Capítulo 65
Cuando desperté ese día las dos flores cuidaban de mí. Tenían el tamaño de un humano y me sentía tan a salvo que me dejé atrapar de nuevo por la negrura, pero no la oscuridad que precedía a los sueños, no, era algo más primitivo, algo con vida.
Esa noche, soñé con un castillo con grandes torres blancas, que flotaban sobre el agua. Las montañas a su espalda eran los dedos de un gigante luchando por alcanzar las estrellas que resplandecían con ferocidad. Una figura apareció en las puertas dobles del castillo, parecía un hombre, pero unas formas sobresalían desde su espalda. Comenzó a bajar por la escalinata y podría jurar que su mirada se encontró con la mía un segundo y luego... luego desplegó unas poderosas alas y se perdió en el cielo. Cuando volví a despertar, por alguna extraña razón, no pude deshacerme de la sensación que provocaban esos ojos sobre mí y aún más perturbador, me sentía como si mi cuerpo hubiera dejado de pertenecerme.
Estaba consciente, en cierta medida mis acciones eran mías, pero había algo más que estaba ahí, conmigo. No obstante, el temor no llegó a mí. Era un respiro poder solo dejarme ir después de haberme contenido durante tanto tiempo, así que simplemente dejé que esa cosa tomara el control y me refugié dentro de mí misma. Perdiendo la noción en gran medida del tiempo y el espacio.
Me seguía moviendo. Donde quiera que iba me encontraba con personas que estaban huyendo, tratando de sobrevivir, en busca de algo o alguien. Mi cara se había vuelto una de las más conocidas, por lo que no podía permanecer en ningún lugar por más de dos días y era arriesgarme mucho, aunque eso también se debía a la cantidad de misiones que realizaba. La mayoría de ellas eran la eliminación de la gente de poder que seguían al tipo que había matado a Cless. Con cada muerte me sentía más enojada, con cada gota de sangre que derramaba sentía que no era suficiente para pagar por lo que le habían hecho a Cless, así que seguía matando a los que estaban del lado de Crasthor.
En la siguiente misión importante debía ir a reclutar algunos soldados que habían desertado de las filas del gobierno. Necesitábamos incorporarlos a nuestras filas. Shadow se había convertido en una tercera mano halando de la cuerda del poder, o mejor dicho, la cuarta.
Los saqueadores se habían dividido en dos grupos y el gobierno, que se suponía que debía protegernos, estaba lejos de cumplir ese objetivo. Ahora solo peleaban por el control y para eso utilizaban a cualquiera que cayera en sus garras. Una buena parte de las misiones que estaba realizando hasta ese momento, aparte de mi cruzada de venganza, era el rescate de niños que el gobierno entrenaba para mandar a los diferentes frentes a ser masacrados. Odiaba realmente toda esa situación y sabía que Cless también. Por eso el plan que había comenzado con la protección de mi familia y amigos, se convirtió en una revolución para defendernos de cualquiera que quisiera hacernos daño.
Éramos la sombra, la oscuridad que precede al amanecer y cuando todo acabara dejaríamos que el amanecer llegara y por fin estaríamos en paz. Pero mientras ese momento llegaba, debía realizar mi siguiente misión, por lo que me encaminaba a una guarida que estaba cerca de la nuestra, pero más al suroeste.
Me detuve en un pequeño claro para descansar, aún me quedaban unos dos días de viaje para llegar a la guarida y, como desde el principio, nunca era buena idea viajar de noche. Ahora sabía que los que atacaban a esa hora eran las hadas y yo era uno de sus principales objetivos, al igual que ellos el mío.
Me dejé caer en el techo del vehículo para mirar las estrellas distantes. Se podía oler la lluvia en el aire, por lo que no me molesté en encender una fogata. Las dos flores estaban jugando con mi cabello, dos niños realmente inquietos y juguetones que se habían vuelto mi única compañía.
—Ustedes dos, me van a enredar todo el cabello —les dije—. Y no los veo muy colaborativos cuando tengo que desenredarlo.
Ellos vinieron a mí y comenzaron a jugar sobre mí.
—Pequeños demo... —un ruido llamó mi atención desde los árboles.
Me senté y las dos flores subieron con rapidez a mis hombros. Escudriñé el lugar... pasos, no, alguien corría en mi dirección. Bajé del techo del jeep lo más silenciosa que pude y tomé mi arma esperando, escondida. Una chica con una niña en su espalda salía jadeando de entre los árboles, cuando me vio se detuvo de golpe, pero aún se escuchaban pasos detrás de ella. Arrugué el ceño.
—Ven y entra en el jeep —le dije al tiempo que salía de mi escondite. Su pelo largo estaba sujeto en una trenza de lado y la pequeña niña se ocultaba en su espalda. Ambas tenían facciones parecidas—. No les haré nada. ¿Quién les está persiguiendo?
Ella miró por un segundo detrás, los pasos cada vez más cerca.
—Alienígenas —dijo con voz ahogada.
¡Mierda!
—¿Cuántos?
—Cinco. —Ella comenzó a acercarse y yo abrí la puerta para que pudiera entrar.
—¿Qué casa? —pregunté y comprobé que mis dagas estuvieran en su lugar, que mi arma estuviera cargada y que tuviera a la mano más balas.
—¿Qué? No sé a qué te refieres —dijo arrugando el ceño.
—¿De qué color son sus armaduras? —Estaban demasiado cerca para huir ahora, con sus poderes podrían detenernos, a menos que fueran de la casa Obsidiana, de esos definitivamente debíamos correr.
—Yo... no, no sé.
—Roja —dijo la niña en un susurro casi imperceptible.
—Mierda —murmuré para mí—. Rubí.
—¿Eso qué significa? —Quiso saber la chica. Apenas podía notar sus facciones ante la pequeña luz que había dejado encendida, pero noté su piel acaramelada y sus rasgos angulosos.
—Fuego, fuego es su poder. —Necesitaba un plan, no podría pelear con todos al mismo tiempo, una sola rozadura de su fuego y estaría perdida.
—Puedo ayudar.
—No, quédate dentro del jeep y escóndanse.
—Pero...
—¿Sabes manejar un arma, daga, espada? —Ella permaneció en silencio—. Solo harías que me preocupe por ti, pero prepárate para arrancar en cualquier momento. —Asintió y yo me puse en marcha dejando a las plantas con ellas para que las protegieran.
Necesitaba crear algo que los retuviera para poder pelear en mejor igualdad de números. Uno de los espectros que estaban a mi alrededor señaló un área y capté la idea que me estaba ofreciendo, así que me agaché y coloqué mis manos en la tierra. Sentí como las raíces se retorcían y curvaban debajo del suelo formando una franja divisoria.
—Cuidado —murmuró la chica desde el jeep. Levanté la vista justo para ver a las cinco figuras emerger desde la linde oscura de los árboles. Estos se mecían esperando la lluvia que anunciaba las nubes oscuras mientras poco a poco se posaban sobre nosotros.
—Hola, caballeros —saludé y me puse de pie. Ellos dieron un paso adelante y yo uno atrás.
Déjamelos a mí.
No, ya has tenido suficiente.
Sabes que nunca es suficiente.
—Mira a quien nos encontramos —dijo uno con su acento nasal y comenzó a caminar al frente seguido por otros dos pavoneándose, pero los demás se movían un poco reticentes.
—La reina dorada —exclamó otro ajustándose un guantelete en su muñeca.
—Estoy segura de que el placer es suyo —dije haciendo una reverencia burlona—. Y ya que me conocen y saben de lo que soy capaz, ¿qué tal darse la vuelta y dejarme en paz? —agregué agriando mi gesto.
—No te tenemos miedo, flourita —dijo el que había comenzado a acercarse primero. Esa última palabra captó mi atención, no solo por el tono despectivo con el que había envuelto la palabra.
Después de lo sucedido en el frente me habían llamado de tantas maneras que ya ni le prestaba atención, pero esa forma activó mis sentidos. Estaba segura de que la había escuchado antes, mucho antes de lo sucedido en el frente. Pero eso tendría que pensarlo después, porque tres de los sujetos se seguían acercando a mí.
—El miedo es un subtono del instinto de supervivencia, los que no poseen este instinto, están destinados a la muerte —dije golpeando con aburrimiento mi arma en mi hombro—. Y ustedes son un claro ejemplo de esto.
—Y ¿qué nos vas a hacer? ¿Enredarnos con tus florecitas?
—¿Por qué no vienen y lo averiguan? —dije con una pequeña sonrisa en los labios cuando cayeron en las trincheras que había construido debajo de la tierra.
Cuando pusieron un pie en el lugar, las plantas salieron disparadas en lanzas y lianas que los atraparon en el sitio. Sus manos terminaron envueltas por grandes zarcillos y fueron puestas en sus partes más sensibles con el objetivo de que no pudieran disparar.
—Caballeros, espero que las cosas no se pongan calientes por aquí —dije con una sonrisita en mis labios mientras me abanicaba con una mano. Ellos siguieron forcejeando con mis plantas, las cuales los apretaban más con cada movimiento.
—¡Cuidado! —gritó la chica detrás de mí. Vi una gran bola de fuego volando en mi dirección desde un lado, me tiré al suelo y rodé para evitarlo solo para estar en el camino de otra y otra. Tomé mi arma con fuerza y en lugar de seguir rodando en esa misma dirección lo hice al otro lado, me puse de pie y corrí esquivando las constantes bolas de fuego hasta los árboles.
Ellos continuaron disparando y me di cuenta de que, a diferencia de los tres que aún estaban sujetos y casi engullidos por mis lianas, esos se encontraban más alertas de los movimientos de las plantas. Toqué el árbol en el que me estaba escondiendo y envié una onda expansiva de mi poder haciendo que algunos árboles se detuvieran y otros se movieran haciéndolos mirar en todas direcciones. Me asomé y disparé tres veces a uno directo a la cabeza, el restante se giró con una bola de fuego en las manos.
—No te cansas de jugar con fuego —le dije girando los ojos. Él seguía mirándome fijamente, seguro, analizando los movimientos que haría a continuación y debía ser rápida, ya que, aunque los tres estaban de seguro inmovilizados por un rato más, al que le había disparado se podría levantar en cualquier momento.
El tipo atacó y yo esquivé, pero envió una segunda bola de fuego tan deprisa que tuve que terminar soltando el arma para que no llegara a mi piel. Tomé una de mis dagas y se la lancé haciendo que diera un tras pie y pude sacar otra daga que se incrustó en su axila, por el hueco que dejaba su armadura. Rugió de dolor y yo me lancé con la última daga que me quedaba. Le di una patada en el pecho, lo que lo hizo caer y llevarme con él hasta el suelo. Caí sobre él, pero estuvo a punto de tomar una de mis manos con una palma en llama si no hubiera rodado a un lado. Cuando me iba a levantar tuve que tirarme de nuevo al suelo, pues una mano en llama venía en mi dirección. La vi volar y caer en el suelo para luego apagarse con la repentina lluvia que se desplomaba sobre nosotros.
Dos gritos inundaron el claro, uno de guerra y otro de dolor. Cuando vi hacia el hada, la chica estaba en papada bajo la lluvia y la cabeza del hada estaba casi separada de su cuerpo. La chica le había cortado la mano y la cabeza.
Me puse de pie y le quité la espada de las manos.
—Gracias —le dije, ella seguía temblando, así que le puse una mano sobre el hombro—. Oye, sé que no estás bien, pero creo que deberíamos irnos antes de que se liberen. —Me miró y estaba segura de que no solo la lluvia mojaba su cara.
Después de acabar con ellos, decapitarlos y dejar las partes de sus cuerpos muy lejos entre sí, recogí mis cosas y salí de ese lugar más apresurada de lo que hubiera querido si no hubiera notado unos ojos observándonos desde los árboles. Ojos de animales, muchos, demasiados de ellos.
🍂🍂🍂
—¿Estás segura de que no quieres que te lleve a una de las guaridas? —le pregunté a la chica a la mañana siguiente. Nos habíamos alejado tanto que estaba a unos pocos kilómetros de llegar a la guarida que tenía como destino.
—No, estaremos bien —dijo ella pasando una mano por el pelo de, quien ahora sabía, era su sobrina. Esta jugaba con mis flores, que en ese momento estaban del mismo tamaño que ella—. Necesito encontrar a mi familia.
Sí, ese era el motivo por el cual estaba en el bosque. Había seguido la pista de su familia y la había llevado a ese lugar. Uno de los meteoritos había destruido su hogar, pero al moverse al siguiente pueblo le había dicho que un hombre había pasado por ahí y ella pensaba que era el jefe de su tribu.
—Ellos te podrían ayudar. —Ella negó con la cabeza y yo me dirigí al jeep.
—Bien, entonces acepta esto —le dije ofreciéndole una bolsa con algunos suministros.
—Yo no...
—Claro que sí, esto no es mucho, además esto —dije y me quité la daga que tenía en la bota, la que le había quitado a un saqueador—. Esto los mata de verdad —dije al tiempo que tomaba su mano y colocaba la daga en su palma.
—Pero yo no... yo no sé usar esto —me dijo viendo como la daga atrapaba la luz en su interior.
—Eso no es problema. —Comencé y me dispuse a enseñarle como sujetarla, cuáles puntos atacar y, ya que estaba en ello, qué hacer si la perdía y solo tenía sus manos para defenderse.
Pasamos el día y la noche ahí, yo enseñándole todo lo que podía y ella practicando y practicando. A la mañana siguiente sí llegó la hora de la despedida.
—Nunca olvidaré lo que has hecho por mí —me dijo—. Te prometo que encontraré un modo de pagarte.
—Vive y cuida de tu sobrina, eso será paga suficiente para mí.
Y con esas palabras nos separamos.
Cuando estuve frente a las puertas de la guarida me di cuenta de que no nos habíamos dicho nuestros nombres.
—Identifíquese —pidió el soldado que estaba encargado de la entrada de esa guarida.
Su voz me sacó de mis pensamientos. Era flaco, pero no de una delgadez natural, no, parecía que alguien le hubiera chupado la vida y no era la primera persona que veía así, muchas personas estaban siendo consumidos por la guerra. Me fijé en un pequeño lazo dorado que envolvía su muñeca. Por el brillo que se vio en sus ojos noté que supo quién era cuando me quité la capucha que llevaba.
—El amanecer se acerca —dije bajo, mirando el cielo que comenzaba a tener algunas estrellas en su lienzo. Volví la mirada al soldado y este asintió levemente antes de dejarme pasar.
—El amanecer se acerca —repitió bajo.
Saqué la mochila y me la colgué a la espalda, entré y me dispuse a buscar al capitán de esa guarida. Las dos flores con forma humanoide saltaron del tablero a mis hombros y él se quedó mirándolas por un segundo, pero no dijo nada.
Me adentré en la guarida que no era muy diferente a las que había visitado antes, aunque esa se veía un poco más oxidada y también había muchos más niños a la vista. Era una que Shadow había reclamado y de seguro todos esos niños formaban parte de aquellos a los que se había rescatado con el transcurso del tiempo. Sonreí cuando dos pasaron corriendo entre risas casi haciéndome caer. Debíamos comenzar un programa de estudio para ellos. Hice una nota mental para comenzar con eso más tarde.
—¿La puedo ayudar en algo? —preguntó un hombre de pelo café y pecas que se acercó a mí.
—Necesito hablar con el capitán, tengo un mensaje.
—Capitán —dijo mirando sobre mi hombro y me giré.
—Nikolay —dije y en el rostro de mi profesor se formó una pequeña sonrisa—. Voy a matar a Domingo, no me dijo que era usted. —Dejé la mochila en el suelo para darle un abrazo.
—Está bien, soldado —le dijo despidiendo al hombre y él comenzó a guiarme a su despacho.
—Así que capitán —dije ya estando solos y comenzando a deambular por el espacio.
Las dos flores se deslizaron por mis brazos y se pusieron a jugar en una silla. Esa guarida era un edificio viejo y todos los árboles que lo rodeaban habían sido implantados con el propósito de alejar a los saqueadores y a las hadas que, a pesar de masacrar a la población y destruir las ciudades, no tocaban los árboles. Creo que el hecho de que eso los haya sacado de su mundo los hacía valorarlos más, cosa que de seguro que deberíamos aprender de ellos.
—Sí, algo así. Aunque la verdad es que prefiero estar en mi laboratorio —me dijo sentándose y buscando algo entre sus papeles.
—Yo también —concordé con una leve sonrisa—. Tengo entendido que está estudiando la composición del cristal de las dagas.
—Sí, posee una composición muy curiosa: es de fácil moldeo cuando está en su estado puro, pero mientras se va exponiendo a fuego, ácido, o algo parecido se va haciendo más fuerte —dijo aún con sus ojos en los papeles.
—Como la espada de Gryffindor —murmuré. Él levantó la cabeza con el ceño fruncido y le hice un gesto de que no era nada importante—. Y es lo único que hemos podido encontrar que realmente mata a las hadas —agregué sentándome por fin.
—Aquí está —me entregó unos documentos; les di una ojeada.
—Así que esa roca que se estrelló con mi escuela no fue la única.
—No, pero a pesar de que poseen la misma composición, esas ya no brillan. No hemos encontrado ninguna acorde a tu descripción.
—Eso significa que alguien ya las ha tocado, así que podría haber más como yo. —Asintió—. Bueno, debemos apoderarnos de ellas y armarnos.
—Sí, ya envié los datos a la comandancia y tienen animales en movimiento.
—Perfecto. Bueno, yo también debería ponerme en marcha. —Le devolví los papeles, él les prendió fuego y los dejó caer en la papelera de metal.
—Te conseguiré una habitación y ordenaré que te preparen el bus.
—Solo ordene lo del bus, me iré de inmediato.
—Deberías tener una comida decente antes de irte —me insistió y yo lo pensé unos segundos, era cierto que no había tenido una comida como se debe desde hacía meses—. De acuerdo y un baño no me caería mal tampoco.
Salimos y le pidió al mismo soldado que me llevara a un cuarto.
Nos dirigimos por un pasillo donde las luces parpadeaban y las paredes de metal estaban bastante agujereadas debido a la humedad que se filtraba, pero se podían escuchar las risas de los niños por todas partes. Eso me alivió un poco y a la vez me hizo pensar en todos los demás que estaban allá afuera y que debían ser rescatados. Debía trabajar más duro, debía salvar a todos sin importar lo que me costara.
—Tú debes ser Blyana. —Me detuve en seco y por instinto llevé la mano a mi arma. Él se giró y me miró con detenimiento—. Efectivamente, igual a cómo te describió Cless. —Me quedé paralizada ante la mención de su nombre—. Bueno, veo que él no te ha hablado de mí, soy Matthew, el esposo de su madre.
—¿Usted es Matthew? —inquirí absorta.
—¡Ah!, veo que sí te ha hablado de mí, ¿sabes dónde está?, hace tiempo que no me puedo contactar con él y la verdad es que estoy un poco preocupado. —Mientras hablaba, hizo una señal con la cabeza para que continuáramos caminando.
Claro que no iba a poder contactarse, yo no había vuelto a encender la red de su celular. De hecho, lo había dejado en el fondo de la mochila cuando decidí que usaría el dolor de su muerte para completar nuestro plan.
—Sabes, todo esto que están haciendo es algo arriesgado, pero es increíble y estoy feliz de que confíen en mí para dejarme ayudarles —me dijo. Así que Cless lo había incluido, eso no lo mencionaba en su diario—. Cuando lo veas, por favor dile que se comunique conmigo, él sabe que lo considero un hijo y dile que su madre está mejor.
—¿Su madre está aquí? —pregunté levantando la cabeza.
—Sí —respondió con una leve sonrisa—. Bueno, esta es tu habitación, nos vemos luego.
—Disculpe —lo detuve—. ¿Podría hablar con usted y con su esposa dentro de una hora? —Él me miró con confusión—. Tengo algo que decirles. —Él solo asintió y se fue.
📎NOTA📎
Holis seres extraplanetarios!!!
Como siempre, gracias por todo su apoyo❤
Quería informarles que estaré un poco inactiva en redes porque he conseguido un nuevo trabajo y necesitaré algunas semanas para adaptarme.
Yessica solo eres un poco activa en tiktok, ¿de qué hablas pendeja?
Pero a pesar de eso, los capítulos seguirán saliendo los sábados puntualmente.
Las ⭐ de este capítulo van dedicadas para todos los que están luchando con los estudios y el trabajo. ¡Ánimo!
Creo que eso es todo. Los quiero mucho, besos❤
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