28
Luego de asegurarse de que no había más heridos o algún estudiante había quedado bajo los escombros, Rose supo que era hora de marcharse.
De marcharse de verdad.
Peter y Pietro fueron de gran ayuda para el rescate y luego de algunas horas, se reunieron con Rose. Ellos ya tenían bastante experiencia con todo eso pero nadie tenía por qué saberlo. Sin duda estaban muy agradecidos con ellos pese a que nadie los conocía.
Rose estaba sola, sentada en una esquina del comedor mirando todo a su alrededor. Era difícil decir adiós. Pero ya era hora. Realmente estaba deseando regresar a casa aunque no quería olvidar todos esos buenos momentos que vivió en ese lugar.
La chica sonrió cuando vio a Peter y Pietro de pie frente a ella con una sonrisa. Ambos se sentaron en el suelo y fue Pietro quien se acostó en el suelo. Estaba bastante cansado luego de correr por todo el castillo en busca de heridos.
—¿Estás lista para irnos? —le preguntó Peter tomando su mano.
Ella asintió. Incapaz de pronunciar una palabra o su voz se rompería al instante.
—Tal vez quieras despedirte de tus amigos —le dijo Pietro desde su lugar en el suelo.
Esta vez negó. Prefería simplemente desaparecer justo como cuando llegó. Había llegado de la nada y se iría sin dejar rastro. Aunque estaba equivocada en eso último.
Un pequeño grupo de personas se reunió frente a ellos. Rose los reconoció de inmediato.
Luna, Neville, George, Fred, Hermione, Ron y Ginny. Pero no vio a Harry. Un nudo se formó en su garganta al verlos, tal vez no eran muchos, pero ellos eran ahora sus nuevos amigos y lo serían siempre.
Se levantó de su lugar para abrazar a cada uno. Probablemente Hermione les dijo que ya se iba a marchar. No quiso llorar pero por lo emotivo del momento, fue inevitable.
Luna le regaló unos curiosos aretes de nabo y un collar que ella le aseguró que alejaría a los nargles. Neville le entregó una maceta con una bonita planta, le aseguró completamente que no era peligrosa siempre y cuando le diera agua todos los días. Eso le asustó un poco.
Fren y George le entregaron un gran saco lleno de diversos productos Weasley. Rose no estaba muy segura de cómo habían conseguido tantas cosas en tan poco tiempo luego de lo que ocurrió, pero se los agradeció de corazón.
Ginny fue quien la abrazó con más fuerza, asegurándole que la iba a extrañar mucho y ella le entregó una bufanda. Al parecer, su madre le había estado enseñando a tejer y ella misma había hecho esa bonita bufanda con los colores de Gryffindor.
Cuando llegó el turno de Hermione y Ron, la chica le explicó a Rose que supuso que ya se iba a marchar y le contó a todos pues sabía que no querrían que se fuera sin despedirse. Y mientras Pietro y Peter ayudaban con el rescate, los chicos fueron en busca de los presentes que le querían dejar. Algo que les ayudara a recordarlos en caso de que jamás se volvieran a ver.
Ron, por supuesto se limitó a darle un abrazo.
—No sabía que debías regalarte algo —había dicho el chico y Rose simplemente dejó salir una risa.
—No te preocupes, Ron. En cuanto pueda recuperar la información de mi teléfono, tendré un montón de fotos de todos ustedes.
Ron sonrió. Y fue Hermione quien dio un paso al frente para abrazar a la chica.
Quedaron abrazadas un buen momento. Realmente se habían acercado mucho y Hermione extrañaría a Rose tanto como Rose extrañaría a Hermione.
—Me hubiera gustado dejarles algo también —murmuró Rose sin separarse de la castaña.
Hermione negó con una pequeña sonrisa y con los ojos llenos de lágrimas.
—No es necesario, Rose —se separaron— fue grandioso haberte conocido y no dudes ni por un instante que siempre pensaré en ti. Si algún día tengo una hija, le pondré Rose —ambas rieron.
—También te voy a extrañar, Hermione.
—Toma esto. Tal vez no es muy divertido o extravagante pero es mi libro favorito y creo qué tal vez te podría gustar.
Rose tomó el pequeño libro entre sus manos y lo miró con una sonrisa.
—Gracias Hermione.
La abrazó una vez más y luego miró a Peter y Pietro. Ambos chicos asintieron con una sonrisa.
—Tal vez encuentre la manera de regresar algún día pero no quiero darles falsas esperanzas.
Hermione negó con una sonrisa.
—No te preocupes por eso. Si regresas, recuerda que siempre tendrás a alguien esperando por ti.
—Adiós —murmuró Rose y comenzó a caminar con los dos chicos que le estaban ayudando a cargar las cosas.
—Por cierto —Hermione la llamó— Harry está afuera.
Rose asintió con una sonrisa y salió con ambos chicos. Era Pietro el que estaba guiando la caminata. Apenas se estaban dirigiendo al bosque prohibido cuando vieron a Harry.
Rose se quitó el intercomunicador de su oído y se lo entregó a Peter.
—En un segundo estaré con ustedes.
Ambos chicos se miraron y luego asintieron para alejarse y darle espacio a Rose y Harry.
—Realmente te irás —le dijo Harry.
Ella movió su cabeza en afirmación, aunque su rostro expresaba tristeza.
—Sí. Es momento de regresar a casa.
Hubo un corto momento de silencio. Ambos se miraban a los ojos.
—No quiero que te vayas, Rose —dijo finalmente Harry y Rose se soltó a llorar.
No lo pensó dos veces antes de abrazar a Harry con fuerza.
—Lo siento Harry —murmuro entre llantos— te voy a extrañar tanto. Pero no puedo permanecer más tiempo aquí. Este no es mi lugar.
Harry lo comprendía pero aún no lo quería aceptar.
Apretó a Rose contra su cuerpo un momento más y finalmente se separaron.
—Quería darte esto, pero no había encontrado el momento adecuado —Harry le entregó un bonito collar.
Rose lo miró, dándose cuenta que era la mitad del sol y la mitad de la luna. En realidad era muy bonito.
—Gracias Harry —le sonrió con ojos llorosos.
Él negó.
—Gracias a ti por todo. Hubiera pedido la cabeza de no ser por ti.
—Te voy a extrañar mucho, Harry. Lo digo enserio.
—Rose —escuchó que Peter la llamaba y volteó a mirarlo— parece qué hay problemas del otro lado. Debemos regresar ahora.
Rose volvió a mirar a Harry, las lágrimas se deslizaron por sus mejillas y sin dudarlo volvió a abrazarlo con fuerza.
—Cuídate, Rose. Espero volver a verte alguna vez.
Sin decir nada más, Rose se separó de Potter para irse con Peter y Pietro quienes parecían un poco asustados. La chica no pudo voltear, de lo contrario jamás podría irse.
Pietro se encargó de cargar a Rose en sus brazos y a Peter en su espalda para ir más rápido al punto donde aparecería de nuevo el portal.
—Estamos listos —dijo Pietro a Tony.
Tardó un momento pero el portal se abrió y Pietro que aún cargaba a ambos, entró. Una extraña sensación los rodeó al momento de pasar pero cuando abrió los ojos se percató de todas las computadoras y luces artificiales que había extrañado.
Pero no sólo eso. Allí estaba su padre.
Saltó de los brazos de Pietro y corrió hacia el hombre para abrazarlo con fuerza. Rose no recordaba la última vez que había llorado tanto pero no podía evitarlo. Estaba tan feliz de ver a su padre y a todos los demás.
Tony también se permitió derramar algunas lágrimas, emocionado de tener a su hija entre sus brazos de nuevo.
—Te extrañe tanto mi amor —le dijo sin soltarla.
—Perdón, papá. Perdón. Lo siento tanto —lloró en su hombro.
Tony la interrumpió.
—No. Tranquila, nada de eso fue tu culpa. Lo importante es que ya estás de regreso.
Se separó un poco de Tony y lo miró con una pequeña sonrisa. No podía dejar de ver su rostro.
—Te extrañe mucho, papá.
Él sonrió con alivio.
—Y yo a ti, conejito.
Ella sonrió ante el apodo y se separó del hombre para mirar a los demás.
Fue una larga bienvenida, lleno de lágrimas, abrazos y palabras bonitas.
—Quiero ir a darme un baño y cambiarme de ropa —dijo Rose cuando por fin saludó a todos. Incluso Bucky le había dado un rápido abrazo.
—Rose —le llamó Banner— tal vez deberías saber que la máquina hizo corto circuito. No creo que podamos arreglarla de nuevo.
El corazón le dolió pero tal vez era lo mejor.
—Entiendo. Gracias, doctor Banner.
El hombre asintió apenado.
—Los veré en la cena —habló de nuevo y finalmente salió del hangar con Peter y Pietro.
Los tres se separaron cuando llegaron al piso de habitaciones y prometieron reunirse en dos horas.
Rose entró a su habitación. Todo estaba como lo recordaba pero antes de dejarse caer en su cama o tocar sus cosas, decidió entrar al baño para limpiar la suciedad y restos de sangre que tenía por todas partes.
Aún debía enfrentarse a Peter y Pietro.
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