Él, salía de un bar. Su aliento a sexo femenino y alcohol lo dejaban magnificado por los efímeros placeres de la vida. Pensando lo fácil que fue.

Arreglando su chaquetón de cuero negro y un cigarro en su boca caminó por las calles oscuras del pueblo. ¿Qué era lo que seguía? ¿Qué podía hacer para divertirse más?

A cada paso que daba sentía un pinchazo en los tobillos de los pies, recordando el frío metal de un cuchillo carnicero ensangrentado.
¿Cómo podía pasar de todo el mundo? con lo grande que era, nadie lo notaba.

Un viento fugaz lo azotó con firmeza, la noche congelaba todo a su merced. Se metió sus manos a los bolsillos, con un intento absurdo de encontrar algo de calor, sentía algo viscoso, se emocionaba cada vez que recordaba como su víctima suplicaba piedad, soltaba pequeñas lágrimas de pequeña locura, felicitando su acto voraz mentalmente y recordando cada detalle minuciosamente.

Los ojos pardos de su víctima se encontraban en el pantalón desgastado, viscosos. Pegándose a sus dedos, pidiendo de su toque a gritos, a ellos le gustaba la atención, era lo que pensaba él.
Un pestilente olor se notaba cuando el viento se detenía, pestilencia que otros lo considerarían repugnante, a él...le gustaba, lo exitaba y lo incitaba a más.

Había ocurrido de nuevo.