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🥀; O2

—Sí, yo...—consiguió decir, tartamudeando—. Soy Jimin, Park Jimin. —se presentó con mucho nerviosismo, pero eso no impidió que sus ojos observasen a tal semental que tenía enfrente.

Era guapísimo, desde el pelo oscuro con las puntas un poco más claras por el sol; la mandíbula recién afeitada, lo bastante fuerte como para romper piedras; a la planchada camisa blanca; la corbata gris y ese aroma a sándalo y jabón.

Jimin no se atrevía a mirar más abajo.

Era la clase de hombre que hacía olvidar hasta tu propio nombre porque uno estaba ocupado intentando respirar. Jimin hizo un esfuerzo por ordenar sus pensamientos.

—Buenos días, señor Jungkook. Estaba... solo...he abierto su agenda para que la tuviese a mano —consiguió decir. Luego, como si no hubiera entrado en su correo unos minutos antes sin que él lo supiera, le ofreció la mano.

Y, por una vez, agradeció su metro setenta y cuatro, aunque no fuera suficiente, porque aquel hombre debía medir al menos metro noventa.

—Estoy deseando trabajar con usted. — fingió un falso entusiasmo.

Cuando le tomó la mano sintió un escalofrío y tuvo que hacer un esfuerzo para no pensar en cómo había acariciado sus pechos en sueños la noche anterior.

Porque estaba seguro de que aquel era el hombre que siempre acompañaba sus fantasías más eróticas.

Y eso era horrible. Jimin no quería que su amante imaginario apareciese en su vida profesional, pues necesitaba el trabajo. ¿Cómo iba a tratar con Jeon Jungkook sin recordar cómo había sido hacer el amor con él? Y, sobre todo, ¿cómo iba a disimular?

Al menos él no sabía nada o de lo contrario se encontraría en un grave problema.

Cuando dejó de divagar en sus pensamientos notó que Jungkook estaba sonriendo, pero sus ojos...había muchas cosas escondidas tras esos ojos cafes.

—Llámame solo Jungkook —dijo, sin soltarle la mano—. Aquí el trato es muy informal y se te ayudará a estar en más confianza.

Jimin recuperó su temblorosa mano.

—Muy bien, Jungkook—murmuró, apretando los labios.

El sentimiento de culpa hizo que se pusiera colorado. Contra su voluntad, miró la pantalla del ordenador para comprobar que el correo no había vuelto a aparecer de repente. Y cuando volvió a mirarlo a él, Jungkook estaba estudiándolo con la misma expresión inescrutable.

—Siento no haberte saludado ayer, pero tuve que irme a toda prisa. Mi hermana se puso de parto y su marido no podía llegar a tiempo al hospital. Supongo que Minne, la recepcionista, te ha explicado todo lo que hay que hacer.

—Sí, claro — Jimin le perdonó por el día anterior. ¿Cuántos hombres corrían al hospital por el parto de su hermana? Su hermano no se había puesto en contacto con él desde que escapó del infierno que era su casa para irse a Nueva Zelanda años atrás.

—¿Ha ido todo bien? —Le preguntó, aliviado al poder pensar en algo que no fue el maldito correo, y la tensión sexual que de repente parecía ahogar el ambiente—. ¿Qué ha tenido, un niño o una niña? —preguntó con entusiasmo.

Jungkook sonrió y ¡AY! tenía una sonrisa encantadora que le formaba una arruguita en la mejilla izquierda.

—Todo ha ido fenomenal—respondió. Si él era el padre no podría estar más contento—. Es una niña, Soyeon, y pesa tres kilos y medio.

—Qué nombre tan bonito—Jimin hizo una pausa—. Así que supongo que anoche estuviste ocupado celebrándolo.

Demasiado ocupado como para abrir su correo, ¡SÍ!, o eso esperaba para mantener su intimidad y dignidad intacta.

Jungkook lo miró de forma desconcertante, como si pudiera leer sus pensamientos. Como si supiera lo que había estado haciendo la noche anterior, con él. Y Jimin se puso colorado.

—Suzy y yo tomamos una copa de champán.— mencionó neutral agarrado un bolígrafo ya la vez esperando la reacción de Jimin.

¿Suzy? La mente de Jimin no pude dejar de pensar en eso, de modo que Jungkook tenía novia, pensó Jimin y sintió como si la hubieran pinchado y estaba desinflándose. Jeongyeon no le había contado nada de eso. Le había dicho que Jeon Jungkook no tenía tiempo para relaciones, que su familia era lo más importante para él y que las mujeres eran lo último en su lista, aunque suponía que no era homosexual del todo, era bisexual, pero le tenía más amor al trabajo.

De inmediato, se recordó a sí mismo que eso no era cosa suya. De hecho, mejor. Tampoco él tenía tiempo para hombres y, además, se iría de Europa en tres semanas y cinco días, de modo que levantó la barra para mostrar una confianza que no sintió en absoluto.

—No quiero interrumpirte. Sé que tienes una cita a las ocho en Gamgnam.

—No hay prisa—dijo él, con esa voz de terciopelo que lo sorprendió y lo atraía a la vez, dejándose caer en el sillón.

Jimin contuvo el aliento mientras veía esos largos y gruesos dedos posarse en el teclado del ordenador.

Recordaba esos hábiles dedos en su piel y tuvo que sacudir discretamente la cabeza para librarse de la fantasía. Era más importante saber cuánto tiempo había estado observando desde la puerta de su despacho y qué había visto.

Cuando cerró la agenda para abrir su correo se le paró el corazón.

—No quiero perderme nada importante— Jungkook lo miró de soslayo.

Jimin sintió que le ardía la cara y de manera inconsciente se llevó una mano al primer botón de la camisa— Bueno, te dejo con tus cosas mmm. —Dijo dando un paso atrás.

No, no, se recordó a sí mismo, lo había borrado también de la papelera. No iba a pasar nada, debería estar tranquilo, si eso, tranquilo...

—¿Qué es esto?—Le preguntó Jungkook entonces, acercándose a la pantalla. Y a Jimin se le puso el corazón en la garganta otra vez— Imagino que es tuyo. —cuestionó arqueando la ceja.

—Yo...puedo explicártelo te lo juro, e-es algo— su voz sonó entrecortada mientras buscaba una buena forma de escusarse.

—No hace falta —Jungkook se echó hacia atrás en la silla con una sonrisa en los labios—. Se lo dejé a Jeongyeon, pero veo que tú lo has terminado. Todo parece estar en orden, así que puedes enviar el correo ahora mismo.

El informe KDE. Jimin suspiró.

—Me pondré con ello ahora mismo. — respondió con mas calma y sonriente.

—Puedes hacerlo esta tarde — Jungkook volvió a mirar la pantalla—. Hoy no hay nada que no pueda esperar. —se remojó los labios lanzándole una mirada picara.

Cuando se levantó, Jimin volvió a contener un suspiro. Tenía las piernas como de gelatina, tenía que escapar de allí para calmarse un poco, pero antes de que pudiese hacerlo él abrió su maletín y empezó a sacar papeles.

—Ya que pareces tan entusiasmado por empezar, me gustaría que vinieras conmigo a Gamgnam.

—¿Yo? Pero...

—¿Algún problema?

La regla de oro de los empleados temporales era no irritar al jefe por muy corta que era su estancia en la oficina.

—No, en absoluto. Ningún problema. — asintió.

—Me alegro.

Jungkook lo miraba tan directa, tan intensamente, que sintió como si estuviera desnudándolo con esos ojos como rayos láser.

—Le dejaré una nota a Minie. — señaló la entrada algo cohibido de ser el centro de atención.

—Muy bien — Jungkook miró el reloj con el ceño fruncido—. No, será mejor que la llames desde el coche. Llévate el portátil de Jeongyeon para ir familiarizándote con el proyecto antes de llegar allí. Si quieres un café...no, olvídalo, no tenemos tiempo, vámonos. —cerró el maletín listo para salir del despacho.

—Muy bien. —Asintió Jimin.

Ese era el Jeon Jungkook del que jeongyeon hablaba tanto, del que se quejaba tanto, en realidad.

—Nos vemos abajo en dos minutos. — demandó Jungkook y salió del despacho, dejando la fragancia de su colonia en el aire.

Jungkook tiró el maletín y la chaqueta en el asiento trasero de su BMW descapotable y dejó escapar un suspiro mientras se remangaba la camisa. Al contrario de la imagen que se había creado de Jimin, un joven coqueto, bien dotado y alto, había resultado ser algo delgado, pero con unas piernas y un culito de infarto. Además, era discreto con una carita angelical que solo derrochaba pureza, quien creería que ese joven escribía ese tipo de fantasías sucias, su pelo era suave, liso y brillante.

No le había pasado desapercibido el aroma de su colonia cuando se levantó de un salto del sillón. No era un perfume caro y exótico, sino suave, ligero y alegre, como fruta fresca en verano.

Pero lo único que había podido ver cuando lo miró a los ojos fue la turbadora imagen de él tirado en su cama, con una sonrisa en los labios y un tanga de piel de serpiente colgando de un dedo. Había tenido que hacer un considerable esfuerzo para no abrazarlo y averiguar si la realidad era tan excitante como la fantasía que él había descrito y descubrir también si sus gemidos eran como los describía.

Jimin en la mañana había borrado el correo, por supuesto.

Estaba nervioso y, por su rubor, era evidente que enviar eso había sido un error, no un plan para conseguir su atención.

El problema era que había conseguido su atención, y de qué manera. Saber que había soñado con él lo excitaba como nunca. Y conociendo esos íntimos detalles, ¿cómo iba a lidiar con él todos los días?

¿Entonces por qué le había pedido que lo acompañase a Gamgnam? Tal vez porque tenía una sonrisa tierna e irresistible. O tal vez porque su ayudante solía acompañarlo a las reuniones. No iba a cambiar su rutina solo porque jeongyeon estuviese de baja.

Tal vez quería conocer mejor a Park Jimin y saber por qué soñaba con él, cuando no se conocían. El truco sería no mezclar los negocios con el placer. Aunque, eso estaba siendo tan imposible.

Jimin salió del edificio, iba vestido de forma conservadora, pero un golpe de viento le pegó la camisa contra el pecho, marcándole los pezones erectos y sus tentadoras curvas. Jungkook abrió la puerta del coche, se puso las gafas de sol y activó el GPS. No dijo una palabra, era mejor que Jimin no supiese cuánto le afectaba tenerlo cerca luego de saber su intimidad.

Así que no dejaría que el movimiento ondulante de sus caderas, por no mencionar esas largas y proporcionadas piernas, lo distrajesen del camino.

—¿Llevas mucho tiempo haciendo trabajos temporales? —Le preguntó mientras salía del aparcamiento.

—Unos años, pero no voy a seguir haciéndolo mucho tiempo. — respondió pasándose un mechón de su cabellera sobre su oreja.

—¿Por qué?

Jimin abrió la tapa del portátil y empezó a teclear.

—Me marcho a Europa el mes que viene.

—¿Para trabajar o como turista? — preguntó casi sin gracia de imaginarlo lejos, aunque apenas lo conocía.

—Las dos cosas, espero. — sonrió Jimin tiernamente.

—¿Tienes un contrato allí?

—No, aún no. Pero espero encontrar algo.

Jungkook se preguntó cómo sería marcharse al otro lado del mundo sin preocupaciones, sin responsabilidades, sin tener que pensar en nadie más que en uno mismo.

—Vamos a reunirnos con el propietario del edificio y el arquitecto para discutir el proyecto —le informó Jungkook cambiando de tema—. Los datos están en una carpeta llamada CoolCm20.

—Así que tu empresa ofrece asesoramiento para reformas —comenzó a decir Jimin, levantando la cabeza del ordenador unos minutos después.

Él asintió con la cabeza.

—No solo ofrecemos asesoramiento, preparamos un proyecto completo — Jungkook lo miró—. ¿Entonces, jeongyeon y tú son amigos?

Jimin asintió con la cabeza.

—Desde hace mucho tiempo. De hecho, vivimos en el mismo edificio.

—Entonces, tú también eres de Jejú.

—Ujum — asintió— Vine a vivir aquí hace cuatro años.

—¿Tienes familia aquí?

—No.

—¿Novio, prometido? —preguntó con curiosidad.

Jimin apartó la mirada.

—Necesitaba un cambio de aire —fue todo lo que dijo.

Jungkook asintió con la cabeza. Estaba claro que no era solo eso lo que quería cambiar, pero no era asunto suyo, se dijo a sí mismo.

No tenía que conocer la historia de su vida. Solo le interesaba el Jimin que estaba sentado a su lado en ese momento, el que olía a algo tan fresco como la brisa de la mañana, el que soñaba con él.

Tenía que sonreír cada vez que pensaba en el correo. Que aquel joven de aspecto tan serio y profesional tuviese fantasías eróticas con él lo excitaba y lo frustraba.

A menos que hiciese algo al respecto.

Un cambio de aires. Si fueras tan sencillo.

Jimin intentó concentrarse en la pantalla del ordenador. ¿Cómo iba a quedarse en Seúl sabiendo que podría encontrarse con Eunwoo y su reciente esposo? Su reciente esposo embarazado. Y sería inevitable, ya que tuvieran amigos comunes y solían ir a los mismos sitios.

Jimin no quería miradas de compasión, por eso había ido a Francia para hacer un curso de negocios. Pero las pesadillas de su infancia siguen seguido persiguiéndolo, destrozando su vida, poniéndolo enfermo hasta que no tuvo más remedio que buscar ayuda profesional. Su terapeuta había sugerido que escribiese sus sueños en un diario y lo usado para trabajar sus problemas emocionales: una infancia con padres alcohólicos, su fracaso como doncel. Incluso el hecho de haber tenido que buscar ayuda era para Jimin un fracaso.

Había cambiado mucho desde que llegó de Francia a Seúl, pero el pasado seguía persiguiéndolo cuando menos lo esperaba. Una palabra y volvía al purgatorio de su infancia, a su desastroso matrimonio.

Ya no tenía pesadillas, pero seguía escribiendo sus sueños para sentirse más seguro.

Al menos Jungkook había entendido la indirecta y no había insistido en hacer preguntas, y eso le dio un momento para calmarse. Como Hoseok le había dicho en la última sesión, le esperaban buenos tiempo. Y ese era el asunto, ¿no? Concentrarse en el presente. Jimin intentó leer el informe de la reunión.

Volvió a leer el documento, pero no podía retener una sola palabra. Era como si el cerebro se le cambió salvo para el hombre que iba a su lado, con los bronceados antebrazos relajados al volante, cubiertos de un suave vello oscuro.

Jimin volvió a mirar la pantalla. De no ser por el estúpido sueño, no se sentiría atraída por él.

—Entonces ¿no hay nadie especial en tu vida?

La pregunta, formulada con esa voz ronca, lo puso de inmediato a la defensiva.

—No creo que eso sea relevante para mi trabajo.

Jungkook se quedó callado un momento, como pensando la respuesta.

—He descubierto que las mujeres que tienen una relación fija son empleadas más estables.

—Bueno yo no soy una mujer

Qué sexista, pensó, aunque no lo dijo.

—Pero eres un doncel, siento que es lo mismo.

—Le aseguro que soy una persona muy seria, señor Jeon...Jungkook. Y ya que hablamos del tema, ¿qué pasa con las mujeres o donceles que no tienen una relación estable?

¿Y por qué le había preguntado eso? ¿Su subconsciente estaba intentando meterlo en líos?

Jungkook adelantó a un brillante Porsche rojo.

—¿Tú tienes una relación? — preguntó Jungkook con una sonrisa socarrona.

—¿Eso importa? & respondió de forma arisca Jimin.

—Podría importar. —volvió a sonreírle de forma sugerente.

Indignado, Jimin olvidó su decisión de no mirarlo. Su perfil, su muy masculino y atractivo perfil, no delataba lo que estaba pensando.

—¿Qué quieres decir con eso?

¿Y Suzy? ¿Creía que se había olvidado de ella o qué?

Por atractivo que fue, por mucho que fantasease con él, Jimin no sería un amante, porque sabía lo horrible que era que te dejasen por otra persona.

—Necesito saber si te esperan en casa esta noche —siguió Jungkook—. Ayer no pude ir a la oficina, y eso significa que esta noche tendremos que trabajar hasta muy tarde para compensar.

—Ah.—Jimin tragó saliva sintiéndose estúpido.

Jungkook y él solos en la oficina...para trabajar. Qué ridículo y patético era por pensar que podría tener en mente otra cosa.

—Nadie me espera en casa. Vivo solo—esperaba no haber puesto colorado otra vez. Aunque daría igual, porque Jungkook no estaba mirándolo.

—Espero que no tengas otros planos.

—No—respondió Jimin. Y, por el tono, imaginó que se habría visto obligado a cancelarlos si los tenía.

Jeongyeon le había advertido que Jungkook era un hombre obsesionado por el trabajo y que esperaba lo mismo de sus empleados.

—Y eso me recuerda...—Jungkook indicó el teléfono del salpicadero mientras se ajustaba el auricular—. Llama a suzy, por favor. Está en la agenda.

Jimin hizo lo que le pedía con el estómago encogido y luego miró el paisaje por la ventanilla, los rascacielos entre retazos de verde y el azul del mar.

—Suzy, soy yo —le oyó decir—. No podré ir a casa a cenar, tengo mucho trabajo, no tengo tiempo de hablar de eso ahora, voy con alguien en el coche —Jungkook se levantó las gafas de sol para frotarse el puente de la nariz—. Y dile a Yoongi que pasaré mañana por el hospital, adiós —añadió antes de cortar la comunicación—. Mi hermana pequeña—murmuró después, mirándolo durante un segundo.

Jimin apretó los labios para disimular una sonrisa, intentando no sentirse contento.

—No tiene gracia —dijo Jungkook entonces.

—No me estoy riendo. —se defendió mintiendo.

—¿Has intentando razonar alguna vez con una chica de diecisiete años?

—No, la verdad es que no. Pero he sido un chico de diecisiete años y te aseguro que la cosa mejora con el paso del tiempo.

Jungkook suspiró mientras detenía el coche frente a un edificio.

—A veces es insoportable—hablaba de Suzy como si fuera su padre y no su hermano—. ¿Tienes hermanos?

—Un hermano, en Nueva Zelanda. Hace años que no nos vemos—respondió.

Por fin, llegaron al edificio. Sus miradas se encontraron y, por un momento, el espectro del sueño parecía estar entre ellos. Pero era imposible, porque Jungkook no sabía nada del sueño ¿verdad?

El propietario, Park Boom; y Mark Tuan, un arquitecto que había trabajado con Jungkook en varios proyectos, los esperaban en la puerta.

Jimin tomó notas mientras inspeccionaron el edificio y más tarde, durante la reunión, no levantó la mirada del ordenador. Tecleaba con rapidez, los dedos algo pequeños y gorditos, las uñas pintadas con laca transparente. Jungkook no podía dejar de pensar en otras cosas que podían hacer esos dedos; las que Jimin había descrito en el sueño.

La reunión terminó a las nueve y cuarto. Se alegraba de no tener que llevar a su nuevo ayudante a la siguiente reunión y, además, estaría ocupado hasta la hora de comer. Solo quedaba soportar la tarde, pensó, admirando el trasero de Jimin mientras se inclinaba para recoger el bolso del suelo.

Jungkook intentó concentrarse en la conversación con Park Boom mientras guardaba los papeles en el maletín, recordándose a sí mismo que no mantenía relaciones con sus empleados.

En cualquier caso, cuando el trabajo hubiera terminado, Jeongyeon volvería a la oficina y Jimin ya no sería su empleado.


Jimin y Jeongyeon en la vida real lakzhsuw:

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