y atiné solamente a sonreí ladinamente—. Son Alessia e Isabella, ¿no?

—Solo Bella —dijo mi hermana, sabiendo que tendría que corregir a la gente todo el resto del día sobre su nombre.

—Mike Newton —tomó la mano de Bella y la agito levemente, para después repetir aquel acto conmigo.

—Ah, mucho gusto —murmure.

De repente Jessica, una chica que se presentó apenas pise el gimnasio con mi ropa deportiva, se acercó con una sonrisa –a lo que pude ver falsa, si, soy realmente intuitiva– y jalando a Sam junto con ella, la pobre tenía una cara de confusión.

—Tiene un buen saque, ¿no? —le sonrió a Bella y después a mi—. Soy Jessica. ¿Ustedes son de Arizona, no?

—Ah, si.

—¿No es que la gente de Arizona es bronceada?

Fruncí el ceño ligeramente: ya sabía que eso quizás sería un tema para tratar.

—Si —afirmó Bella—. Quizás por eso nos echaron.

Mike y Jessica rieron, mientras que Sam se cruzaba de brazos, sin entender el chisque te había en esas palabras.

En realidad, yo estaba igual.

—Y, Sam, tú eres de Los Ángeles, ¿cierto?

Samara asintió levemente, echando hacia atrás su cabello.

—¿Almorzamos juntos, cierto? —ladee la cabeza, mirando a Bella, no sabía si aquello sería cómodo para ella.

Respire profundamente antes de asentir—. Eh, si. Claro.

—Por mi no hay ningún problema tampoco —alegó Sam, descruzado sus brazos.

—Bien —dijo Jessica, antes de dar media vuelta y volver con el resto de las chicas.

Tome por los brazos a Bella y a Sam y nos aleje de Mike.

¿Por qué había aceptado?

TRAS UN PAR DE LARGAS HORAS Y TORTUROSAS MATEMÁTICAS, la tan esperada hora del almuerzo había por fin llegado: no sabía cuánta hambre era la que tenía hasta que vi las bandejas repletas de comida delante de mi.

Después de dos clases, empecé a reconocer varias caras en cada asignatura. Siempre había alguien con más coraje que los demás que se presentaba y me preguntaba si me gustaba Forks, dije lo mínimo y me limite a asentir, diciendo que era... agradable.

Una chica se sentó a mi lado tanto en clase de Trigonometría como de español, y me acompañó a la cafetería para almorzar. Era muy pequeña, varios centímetros por debajo de mi uno sesenta, pero casi alcanzaba mi estatura gracias a su oscura melena de rizos alborotados. Su nombre era Angela, ella parloteaba sobre los profesores y las clases. Tampoco intenté comprenderlo todo, pero en su mayoría intentaba hacerlo.

La perdí de vista antes de llegar a la cafetería.

A lo lejos le sonreí a mi hermana y a Sam, quienes venían junto a Mike y Jessica, mientras oía hablar a Eric sobre el periódico escolar.

—Haremos que una pirámide caiga del cielo —alce una ceja divertida al ver como Mike le ayudaba con su silla a Sam—, y entonces ustedes pueden saludarse como felicitación... ¡Hey, Mike! Conociste a mis amigas.

—Oh, ¿tus amigas?

Reí ligeramente, echando hacia atrás un mechón de mi cabello, nerviosa.

Mi nerviosismo aumentó en cuanto alguien se acercó por detrás mío y plantó un beso en mi mejilla, diciendo un "mi chica" antes de salir corriendo con Mike detrás, ya que a este último le había sacado la silla antes de darse a la fuga.

Mis mejillas debían de estar terriblemente rojas de la vergüenza, esto sin duda resultaba algo vergonzoso.

¡Demonios! Esto jamás sucedía en Phoenix, era más de las chicas que pasaba de los chicos y los chicos pasaban de mi, era extraño.

—Oh, Tyler.

—No puede ser —las tres chicas nuevas miramos a Jessica, quien corrió más su silla hacia Sam y por ende Bella y yo también lo hicimos—. Estamos reviviendo primer grado. Ustedes son el juguete nuevo.

—¡Sonrían! —una chica llegó por detrás de Sam y nos tomó una fotografía a mi melliza y a mi, para después girarse hacia Sam y repetir el acto: sonreí al notar que se trataba de Angela—. Lo siento, es para el reportaje.

—No habrá reportaje, Angela —parpadeé un par de veces ante el tono de Eric, no creo que sea para gritarle—. No vuelvas a hacerlo —se levantó de su lugar y se puso entre mi hermana y yo—. Tienen mi apoyo, chicas.

Palmeó mi hombro y el de Bella, para después sonreírle a Sam antes de irse de nuestra vista hacia otra mesa, o fuera del lugar, no le tome mucha importancia.

—Publicaremos otro editorial sobre el alcoholismo y los chicos —habló Angela, jugueteando con su cámara la cual aún traía entre manos.

Acomode mi suéter y recargue mis brazos sobre la mesa, pensativa. Era casi nuestra culpa que no tenga algún artículo, así que tenía la necesidad de ayudarle—. Podrías escribir algo sobre desórdenes alimenticios. O sobre nadadores con relleno en sus bermudas.

—¡Ese está muy bueno!

—Me gusta.

—Buena imaginación.

—Kirk, ¿no? Eso me imaginaba —exclamó Jessica—. No puede ser, estamos hablando de tamaño olímpico. Es imposible. Es tan delgado.

Y allí estaba yo, sentada en el comedor, intentando entablar conversación con cuatro desconocidas –dos más que las otras– cuando los vi por primera vez.

—¿Quienes son? —la voz de Bella y Sam, quienes miraban hacia el mismo lugar, llamaron mi atención y la de las otras dos chicas.

—Los Cullen —respondió Angela, notoriamente emocionada—. Son los hijos adoptivos del Dr. y la Sra. Cullen. Vinieron de Alaska hace unos años.

—No son muy sociables —añadió Angela.

Jessica se giró hacia la entrada de la cafetería, en donde ellos empezaban su gran entrada, y volvió hacia nosotras—. Si, porque están juntos. "Juntos" juntos.

Abrí y cerré la boca, decidiendo no abrir mi boca e insinuar que aquello no era malo: no compartían sangre después de todo.

—La rubia es Rosalie, —comenzó a explicarnos Jessica, mientras me iba hacia la silla junto a Sam y jalaba junto conmigo a Bella para no ser disimuladas y verlos pasar de frente: digo, no voy a voltear toda la cabeza como el exorcista y ser obvia— y el de cabello oscuro es Emmett. Son pareja. Ni siquiera sé si eso es legal.

—Jess, no son parientes —intento razonar Angela.

—Pero viven juntos. Es muy extraño —respondió Jessica, antes de volver a su explicación de la familia Cullen y debo admitir que todos los detalles que nos dice es porque es muy observadora o porque uno de ellos le interesa o algo por el estilo—. Y la de cabello corto es Alice. Ella sí que es extraña. Sale con Aston, el rubio con cara de niño bonito.

Sonreí ladinamente al ver como Alice, la de aspecto de una hada, se abrazaba al chico: se veían muy lindos juntos.

Sobretodo se notaba el amor.

—El que viene detrás es Jasper, el rubio con cara de adolorido —una sonrisa pequeña se extendió por los labios de Jessica—. Es uno de los solteros de la familia, por más raro que esto suene. Jamás se le a visto con alguien, quizás sabe que nadie aquí es suficiente para él.

Fue entonces cuando despegue mi mirada de Alice y Aston y dirigí mi completa atención al tal Jasper.

Y ahí todo comenzó.

Los ojos dorados de Jasper conectaron con los míos de una manera repentina. Por primera vez no me sentí nerviosa de mirar a alguien a los ojos; fue como mirar a un par de ojos que ya conocía. Sus hebras doradas eran onduladas, no miento al decir que estaban realmente lindos, tenía esa coincidencia loca y rara en la genética: ojos y cabello igualmente dorados.

Jessica no mentía al decir que era muy guapo, juro que sus palabras no hacían justicia por cómo luce.

Una extraña paz me inundó en cuanto él pasó junto a nuestra mesa, como esa paz que aparecía en mis sueños.

—Claro que si... —susurre para mi misma, mientras volvía a cruzarme de brazos sobre la mesa, sin quitar mi mirada del rubio.

Hasta que él terminó de llegar a su mesa y rompió el contacto visual, fue cuando decidí que era el momento de volver al mundo.

—El Dr. Cullen es una especie de doctor casamentero —reí ante ello, colocando mis manos sobre mi cuello, dejando mis codos descansar sobre la mesa.

—Quizá me adopte —canturreo Angela, con sus manos intercaladas.

—Arriba las esperanzas, Angela —musité divertida, sacándole una risa a la de anteojos.

—¿Y él? ¿Quien es? —curioseó Sam, mirando hacia la puerta de la cafetería.

Fruncí el ceño, confundida. ¿Apoco faltan más dioses griegos con el apellido Cullen?

—Él es Edward Cullen —sonreí burlona al oír ensoñación en el tono de voz de Jessica—. Es increíblemente apuesto, obviamente. Pero aparentemente no somos dignas de su afecto, igual que con Jasper... como si me importara.

—¿Te rechazó? —inquirí sin poder evitarlo, con una mueca de diversión antes de volver su rostro hacia la mesa.

Me giré hacia mi hermana para bromear sobre lo que dije, pero al girar me topé con Bella viendo embobada hacia la mesa de los Cullen, en específico al chico que recién entró.

Ni siquiera le preste atención a su nombre por andar viendo a su hermano, una disculpa.

¿Como era? ¿Edwin? ¿Eduardo? ¿Ed...? ¡Edward!

—En serio, no pierdas tu tiempo —noté que aquello iba en dirección a Bella, y eso era de una completa dolida.

—No planeaba hacerlo —aseguró ella, volviendo la mirada hacia su bandeja de comida con una pequeña sonrisa.

No sé qué fue lo que ocurrió, pero un par de segundos después solo alcancé a oír como Sam maldecía y se iba sin más de la cafetería.

Me giré hacia donde ella había estado mirando tiempo atrás, encontrándome con los ojos de los Cullen sobre esta mesa y sobre Sam, que salía por la puerta de la cafetería a pasos rápidos.

Fruncí el ceño, confundida.

Ni siquiera estaba cerca de averiguar lo que sucedía, pero que hermoso regalo de bienvenida me a dado la escuela.

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