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EPÍLOGO

- 15 años después -

—¡Peter! —le gritó Rose a su esposo— ¿Dónde está Jean?

Peter apareció en la habitación con la respiración entrecortada. Una expresión de miedo reflejada en su mirada.

—Estoy seguro de que Pietro estaba con ella —parecía auténticamente asustado y desconcertado. Rose no se perdió las manchas de aceite que cubrían el bonito rostro de su amado.

Rose frunció el ceño molesta. Aunque Peter luciera muy atractivo, debía mantener su carácter.

—¿Y dónde está Pietro?

Se encogió de hombros. Rose suspiró irritada.

—De acuerdo, si lo ves... dile que es hombre muerto.

—¿Quién es hombre muerto? —preguntó Pietro entrando a la habitación con Jean en uno de sus brazos y sosteniendo la manita de Lian con su otra mano. Parecía tan relajado como si no hubiera desaparecido de la nada.

Peter suspiró aliviado al darse cuenta que Pietro estaba con sus dos hijos.

—Tu lo eres, Maximoff —Rose colocó ambas manos en su cadera— hasta donde recordaba, Lian estaba dormido en su cuna y Jean estaba con Peter.

Pietro trató de buscar una excusa. La verdad era que Jean había pedido un poco de helado pero mamá (Rose) había dicho que nada de helado hasta después de la comida pero Pietro pensó que no les haría mal un poco de helado a los niños y también llevó a Lian.

—¿Mami está enojada porque comimos helado sin ella? —preguntó Jean con mucha inocencia. Mirando a su padre Pietro y luego a su madre.

Rose miró fijamente con molestia a su otro esposo.

—Claro que no, mi amor —le dijo Rose a su hija con calma— pero necesita hablar con papá Pietro. ¿Puedes ir con papá Peter un momento junto con tu hermanito?

La niña asintió, estirando sus brazos en dirección a Peter, quien muy aliviado tomó a su hija en brazos y luego tomó la mano de Lian para salir de esa habitación. Lian parecía muy agendo a la situación, disfrutando de los restos de helado que permanecían en sus comisuras.

Una vez que los tres comenzaron a bajar las escaleras, Rose miró con molestia a Pietro.

—Pietro, había dicho que no comerían helado hasta después de comer —le recordó Rose— entiendo que los quieras consentir, pero es importante que coman adecuadamente. Ahora no tendrán hambre porque ya comieron helado.

Pietro hizo una cara de cachorro que sabía que no resistiría Rose. Siempre ganaba de esa manera. Era injusto.

—Lo siento, cariño —se acercó a ella para tomarla por la cintura— prometo que no volverá a pasar. Es sólo que Jean de verdad quería un helado... y yo también.

Rose no pudo evitar reír cuando el hombre comenzó a dejar besos por su rostro.

—De acuerdo, te perdono por esta vez. Y te recuerdo que no me molesta que les des helado, pero hazlo luego de la comida.

—Lo prometo —besó la mejilla de la chica y ambos salieron de la habitación para unirse a Peter en la sala.

Los niños comenzaron a jugar con su padre con un montón de juguetes que estaban esparcidos por toda la sala. Peter parecía muy divertido jugando con sus dos hijos.

Pietro se acercó un poco más a Rose y la abrazó por la cintura mientras recargaba su mejilla contra la cabeza de la chica. Era una escena que querían recordar siempre.

Ahora Jean tenía cuatro años y Lian dos pero era muy difícil verlos crecer tan rápido. Peter, Pietro y Rose querían que esos niños fueran sus pequeñitos para siempre.

Eran casi las diez de la noche cuando el par de niños quedaron profundamente dormidos en el suelo alfombrado. Jean con la cara llena de pintura luego de tener una intensa sesión de arte y Lian con un algunas hojuelas de cereal pegadas a sus mejillas.

Pietro y Peter fueron los encargados de cargar a cada bebé y llevarlos a sus cunas antes de regresar y ayudar a Rose a recoger todo el desorden. Con Pietro era bastante rápida esa parte.

Los tres se sentaron en el cómodo sofá de su casa y miraron fijamente la televisión que aún reproducía canciones infantiles.

—Cariño —Pietro y Rose voltearon a ver a Peter cuando habló —Cariño Rose —explicó.

Ambos rieron.

—¿Qué sucede, Pete?

Hubo un momento de silencio.

—Hay algo que te quiero mostrar.

Pietro se puso de pie.

—Iré arriba para asegurarme que los niños no despierten y para preparar un baño de burbujas para los tres —dejó un beso en la frente de cada uno.

—Gracias, Pietro —Rose miró a Peter— ¿qué es lo que me quieres mostrar?

Peter se puso de pie y estiró su mano para que Rose la tomara.

—Vamos al sótano.

Rose lo miró con curiosidad pero tomó la mano del hombre y dejó que la guiara hasta el sótano.

—¿Es la cosa ultra secreta en la que has estado trabajando?

Peter dejó salir una risa.

—De hecho, sí. Aunque es más bien un regalo. Por eso no quería que nadie viniera aquí.

Encendió las luces una vez que bajaron todos los escalones y Rose quedó sorprendida por lo que veían sus ojos.

—Eso... eso... ¿es lo que creo que es?

Peter sonrió orgulloso.

—Es la máquina que abre portales que tenía tu padre en la base de los vengadores. Sí. Se la pedí hace algunos años y desde entonces he intentado arreglarla.

Rose miró con impacto a Peter. No podía creerlo. ¿Era real? Fue por mera Inercia que Rose llevó su mano al collar alrededor de su cuello, aquel que Harry le había obsequiado a los atrás.

—Pete... realmente... ¿realmente la has arreglado?

—No fue para nada sencillo pero sí. La mayoría de los circuitos estaban quemados así que tuve que ir poco a poco para lograrlo. Pero eso no importa... espero que te guste.

Rose no lo pensó y abrazó con fuerza a su esposo. Las lágrimas ya se acumulaban en sus ojos.

—Muchas gracias.

—Puedes usarla cuando quieras. Arreglé los circuitos de la última vez y estoy seguro que no se cerrará de nuevo y no explotará. Cambié el generador por uno aún más potente y bueno... muchas cosas técnicas que en realidad no tienen importancia en este momento.

Rose rió.

—En serio te lo agradezco mucho, cariño. Es un regalo hermoso.

—Aún recuerdo lo triste que parecías cuando el doctor Banner dijo que los circuitos habían explotado y desde entonces no había dejado de pensar en cómo arreglarlo. Y aunque no lo creas, Pietro ayudó mucho.

Rose volvió a reír.

—Tal vez deberíamos ir con él ahora mismo. Luego vendré a ver esta máquina.

—De acuerdo.

Ambos se tomaron de la mano y fueron escaleras arriba hacia el baño principal donde había una tina enorme para los tres.

Rose corrió a abrazar a Pietro, quien le regresó el abrazo con mucho gusto.

—Muchas gracias, cariño —murmuró la chica sin soltarlo.

—Todo fue gracias a Peter. Apenas hice algo.

•••

Peter y Pietro habían sacado a los niños al parque mientras Rose miraba fijamente la máquina. Peter había mencionado que tal vez no la haría aparecer exactamente en el mismo lugar de antes pero no estaba completamente seguro de donde aparecería. Aunque sí le aseguró que la máquina funcionaba por completo. Y no sólo eso, podía controlar prácticamente todo desde su brazalete. En ambos universos.

No lo pensó dos veces y encendió la máquina. Un destello azul iluminó la habitación y finalmente se decidió a entrar.

Era cierto, no estaba en el bosque prohibido como la primera vez pero en realidad no reconoció el lugar. Sin embargo, lo que sí sintió, fue la magia fluir por su cuerpo y como si no se hubiera ido por quince años, hizo una aparición.

Se sentía todo muy familiar y agradable.

No supo exactamente a dónde ir, por lo que se decidió por hacer una aparición a la Madriguera. Al menos era un buen lugar para comenzar.

Tal vez fue cosa del destino o alguna cosa cursi como esa pero en ese momento, un hombre iba saliendo. Un hombre de cabello negro y una cicatriz en la frente.

Harry miró con sorpresa a Rose. Había cambiado bastante, pero la reconoció de inmediato. Realmente era ella.

Una sonrisa se extendió por los rostros de ambos. Rose se percató que Harry llevaba un niño en sus brazos, notando de inmediato el parecido y suponiendo que era su hijo.

Harry dio unos cuantos pasos al frente y se detuvo cuando tuvo a Rose más cerca.

—Hola, Harry —saludó Rose con una gran sonrisa.

—Hola, Rose.

















Fin.








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