"Rara y de locos"
Recojo mis libros de clases y los tiro dentro de mi mochila sin importarme cómo terminen allí dentro. Suspiro cerrando el cierre y levanto la mochila para colocármela sobre el hombro, pero Yoongi se adelanta arrebatándomela. Lo miro inexpresiva, él se pasó todo el día incordiando con eso de mis celos tontos y ya no tengo deseos ni de hablarle.
- Dame mi mochila.
- ¡Oh, vamos! No te molestes, Haz - rueda los ojos abrazándome por los hombros.
- No estoy molesta - me cruzo de brazos caminando a su lado hacia la puerta del salón de clases, el pálido enarca una ceja mirándome con obviedad - ¡Es tu culpa por estar fastidiándome todo el maldito día! - le recrimino.
La mirada se me nubla y las lágrimas pinchan mis ojos. Cada vez que recuerdo cómo hice el ridículo frente a Jungkook, poniendo en evidencia mis celos, quisiera que la tierra se abriera y me tragara.
- Espera un momento - me dice y se voltea observando hacia dentro del aula - Jungkook. ¿Vienes?
¡Este mal nacido! Juro que lo voy a matar.
- Sí, ya voy - responde el otro pelinegro apresurándose con sus cosas.
- Dame mi mochila - le vuelvo a pedir a mi mejor amigo, yo solo quiero irme y hundirme en mi miseria, lejos de todos.
- Vamos con nosotros, iremos a hacer ejercicio al patio.
No sé qué rayos le pasa a Yoongi, sabe perfectamente que le diré que no. No pienso pasar otra vergüenza el día de hoy.
- Listo - llega Jungkook a nuestro lado observándome directamente.
- Iré a la biblioteca - digo de mala gana.
- Cielito...
- No, Yoongi, déjame - espeto tirando del asa de mi mochila para quitársela a la fuerza.
Cuando por fin deja de luchar en mi contra me voy a paso ligero, destilando un mar de lagrimas. Creo que resucitar de la muerte me ha sentado fatal, yo no era una llorona antes. Me siento tan inestable que por un momento quisiera haber muerto de verdad.
Diecinueve años esquivando balas y vengo a derrumbarme por algo así. Soy patética. Mi madre estaría asqueada de ver en lo que me he convertido, bueno antes también lo estaba, pero eso ya no me interesa.
Suelto el suspiro número tropeciento del día, en serio me estoy aburriendo de mí misma. Si al menos Sunha estuviera haciéndome compañía sería diferente, pero estoy segura de que ella prefiera estar en el patio junto a los demás. Bueno, supongo que en todos los grupos debe haber una oveja negra, de seguro esa soy yo.
- ¡Maldito internado de mierda, vida de mierda, día de mierda y gente de mierda! - mascullo en un resoplido caminando entre las estanterías de la biblioteca, peleando con nada ni nadie en particular.
No hay ni un solo alumno dentro y tuve que forzar la cerradura con telequinesia para poder entrar. Al menos aquí puedo estar tranquila y en paz. O eso creí hasta que una mano se posa en mi boca y me arrastran al fondo de uno de los pasillos oscuro. La respiración se me agita y el estómago se me revuelve por la expectativa de lo que me harán.
- Shh - dicen a mi espalda, me sueltan y luego giro con el corazón corriendo en mi pecho.
Cierro los ojos desplomándome contra una estantería y maldigo una vez más.
- ¿Quieres provocarme un infarto? - chillo viendo a la persona frente a mí con una sonrisita divertida en el rostro.
- ¿Podemos hablar? - pregunta acercándose a mí, como si fuera un león hambriento y yo una paloma de campo herida. Herida sí estoy, pero por su culpa.
- ¿No podías pedirlo civilizadamente?
El chico chasquea la lengua negando, coloca sus manos a cada lado de mi cabeza, enjaulándome entre sus brazos. Estamos tan cerca que nuestros pechos se rozan por culpa de nuestras respiraciones. Y me tiemblan las piernas.
- Nah, eso no es lo mío - responde mirándome a los ojos.
- ¿Y qué es lo tuyo, Jungkook? - susurro, tengo miedo de hablar y que mis labios puedan rozar los suyos, siento que desfallezco.
Dejo caer la mirada esquivando sus ojos intensos. Tiene los brazos desnudos mostrando esos tatuajes que tanto me encantan, su camiseta oscura se pega a su torso y puedo presenciar cómo se marca cada maldito músculo debajo de ella.
- Lo mío tiene nombre y apellido y unos ojos azules que me vuelven loco - dice en voz baja.
Su voz aterciopelada me acaricia el rostro y le vuelvo a mirar.
- ¿Por qué estabas tan distante ayer?
Es su turno de suspirar y posa la palma de su mano en mi mejilla, acariciando mi piel como si fuera seda fina.
- ¿Qué haré contigo, muñeca? ¿Mmh?
Frunzo la frente por su pregunta, en realidad no debería sentirme ultrajada por que me eche la culpa. Me lo merezco.
- Me alejaste tantas veces que no quería incomodarte en tu regreso - responde y un sollozo sube desde mis entrañas y sale disparado de mi boca.
- Yo...
Trato de excusarme, pero las palabras no me salen y entonces me interrumpe acunando mi rostro.
- Te extrañé - dice a la vez que limpia mis lágrimas, observándome con sus ojitos de Bambi.
- Yo también te extrañé - empujo el orgullo hacia un lado y termino confesando.
- Muñeca, yo...
- Jungkook - le interrumpo - Ya cállate y bésame.
Sus labios chocan con los míos en una caricia lenta y posesiva. El metal frío de sus piercings roza mi piel enviando un escalofrío por mi columna vertebral. Pozo mis manos en su cuello atrayéndolo más a mí, como si eso fuera técnicamente posible. Le extrañé, en verdad lo hice, muchísimo. Y ahora que me besa de ésta forma, sé con certeza que no quiero que se separe de mi lado nunca más.
Sus manos bajan hasta mi cintura adentrándose por debajo de mi camisa de uniforme. Su toque en mi piel me eriza y jadeo en sus labios cuando su lengua delinea mis belfos pidiendo permiso para jugar con la mía. Su músculo húmedo arremete contra el mío comenzando una lucha que se vuelve deliciosa con el paso de los segundos. Nos separamos agitados tratando de controlar nuestras respiraciones erráticas.
Cuando él me mira yo solo sé que el pasado se olvida, si estamos solos que el momento decida.
Por la forma en que me mira me incita a pecar.
Se muerde el labio, sigo su gesto con mis ojos, deseando ser yo la que tira de sus labios. Se ve tan sexy.
Me toma de una mano y luego me jala y comenzamos a correr hacia la salida en un rumbo desconocido para mi.
- ¿A dónde vamos? - pregunto con una sonrisa.
Algo cálido crece en mi pecho y al fin me siento afable. El amor es tan extraordinario que en nosotros es raro y de locos, pero a la vez se siente lindo.
Recorremos juntos de la mano, el pasillo del ala de las habitaciones de las chicas. Y entonces nos detenemos frente a la puerta de la última habitación, esa que está vacía y donde dormimos juntos aquella vez que me emborraché y decía ver fuegos artificiales.
Nos adentramos sonriendo como dos tontos. Mi espalda choca contra la madera oscura de la puerta y vuelvo a sentir sus labios apoderarse de los míos, ésta vez con hambre voraz que hace que el calor me suba a las mejillas y se arremoline en mi centro.
Desliza su boca por la piel de mi cuello y lame ese punto debajo de mi oreja que me arrebata un gemido. Magulla mi carne con sus dientes envolviéndola luego en la sensación placentera de su lengua húmeda recorriendo todo el camino.
Mi camisa sale volando junto a mi falda y me quedo en ropa interior frente a él, tratando de descifrar lo que pasa por su mente al verme con tanta intensidad. Mi mirada se deleita con el paisaje exótico de su torso desnudo cuando quita su camiseta por encima de su cabeza y la deja caer al suelo. Sus brazos musculosos me envuelven tirándome hacia su pecho volviendo a robarme un beso embriagador.
Me siento adicta a su toque y sus labios.
Me lleva a la cama recostando mi espalda al colchón y escala por mi cuerpo, repartiendo caricias y besos desde mis piernas hasta mi rostro. Entonces pronuncia las palabras mágicas, unas que creí que nunca escucharía.
- Te amo, muñeca - habla sobre mis labios y sonrío besándolo castamente.
- Yo también te amo.
Llevo mis manos a mi espalda y desaborcho el sostén dejando caer los tirantes por mis hombros. Sus ojos me observan con fascinación y pronto siento su boca tibia chupar mis pezones, arañándolos con sus dientes y tirándolos con ellos. Gimo por la placentera sensación de que su lengua juegue con mis botones haciéndome arquear la espalda. Baja su mano tocando el punto entre mis piernas que ya se encuentra húmedo. Retira mis bragas dejándome desnuda, su mirada me come viva y un fuego se aviva en mi interior.
Retira sus últimas prendas y se posiciona entre mis piernas luego de colocarse un condón.
- No me hagas daño nunca, Jungkook.
Los recuerdos macabros de lo vivido en el burdel donde trabajó mi madre me invaden y trago grueso tratando de deshacerme de esas escenas que solo me enferman.
Es hora de que lo sucedido deje de molestarme. Es momento de reemplazar esos recuerdos por otros que sean bonitos.
- Nunca, muñeca - responde acariciando mi nariz con la suya.
La punta de su miembro acaricia mi sexo hundiéndose en mi humedad, llenándome por completo.
Gemimos a la par al sentir nuestros cuerpos juntos. Su mirada no deja la mía en ningún momento y me siento tan feliz, de que sea él quien me tome en cuerpo y alma. Sus caderas se mueven sobre mí penetrándome tan jodidamente delicioso y lento.
Me besa los labios y aprieta mis muslos marcando mi carne con sus dedos.
- Eres perfecta, Haz - jadea repartiendo besos en mi cuello.
Toma mis manos entrelazando nuestros dedos por encima de mi cabeza. Cierro los ojos gimiendo al sentir mi abdomen bajo contraerse y las paredes de mi vagina aprietan su miembro, una, dos y tres veces hasta que el orgasmo nos atraviesa a ambos, con tanta intensidad que ahora si veo los malditos fuegos artificiales.
Nos besamos con ternura, tomándonos todo el tiempo necesario para sentirnos.
Sonrío al sentir cómo reparte besos por todo mi rostro y luego se deja caer a mi lado envolviendo mi cintura, acariciando mi piel desnuda.
- ¿Ya dije lo sexy que te veías hoy celosa? - pregunta bufón y me quejo pegándole en el pecho.
- No me lo recuerdes.
- ¡Feñorita Hafel ahí no dife Bieja Fufia! - exclama imitando a nuestro profesor.
- ¡Ash, te odio!
- Me amas - me acerca más a él y aprieto los labios para no sonreír como una idiota.
- Te odio - vuelvo a repetir.
- Dime que me amas, muñeca.
- Te amo, muñeco.
Nos miramos con seriedad para luego explotar en carcajadas y seguir deleitándonos en el sonido de nuestras propias risas y seguir mimándonos.
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