000. welcome to forks
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↯ CAPÍTULO CERO
▬ ❝ bienvenidos a forks ❞ ▬
+10 comentarios y +10 votos para el cap 002.
UN PAR DE ORBES DORADOS MUY BRILLANTES ME ESCANEARON POR COMPLETO, MIENTRAS QUE UNA SONRISA LADINA SE POSABA EN SUS FINOS LABIOS. Al igual que sus ojos, tenía un cabello igual de dorado brillante que lo hacía lucir realmente bien.
Acariciaba con cariño sus antebrazos, mientras él se aferraba ligeramente a mi cintura.
Era una escena extraña, ya que no conocía al chico frente a mi, pero la rara sensación en mi estomago me hacía querer permanecer ahí por una eternidad.
En cuanto el iba abrir sus finos labios para hablar, no pudo hacerlo ya que todo comenzó a hacérseme borroso y de un momento a otro, la habitación en la que me encontraba y el hermoso chico ya no estaban ahí.
Solo una oscuridad que repetía una y otra vez mi nombre en un escalofriante canturreo.
Mire mis manos con nerviosismo, notando como un color escarlata metálico nacía de estas. Era tan liquido que no dude en saber que era: sangre.
Mi morado vestido llevaba el mismo tono que mis manos y pronto mis pies descalzos tomaron el mismo color.
Quería gritar, correr, simplemente huir de ahí y pedir ayuda, más no podía, algo no me lo permitía.
Mi nombre se hizo más y más fuerte en mi cabeza, al igual que un par de toques en mi hombro.
DI UNA BOCANADA DE AIRE CON NECESIDAD, MIENTRAS QUE BELLA, MI HERMANA, ME MIRABA CON UN DEJE DE PREOCUPACIÓN EN SU MIRADA. Retiro su mano de mi hombro y sonrió un poco –esta pareciendo más como una mueca–, intentando calmarme supongo.
—Estamos por llegar —se limitó a decir, tendiéndome una botella de agua fría.
Justo lo que necesitaba.
¿Qué si era la primera vez que soñaba con algo parecido? No, definitivamente no. Ese chico... jamás podía recordar sus facciones, solo ese par de orbes imposiblemente dorados que me transmitían una calma inhumana.
Respire profundamente y mire hacia la ventanilla, en donde a lo lejos podían apreciarse un par de grandes nubes y los indicios de Seattle. Definitivamente ya no estábamos más en Phoenix si no que estábamos más cerca de aquel pueblo lleno de lluvias y cubierto de nubes del cual olvidé su nombre, pero estoy segura que tenía que ver con cubiertos o algo así.
Un par de minutos después el avión aterrizó en Seattle, mi hermana y yo buscamos nuestras maletas y bolsos. En cuanto los encontramos salimos en busca de nuestro padre, al cual, no veíamos desde ya hacia mucho tiempo.
No tardamos mucho en encontrarlo cerca de la salida del lugar, parecía perdido, pero a la vez nervioso. Una combinación extraña pero que puede pasar.
—¡Papá! —grite y tirando mi mochila hacia atrás caminé a paso apresurado hacia él, quien ya me esperaba con los brazos abiertos.
En cuanto llegue hasta él me rodeo con sus brazos por mis hombros con cierta duda que poco a poco notaba que desaparecía.
—¡Mira que grande estas, Alex! —sentí como su pecho vibró ante una risa que salió de él.
—Yo también te extrañe, pa' —dije, separándome de él con una sonrisa.
Mire hacia atrás y me di cuenta que mi hermana se acercaba de manera lenta hasta nosotros, llevaba su muy común expresión de incomodidad. Aunque no le tome tanta importancia, ella siempre trae esa cara todos los días.
—Bella, ¿qué tal el vuelo? —ella no respondió, solo asintió con una mueca que pretendía ser una sonrisa.
Charlie Swan, nuestro padre, asintió y nos ayudó a llevar nuestras cosas a su auto de policía, en donde nos llevaría hasta Forks. Si, ese era su nombre.
El viaje a casa fue silencioso, con algunos comentarios de parte de papá o míos, pero eso fue todo, Bella iba de copiloto por "ser la mayor" y al parecer no fue una muy buena idea, ella no solía hablar mucho, por lo que yo me encargaba de la conversación con Charlie, contándole lo que había pasado los últimos años separados.
Notaba en las sonrisas y risas de papá que se alegraba de tenernos aquí, por un lado yo también lo estaba, aunque sin duda extrañaría a mamá y a su esposo.
En cuanto los momentos de silencio se establecían, miraban con detenimiento el bosque que yacía a mi derecha. No era como los bosques normales, podía predecirlo. Tenía el presentimiento que había algo ahí dentro llamándome con fuerza, como si fuese una atracción un tanto rara. De inmediato giraba la cara y me metía un puño de gomitas a mi boca para olvidarme de esos muy ridículas pensamientos.
—Tienes el cabello más largo —dijo Charlie, en un vano intento de que su hija mayor por un par de minutos entablara una conversación con él.
Hice una mueca que disimule metiendo dos gomitas más a mi boca, en la espera de la respuesta de mi hermana.
—Mhm, lo corte la última vez que te vi.
Come las gomitas y no sueltes un comentario inoportuno. Canturree en mi mente, repitiendo el acto anterior, reprimiendo mis impulsos sarcásticos.
—Oh, —aquí va— volvió a crecer.
La verdad, se veía venir.
EL AUTO DE POLICÍA APARCÓ FUERA DE LA QUE, POR UN PAR DE MESES O MÁS, SERÍA MI NUEVO HOGAR. La casa no era tan grande, pero si para que unas tres o cuatro personas pudiesen vivir ahí. Era blanca y de dos plantas, en realidad muy linda, muy mi estilo más bien.
Hace años que no veníamos. Solíamos venir dos semanas por verano... la última vez que estuvimos aquí ya fue hace mucho tiempo.
Al tomar mis maletas y Bella las suyas nos dirigimos a nuestras habitaciones, Bella tenía la habitación que daba a la calle mientras que yo tenía la recámara que daba hacía el misterioso bosque.
—Hay dos repisas vacías para ustedes en el baño —mencionó papá entrando a la habitación de Bella para dejar algunas maletas pertenecientes a ella.
Una vez yo deje mis maletas en mi cuarto –el cual, por cierto estaba muy lindo– me dirigí a la habitación de Bella, me detuve en el marco de la puerta y mire a mi hermana.
—La vendedora eligió la ropa de cama, ¿te gusta el morado? —preguntó papá hacia Bella, quien miraba los alrededores del cuarto.
—El morado es lindo, gracias —respondió Bella haciéndome sonreír un poco, al menos estaba intentándolo.
—¿Y a ti, Lex? ¿El azul está bien?
Asentí con las manos en los bolsillos de mi chaqueta—. Me gusta el tono pastel intenso.
—Okey...
Tras decir eso papá salió de la habitación de Bella, sonriéndome en cuanto paso a mi lado y bajo las escaleras, fue entonces cuando me adentré al cuarto de mi melliza.
—¿Está todo bien, Bells? —cuestione, sentándome en su cama.
—Si... solo que hace tanto que no veníamos.
—Será bueno estar aquí, cambiar de aires... quizás no te guste el frío como a mi, pero te acostumbrarás, es solo cuestión de tiempo.
Me encogí de hombros, dirigiéndole una sonrisa de boca cerrada.
—¿Cómo es qué puedes verle el lado bueno a todo? —preguntó.
—No lo sé, ¿un don? Supongo —reí un poco y me levante de su cama, yendo hacia la puerta—. Iré a buscar mis gomitas, y espero que estés abajo para cuando vuelva.
Sin más me dirigí a mi habitación a toda prisa, mientras oía los pasos de mi hermana bajar las escaleras.
Tome el paquete y, sacando un osito de este, me lo metí a la boca y seguí los pasos de Bella escaleras abajo.
Al llegar abajo me topé con Bella viendo con curiosidad hacia afuera, en donde estaba papá junto a un señor en silla de ruedas y a un muchacho que probablemente era de nuestra edad, quien sabe.
Tome su muñeca y la jale fuera de la casa, mientras oíamos la risa de los tres hombres frente a nosotras.
Casi siempre me llevaba bien con mi hermana, menos cuando sus arranques de bipolaridad aparecían.
—Alessia, Bella, ¿recuerdan a Billy Black?
No.
—Si —maldita mi boca descoordinada con mi mente—. Te vez bien.
El rostro de Bella era el mismo que él mío: ¿quienes eran ellos y porque tendríamos que recordarlos?
—Aún bailó —genial—. Me alegra que finalmente hayan llegado. Charlie no ha dejado de hablar de ustedes desde que lo llamaron.
—Sigue exagerando, y te enterraré en el lodo —advirtió papá, haciéndonos reír levemente a Bella y a mi.
—Después de que te atropelle los tobillos.
—¿Quieres pelear?
—Ya mismo.
Los adultos fueron a "pelearse" a la carretera, mientras que él chico que estaba con Billy se acercó a nosotras.
—Soy Jacob —se presentó el de pelo largo, sonriéndonos.
—Hola —saludamos a la vez mi melliza y yo.
—Antes solíamos hacer pasteles de barro cuando éramos pequeños, junto a la hija del señor Sage, Sam —¿qué se debe responder a algo así? No me acuerdo ni que almorcé ayer.
—Sí. Me acuerdo.
Mire hacia mi padre y el padre del tal Jacob con una sonrisa divertida.
—¿Siempre son así? —cuestione, volviendo mi vista al chico.
—Empeoran con la edad —iba a reírme como loca, pero claro, no pude ya que ambos adultos volvieron con nosotros.
—Genial.
Charlie llegó y señaló la camioneta roja detrás nuestro, o al lado... no sé, la cosa es que estaba ahí.
—¿Qué opinan? —preguntó papá.
—¿Qué?
—De su regalo.
—¿Enserio?
Mire a Bella quien ya me miraba a mi, por ahora no había rastros de enojo ni incomodidad en su expresión, por lo que asumía que todo iba bien.
El vehículo era de un rojo desvaído, con guardabarros grandes y redondos y una cabina de aspecto bulboso. Para mi enorme sorpresa, me encantó. No sabía si funcionaría, pero podía imaginarme al volante. Además, era uno de esos modelos de hierro sólido que jamás sufren daños, la clase de coches que ves en un accidente de tráfico con la pintura intacta y rodeado de los trozos del coche extranjero que acaba de destrozar.
—Acabó de comprárselo a Billy —siguió Papá, mientras yo aún admiraba todo el diseño.
—Reconstruí el motor yo mismo para ustedes —alegó Jacob, sonriendo.
—¡Oh por Dios! —gimió Bella, mientras que yo abría la puerta para adentrarme al auto siendo seguida por mi melliza.
—¡Es perfecto! —dije yo, viendo todo mi alrededor.
Bella cerró la puerta, dejando que Jacob se recargase sobre la ventana de esta—. Tienen que oprimir dos veces el embriague, pero fuera de eso, no deberían tener problemas.
—¿Es este? —preguntó Bella, quien fue la que se sentó en el asiento del conductor.
—Si, ese.
—Bien —asentí, para después alzar la mirada y mirarlo a él—. ¿Vienes a la escuela con nosotras?
—Voy a la escuela en la reserva —se apresuró a decir.
Ambas asentimos.
—Que pena. Nos hubiera gustado conocer al menos a una persona.
CHARLIE NOS DEJÓ SOLAS A CADA UNA EN NUESTRAS RECÁMARAS PARA QUE DESHICIÉRAMOS NUESTRAS MALETAS Y NOS INSTALÁRAMOS, una hazaña que hubiera sido del todo imposible para nuestra madre. Resultaba estupendo estar sola, no tener que sonreír ni poner buena cara; fue un respiro que me permitió contemplar a través del cristal la cortina de lluvia con desaliento y comer algunas gomitas.
El aterrador cómputo de estudiantes del instituto de Forks era de tan sólo trescientos cincuenta y siete, ahora trescientos cincuenta y nueve o hasta diez, Jacob dijo algo sobre qué la chica Samara, con la que antes solíamos jugar, también había vuelto a Forks.
En mi clase de tercer año en Phoenix había más de setecientos alumnos. Todos los jóvenes de por aquí se habían criado juntos y sus abuelos habían aprendido a andar juntos. Nosotras seríamos las chicas nuevas de la gran ciudad, una curiosidad, un par de bichos raros.
Tal vez podría utilizar eso a mi favor si tuviera el aspecto que se espera de una chica de Phoenix, pero físicamente no encajaba en modo alguno. Debería ser alta, rubia, de tez bronceada, una jugadora de voleibol o quizá una animadora –aunque golpeó la pelota sin problema–, todas esas cosas propias de quienes viven en el Valle del Sol.
Por el contrario, mi piel no era tan blanca como la de mi hermana, pero seguía teniendo un color más blanco del esperado de una chica de por allá. Al menos cumplía con ese tonto estereotipo de ojos azules y me faltaría el cabello rojo. Siempre he sido delgada con una que otra curva que mamá decía me hacía ver como ella cuando tenía mi edad.
Después de colocar mi ropa en el viejo tocador de madera de pino, me llevé el neceser al cuarto de baño para asearme tras un día de viaje. Contemplé mi rostro en el espejo mientras me cepillaba el pelo enredado y húmedo. Tal vez se debiera a la luz, pero ya tenía un aspecto más cetrino y menos saludable. Puede que tenga una piel bonita, pero es muy clara, casi traslúcida, por lo que su apariencia depende del color del lugar y en Forks no había color alguno.
Mientras me enfrentaba a mi pálida imagen en el espejo, tuve que admitir que me engañaba a mí misma. Jamás encajaría, y no sólo por mis carencias físicas. Si no me había hecho un huequecito en una escuela de tres mil alumnos, ¿qué posibilidades iba a tener aquí?
Si, tenía algunos amigos, pero no eran ni el 30% de la población en el lugar. Tampoco era como que aquello se me llegase a hacer un dolor de cabeza: la que me preocupaba un poquito más era Bella, ya que conociéndola haría lo que fuese necesario para adaptarse.
Mordisquee un par de gomitas más en mi habitación mientras me colocaba el pijama, dándome cuenta que la lluvia perdía intensidad con el paso de las horas.
Suspire y desabroche mi sostén, para después pasarlo por entre mis brazos y terminar lanzándolo a una orilla de mi recámara. Acomode mi blusa y me tire a la cama, pensando aún en cómo seria sobrevivir aquí.
No sintonizaba bien con la gente de mi edad. Bueno, lo cierto es que no sintonizaba bien con la gente. Punto. Ni siquiera mi madre, la persona con quien mantenía mayor proximidad, estaba en armonía conmigo; no íbamos por el mismo carril. A veces me preguntaba si veía las cosas igual que el resto del mundo. Tal vez la cabeza no me funcionara como es debido.
Pero la causa no importaba, sólo contaba el efecto. Y mañana no sería más que el comienzo.
[+10 comentarios y +20 votos en este y el anterior apartado para el cap 002.]
———AUTHOR'S NOTE. chicuelas, chicuelos, ¿como están? ¿qué tal su lunes? espero que muy bien y que muchos de ustedes todavía no regresen a la escuela como yo JAKDJSK
la relación entre bella y alex no es la mejor y no va a serlo, de hecho quiero creer que lo q tengo planeado los llegue a sorprender así muchísimo jskfjs.
recuerden, voten, comenten y compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💕
eso es todo travesuritas, soooooo
-✨Travesura Realizada✨-
Majo P.
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