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Capítulo 1

Un par de dedos se introducen en un frío y ya casi olvidado buzón para toparse con un buen fajo de sobres de papel. Quién sabe cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que había hecho ese gesto. Los dedos extraen los papeles depositándolos en la palma de la mano. Con la ayuda de otra mano, comienza a pasar los sobres sin demasiado interés. Todos son publicitarios y sobre todo de productos para mujer. Eso explica que hubieran pasado tanto tiempo allí acumulando polvo. Nunca hay nada urgente ni interesante. Una de las manos se separa durante un momento para usar el pulgar para pulsar sobre le botón del ascensor, pero inmediatamente después sigue con su tarea de ojear lo sobres.

Cuando llega el ascensor, las manos unidas al cuerpo del que forman parte se introducen en él. Una de ellas utiliza de nuevo el dedo pulgar para pulsar en el botón del piso al que se dirigen: el séptimo. Mientras llegan a su destino encuentran un sobre completamente en blanco, pero que parece albergar una gran cantidad de papeles en su interior. Entonces el ascensor emite un pitido que indica que ya están en el séptimo piso. Cuando salen del ascensor, una de las manos sostiene el sobre en blanco, además de unas llaves y la otra el resto de las cartas. Así se deslizan por el pasillo hasta la puerta indicada. La mano introduce las llaves en la cerradura y gira con agilidad. La puerta cede, abriéndose para que las manos y el cuerpo del que forman parte vuelvan a entrar en casa.

Llegan a través de un pasillo en penumbra a un salón también a oscuras, por lo que se dirigen a una ventana para subir la persiana. La luz penetra en la estancia iluminándola con los rayos del sol que aún caen sobre los edificios. Dejan todos los sobres en una mesa, sin darle ninguna importancia. Todos menos el sobre en blanco, que mientras se acercan de nuevo a la ventana van abriendo con tanto cuidado como si contuviera un tesoro. Las manos por fin desvelan el contenido de aquel sobre. Se encuentran varios folios escritos a mano, que los ojos del cuerpo pegado a las manos se lanzan a leer. En un momento la figura a la que pertenecen las manos mira por la ventana para encontrarse con una joven caminando en la calle. Su mente vuela entre los recuerdos de su pasado. De todo lo que fue, de todo lo que pudo ser y no fue...

https://youtu.be/-RQNe52jkao

Mi madre se pasea por la casa para despertarnos a mi hermana y a mí, como todos los días. Aunque hace rato que estoy despierta. Son las ocho de la mañana y llevo despierta desde las seis y media dando vueltas en la cama. Me duele el cuello y la espalda de la postura. Cuando abre la puerta de mi habitación me tapo la cabeza con la almohada y suspiro. Solo abre la puerta y se va. Todos los días lo mismo, pero hoy hay mucho más revuelo en casa. Me quedo diez minutos más inmóvil sobre la cama. Abro los ojos lentamente, me cuesta mucho hacerlo. Me quito la almohada de la cara y me incorporo. Bostezo a la vez que me desperezo un poco y dejo colgando los pies por el borde de la cama. Miro a mi alrededor observando cada detalle de mi habitación como si fuera la última vez que voy a verla. Por fin me decido a levantarme doy un pequeño salto para llegar al suelo y mis pies descalzos rozan el frío terrazo marrón. Abro el armario y escojo la ropa que llevaré durante el día de hoy. Me dirijo hacia el cuarto de baño lentamente, enciendo la luz y cierro la puerta.

Me siento pesada. Me despojo de mis pantalones cortos, negros y rotos de chándal que uso para dormir y de mi camiseta de tirantes que me queda grande. Me quito la coleta que me recoge el pelo en un moño. Siempre lo llevo así en casa, es cómodo. Abro el grifo sin mirarme en el espejo y espero a que el agua se ponga a una temperatura normal, ni muy fría, ni muy caliente. Cuando el agua adquiere los grados que yo deseo, meto un pie en la bañera y luego otro. Poco a poco me voy mojando y desaparece el entumecimiento, el dolor y el sueño. Cuando termino de ducharme me seco con mi albornoz rojo pasión y me visto con agilidad. Me detengo unos segundos a mirarme en el espejo y suspiro. Cojo un tarro de crema y hundo mi dedo índice en la espesura blanca. Después pongo un pegote en cada parte de mi cara: la frente, la nariz, la barbilla y las dos mejillas. Masajeo hasta que mi piel la absorbe totalmente.

Me miro de nuevo al espejo mientras retiro la toalla que envuelve mi cabello y comienzo a peinar mi indomable pelo rizado y castaño claro, es largo, me llega por donde acaban las costillas y me gusta. Tengo el rostro finito, mi nariz es chata y respingona, mis labios son finitos y los ojos marrones con pupilas muy grandes, debajo de ellos, tengo unas marcadas ojeras. No soy nada especial. Suspiro de nuevo.

Vuelvo a mi habitación para terminar de preparar algunas cosas. En un rato tendremos que salir hacia el aeropuerto para irnos de viaje. Este año, mi familia y yo tras mucho tiempo esperando por fin vamos a ir a Egipto. Termino de preparar la maleta y ayudo a mis padres. Cuando ya estamos listos cogemos el equipaje y paseamos por las habitaciones verificando que lo llevamos todo y que la casa está absolutamente bien cerrada. Ellos salen primero y no sé porqué me quedo la última. Antes de cerrar la puerta miro una última vez el pasillo de mi casa, aspiro el aroma como si pensase que va a desaparecer, que ya no va a estar aquí cuando vuelva. Apago la luz y cierro la puerta. Me monto en el ascensor, arrastrando la maleta detrás de mí y mi padre cierra con llave la puerta. Bajamos al sótano y cargamos el coche. Me abrocho el cinturón y me acomodo, mientras mi padre da marcha a atrás y hace algunas maniobras para salir del garaje.

Miro el paisaje aparecer y esfumarse como el humo en cuestión de segundos mientras las canciones nacen y mueren una y otra vez. Pronto llegamos al aeropuerto, bajamos las maletas y nos adentramos en el aeropuerto. Cada vez estoy más nerviosa, juego con mis dedos, respiro con dificultad mientras siento como si me golpeasen el estómago una y otra vez. Me sudan las manos y trago saliva sin parar. Me repito una y otra vez:

Cuando viajo en avión estoy tranquila y segura. Cuando viajo en avión estoy tranquila y segura. El avión es el medio de transporte más seguro que existe. El avión es el medio de transporte más seguro que existe.

Pero no consigo convencer a mi subconsciente. Resoplo. Tengo un mal presentimiento. Aparte de un nudo que se convulsiona en mi estómago y ganas de vomitar. Muchas ganas de vomitar. Jamás la había pasado tan mal antes de subir a un avión. No facturamos las maletas, nos limitamos a esperar frente a la puerta de embarque. Unas horas que se me hacen interminables. Tengo ganas de llorar. Y de salir corriendo.

Cuando viajo en avión estoy tranquila y segura. Cuando viajo en avión estoy tranquila y segura. El avión es el medio de transporte más seguro que existe. El avión es el medio de transporte más seguro que existe.

Sigo sin convencerme.

—Pasajeros del vuelo con destino El Cairo de las diez ya pueden embarcar —dice una voz aguda a través de los altavoces de la pared.

No. Ha llegado la hora. Resoplo. Ahora tengo mucho más miedo. Trago saliva para intentar deshacer el nudo de mi garganta sin ningún éxito y me levanto del asiento. Me dirijo junto a mi familia a la fila que se ha formado frente al mostrador mientras mis nervios aumentan más y más. Es como antes de subir a la montaña rusa. Quiero que estos momentos pasen ya y que acabe mi tortura. Mi madre le da a la azafata del mostrador las tarjetas de embarque mientras observo el avión por el gran ventanal.

—¡Qué disfruten del vuelo! —dice con una gran sonrisa.

Estoy segura de que menos disfrutar experimentaré muchos sentimientos. Como ahora que se me sube el corazón a la garganta mientras nos adentramos en el túnel que lleva hasta el avión. Otra azafata nos sonríe desde la puerta del aparato del infierno, junto al resto de la tripulación que nos da la bienvenida.

Cuando viajo en avión estoy tranquila y segura. Cuando viajo en avión estoy tranquila y segura. El avión es el medio de transporte más seguro que existe. El avión es el medio de transporte más seguro que existe.

Tengo realmente mucho miedo. Se me va a salir el corazón por la boca. Aunque trato de ocultarlo tras una sonrisa. Pero no puedo ocultar el temblor de mi cuerpo ni el de mi voz. Me siento junto a la ventana del ala derecha. Cierro los ojos y respiro profundamente una y otra vez. Me repito:

Cuando viajo en avión estoy tranquila y segura. Cuando viajo en avión estoy tranquila y segura. El avión es el medio de transporte más seguro que existe. El avión es el medio de transporte más seguro que existe.

Después de unos minutos que me parecen horas el aparato comienza a moverse.

—Les damos la bienvenida a bordo de este Boeing 747 con destino El Cairo. Soy el comandante de la nave. Les deseamos un feliz viaje —dice la voz del piloto a través de los altavoces.

Inmediatamente una azafata empieza a explicar lo que hay que hacer en caso de emergencia. Muy tranquilizador, sí. Nos dirigimos a la pista de despegue y comenzamos a coger velocidad.

Cuando viajo en avión estoy tranquila y segura. Cuando viajo en avión estoy tranquila y segura. El avión es el medio de transporte más seguro que existe. El avión es el medio de transporte más seguro que existe.

Cojo la mano de mi padre con fuerza y aguanto la respiración, además de las lágrimas. Y de un momento a otro nos perdemos en la inmensidad del cielo azul. Expulso el aire que me quedaba en los pulmones y vuelvo a respirar. Ya ha pasado lo peor. Miro y aprecio el paisaje precioso que se extiende a mis pies mientras me coloco los auriculares y reproduzco algunas de mis canciones favoritas. Todo es más bonito desde arriba. Mi padre conversa con mi madre que está en otra fila y mi hermana se introduce dentro de una película de dibujos animados. Miro la hora. Ha pasado más tiempo del que creía. Miro por la ventanilla y las nubes me impiden ver lo que hay debajo. Parecen de algodón y... El avión tiembla. Y se escucha un estruendoso ruido. Abro los ojos en exceso asustada.

—Serán turbulencias —dice mi padre intentando tranquilizarme.

Las luces que indican que abrochemos el cinturón de seguridad se encienden y parpadean desesperadamente. Yo ya lo llevo abrochado así que me limito a quedarme muy quieta y mirar por la ventana. El avión vuelve a temblar esta vez más fuerte y se escucha otro ruido. Puedo ver perfectamente como del motor sale una llamarada de fuego. Chillo. Y entonces el avión comienza a caer en picado mientras mi vida pasa ante mis ojos en un segundo. Todo ha acabado. No puede acabar aquí. Aún no. Por favor, por favor. Me limito a pensar en el breve espacio de tiempo en el que el avión se acerca hasta el suelo a una velocidad vertiginosa. Me encojo sobre mí misma, soy un ovillo y cierro los ojos, apretándolos, igual que los puños y los pies. No respiro. Solo siento como nos avecinamos hasta el suelo y como comenzamos a arder. Mientras empieza el caos.

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