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5

–Espera –moviéndose a la velocidad del rayo sehun y se colocó frente al panel de botones por segunda vez.

JunMyeon abrió la boca para protestar, pero él se adelantó:

–No tienes por qué salir corriendo. –le susurro sensualmente cerca a sus labios.

–¿Ah, no?

En su voz había una nota de histeria... o de humor. SeHun no lo sabía con certeza; no conocía a JunMyeon lo suficiente como para saberlo.

–Creo que deberías pensarlo antes de tomar una decisión – murmuró nuevamente SeHun, inclinando la cabeza para olerle el pelo.

JunMyeon dio un paso atrás y él lo siguió hasta que la espalda de JunMyeon chocó contra la pared. No iba a apartarse a menos que JunMyeon se lo pidiera, y no estaba diciendo nada en absoluto. Fuera lo que fuera lo que había nacido entre ellos, era mutuo. Ninguno de los dos podía disimular.

Levantó las manos, sin dejar de mirarlo a los ojos, para besarle el pulso de las muñecas antes de enredar los dedos con los suyos lenta, sinuosamente. Una erótica imitación de cómo sus cuerpos se moverían cuando la hiciera suya...

–¡Espera! –gritó JunMyeon entonces, apartando las manos para frotarse las muñecas como si hubiera estado atado–. No puedo...

–Cálmate. –tranquilizó SeHun.

–No, por favor, no te acerques.

SeHun dejó escapar un suspiro. La farsa tenía que terminar, era hora de decirle que lo sabía.

–Lo has leído –murmuró JunMyeon entonces–. No solo las primeras líneas, no, has leído todo el capítulo. –reprocho.

–No podía dejar de hacerlo. Lo siento, debería habértelo dicho esta mañana...

–Sí, deberías.

–¿Y eso habría cambiado algo?

–Sí... no –JunMyeon sacudió la cabeza–. No lo sé. ¿Cómo voy a saberlo?

–¿Entonces, era una fantasía o un sueño?

–Un sueño. ¿Por qué iba a fantasear contigo si no te conozco de nada? A penas y eres mi jefe desde hace unos días.

SeHun sonrió.

–Parece que nos conocemos bastante bien.

JunMyeon hizo una mueca.

–Llevo años escribiendo mis sueños –dijo por fin. Pero no le habló de las sesiones con el terapeuta–. Hacen aflorar cosas del inconsciente y te ayudan a entenderte a ti mismo. No tiene nada que ver contigo.

SeHun inclinó a un lado la cabeza.

–¿Tú qué crees que quería decir?

JunMyeon había estado investigando las teorías del sueño y, según ellas, el problema era que no había amor en su vida. Y tenían razón. Los sueños en los que aparecía comida, particularmente fruta jugosa como fresas, moras o frambuesas, se asociaban con la sexualidad.

Sí, se trataba de frustración sexual, pero no iba a decírselo a SeHun. Y tampoco iba a decirle que nunca había tenido un sueño tan explícito como el que lo involucraba.

–No tengo ni idea –murmuró.

–Sueño erótico o no, hay una atracción entre nosotros. Tú lo sientes también, admítelo. No voy a dejarte salir del ascensor hasta que lo hagas. –amenazo.

–Muy bien, es verdad. Pero ha sido una indulgencia momentánea.

–Quiero verte fuera de la oficina. Y te aseguro que no será momentáneo.

El brillo de deseo en sus ojos era irresistible, pero tenía que ser práctico. Nada iba a convencerlo para que olvidase sus sueños y sus objetivos, ni siquiera Oh SeHun. Especialmente Oh SeHun, porque tenía la impresión de que podría cambiar esos objetivos a conveniencia.

–Me marcho del país y no quiero empezar nada... – hablo con cierto nerviosismo JunMyeon.

–Cariño, esto ya ha empezado.

–Eso no significa...

El timbre del móvil lo interrumpió. ¡Salvado! JunMyeon lo sacó del bolso y respondió, dándole la espalda.

–JunMyeon, soy jeongyeon.

–Hola, jeongyeon.

–Tengo un problema. ¿Podrías seguir ocupando mi puesto durante unos días más? –suplico detrás de la línea con vos agobiada.

–Sí, claro –respondió JunMyeon rápidamente sin analizar sus palabras–. ¿No te encuentras bien? ¿Has ido al médico?

–No te lo vas a creer: tengo varicela. El médico me lo ha confirmado hace una hora. –chilló exasperada.

–Pobrecita. Te llamaré de camino a casa. ¿Necesitas algo?

–Gracias, pero no necesito nada. Voy a desconectar el teléfono y a dormir durante horas. He intentado hablar con SeHun antes de llamarte, pero no contesta al teléfono es un tipo muy obsesionado al trabajo, en estos momentos debe estar con el cabeza metido en las finanzas hasta de noche agg.

– Si muy metido en las finanzas – respondió JunMyeon con sarcasmo mirando de reojo a SeHun–. No te preocupes, yo se lo diré. Llámame si necesitas algo, a la hora que sea.

JunMyeon cortó la comunicación, pero no se dio la vuelta. No quería que SeHun lo distrajese ni distraerlo a él. El recuerdo de esos últimos minutos seguía haciéndolo temblar de excitación.

¿Cómo iba a seguir en la oficina? ¿Por qué había aceptado sin pensar? Aunque ese dinero extra le iría muy bien...

–¿Qué ocurre? –preguntó SeHun.

–Era jeongyeon –murmuró JunMyeon, guardando el móvil en el bolso.

–¿Y bien? – pregunto esperando mas explicaciones de la situación.

–Tiene varicela. – respondió cortante sin verlo a los ojos.

–¿Varicela? ¿Los adultos tienen la varicela? – cuestionó sin podérselo creer.

–Parece que sí.

–Maldición –murmuró SeHun, pensando que tendría a JunMyeon en la oficina toda la semana, pero no en su cama, como había anticipado, porque él no se relacionaba con sus empleados.

–jeongyeon ha intentado ponerse en contacto contigo, pero no respondías al teléfono. Dadas las circunstancias, buscaré a otra persona que pueda reemplazar a jeongyeon....

–NO, NO, quiero que te quedes –dijo SeHun–. Yo necesito un ayudante y tú necesitas trabajo. ¿No te vendría bien el dinero?

–Sí, pero... –trato de negarse pero SeHun lo interrumpió.

–Entonces, te espero mañana a las ocho. JunMyeon, eres un profesional, puedes hacerlo. Piensa en Londres, en ese viaje a París.

–No pensaba ir a París. –reprocho enojado.

–Todo el mundo piensa en ir a París. – hablo con obviedad.

–pues no, yo no –JunMyeon se mordió los labios–. Quiero ir a Roma y tal vez a Florencia –añadió, volviéndose para pulsar el botón.

–Entonces ¿no quieres que nos veamos fuera de la oficina? – pregunto SeHun con un coqueto sutil.

–No. Y quiero que me devuelvas mi brazalete, por favor. –pidió JunMyeon preguntándose en que momento se lo quito, pero lo reconocía.

SeHun sacó el brazalete del bolsillo sin muchas ganas.

–Esto no va a funcionar. – murmura SeHun algo cansado de no poder tener a JunMyeon entre sus brazos y su cama.

–Soy tu empleado. Existe una atracción entre nosotros, pero debemos olvidarnos de ella y...

–¿Tú crees? – pregunto SeHun con el rostro angustiado, pero acareándole la mejilla a JunMyeon.

–Sí. – respondió JunMyeon quitándole la mano del rostro.

–¿De verdad crees que podremos hacerlo?

–Estoy seguro que sí señor Oh.

–Me gusta tu optimismo joven JunMyeon.

Cuando llegaron al aparcamiento, JunMyeon giró a la izquierda, sus pasos repiqueteaban sobre el pavimento.

–Estoy seguro de que tú puedes hacer lo mismo SeHun. Los dos somos personas responsables. – hablo JunMyeon alejándose.

Personas responsables, si claro, pensó SeHun. Con el cielo lleno de estrellas sobre un océano en calma y un joven al que acababa de besar a su lado, ser una persona responsable era lo último que SeHun tenía en mente si JunMyeon estaba cerca suyo, él quería tomar a JunMyeon de la cintura y raptarlo a su cama o cualquier lugar intimo donde pudieran consumar sus deseos carnosos.

JunMyeon se detuvo abruptamente, abrió la puerta del coche y tiró el bolso en el asiento del pasajero.

–Buenas noches. – susurro JunMyeon a SeHun.

Unos mechones de pelo se le movían con la brisa. Sus labios estaban un poco hinchados, como esperando otro beso, y respiraba con cierta agitación.

La noche tropical estaba hecha para el amor y, por una vez, SeHun no quería ser profesional ni responsable. Si fuese una cita, estaría desabrochándole el primer botón de la blusa...

No, tendría a JunMyeon desnudo y gimiendo debajo de él. Después de todo, sabía lo que le gustaba, ¿no?

–Muy bien, lo haremos a tu manera JunMyeon –asintió por fin SeHun–. Así que buenas noches. ¿Eso es lo bastante formal para ti?

JunMyeon asintió con la cabeza, aunque parecía un poco decepcionado, a su pesar.

–Buenas noches.

–Nos vemos por la mañana –SeHun cerró la puerta del coche y lo vio salir del aparcamiento.

JunMyeon seguía dolido con él por haber leído el diario, pero daba igual que quisiera negar la atracción que había entre ellos. Al día siguiente hablarían del asunto. Y le dejaría claro que sus planes para ir a Ulsan la semana siguiente lo incluían a JunMyeon.

JunMyeon miró por el retrovisor para comprobar que SeHun no lo seguía y se detuvo en el arcén para intentar calmarse.

«Santo cielo».

Había conseguido apartarse a tiempo, pero temblaba de arriba abajo. Le había hecho el amor con las manos como JunMyeon lo describía en el sueño... la única diferencia era que no estaba desnudo o tumbado con las pierna abiertas en una suave alfombra que no existía en su casa en realidad.

Y SeHun también sabía eso.

JunMyeon se llevó una mano a la frente. SeHun había leído su diario. Lo sabía todo, maldita fuera. Seguramente había estado observándolo cuando no se daba cuenta, imaginando las cosas que describía...

Y besaba como en su sueño.

JunMyeon suspiró, recordando el roce de sus labios, cómo había enredado los brazos en el cuello y prácticamente se había aplastado contra él frotándose.

SeHun le había dejado hacer el ridículo. No, lo había hecho él solito enviando el correo equivocado. ¿Qué hombre habría dejado de leer después de ver las primeras líneas?

Como había aceptado seguir trabajando hasta que jeongyeon estuviese recuperada, no podía llamar para decir que había cambiado de opinión. Su orgullo no se lo permitía, y el sueldo de una semana más de trabajo sería más que bienvenido. Además, JunMyeon era una persona responsable y no estaba dispuesto a defraudar a nadie, particularmente a jeongyeon, su única amiga.

Pero aquello con el jefe de jeongyeon no podía continuar porque afectaría a su relación profesional y a su capacidad para hacer el trabajo. Al día siguiente le diría a SeHun que la situación era imposible y que no habría más besos.

Después de una noche en vela, JunMyeon pasó la mañana trabajando en los informes que se habían acumulado en el correo de jeongyeon. Había llegado diez minutos antes que SeHun para organizar su agenda y lo saludó con fría amabilidad. Él hizo lo mismo, pero el brillo de sus ojos le recordaba la noche anterior.

Ese brillo era matador, pero recordó que entre esas paredes no iba a pasar nada. Nervioso, JunMyeon fue al baño para echarse agua fría en la cara y calmarse un poco.

SeHun tenía reuniones durante toda la mañana, y por la tarde iría a Hinterland. Estupendo; no le había pedido que fuese con él. En lugar de eso, le dejó una lista de informes y llamadas.

Poco después de las doce llegó un mensajero con una docena de globos de helio en forma de corazón, atados con una cinta rosa.

–Esto no puede ser –murmuró JunMyeon.

–Me han dicho que los trajese aquí –respondió el joven.

Sin abrir el sobre, llevó los globos al despacho de SeHun y los dejó frente a su ordenador. ¿Cómo se atrevía SeHun a recordar lo que había ocurrido entre ellos por la noche? Si habían decidido olvidarlo.

Un almuerzo solitario al aire fresco sería una buena distracción, pensó, llevándose sus sándwiches a la playa, a unos minutos de la oficina.

Llevaba veinte minutos de vuelta en su escritorio cuando oyó la voz de SeHun. Estaba demasiado lejos como para entender lo que decía, pero parecía relajado y el pulso se le aceleró.

De repente, deseó no haber llevado los globos a su despacho. Como no había leído la nota no sabía de qué acusarlo. Si pudiese entrar un momento y...

Demasiado tarde, SeHun se acercaba con su hermana.

Con el corazón acelerado, tomó la carpeta que iba a llevar al Departamento de Contabilidad y se levantó.

–Hola, JunMyeon –SeHun se detuvo delante de su escritorio–. ¿Algún problema esta mañana?

El brillo de sus ojos le decía que no se refería a ningún problema administrativo.

–No, ninguno –respondió JunMyeon, muy serio–. Todo ha ido perfectamente señor Oh. Hola, Suzy.

–Hola JunMyeon –saludo alegre–. Debes pensar que no tengo nada mejor que hacer que venir a ver a mi hermano a la oficina –bromeó la joven–. Te aseguro que no es así, es que va a llevarme a la universidad después del hospital.

–Venga, vámonos –dijo SeHun, saliendo del despacho con el maletín en una mano y los globos en otra.

–Son preciosos, le van a encantar –Suzy tomó la cuerda que los sujetaba.

JunMyeon apretó los labios. De modo que no eran para él sino para su hermano, que acababa de tener un bebé, tomo un bocado de aire algo decepcionado.

–Espera SeHun, quiero enseñarle a JunMyeon la pulsera que le hemos comprado a Soyeon. –hablo sonriente como una niña.

–Suzy, JunMyeon está ocupado no lo molestes.

–Solo será un minuto –Suzy sacó una cajita del bolso y le mostró el contenido a JunMyeon–. ¿A que es preciosa?

JunMyeon miró la delicada pulserita de oro, con el nombre de Soyeon grabado en un pequeño corazón. Preciosa, pero no tan preciosa como el bebé.

–Es muy bonita –dijo, intentando esbozar una sonrisa–. A Kyunsoo le encantará y a Soyeon también, cuando sea mayor.

SeHun estaba hablando por el móvil y JunMyeon aprovechó la oportunidad para escapar.

–Si no te importa, tengo que bajar a contabilidad.

–No, claro. Hasta pronto JunMyeon –se despidió Suzy.

JunMyeon se dirigió hacia la escalera, porqueno quería compartir el ascensor con SeHun, y se tomó su tiempo en elDepartamento de Contabilidad; el tiempo suficiente para que SeHun y Suzy ya sehubieran ido. Pero en caso de que no fuera así, decidió volver por la escalera

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