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17





Una semana antes de que abrieran el portal

Rose había guardado todas sus cosas en su mochila luego de un largo día de colegio. La verdad es que estaba agotada y sólo podía pensar en llegar a su casa y dormir profundamente el resto del día. Para su fortuna, era viernes, lo que significaba que Peter llegaría en la noche y pasarían el fin de semana juntos.

—Rose —le habló una chica, una de sus compañeras de clase. Su nombre era Marlene.

—¿Sí? —se colgó su mochila al hombro al mismo tiempo que la volteaba a ver.

—Celebraré mi cumpleaños la siguiente semana, me gustaría que fueras.

Rose la miró un momento.

—Oh... claro.

—Genial. Te mandaré la dirección por mensaje.

—Seguro.

Marlene se fue junto a su grupo de amigas y Rose se dirigió a la entrada. Aquella escuela era mayormente poblada por hijos de personas famosas o influyentes. Había hijos de actores, políticos, superhéroes (aunque en este caso sólo era Rose), empresarios y todo ese tipo de gente. Por lo que Rose no se sentía realmente extraña rodeada de gente que era importante igual que ella. Nadie la buscaba realmente por interés aunque había sus excepciones. Y eso era bueno, nadie la veía como un bicho raro o la buscaba por interés, más bien competían por demostrar todas sus habilidades escolares.

Caminó lentamente hasta la entrada y una vez allí se quedó de pie, esperando al auto que siempre la llevaba a casa. A veces era Happy el que la recogía pero en ocasiones el hombre tenía cosas más importantes que hacer con Tony.

Dejó ver una blanca sonrisa cuando un bonito Jeep se estacionó frente a ella. Dejó salir una gran risa cuando vio a Pietro salir del asiento del conductor.

Eso sólo significaba una cosa. Tony había salido de la ciudad.

—Su carruaje, señorita —bromeó Pietro.

Ella negó divertida y se subió al asiento del copiloto arrojando su mochila a la parte trasera.

—Ni siquiera me sorprende —comentó mientras el auto avanzaba— pero si quisiera saber cómo lograste sacarlo del garaje.

Pietro se encogió de hombros.

—Es mejor si no lo sabes. De todas formas, Tony no se enterará.

Rose dejó salir una gran risa.

—¿A dónde iremos?

Pietro se puso en marcha, esquivando los autos de los estudiantes.

—Pensaba que podríamos ir a recoger a Peter a su casa y traerlo juntos. Y por la noche, hacer una pijama. Casi todos en la base salieron, Wanda se fue con Visión a quien sabe dónde e incluso el Cap salió con Bucky y Sam.

Rose sonrió aún más.

—Eso suena perfecto. Significa que tendremos la sala de proyecciones para nosotros solos.

Pietro la miró rápidamente con una sonrisa de oreja a oreja.

—Exactamente.

Fue casi por reflejo que dejó caer su mano en la pierna de la chica. Rose ni siquiera le tomó importancia pues era algo que siempre hacía. Aunque Rose no había notado que Pietro evitaba ese tipo de acercamientos cuando Peter estaba cerca.

No era un viaje realmente largo, sólo algunas horas y con la forma de conducir de Pietro harían la mitad del tiempo. Rose fue la encargada de vincular su celular a la camioneta y poner música a todo volumen. Ambos se la pasaron cantando hasta que la garganta les ardió y se detuvieron cerca de un café para comprar un par de bebidas y una extra para Peter. Algo frío y con muchos hielos les caería de maravilla con ese terrible calor que hacía.

Algunas horas más tarde, se detuvieron frente al edificio de Peter. La música se detuvo y Pietro se concentró en terminar con su bebida, tal vez pasarían por otra cuando estuvieran de regreso.

Rose le llamó a Peter y esperó a que el chico contestara. Sin embargo, Peter no atendía el teléfono. Era extraño, normalmente contestaba luego de dos tonos.

—No contesta —le dijo Rose a Pietro.

El chico que estaba jugando con su vaso, la miró y se encogió de hombros.

—Podemos ir a buscarlo hasta su departamento.

Rose miró la hora en su celular. Peter ya debería haber regresado de la escuela y en todo caso, si hubiera ido a darse una vuelta como Spiderman, llevaría su celular.

—No. Pero ahora quiero una dona. Podemos ir por una y luego intentaré llamarle de nuevo.

—Buena idea, yo también quiero una dona.

Estaban a mitad del camino, cantando call me maybe a todo pulmón cuando Pietro visualizó a Peter caminando por la acera. Parecía decaído y agotado. Acercó el auto junto al chico, avanzando lentamente a su lado, Rose sonrió pero se mantuvo en silencio esperando a que Peter los notara.

Parker estaba realmente sumergido en sus pensamientos, había tenido un día realmente horrible y sólo quería llegar a casa para dormir. Pero entonces notó la camioneta que lo estaba siguiendo y volteó a mirar. Sus ojos se iluminaron al ver a Rose y Pietro.

—¡Hola!

—Peter, sube —le dijo Pietro.

El chico hizo lo indicado, abriendo la puerta trasera y entrando con un salto. No podía dejar de sonreír.

—Vaya, ¿qué hacen aquí? Creí que los vería hasta mañana.

Rose y Pietro se miraron.

—En pocas palabras, Tony salió de la ciudad y Pietro robó uno de los autos para venir a buscarte —explicó Rose.

—¡Oye! —le reclamó Pietro— lo tomé prestado. Pienso regresarlo.

Rose puso los ojos en blanco.

—Lo que sea —miró a Peter— te llamamos pero no atendías el teléfono.

Peter sacó su celular del bolsillo del pantalón.

—Se quedó sin batería.

—Eso explica muchas cosas. Íbamos a ir por donas pero te llevaremos a tu casa y luego podemos pasar por donas, tal vez algunas pizzas y otras bebidas —le extendió su vaso a Peter y él lo tomó con gusto— hoy haremos pijamada. No habrá nadie en el complejo.

—Suena genial. Le diré a la tía May que me iré antes.

Se detuvieron frente al edificio de Peter y el chico salió corriendo. Rose y Pietro se miraron con una sonrisa antes de volver a poner la música y terminar con la canción que habían dejado a medias.

Peter regresó casi diez minutos después con nueva ropa y su mochila al hombro. Subió a la camioneta con una gran sonrisa y comenzaron a avanzar, esta vez, el chico se unió a la pequeña sesión de karaoke mientras se dirigían al complejo.

Casi media hora antes de llegar. Se detuvieron a comprar un par de pizzas, algunas hamburguesas, papas fritas y algunos dulces junto con un par de botes de helado.

Eran casi las ocho de la noche cuando los tres estaban en pijama y reunidos en la sala de proyecciones con un montón de cobijas y almohadas listos para poner una película.

Rose entró a la sala con una gran sonrisa mostrando un par de botellas con un líquido ámbar, Peter y Pietro la miraron confundidos.

—Las saqué de la oficina de papá, no creo que le importe. Tiene un millón de estas.

—Sabes que tengo un metabolismo muy rápido y esas cosas no me hacen ni cosquillas —le recordó Pietro.

Ella se encogió de hombros.

—Pues no tomes si no quieres. He tenido una semana horrible y esto es justo lo que necesito.

Peter decidió no decir nada esta vez. Él sería el encargado de cuidar de Rose pues siempre hacía cosas aún más ridículas cuando tomaba.

Eran casi las tres de la mañana, Peter se había quedado dormido en el sofá y Rose también estaba a punto de quedarse dormida luego de terminarse más de media botella. Pietro parecía más buen divertido mirando a Rose balbucear.

—Dame eso —le quitó la botella.

—Oye, eso es mío —se quejó.

—Es suficiente, Roselyn Stark.

Frunció el ceño molesta.

—Aún no había terminado. Además estoy bien.

—Por supuesto. Dime el alfabeto comenzando desde la z.

Ella lo miró fijamente.

—No me lo sé ni siquiera estando sobria.

Pietro rió.

—Rose, es suficiente. Mañana te dolerá la cabeza y me odiarás por no haberte quitado esto antes —tomó una rebanada de pizza y se la extendió— mejor come esto.

Ella tomó la rebana y comenzó a comer aunque sin dejar de hacer notar su molestia.

—¿Pietro? —murmuró la chica, dejando la rebaña a medio comer en la mesita.

—¿Si, amor?

—No le dirás a papá que me tomé yo sola una de sus botellas, ¿cierto?

Pietro dejó salir una corta risa.

—Claro que no, cariño.

—De acuerdo. De todas formas te hubiera delatado si tú lo hacías primero.

Ambos miraron la pantalla de nuevo.

—¿Rose? —habló en voz baja Pietro. Era extraño escucharlo hablar de esa manera en un tono tan serio.

La chica lo miró con curiosidad.

—¿Sí?

—Estoy enamorado de ti.

Rose lo miró a los ojos durante un largo momento y luego se soltó a reír.

—Claro, y yo tengo tres ojos —bostezó— a veces no entiendo tu humor, Pietro.

El chico sonrió con cierta tristeza y miró rápidamente a Peter que estaba roncando.

Rose no tardó mucho más en quedarse profundamente dormida y Pietro se encargó de cargarla y acomodarla en otro sofá para cubrirla con un par de mantas. Dejando un beso en su frente y quitando algunos mechones de cabello de su cara. Él se acomodó en el suelo y también se quedó dormido luego de unos minutos.

Pensó que tal vez Rose olvidaría sus palabras al día siguiente pero no fue así, aunque eso Pietro no lo sabía.

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