Capítulo 64
El cielo lleno de nubes de tormentas no solo anunciaba la lluvia inminente, también presagiaba la llegada de la Abeja Reina.
Parecía que el clima fuera aliado o estuviera bajo su voluntad. Allá donde la Abeja Reina hiciera acto de presencia, el cielo cantaba su llegada. Los mitos ya corrían por todas las guaridas, por todos los asentamientos y el sonido de los relámpagos alegraba a Carlos. Él y su esposa habían logrado llegar a una guarida; estuvieron a salvo por meses, incluso pudieron salvar su oído, pero eso, hasta que saqueadores tomaron la guarida y en ese momento los mantenían como prisioneros.
Nadie se salvaba de sus torturas. Nadie estaba a salvo de sus depravaciones.
Carlos mantenía a su mujer detrás de él, escondiéndola con su cuerpo. Cuando escucharon a los saqueadores intentaron escapar, pero todas las salidas estaban bloqueadas. En un acto de desesperación, y al escuchar los gritos de los hombres y mujeres en la sala principal, se habían cortado el pelo y cubierto con desperdicios para volverse lo más repugnante posible para ellos. Eso los había salvado por el momento. Los primeros días el hedor era insoportable, pero al cabo de un tiempo, terminaron acostumbrándose.
Un saqueador se acercó, su armadura tan negra como sus ojos. Carlos preparó sus músculos cansados para la batalla que se iniciaría. El saqueador les arrojó las sobras de su comida y todos se abalanzaron para recoger lo que pudieran. Escuchó como su esposa se quejaba y golpeo al sujeto que la había golpeado, pero este no se retiró. Quería el trozo que su esposa había logrado rescatar. Carlos se alzó en toda su estatura y volvió a golpear al hombre haciéndolo retroceder. Este lo miró con odio, luego a su esposa y se fue a un rincón.
Carlos y su esposa volvieron a su esquina y compartieron lo poco que habían conseguido, lo incomible lo embarraron sobre su piel para luego abrazarse. Sabían que después de la comida, siempre venían por uno de ellos y lo usaban hasta la inconsciencia. No distinguían entre hombres o mujeres, niños o ancianos. Habían aprendido que no debían llamar la atención, que debían fundirse con el suelo y las paredes, que debían volverse nada para esos monstruos.
Aún quedaban unas cien personas ahí, si tenían suerte podrían escapar antes de que les pusieran las manos encima o tal vez murieran antes.
Un rayo cayó en el exterior y su luz se coló por la pequeña ventana, iluminando los cadáveres que se descomponían en una esquina. Unos violados hasta la muerte, otros golpeados, otros cortados como trozos de carne solo por diversión. No podía dormir debido al recuerdo de los gritos. La primera vez que vio a algunos de los saqueadores comiéndose a uno, un niño, vomitó; muchos lo habían hecho. Los saqueadores solo se habían reído y dicho algo en su extraño lenguaje que claramente era una burla. Sin embargo, cada vez le daban menos comida y muchos ya habían optado por el canibalismo. Carlos y su esposa no habían llegado a ese punto, pero no sabían cuánto más soportarían esa situación.
El cielo seguía retumbando y Carlos rogaba que los rumores sobre la Abeja Reina fuesen ciertos, que aquellos truenos fueran el anuncio de su llegada. Por lo que él pudo ver, muchos de los saqueadores también pensaban lo mismo, ya que se movían inquietos y hablaban entre ellos.
«Eso es bueno», pensó Carlos, «olvídense de nosotros».
Pero uno de los saqueadores cortó la charla que tenía con otro y se dirigió hacia ellos. Carlos y su esposa se encogieron todo lo que pudieron. El saqueador les habló en su idioma. Eran unas palabras que aprendieron el primer día: «tú, ven».
Esas palabras se habían vuelto las más temidas. Ser elegido.
El saqueador apuntó con una espada al mismo hombre con el que Carlos había peleado y este se arrastró hacia atrás en el suelo. Comenzó a negar frenéticamente con la cabeza, las lágrimas corriendo por sus ojos, sus pantalones mojándose con su miedo. El saqueador se rio y luego volvió a repetir las palabras, pero el sujeto comenzó a balbucear.
—Ella es una mujer —gritó señalando a Lazzy, la esposa de Carlos. Él la escondió más con su cuerpo.
—No es cierto —replicó Carlos, pero ya habían llamado la atención del saqueador, quien llamaba a dos de sus amigos de armadura negra.
Uno tomó al hombre y lo arrastró en medio de risas, mientras el hombre seguía pataleando sin poder zafarse. Lo arrojaron boca abajo sobre una mesa y Carlos solo pudo escuchar el grito del hombre cuando comenzaron a abusar de él. El otro saqueador se dirigió a Carlos y a su esposa, exhibiendo una sonrisa perversa en sus labios.
Carlos se puso de pie y le dijo a su esposa que corriera, esta no lo hizo, de todos modos, no había a donde correr. El saqueador tomó a Carlos del cuello y lo arrojó lejos. El impacto lo dejó aturdido unos segundos, cuando pudo levantarse, su esposa gritaba desesperada mientras el saqueador le arrancaba la ropa. Otro saqueador se acercaba a él, con el miembro del sujeto que seguía siendo embestido entre gritos en la mano. Sus gritos provocaban que Carlos deseara que sus tímpanos reventaran de nuevo.
El saqueador lo tomó del cuello levantándolo en el aire mientras le decía algo que él no podía entender y que no le importaba, solo podía ver cómo le seguían quitando la ropa a su esposa y como esta lo llamaba desesperada mientras los demás seguían encogidos en una esquina. Escondiendo sus caras, tapando sus oídos, vomitando y orinándose encima.
Carlos peleó, pataleó e intentó arañarle la cara al saqueador, pero este solo se reía. Comenzó a gritar por su esposa y el saqueador le metió el miembro ensangrentado en la boca. Una arcada lo invadió.
Un fuerte rayo cayó demasiado cerca, tanto que sus réplicas parecieron entrar en la estancia ondeándose y siseando a su paso. Algunas de estas alcanzaron a unos saqueadores derribándolos con convulsiones. Las bombillas y los cristales se reventaron. La puerta explotó, no, fue arrancada de sus goznes por dos grandes plantas.
Otro rayo cayó iluminando la figura enmascarada que atravesaba la entrada. La figura ladeó la cabeza y unos ojos que parecían arder detrás de su máscara se posaron sobre los saqueadores. El saqueador que tenía sujeto a Carlos lo soltó y sacó su espada. Los demás también soltaron a sus presas y se concentraron en la persona en la entrada. Había comenzado a llover y los rayos seguían cayendo como en una tormenta eléctrica, mientras el viento hacía doblar a los árboles en el exterior. La figura en la puerta soltó una carcajada que fue acompañada con un relámpago.
—¿De verdad creen que tienen oportunidad? —dijo la figura, una voz conformada por miles. Carlos se estremeció al escucharla, al tiempo que se arrastraba hacia su esposa, quien venía a su encuentro.
Los saqueadores gruñeron en su idioma y se lanzaron contra el misterioso invitado. El suelo se abrió y las plantas comenzaron a brotar en torno a los humanos, cual barrera protectora.
Una niebla oscura se coló por las ventanas rotas y se unió a la pelea. La Abeja Reina se reía mientras cortaba a diestra y siniestra a los saqueadores. No los mataba, pero los dejaba bien heridos, lo suficiente para que lo que sea que le hiciera esa sombra, pudiera torturarlos. Porque cada que un saqueador era envuelto en aquella negrura, emitía alaridos que hacían a los que estaban allí querer estrellar sus cabezas contra la pared.
Carlos sabía que la Abeja Reina era despiadada, pero verla en acción era algo totalmente diferente. Disfrutaba del caos, de alguna manera conocía donde golpear para causar el mayor dolor sin matar. Sus plantas también disfrutaban la masacre, sus chillidos eran algo que Carlos nunca olvidaría, ni como se alimentaban de los saqueadores. Antes había estado aterrado, antes creía que conocía qué era el mal, pero estaba equivocado; el verdadero mal estaba allí mismo riendo a carcajadas mientras impartía muerte y controlaba un ejército de plantas: la Abeja Reina. Lo único de lo que podía estar agradecido era de que ese mal no estaba dirigido hacia ellos.
Los saqueadores terminaron siendo no más que una masa gelatinosa llena de huesos y harapos bañados en sangre en el suelo. La Abeja Reina, quien estaba agazapada viendo como una de sus plantas terminaba de comerse lo que quedaba de un saqueador, se levantó con unos ojos brillantes. Posó su mirada en la oscuridad que flotaba en una esquina; Carlos podría jurar que se veía más roja, como si hubiera absorbido la sangre, como si aún la estuviera absorbiendo.
«Los demonios nos defienden», pensó Carlos al verlos.
—Así que tú eres la Abeja Reina —dijo una voz procedente de la negrura.
—Y tú debes ser la sombra que ha estado salvando civiles —respondió la Abeja Reina, limpiando su espada con una cierta despreocupación.
La sombra permaneció en silencio por un rato mientras las flores de la Abeja Reina seguían rebuscando entre los restos hasta que ella chasqueó la lengua con desaprobación y las flores corrieron y se colocaron a su espalda.
—Eres uno de ellos —dijo la sombra.
—No, si he de compararme, es probable que sea más como tu dios, hecho por un cristal. —La Abeja Reina enfundó su espada y se ajustó la capucha. La sombra volvió a permanecer en silencio.
La Abeja Reina se giró hacia ellos y Carlos abrazó a su esposa. Las plantas desaparecieron.
—Debes preguntarte por qué tus poderes no me afectan —dijo la Abeja Reina—. ¿Cómo puede el miedo afectar a la destrucción cuando esta se deleita en él? —agregó con una clara sonrisa en la voz. Luego se agachó ante Carlos y su esposa, sacó un abrigo de su bolsa y se lo extendió a Lazzy—. La ayuda viene en camino. —Y como si sus palabras los hubiera invocado, se escucharon unos vehículos afuera—. Shadow se hará cargo de ustedes —agregó antes de ir al único árbol que había permanecido en pie y fundirse con él.
📎NOTA📎
Holis seres extraplanetarios!!!!
Mi lectora cero me recomendó la canción que ven arriba para este capítulo y pienso que le queda perfecta, ¿qué piensan ustedes?
Le doy la bienvenida a todos los que llegan aquí desde Tiktok, pobres cositas, llegan todos spoileados, pero créanme las cosas se pondrán cada vez más locas.
Pueden encontrarme en todas las redes sociales como yessica_urena8
Gracias por el amor que le dan a mi historia❤
Nos vemos el próximo sábado, besos❤
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