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02

Cuando salieron del bosque, Roselyn miró impresionada el castillo frente a ella. Dejó de caminar por un segundo para admirarlo y sonrió dejando sus dientes a la vista.

—Debo tomar una foto de esto, a Peter y Pietro les encantará —habló para sí misma emocionada.

Los otros tres la miraron con curiosidad cuando sacó un aparato de su bolsillo. Roselyn tomó un par de fotos y luego volteó a la cámara frontal para sacar una foto donde apareciera ella. Se dio cuenta que aún no tenía señal.

—¿Qué es eso? —preguntó Hermione cuando la chica terminó de tomar las fotos.

Roselyn los miró sin comprender y les extendió su celular.

—Es un celular. Este lo diseñó mi papá por eso no es como los demás pero funciona casi igual, sólo que aquí tengo conexión con Viernes en caso de una emergencia, aunque ahora parece no tener señal.

Los tres se miraron.

—Nunca había visto uno de estos —comentó Ron, tomando el aparato entre sus manos para verlo mejor.

Roselyn dejó salir una risa nerviosa.

—¿No conocen los celulares? —preguntó.

—Sólo tenemos teléfonos fijos y hay otros teléfonos portátiles pero no son... así —contestó Hermione observando junto a Ron el curioso artefacto.

Rose dio un paso atrás y se aclaró la garganta.

—Disculpen, me podrían decir... —se detuvo un momento y los miró con precaución — ¿en qué año estamos?

—Mil novecientos noventa y seis —contestó Harry mirándola preocupado.

Eso explicaba por qué no había señal. Trató de mantener la calma y asintió. Ron le devolvió el aparato y ella lo guardó en su bolsillo.

—Entiendo —miró el suelo— Yo vengo del dos mil veinte.

Se miraron sin saber qué decir, pero finalmente continuaron caminando en silencio. Roselyn tomaba algunas fotos y grababa algunos videos para mostrárselos a Peter y Pietro cuando regresara.

La chica miró a los estudiantes caminar de un lado a otro. Le pareció curioso sus uniformes y los diferentes escudos que portaban, no le dio tiempo de preguntar sobre eso, pues entraron a lo que parecía un aula de clases donde había una mujer sentada detrás de un escritorio. La chica se sintió bastante intimidada y se mantuvo detrás de los otros tres.

Hermione fue la encargada de hablar y explicar lo que había ocurrido. Cuando la profesora miró a Roselyn, esta le sonrió y saludó levantando la mano con un poco de miedo.

—Entiendo —miró a los cuatro— vayamos con el profesor Dumbledore. Él sabrá qué hacer.

Los cuatro siguieron a la profesora por los pasillos del castillo.

—Harry —habló con calma la chica mientras caminaban.

Él la miró con curiosidad.

—¿Sí?

—¿Por qué todos tienen diferentes escudos? ¿Y por qué ustedes no están usando el uniforme como los demás?

El azabache dejó salir una corta risa.

—Nosotros venimos de las pruebas de quidditch, entonces ya no usamos el uniforme ya que no tenemos más clases —respondió— y contestando a la primera pregunta, es porque en el colegio hay cuatro casas diferentes a las que un estudiante puede pertenecer. En primer año un sombrero te dice en cuál quedaste seleccionado y estarás en esa casa hasta que termines el colegio. A lo largo del año puedes ganar o perder puntos para tu casa, puedes formar parte del equipo de tu casa y esas cosas.

Roselyn asintió, sin estar muy segura de si comprendía. No podía pensar con mucha claridad en ese momento.

—¿Qué rayos es el quidditch?

—Un deporte parecido al fútbol. Sólo que aquí volamos y hay más de una pelota.

—Me encantaría verlo algún día.

Harry no contestó pues habían llegado a su destino.

Cuando Roselyn vio al profesor Dumbledore no le pareció tan intimidante como la profesora McGonagall pero aún así su presencia imponía respeto. Esta vez fue la profesora la encargada de contar todos los sucesos y de vez en cuando Hermione complementaba algunos eventos. Rose se mantuvo al margen de la conversación, sólo escuchando y mirando con auténtica curiosidad los cuadros que se movían. Todo parecía tan... mágico.

—Bueno, esta chica no parece un peligro para nadie —comentó el anciano sin dejar de mirarla con atención— Es bastante curioso que haya aparecido en los terrenos del colegio pero ya que esta aquí, podemos dejar que se quede mientras encontramos una solución.

Harry sonrió.

—Gracias —habló la chica— Prometo no meterme en problemas. Sólo quiero regresar a casa y sé que mi padre encontrará la manera de rescatarme.

Dumbledore asintió.

—Te quedarás en los dormitorios de Gryffindor. Y será mejor que este asunto se quede entre nosotros, no queremos problemas innecesarios.

Todos afirmaron con la cabeza y Roselyn pudo notar que los demás sabían algo que ella no, pues aquella última frase del anciano pareció preocuparlos un poco.

—Señorita Granger, le puede mostrar a la señorita Stark los dormitorios. Tal vez deba darse un baño y cambiarse esa ropa —habló McGonagall— la cena se servirá en dos horas.

—Enseguida, profesora.

—Me gustaría hablar un momento con la señorita Stark a solas —dijo Dumbledore cuando todos estaban por salir.

La nombrada se quedó estática por un segundo y vio a los demás alejarse. Entonces dio media vuelta y observó al profesor.

—¿Sucede algo? —preguntó preocupada.

Dio algunos pasos al frente y el director la miró con curiosidad.

—Tuviste bastante suerte de que fueran ellos quienes te encontraran en bosque. Aún así, te recomiendo que no te encariñes de nadie aquí, porque cuando regreses a tu hogar... será difícil decir adiós.

Ella asintió apenas un poco.

—Lo sé, lo entiendo. De todas formas, no estaré mucho tiempo aquí.

El anciano asintió un poco, no parecía realmente convencido con esa última frase.

—Hay otra cosa. Me parece curioso que hayas aparecido en los terrenos del colegio, ningún muggle podría hacerlo.

—¿Exactamente qué es un muggle?

—Personas sin magia —sonrió— ¿en tu mundo hay esa clase de personas?

Lo pensó por un segundo.

—Bueno, está mi mejor amiga, Wanda. Es la bruja del grupo —sonrió al recordarla— también está el doctor Strange, su magia es un poco rara y no la comprendo del todo. Y creo que sólo ellos, Pietro tiene supervelocidad y Peter un sentido arácnido, no sé si eso cuente como magia. Hay otras personas con habilidades extrañas, pero no los conozco a todos.

Hubo un corto silencio, Dumbledore parecía estar reflexionando algo.

—¿Y qué hay de ti?

Lo miró sin comprender.

—¿A qué se refiere?

—¿Tienes alguna habilidad?

—Puedo comer nueve hamburguesas seguidas, claro que sólo las que son de carne con queso. Mi padre me enseñó a hacer eso —sonrió al recordarlo. Lo extrañaba y sólo habían pasado algunas horas.

—Me refiero, a alguna habilidad mágica.

—Oh... bueno, no lo creo. Sé mecatrónica, al menos lo que he aprendido con mi padre y Natasha me enseña un poco de defensa personal pero... siempre soy la que se queda frente a una computadora cuando todos se van de misión. Soy la chica de las computadoras, si sabe a lo que me refiero.

—Acércate un poco.

Hizo lo indicado. Vio al hombre caminar por la habitación y sacar algo de un cajón. Era un palito como los se los otros tres. Dumbledore se la extendió. Roselyn ahogó una risa sarcástica y la tomó mientras fruncía el ceño.

—¿Para qué quiero esto?

—Es una varita, señorita Stark. Veamos si usted es capaz de hacer magia.

Lo miró sin comprender, pero entonces sintió un extraño calor en la palma de su mano con la que sostenía la varita. Luego sintió algo parecido a una electricidad y dejó caer la varita mientras gritaba.

—¿Qué fue eso?

Dumbledore sonrió complacido, como si todo este tiempo hubiera tenido la razón de algo.

—Eso fue la magia que circula en tu interior. Deberías pedirle a la señorita Granger que te enseñe a realizar los encantamientos básicos. No sabemos cuánto tiempo estarás aquí y no te hará ningún mal aprender algo.

Roselyn tomó la varita y la observó con detenimiento.

—Gracias, profesor.

Este asintió y la chica salió de la oficina para encontrarse con sus tres nuevos amigos, al menos, quería imaginar que eran sus amigos. Se sentiría menos sola de esa manera. Lo único que quería, era regresar a casa, abrazar a su padre y decirle lo mucho que lo sentía por haber entrado a su laboratorio. Luego ir a su habitación y ver una película con Peter mientras comían hamburguesas y helado.

Pero todo indicaba que nada de eso sucedería muy pronto.




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