🥀; O4
Tuvieron reuniones el resto del día y, por la tarde, Jungkook acompañó a un empresario de Dubái y su gente a una visita guiada por doce hoteles de la ciudad de Seúl.
Había dejado a Jimin en la oficina haciendo informes, copiando, editando, comprobando el correo.
Jungkook era el primero en reconocer que jeongyeon era estupenda. Conocía bien su trabajo, era increíblemente eficiente, indispensable, de hecho, y sería un desastre perderla. Pero también debía admitir que tras el escritorio pasaba desapercibida. Al contrario que Jimin, independientemente de que sea un doncel y no una mujer como jeongyeon.
Cuando volvió a la oficina casi podía oler esa fragancia suya, tan fresca, que había estado en su cabeza durante todo el día, haciendo que perdiese la concentración.
En lugar de centrarse en convencer a Richard Patrikzon para que transformase un viejo hotel en un pedazo de paraíso, Jungkook había estado visualizando a Jimin sobre él en el sillón de la oficina, su piel cubierta por una fina capa de sudor, mientras lo montaba una y otra vez...
Por suerte, el señor Richard había estado de acuerdo con sus sugerencias para las reformas, pero podría haber sido al revés, y eso lo preocupaba. Él jamás había dejado que una persona que no fue su familia lo hiciese olvidar el trabajo, lo que reforzaba su convicción de que solo un idiota mantenía relaciones con sus empleados.
De modo que cuando entró en la oficina hizo un esfuerzo para no mirar a Jimin.
–¿Puedes terminar esos informes en media hora, por favor?
Luego, suspirando, se dejó caer sobre el sillón. jeongyeon volvería al día siguiente, y a partir de entonces podría relajarse y conocerlo mejor.
Mientras tanto, desde allí no podía ver a Jimin, pero sí podía oírlo moverse por el despacho, abriendo y cerrando cajones.
Unos minutos después, un ruido en la puerta hizo que levantase la cabeza del ordenador.
–Suzy, no te esperaba... —Ella enarcó las cejas.
–Pareces sorprendido. ¿A quién esperabas? –le preguntó, dejando una bolsa de comida china sobre el escritorio–. Sabía que ibas a trabajar hasta muy tarde, así que te he traído arroz frito y pollo. Te quiero y me gusta cuidar de ti hermanito. – susurro de forma cute siendo ignorada.
Jungkook se preguntó si habría llevado suficiente para dos personas.
–Gracias, Suzy. Es un detalle por tu parte y te lo agradezco, pero esta noche no trabajo solo. – dijo mientras tanteaba si alcanzaría para Jimin.
–¿No dijiste que jeongyeon estaba de baja? ¿Ese guapo chico de aspecto tierno y de piernas largas es el sustituto de jeongyeon? –preguntó suzy mirando en dirección a Jimin–. Ahora entiendo lo de trabajar hasta tan tarde. – lo miro con una sonrisa picarona haciendo muecas que avergonzaron a Jungkook.
–No, Suzy –Jungkook se levantó del sillón para sacar una carpeta del maletín–. No es eso.
–Ya –murmuró suzy, burlona, poniéndose de puntillas para darle un beso–. No trabajes demasiado –añadió luego, en voz baja.
Jimin se detuvo en la puerta del despacho, con una taza de café en cada mano. Al ver a la bajita, pero preciosa, chica de pelo negro dándole un beso a Jungkook, se le encogió el estómago.
De modo que el flirteo telefónico no había sido cosa de su imaginación...
Mientras veía a la pelinegra volverse hacia la puerta, Jimin apretó los labios. Debía tener ocho años menos que Jungkook.
¿Y Jimin podía tirar la primera piedra? ¿No había sido él también siente años más joven que Eunwoo? Tan joven, demasiado como para entender los peligros de enamorarse del hombre equivocado. Lo único que quería era escapar, sentirse seguro, estar con alguien que lo quisiera, importarle a alguien. Pero había ido de un desastre a otro.
Antes de que pudiese analizar esa reacción, la chica esbozó una sonrisa.
–Hola –la saludó, sus ojos de color aguamarina brillaban de femenina curiosidad.
–Lo siento –murmuró–. Volveré más tarde.
Jungkook levantó la mirada.
–No, no, entra, por favor. Suzy, te presento a Jimin, el sustituto de jeongyeon.
Jimi. dejó los cafés sobre la mesa para estrecharle la mano.
–Encantado. – respondió ya mas calmado de que ella era la hermana que Jungkook había mencionado.
–Suzy ha traído arroz chino.
–Muy amable –ridículamente aliviado por segunda vez ese día y sonrió–. Encantado de conocerte.
–Lo mismo digo –replicó la joven–. Bueno, los dejo para que hagan lo que tengan que hacer. Dile a Jungkook que te lleve a casa algún día, la casa es un cementerio con solo Jungkook ahí.
–Sí... bueno, adiós – Jimin tuvo que tragar saliva, nervioso. ¿Era una especie de conspiración? Podría haberle dicho que solo estaba allí ocupando el sitio de jeongyeon durante unos días, que no estaba saliendo con su hermano y, por lo tanto, no había ninguna razón para ir a su casa–. En fin, voy a buscar esos informes...
Una vez fuera del despacho intentó llevar oxígeno a los pulmones.
Que Jungkook viviese con su hermana le sorprendía. Había pensado que un hombre como él viviría solo, sin una hermana pequeña a su lado, aunque Suzy fuese prácticamente una adulta.
Un hombre como Jeon Jungkook debía tener a las mujeres comiendo de su mano...
Jeongyeon siempre decía que su ética profesional era legendaria, y él ahora era su empleado, se recordó a sí mismo, de modo que cualquier cosa remotamente sexual estaba fuera de la cuestión. Desde que llegó a la oficina se había mostrado serio y apenas se había fijado en él más que para darle trabajo.
Satisfecho, y aliviado, tomó los informes y se dio la vuelta... Para encontrar a Jungkook mirándolo desde la puerta.
Y no parecía estar pensando en el trabajo.
El sol empezaba a ponerse, y los últimos rayos iluminaban la bronceada piel masculina. Jimin apretó los papeles que llevaba en la mano para contener el deseo de tocarlo y averiguar si era tan cálido y firme como parecía.
Como en su sueño.
Si no hubiera soñado con él no estaría teniendo esos pensamientos tan inapropiados. Jimin se enorgullecía de ser un profesional y que no miraba a sus jefes como si quisiera besarlos...
Probablemente estaba esperando que le explicase por qué había tardado tanto.
–Me encantan los atardeceres, ¿a ti no? –murmuró, apretando los documentos contra su pecho como si fueran un escudo.
–Sí, especialmente cuando se disfrutan en buena compañía –respondió él, sin dejar de mirarlo.
–Bueno, ¿quieres que empecemos?
Jungkook dio un paso adelante y no se detuvo hasta que estuvo a un centímetro de Jimin. Y Jimin vio algo que no había notado antes: sus ojos color café, estaban rodeados de un círculo azul y brillaban ¿era un brillo de especulación, de atracción?
Jimin tembló, entre el deseo y el miedo, cuando Jungkook alargó una mano para quitarle los informes.
–¿Qué tal si tomamos ese café antes de que se enfríe? –susurró Jungkook con una voz sensual.
Pasándose una mano por los brazos helados, Jimin murmuró:
–Espero que te guste el café con leche. Le he preguntado a Mine y me ha dicho que creía que sí.
Jungkook asintió con la cabeza.
–En este momento agradezco cualquier cosa con cafeína.
Jimin lo siguió al interior del despacho y se sentó frente a él.
–¿Suzy también está interesada en los negocios? –preguntó Jimin para relajar sus hormonas y de paso acabar con el silencio.
–Si es así, se lo guarda para sí misma. Está estudiando diseño, y para ella lo más importante es el color y la inspiración. Tiene mucho talento – Jungkook sonrió.
–Tus padres deben de estar muy orgullosos de ustedes. –comento con alegría.
–Nuestros padres han muerto.
La frialdad con la que lo dijo lo dejó helado.
–Ah, vaya, lo siento. – se disculpó regañándose mentalmente, lo había vuelto a joder.
Bajo esa supuesta falta de emoción, en sus ojos había un brillo de pena y rabia que, estaba claro, no quería compartir con él.
Jungkook se llevó la taza a los labios.
–Fue hace mucho tiempo.
Debería dejar el tema, pero quería saber algo más de aquel hombre que, evidentemente, había sido más que un hermano para Yoongi y Suzy.
–¿Fue un accidente? –preguntó con sumo cuidado.
Jungkook negó con la cabeza.
–Mi madre murió dos semanas después de que naciera Suzy, que cumplirá dieciocho años en tres semanas. Mi padre murió mientras conducía borracho hace doce años –su tono se volvió brusco–. Y si no nos comemos el arroz ahora mismo el olor nos va a distraer. Podemos compartirlo mientras comprobamos los informes. – cambio de tema drásticamente, pero no le sorprendió a Jimin, él lo haría también si le pidiesen compartir su infancia con un desconocido.
–Muy bien.
Tomaron sus cafés y compartieron el arroz mientras hablaban del trabajo. JungKook incluso le pidió su opinión sobre un par de proyectos importantes.
Trabajar como asistente temporal no era muy satisfactorio, pero gracias a Jungkook sentía como si estuviera haciendo una contribución. Él lo hacía sentirse valorado.
–Será mejor que nos vayamos a casa –dijo Jungkook unos minutos después.
–¿Tan pronto? – Jimin se dio cuenta entonces de que se había hecho de noche.
–Son más de las ocho. Puedes irte, yo me encargo de todo a partir de ahora.
Jimin miró su reloj, incrédulo de lo que veía.
–El tiempo vuela, desde luego. – comentó moviendo la cabeza al sentir el cansancio del día.
–Gracias por tu ayuda estos días – Jungkook sonrió con genuina simpatía.
Ay, era guapísimo. Y no solo eso. ¿Cuántos de sus jefes le habían dado las gracias por su trabajo?
–De nada. Ha sido un placer.
Los ojos se le oscurecieron.
Unas campanitas de alarma hacían eco en la parte de su cerebro que no estaba concentrado en el placer que, sin duda, él podría darle. Tenía que marcharse. De inmediato, antes de que ocurriese algo que lo cambiase todo.
–Si no me necesitas para nada más, me voy.
Jimin salió del despacho y tomó el bolso de su escritorio. Aparte de la luz del despacho de Jungkook y las luces de seguridad, toda la planta estaba en penumbra.
Jungkook no había dicho «buenas noches». ¿Qué significaba eso?
Nervioso, aceleró el paso hacia el vestíbulo, haciendo un esfuerzo para no correr. Estaba sin aliento cuando pulsó el botón del ascensor.
–Espera, Jimin. ¿Dónde has aparcado el coche? Te acompaño. A veces el aparcamiento está muy oscuro. – se escucho la voz gruesa y sensual de Jungkook detrás de él.
Jimin miró el panel de botones, pensando que el ascensor subía con exasperante lentitud.
–He aparcado al lado de tu coche, y seguro que hay luz no es necesario. – respondió sin mirarlo.
–Supongo que sí, pero prefiero asegurarme.
Las puertas del ascensor se abrieron en ese momento, y Jimin entró a toda velocidad, pero Jungkook entró tras él. Las puertas se cerraron y, en esa intimidad, sus ojos se encontraron de nuevo.
Jimin dio un paso atrás, pero la mirada de Jungkook seguía clavada en la suya y se dio cuenta de que ya no era el sueño de la noche anterior. La promesa de placer que había en el brillo de esos ojos cafe era real y tendría consecuencias.
Pero Jimin no estaba interesado en un hombre, a menos que ese hombre se esfumase al despertar. Y, sin embargo, esa ardiente mirada parecía quitarle no solo la ropa, sino la razón.
La piel le ardía bajo la blusa, la sangre parecía fluirle lentamente por las venas, y lo deseaba con todas las fibras de su ser.
Una estupidez.
Cerró los ojos para controlarse, pero no sirvió de nada, porque sus sentidos estaban totalmente concentrados en Jungkook. Casi podía oírlo respirar. Peor, casi podía oírlo pensar.
–Jimin...
Sus ojos se clavaron en los de Jungkook como si tuviera un imán.
–¿Has pulsado el botón? –le preguntó, sin aliento–. ¿Por qué no se mueve el ascensor?
¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¿Estaban atrapados en el ascensor?
–No tendrás claustrofobia, ¿verdad? –bromeó él, apoyando un codo en la pared.
No, no estaban atrapados, y el ascensor funcionaba perfectamente.
–No lo creo –respondió. Aunque las paredes parecían estar cerrándose a su alrededor. O tal vez era la estatura de Jungkook, la anchura de sus hombros. Jimin tuvo que respirar profundamente, pero no parecía capaz de llenarse los pulmones de oxígeno.
–Mejor, porque la jornada laboral ha terminado. De hecho, tu trabajo en JEON COMPANY ha terminado.
Jimin asintió con la cabeza. Sí, había terminado. Estupendo.
–Así que ha llegado la hora de confesar que he estado pensando en ti todo el día.
El corazón a Jimin se le detuvo durante una décima de segundo para después lanzarse a un loco galope. ¿Quería decir que había estado pensando en él o en ese maldito diario esperando que se vaya?
–¿En mí? Si ni siquiera me conoces. –respondió a la defensiva.
–Pero me gustaría conocerte.
–Pues entonces, lo primero que debes saber es que no suelo relacionarme con mis jefes. – se felicitó a si mismo por lograr articular esas palabras.
–Tampoco yo con mis empleados. Pero esto... lo que sea, es la primera vez para mí – Jungkook se acercó un poco más–. Ya te he dicho que tu trabajo aquí terminó hace cinco minutos, ¿no? Ya no eres mi empleado y yo no soy tu jefe.
El cálido aroma de su piel hizo que Jimin contuviese el aliento.
–Sí –consiguió decir–. Pero...
–Nada de peros –la interrumpió él–. Me siento atraído por ti y la atracción es mutua, no lo niegues. Me he estado preguntando...
Jimin sintió que le ardía la cara.
–¿Qué?
–Cómo sería tocarte el cabello húmedo.
Jimin no podía moverse mientras Jungkook le tocaba el cabello que le llegaba casi al hombro. No sabía qué había hecho con él, pero sintió el roce de sus dedos en la nuca y tuvo que contener el deseo de arquearse hacia esa mano y suspirar de placer.
Podía sentir su aliento en la cara cuando se inclinó un poco. Y no había error posible, el brillo de sus ojos era un brillo de deseo.
Aquello no debería pasar, Jeon Jungkook era su jefe. Jimin intentó apartar la mirada.
–Debería irme... –murmuró, buscando el panel de botones, pero al hacerlo su mano entró en contacto con un torso ancho, duro y musculoso. Estaba atrapado.
Jungkook seguía teniendo un brazo apoyado en la pared del ascensor mientras con la otra mano jugaba con su pelo. No estaba reteniéndolo y Jimin, furioso consigo mismo, no encontraba fuerza de voluntad para apartarse. ¿No veía dónde iba aquello?
Sí, lo veía, ese era el problema. Y él lo sabía.
–Tú también has estado pensando en mí – Jungkook le apretó la mano.
–No. – negó automáticamente sintiendo como un temblor recorría su cuerpo al recordar sus sueños.
Él le acarició los nudillos con el pulgar.
–Admítelo, conejito.
Jimin intentó apartarse de nuevo, pero sin mucha intención. La mirada de Jungkook sostenía la suya mientras levantaba una mano hacia su pecho. El corazón de Jimin se volvió loco.
–Llevas todo el día preguntándote cómo sería nuestro primer beso –siguió él, con ese tono seductor–. Cómo y dónde... –añadió, deslizando la punta de la lengua por su labio inferior.
Jimin abrió la boca sin darse cuenta. Era turbador lo fácil que le había resultado seducirlo, pero dejó de analizar la situación para, sencillamente, disfrutar del encuentro.
Jungkook emitió un gemido ronco que parecía salirle de lo más hondo del pecho. El calor de sus manos en la espalda le recordaba el sueño, y cuando la dura prueba de su deseo le rozó la entrepierna, perdió la cabeza.
Jimin se puso de puntillas para besarlo, echándole los brazos al cuello y olvidando por un momento que era su jefe. Quería más. Más calor, más sabor, sentir ese cuerpo duro contra el suyo. Un beso con el que soñar...
¿O un sueño con el que se forjaba un beso?
No, no, no. Jimin no necesitaba esa complicación. Tenía que concentrarse en sus objetivos, en su viaje. Ni nada ni nadie iban a hacer que perdiese el rumbo, de modo que hizo un último esfuerzo.
–Tengo que irme –murmuró, apartándose para pulsar el botón.
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