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8

SeHun se apoyó en la barandilla del balcón, mirando las copas de los árboles movidas por la brisa.

JunMyeon había abierto la puerta del balcón para que entrase la brisa y lo había invitado a ponerse cómodo mientras él hacía el café. ¿Cómodo? SeHun había estado a punto de soltar una carcajada mientras salía al balcón.

Unos minutos después, JunMyeon volvía con dos tazas de aromático café.

¿Quién necesitaba café? JunMyeon era precioso y calentaba sus entrañas como no podría hacerlo ninguna otra persona. Olía a flores, a ardientes noches de verano. No, no quería café. Había esperado toda la noche para volver a besarlo, a saborear su cuerpo y oír sus gemidos suplicando por más.

Pero antes de que pudiera moverse, JunMyeon se quitó algunos ganchos del cabello y sacudió la cabeza dejando caer sus mechones por su rostro. Una clara invitación, pensó SeHun.

No se dio cuenta de que había dado un paso hacia JunMyeon, pero allí estaba, con el pulso acelerado. En la penumbra, los ojos le brillaban mientras le acariciaba la cara con las yemas de los dedos.

En aquel momento SeHun no encontraba palabras para decirle lo hermoso que era o cuánto lo deseaba y quería cumplir todo lo que había leído de su diario al pie de la letra, deseaba satisfacerlo tanto que JunMyeon nunca pudiera olvidarlo.

Cuando le deslizó un dedo por las clavículas, JunMyeon dejó escapar un gemido que le vibró en la entrepierna, SeHun le atrapo los labios con un ferviente beso, metiendo su lengua dentro de la cavidad de JunMyeon absorbiéndole todo hasta el aliento. JunMyeon en respuesta echó los brazos al cuello, apretándose contra él, sus piernas enredadas alrededor de la cintura de SeHun después. El deseo amenazaba con hacer que los dos estallasen por combustión espontánea.

Y entonces el móvil le empezó a sonar.

SeHun estuvo a punto de responder, pero algo dentro de él se rebeló y con gruñido le apretó con más fuerza las deliciosas nalgas de JunMyeon acercándolo más a él, lo suficiente para lograr que su virilidad chocase la de JunMyeon, como si eso pudiera hacer que el teléfono dejase de sonar.

Pero JunMyeon se apartó, sin aliento.

–¿No vas a responder?

–No –respondió SeHun buscando nuevamente sus labios. Ni en un millón de años dejaría pasar esta oportunidad.

El ruido cesó, y SeHun le deslizó un dedo por la clavícula, excitado solo con ver cómo JunMyeon se pasaba la punta de la lengua por los labios incitándolo a buscar más.

–¿Dónde estábamos? –bromeó antes de volver a besarlo con desesperación, intentando no pensar en la persona que llamaba o si el mensaje era importante, SeHun solo quería perderse entre las curvas de JunMyeon y adentrarse en su interior llenándolo con su esencia, marcándolo como suyo sobre la cama o la pared de la habitación, cualquier lugar era el apropiado si implicaba poder gozar de JunMyeon como tanto lo había soñado desde que leyó su diario.

Pero por mucho que lo intentase, el momento estaba roto.

Y SeHun quería ponerse a aullar de rabia. Tanta insistencia del celular le hacían imposible que olvidase el teléfono por mucho que quisiera estar con JunMyeon.

Y podía sentir que JunMyeon también se enfriaba. Había un ligero temblor de tensión en sus brazos, como si de repente hubiera recuperado el sentido común.

Ojalá a SeHun le pasara lo mismo y su cuerpo quisiera olvidarse de lo sucedido, pero le era doloroso solo pensarlo, ahora que había probado de JunMyeon le parecía una tortura estar sin sentirlo de nuevo debajo de su cuerpo gimiendo y frotándose contra su hombría dejando que SeHun le acariciase cada extremo de su cuerpo como una fina cerámica.

Dejando escapar un suspiro, apoyó la frente en la de JunMyeon.

–Voy a tener que escuchar el mensaje. – aviso con desgano.

–Tal vez sea bueno que hayas recibido una llamada –dijo JunMyeon.

–¿Por qué va a ser bueno? –murmuró SeHun molesto, tomando el teléfono jurando que si no era nada importante mataría al que estuviera detrás de la línea. La llamada era de Suzy, y el pulso se le aceleró por una razón bien diferente y la rabia que sentía por haber roto su momento con JunMyeon se esfumo.

SeHun, ¿piensas volver a casa pronto? Lo siento mucho, pero me he dejado la llave. ¿Podrías venir para abrirme la puerta?

SeHun cerró los ojos.

–¿Ocurre algo? –le preguntó JunMyeon notando la expresión de SeHun.

–Ag, Suzy ha dejado la llave en casa –respondió SeHun mientras pulsaba el botón de llamada.

–SeHun, menos mal. Siento haberte molestado, pero ... – empezó a hablar Suzy con cierto nerviosismo detrás de la línea.

–¿Por qué has vuelto a casa tan temprano? –la corto SeHun a media explicación.

–Me dolía la cabeza, así que tomé un taxi, y me di cuenta de que no tenía la llave. En fin, si estás ocupado yo...

–Quédate ahí, llegaré en diez minutos –la volvió a interrumpir SeHun, volviéndose a JunMyeon–. Suzy no se encuentra bien, tengo que irme.

–Ya veo.

–Lo siento mucho –SeHun se detuvo en la puerta para mirarlo–. ¿Qué vas a hacer este fin de semana? – pregunto con algo de esperanza de que puedan retomar lo que estaban dejando hoy.

–Voy a hacerle compañía a jeongyeon. Llevaré películas románticas, loción de calamina, helados de chocolate y crucigramas.

SeHun tuvo que sonreír.

–Parece que lo tienes todo planeado.

De modo que JunMyeon era la clase de persona dispuesto a olvidar sus planes para estar con una amiga. JunMyeon sabía lo que le estaba ofreciendo, pero lo rechazaba para hacerle compañía a jeongyeon.

«No eres tan egoísta como dices ser, Kim JunMyeon».

–Estaré en Seúl el lunes por la mañana y volveré tarde el martes –le dijo mientras abría la puerta.

–Que tengas buen viaje.

–Si hay algún problema, llámame –se despidió SeHun bruscamente, porque sabía muy bien que si su cuerpo tocaba a JunMyeon sería incapaz de alejarse así el mundo se estuviese acabando.

Tenía que hacer un esfuerzo para no volver a tocarlo, así fuese solo un beso en la mejilla sin contacto físico, no podría apartarse, y Suzy lo estaba esperando.

********

JunMyeon se alegraba de tener algo que hacer el fin de semana y durante el día la compañía de jeongyeon hizo que se olvidase de SeHun, pero por la noche fue diferente. En la cama, su cuerpo ardía de tal modo que se preguntó si también él habría contraído la varicela y por eso su cuerpo ardía.

Miró las estrellas fugaces cruzar el cielo nocturno. Sabía que habrían terminado en la cama si no hubiera tenido que irse a toda prisa.

JunMyeon nunca había hecho el papel de seductor, pero con SeHun era diferente. Y había tomado suficiente vino como para liberar al doncel que había ocultado durante tanto tiempo.

Tal vez él era lo mejor que podría haberle pasado.

No, no. No podía pensar eso. No lo haría. Tenía que concentrarse en su futuro, en el viaje. SeHun solo era esa aventura con lo que tanto había fantaseado nada más.

–Una aventura –murmuró JunMyeon. Iba a ser frívolo e irresponsable. Y arriesgado, le dijo una vocecita.

¿No merecía una aventura antes de cumplir los treinta? Solo le faltaban dos años.

JunMyeon intentó no sentirse melancólico, pero siempre había soñado con estar casado y tener una familia a los treinta años. En fin, las circunstancias cambiaban y las expectativas también.

De vuelta en la oficina el lunes por la mañana había una montaña de trabajo esperándolo, pero la imagen de SeHun aparecía en su cabeza cada dos minutos. Su nombre, cómo besaba, como le acariciaba y tocaba su cuerpo en especial sus nalgas, algo que había dicho.

¿Qué era aquello? No parecía haber sitio en su mente para nada más que SeHun. Nunca le había pasado algo así. Ni con Minho.

SeHun llamó el martes por la tarde y, como no había esperado escuchar su voz, el pulso se le aceleró. SeHun lo hacía sentir como un adolescente, vergonzoso y tímido.

Estaba deseando volver a verlo. ¿Desde cuándo sentía eso? Su felicidad no podía depender de otra persona, se auto regaño mentalmente.

Y entonces llegó el miércoles.

SeHun iría a buscarlo después de comer, y JunMyeon se miró al espejo por última vez, vacilando. Se puso algo cómodo y un poco femenino al mismo tiempo: una camisa de seda tono rosa pastel y un pantalón blanco pegado en las caderas, pero holgadas y abiertas al final.

SeHun llamó a la puerta. El corazón le dio un vuelco. Llegaba temprano otra vez. Quería estar relajado cuando llegase, pero no era así, y tuvo que hacer un esfuerzo para respirar antes de abrir la puerta.

–Hola –apenas le salía la voz.

–Hola.

Algo en esa arruguita en la mejilla de SeHun hacía que se le doblasen las rodillas y miró hacia abajo...

Un error. Ay, lo que SeHun podía provocarle en vaqueros. La tela estaba gastada en los sitios adecuados y en su entrepierna se le podía observar sin mucho esfuerzo un gran bulto que casi logro que JunMyeon soltase un gemido ...

JunMyeon levantó la mirada a toda prisa, pero el polo blanco que se le ajustaba a los sólidos pectorales y destacaba sus anchos hombros no lo calmó en absoluto. JunMyeon miró la prominente nuez y una diminuta cicatriz en forma de C donde tal vez SeHun se había cortado una vez mientras se afeitaba...

–Bonito vestuario –dijo SeHun–. El color naranja te sienta muy bien.

–¿Naranja? No es naranja, es color rosa pastel.

–Ah, aún mejor –SeHun sonrió–. Tal vez probemos uno en los días en que estemos solos.

–¿Ah, sí? ¿tu crees que tendremos tiempo?

–No lo sé, pero si me lo pides puedo darme tiempo toda la semana –respondió SeHun mientras se dirigían al ascensor.

JunMyeon lo siguió sin decir nada. Sería ridículo bajar por la escalera con la bolsa de viaje cuando ya habían compartido besos, toqueteos obscenos y estaban a punto de hacer mucho más en los días siguientes.

Antes de tomar la autopista SeHun le preguntó:

–¿Te importa si pasamos un momento por la casa de Kyungsoo?

–No, claro que no –respondió JunMyeon, sorprendido de que quisiese ir con él–. ¿Se encuentra bien?

–Sí, estupendamente. Volvió del hospital el sábado, pero Kai tiene trabajo y es su primer día solo con la niña.

–Yo creo que quieres ver a tu sobrina –bromeó JunMyeon.

SeHun sonrió mientras detenía el coche frente a una gran casa de ladrillo rodeada de palmeras y con un bonito jardín.

–Esperaré aquí...

No quería molestar al hermano de SeHun y tampoco quería ver a una niña recién nacida.

–¿Por qué? Entra conmigo. Kyunsoo quiere conocerte.

–¿Le has hablado de mí? – pregunto JunMyeon con sospecha.

–Le he dicho que jeongyeon está enferma y que ibas a acompañarme a Ulsan. – respondió SeHun calmado.

Ah, claro. Pensó JunMyeon y se puso colorad, sonrió para disimular un poco su desilusión y alegrándose de llevar puestas las gafas de sol que impedían que alguien pudiera ver sus facciones.

–No quiero molestar yo...

–No vas a molestar a nadie. Venga, serán cinco minutos. – demando SeHun abriéndole la puerta del auto.

JunMyeon lo siguió, a regañadientes. ¿Qué otra cosa podía hacer? No quería ver al bebé, pero sabía que no lo entenderían. Claro que podía tener suerte. Los bebés dormían mucho, ¿no?

La tensión hizo que mantuviese la espalda erguida hasta la puerta, donde los recibió un precioso perrito chusco*.

–Te presento a bella –dijo SeHun, acariciando al animal–. Hola, guapa.

La perrita lo miró con adoración cuando tomó su cabezota entre las manos.

–Es preciosa –JunMyeon se puso en cuclillas para acariciarla–. ¿Tú tienes perros?

–No, nuestra querida perla murió hace años y estoy demasiado ocupado para entrenar a un cachorro. Además, ahora que Suzy está cada vez menos en casa, no sería justo para un perro.

Parecía convencido, pero JunMyeon vio una sombra en sus ojos.

–¡Hola! –los saludó un joven de mirada algo aterradora, pero aspecto dulce–. Tú debes ser JunMyeon. He oído hablar mucho de ti.

–¿Ah, sí? – logro decir JunMyeon algo asustado.

–Entra, por favor.

SeHun dejó la bolsa con los regalos sobre la mesa y desapareció por el pasillo, presumiblemente para ver a su sobrina.

Al contrario que Suzy, que no se parecía nada a su hermano, Kyungsoo era casi igual, salvo porque era bajito, con el mismo pelo oscuro, los mismos ojos negros, el mismo carisma serio de primera impresión, pero cambiaban ese aire al estar en confianza. Y, considerando que acababa de tener un bebé, estaba muy delgado.

Era tan agradable como Suzy y, como ella, parecía sutilmente interesada en su vida.

JunMyeon estaba empezando a relajarse, convencido de que SeHun volvería pronto, cuando Kyungsoo dijo:

–Tienes que conocer a Soyeon antes de irte.

–No quiero molestarla...

Pero Kyungsoo ya estaba llevándolo por el pasillo, y lo último que JunMyeon quería era ofenderlo. Además, se estaba convirtiendo en un experto en disimular sus sentimientos. Nadie sabía que cuando estaba solo su corazón aún lloraba por ese milagro que no se había hecho realidad.

Podía oler a talco antes de entrar en la habitación de la niña, y ese olor le encogió el corazón, pero intentó sonreír, debía aparentar ser feliz.

SeHun estaba inclinado sobre la cuna, acariciando la carita a Soyeon.

–Acaba de despertarse –dijo SeHun, mirando a su hermano–. ¿Puedo?

Kyungsoo dejó una bolsa de pañales en el cambiador.

–Sí, claro. Pero tienes que cambiarle el pañal.

Sonó un teléfono.

–Vuelvo enseguida –murmuró Kyungsoo antes de salir de la habitación.

JunMyeon vio a SeHun tomar a la niña en brazos con infinita ternura, acariciando su cabecita con una mano.

–Hola, princesa –murmuró.

La niña lo miraba con unos ojitos de un color indefinible.

JunMyeon nunca había visto nada tan hermoso como aquella cosita tan frágil en contraste con el bronceado y fuerte brazo masculino de SeHun.

SeHun definitivamente estaba hecho para ser padre.

Ese pensamiento lo sorprendió. Había conocido a muchas mujeres o pasivos hechos para ser madres, pero nunca a un hombre activo. Y, sin embargo, mirando el marcado bíceps mientras sujetaba a su sobrina con todo cuidado, supo que SeHun era ese hombre. Tan capaz de abrazar con dulzura a un amante como de sujetar a un bebé.

El corazón se le encogió y pareció abrirse como los pétalos de una flor: se estaba enamorando de él.

Algún día SeHun haría muy feliz a una mujer o doncel. Y si fuese un doncel no sería él. No podía ser JunMyeon.

Sus ojos se encontraron inesperadamente, y JunMyeon rezó para que no pudiera leer sus pensamientos.

–¿Quieres tomarla en brazos?

–No, no. Seguramente la dejaría caer, no tengo experiencia.

–Eso no es verdad –SeHun y lo miró un momento, pensativo.

–No se me dan bien los niños –JunMyeon se encogió de hombros–. Me miran y se ponen a llorar.

–Soyeon no llora, es demasiado lista –SeHun le besó la naricita–. ¿Verdad que sí, cariño?

Para alivio de JunMyeon, no insistió. Dejó a la niña en el cambiador y le cambió el pañal como si lo hiciera todos los días.

Tenía que recordar un par de cosas importantes: la primera, que SeHun no quería comprometerse con otro hombre, seguramente lo haría con una mujer. La segunda, que él se marchaba de Corea. Y, sobre todo, que un hombre que quería tener hijos nunca sería el hombre para JunMyeon.

Ningún hombre podría serlo. 

*******

me dolio poner esto la verdad

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