🥀; O3
—La reunión de las diez ha sido cancelada—le informó Jimin mientras subían al coche.
Jimin estaba muerto de hambre. No había tenido tiempo para desayunar.
—En ese caso, me gustaría parar un momento antes de a la oficina. —Informó Jungkook.
Jimin había esperado quedarse solo. No estar cerca de él, respirando el aroma de su colonia, escuchando su voz y preguntándose...
El miedo a que Jungkook había leído su diario estaba matándolo lenta y dolorosamente. Al menos si lo supiera con seguridad podría lidiar con ello de algún modo, pero no iba a arriesgarse a preguntar.
Mientras observaba a Jungkook cerrar la puerta del coche se recordó a sí mismo que en unas semanas sería tan libre como las gaviotas que surcaban en ese momento el mar y el cielo.
—¿Te apetece comer pescado con patatas fritas? —Le preguntó él, quitándose la chaqueta.
—Solo son las nueve y veinte de la mañana. — reprochó arrugando un poco el entrecejo, logrando la apariencia de un tierno conejito.
—¿Te gusta el pescado con patatas fritas? No estoy hablando de comida basura, sino de patatas recién hechas, crujientes por fuera y blandas por dentro, envueltas en papel de cera.—Siguió hablando Jungkook con una sonrisa en el rostro.
—Sí, pero...
—Entonces, olvídate de la oficina y del jefe durante una hora. Conozco un restaurante que abre muy temprano. Y sirven café, si necesitas un chute de cafeína. —Animó Jungkook con despreocupación.
¿Olvidarse de la oficina? Apenas había trabajado durante una hora, y olvidar que era su jefe sería imposible pensar a Jimin. Además, ¿pescado con patatas fritas a las nueve de la mañana?
¿Era aquel hombre relajado y sonriente el mismo hombre que, según Jeongyeon, estaba obsesionado por el trabajo?
—Muy bien —dijo por fin, cegado por aquel rostro griego que hacía que se le doblasen las rodillas.
Poco después pasaron frente a una panadería, con su delicioso aroma a pan y bollos recién hechos. Jimin aminoró el paso para mirar el escaparate, y cuando Jungkook puso una mano sobre su hombro dio un respingo. La presión de sus dedos en la clavícula le había provocado una especie de descarga eléctrica.
—Merecerá la pena, ya lo verás —dijo él, su voz más dulce que el pastel de chocolate del escaparate.
—¿Es una promesa?
¿Por qué había preguntado eso? Estaban hablando de comida, ¿no?
La expresión de Jungkook no revelaba nada, pero los ojos se le oscurecido.
—Me lo dirás después. —sonrió ladinamente observando por unos segundos los labios rosados de Jimin.
—De acuerdo. —Respondió sonrojado levemente.
Jungkook seguía tocándolo y seguía temblando. Nervioso, se colocó el bolso en el hombro y siguió caminando, pero Jungkook estaba tan cerca que sus brazos se rozaban, la deliciosa fricción del algodón y el suave vello masculino hacía que se le pusiera la piel de gallina.
Un momento después él se detuvo frente a una tienda con osos de peluche y preciosos vestiditos infantiles en el escaparate.
—Ven, ayúdame a elegir un regalo para mi sobrina. Treinta segundos, te lo prometo. —Lo tomó de la mano para entrar a la tienda—. ¿Qué opinas, un osito o un canguro de peluche? —Preguntó tomando uno y mostrándoselo.
Jimin estaba mirando un pato con estampado de rosas y gorrito a juego. Anhelando...No había vuelto a entrar en una tienda de bebés desde hace tiempo, y sintió un escalofrío familiar.
—No sé mucho de bebés —murmuró—. Elige todo tú, te espero aquí. —Jimin intentó sonreír mientras buscaba las gafas de sol en el bolso y, esperando que no se diera cuenta, dijo unos metros más adelante.
—¿Ese es el restaurante del que hablabas?—Intentó cambiar de tema.
—Si.
—Entonces, te espero allí. —Habló tomando un bocado de aire.
Un pie delante de otro, se decía a sí mismo. Pero le sudaban las manos. De todas las tiendas que podría haber elegido, tenía que ser precisamente una de bebés.
Lo había pillado desprevenido. Durante los últimos cuatro años había sido fácil evitar esa trampa. Jimin era soltero y, por el momento, no tenía intención de tener un bebe o jugar a las familias. Y solo pensaba en su viaje a Europa. Pero la próxima vez estaría preparado...¿La próxima vez?
Después de aquel día, no debería volver a ver a Jeon Jungkook.
No había caminado más que unos metros cuando él llegó a su lado.
—Oye...
Jungkook se había quedado inmóvil, como si intuyese algo raro, y Jimin se sintió culpable.
—Es tu hermana, entiendo que tienes que comprarle algo. —Trató de sonreír y mejorar el momento.
—No importa, lo haré más tarde — Jungkook siguió adelante y empujó la puerta de cristal del restaurante— Buongiorno, Mingyu.
—Buongiorno —respondió un hombre alto y musculoso, sonriendo como si Jungkook fuera un amigo de toda la vida—. No esperaba verte hoy por aquí.
—Tenía una hora libre.
—Y no has venido solo. —dijo sonriendo mientras veía a Jimin.
—Mingyu, te presento a Jimin, mi ayudante. Queremos el mejor pescado con patatas fritas, amigo mío. Y un capuchino para mi trabajador colega.
—Encantado de conocerte, Jimin —Mingyu le hizo un guiño mientras echaba las patatas en la freidora—. Si este hombre no te trata bien, tengo un hermano soltero más guapo que Jungkook.
Riendo, Jimin se colocó las gafas de sol en la cabeza.
—Lo tendré en cuenta. —Respondió algo tímido.
—Tiene un restaurante estupendo, además. Dile a Jungkook que te lleve a cenar allí una noche.
—No creo que sea buena idea —se apresuró a decir Jimin.
El hombre enarcó una oscura ceja.
—¿Por qué no?—Le preguntó, con un brillo travieso en los ojos.
—Porque solo soy un empleado, no estamos saliendo — respondió Jimin, nervioso.
¿Por qué había tenido que decir eso? Seguramente Mingyu se refería a una cena de trabajo.
—No le hagas caso, Jimin —dijo Jungkook, burlón—. Por cierto, ¿has hablado de números con Wonwoo.?
Afortunadamente para Jimin, Jungkook parecía haber olvidado de su presencia y, con intención de darles un poco de intimidad y que hablaban de negocios, se envió una mesa y empezó a ojear una revista femenina.
Cualquier cosa para no mirar a Jungkook. O más bien para no admirar cómo los pantalones se le ajustaban al firme trasero y al bulto de su entrepierna...
Jimin hizo un esfuerzo para concentrarse en el último divorcio de una famosa actriz.
Sus ojos estaban pegados a la página de la revista, pero su cerebro no dejaba de dar vueltas. La familiaridad entre los dos hombres era evidente. Jungkook no se había tomado una hora libre solo para olvidarse de la oficina y entretenerlo, sino para hablar con Mingyu.
—Tómate el café —la voz de Jungkook interrumpió sus pensamientos—. Luego iremos a dar un paseo por la playa.
Unos minutos después se sentaban en un banco, frente al mar. El sonido de las olas vibraba en el aire y las gaviotas sobrevolaban el agua. Jimin tomó una patata, la partió y se metió un pedazo en la boca.
—Tenías razón, están riquísimas.
—Hacía tiempo que no venía por aquí —dijo Jungkook.
—Mejor para ti. Sal, grasa, calorías...esto es demasiado bueno.
—Uno nunca se cansa de lo bueno, Jimin—bromeó él.
Lo había dicho en voz baja, como si estaba hablando de sexo.
Jimin tomó otra patata y cerró los ojos para saborearla. Si no podía tener sexo, al menos podía comer.
—Esa es tu opinión.
—Una cosa buena solo es buena el tiempo que la disfrutas.
Wonwoo pensaba lo mismo, recordó Jimin mientras tomaba un trago de café que le supo amargo.
—¿Y luego qué? ¿Lo descartas cuando encuentras algo que te apetece más?
—Si ya no me gusta, desde luego. —Respondió con despreocupación Jungkook.
Jimin apretó el vaso de plástico. —A mí me parece muy egoísta.
Jungkook rió.
—Seguramente lo sea. ¿Y por qué no? Mientras no le hagas daño a nadie...
Tal vez no incluya las relaciones sentimentales en su filosofía particular. Parecía importarle la gente. Seguramente era una buena persona, además de millonario, guapísimo e interesante.
Algo brillaba en sus ojos café, y el corazón a Jimin le dio un vuelco. ¿También sabía leer el pensamiento?
—¿Y tú lista de cosas favoritas? ¿De qué no te cansas nunca, Jimin?
—Dinero —respondió—. E independencia.
—Eso suena un poco triste y solitario.
—¿Por qué?—Replicó Jimin, molesto—. Tú no pareces solitario ni triste. Te has marcado unos objetivos en la vida y parece que has tenido éxito, así que no digas que el éxito y dinero no te hace feliz.
—Imagino que hablas del éxito económico. Y sí, es cierto, me hace feliz, pero eso no significa que no haya tenido decepciones.
Sin saber cómo respondedor, Jimin tomó otra patata. Todo el mundo sufría decepciones en la vida. La cuestión era cómo lidiar con ellas.
Jungkook daba la impresión de ser lo bastante poderoso como para conseguir todo lo que quisiera, pero Jimin no sabía nada de su pasado o los obstáculos que había tenido que superar para llegar donde estaba.
—Imagino que entre el dinero y la independencia también habrá sitio para formar una familia —dijo Jungkook entonces.
Unos años antes de la respuesta de Jimin hubiera sido afirmativa. A pesar del trauma emocional que había experimentado de niño con una familia alcohólica y violenta, siempre había creído que su futuro sería diferente. Pero después de su matrimonio...
Por segunda vez en menos de una hora recordó que su cuerpo lo había decepcionado en el tema de la procreación. Lo cual era irrelevante, ya que no tenía intención de volver a casarse.
Sin embargo, la decepción había sido tan grande, tan dolorosa.
—No, yo no —murmuró, mirando el mar—. ¿Para qué atarse con hijos cuando puedes viajar por todo el mundo, hacer lo que quieras y vivir la vida como te parezca? — su cerebro reformulo sus palabras y aunque le dolía en lo que se estaba convirtiendo tuvo que admitirlo—, creo que esto es más egoísta que lo tuyo pero sí soy egoísta, lo admito.
Jungkook lo estudió, en silencio. No podría decir si estaba siendo sincero o irónico, porque tenía los ojos ocultos tras las gafas de sol.
—Me alegro por ti —murmuró Jungkook, aplastando la bolsa de papel—. Me gusta la gente que no teme decir lo que piensa.
¿Y por qué no iba a ser cierto? Pensó Jungkook, Jimin mismo admitía ser egoísta. Sin embargo, tenía la impresión de que no estaba contándole toda la verdad—. Bueno, es hora de irnos. —habló para acabar con el aire denso.
Mingyu tenía razón: Jimin era un joven guapísimo, tierno y excitante. Y él no era capaz de quitárselo de la cabeza. Guapo, soltero, viviendo el momento...
Jake era igual, pensó, con su belleza sensual y su estilo de vida bohemio. Se había creído enamorado de él y le había pedido que se casara con él.
Pero Jake se negó a aceptar a Suzy, que entonces tenía doce años, como parte del trato. Y como lo más importante en la vida de Jungkook era el bienestar de su hermana pequeña, tuvo que decirle adiós.
Después de reunir las piezas rotas de su corazón, se dio cuenta de que en realidad no habría habido futuro para ellos.
Jimin no buscaba una relación estable, él misma lo había dejado claro. Iba a marcharse del país, de modo que no podría haber nada serio entre ellos. Y él nunca tendría nada serio con una persona que no quisiera tener hijos. No estaba buscando casarse inmediatamente, pero cuando sentase la cabeza lo haría con una persona que tuviese los mismos valores que él. Quería una vida de compromiso, una familia. Pero Jimin no quería nada de eso.
Una aventura le sentaría bien. Estupendamente. Tendría que seducirlo, tentarlo con aquello que tanto parecía desear: sus fantasías íntimas.
Jungkook esbozó una sonrisa.
¿Y quién conocía sus deseos mejor que él? ¿Quién mejor que él para hacer realidad sus fantasías?
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