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Capítulo 62


Cuando desperté aún me encontraba en la cama de Cless. Me senté y miré desorientada mi alrededor como si todavía estuviera en un sueño. Al final volví a tomar la mochila, saqué su computador y revisé los documentos que tenía. Había datos que Domingo no me había informado, pero podría verlos luego. Cuando la iba a cerrar me percaté de un documento que tenía por nombre «06717360», el código que usaba para decirle que no hiciera ninguna estupidez y que lo quería mucho. Cuando lo abrí me di cuenta de lo que era: un diario.

17 de mayo del 2017

La verdad es que no sé por qué estoy haciendo esto, y me parece un tanto estúpido, pero vi por ahí que a veces ayuda cuando no tienes con quien hablar, escribirlo.

¿Que no tenía con quién hablar? ¿A qué se refería? Era un documento bastante largo y databa de antes de que él cumpliera dieciocho años.

La semana pasada ha venido mi madre por segunda vez. Estaba tan ilusionado de que esta vez fuera diferente, de que ella se diera cuenta de que no me convertí en ese monstruo que ella creía que sería, pero no fue así. Desde que me vio su cara se llenó de odio y se lanzó sobre mí. Me repitió unas palabras que ya conocía muy bien: «Eres un monstruo. Nunca debiste haber nacido. Te odio». Su esposo, Matthew, tuvo que llevársela. Yo no pude moverme, cada vez que ella se paraba delante de mí, no me podía mover.

Matthew volvió poco después y me encontró tomando una cerveza. Se disculpó por ella, pero eso no me importaba; lo que quería era saber el porqué de su odio hacia mí y como un estúpido se lo pregunté. Me lo contó. Me lo contó todo, aunque al principio no estuvo tan seguro.

¡Dios!, ahora lo entendía. Cuando esas palabras salieron de su boca y pude comprender, comencé a odiarme. Ya no me puedo volver a ver en el espejo. Me da asco mi reflejo. Me peleo con cualquiera esperando que desfigure mi cara para no reconocerme o que sea aún más piadoso y acabe conmigo.

Me detuve ¿De verdad eso sentía? ¡Oh, Diosa!, yo lo obligué a poner ese espejo en su habitación, por eso la mayor parte del tiempo lo cubría con algo. ¿Cómo no me di cuenta antes?

Como no iba a odiarme si yo era el vivo reflejo de mi padre. Matthew me entregó la única fotografía que había quedado de él, pero no pude observarla por mucho tiempo y desde entonces la guardo en mi billetera...

Cuando leí eso me lancé de nuevo a la mochila y saqué su billetera. Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver el anillo de flores, estaban muertas. Lo tomé en mi mano y una de mis lágrimas cayó sobre él, lo apreté contra mi pecho y rogué que volvieran a la vida y cuando las volví a ver comenzaban a recobrar su brillo. Me lo coloqué junto con el mío. «Siempre juntos».

—Tú siempre estarás conmigo —dije y seguí buscando.

Encontré la dichosa foto. Había dos personas en la misma: un hombre que era casi idéntico a Cless, la única diferencia eran las evidentes pruebas que el paso del tiempo había dejado en él y una niña de unos doce años que supuse sería su hija; con el pelo negro casi cubriéndole el rostro. Traía un vestido de mangas largas y cuello alto y su mirada estaba perdida. Volví a lo que narraba en su diario.

... Y lo peor era que en la fotografía también salía mi madre. ¿Cómo puede un padre hacerle eso a su hija? Ahora entendía cuando decía que yo no debía haber nacido... es que soy una abominación...

Ahí terminaba lo que había escrito ese día, pero yo volví a releer la última parte varias veces. ¡Diosa!, por eso el comportamiento de Cless en ese tiempo y después de eso. Por eso se había sumergido en el alcohol y en las peleas. Lo entendía más que nadie. Su madre había pasado por algo igual a lo que yo pasaba en esa época o aún peor. Su padre. Su propio padre, el que se suponía que debía protegerla, era quien la había lastimado de esa manera tan horrible. Cerré la computadora de golpe conteniendo las náuseas.

Me levanté. Ya sabía que debía hacer. La muerte de Cless no sería en vano. Yo cumpliría todo lo que nos habíamos propuesto. No permitiría que ninguna otra chica sufriera eso, continuaría eliminando la escoria del mundo como hacía cuando él era Sirverman y yo Flora. Cuando lideraba un grupo de sicarios encargados de matar a los asquerosos que se atrevían a tocar a niños y mujeres para esos actos despreciables. Volvería al juego, con la diferencia que esta vez sería yo quien les quitara la vida como hice con mis sombras.

Caminé hasta llegar a la estancia. Muchas de las personas se me quedaron viendo, otras se alejaron de mí a toda prisa. Vi como en su prisa casi hacen volcar a un hombre en silla de ruedas. Ignoré la sensación incómoda que me provocó, especialmente cuando el hombre que predicaba se cayó para mirarme. Sus palabras no eran más que pura basura, su Dios no había aparecido ni una sola vez a salvarnos de los invasores o salvarme a mí de lo que me habían hecho. Levanté más la barbilla cuando algunas mujeres se persignaron y me dirigí a las escaleras donde dos soldados flanqueaban el paso. Uno de ellos destacaba por su imponente presencia.

—Lo siento, no... no puedes pasar —dijo el que menos llamaba mi atención y noté como una gota de sudor comenzaba a recorrer su sien.

¡Qué lindo! Mira como le tiemblan las piernas.

—Parece que eres nuevo aquí —dije y lo miré de arriba abajo. Sabía que todos seguían mirándome a pesar de que el hombre había comenzado con su sermón de nuevo.

—Un poco —repuso el otro con una voz ronca.

—Pues déjenme presentarme soy...

—Flaca —dijo Domingo apareciendo en la puerta superior—. Ya 'taba asutao' de que no te asomara' por aquí.

—Ya pasó el tiempo de esconderme —le dije mirándolo, luego desvié la mirada a los soldados—. Si me disculpan —dije y se apartaron para que comenzara a subir.

Es hora de la venganza.

—Por cierto, tu nombre soldado —dije deteniéndome y mirando al primero que había hablado, un castaño de ojos verdes.

—Soy Daniel, señorita.

—Bien, Daniel, la próxima vez no te metas en mi camino. —Y subí con Domingo.

—Flaca, bájele algo, no me asuste' así a lo' muchacho ' —me dijo pasándome un brazo sobre los hombros.

—Tus soldados deberían tener un poco más de agallas —dije girando los ojos—. Esos dos casi se desmayan cuando me vieron.

—Esos han sido uno' duro que no le ha dado un patatú —repuso él y yo fruncí el ceño—. Verás, estás en to' lo lao' donde hay una pantalla que puede transmitir imágenes.

—Espera ¿Qué? —dije deteniéndome abruptamente.

Pues resulta, que la nave en la que había llegado Crasthor había grabado el encuentro ¡Sabrá la Diosa con qué propósito!, y ahora yo era el blanco número uno de todos los saqueadores. Algunos para protegerme bajo las órdenes de Zwodder y otros para eliminarme bajo la orden de quién sabe quién.

Al parecer el tal Crasthor quería usar ese video para atraer a más gente a su bando después de la victoria que pensaba que obtendría, pero adivinen quién destrozó sus planes, pues yo y me alegraba mucho de haberlo hecho. Lo que me molestaba era que no recordaba bien lo que había sucedido y tampoco era como que quisiera recordarlo. Me sentía como los días posteriores a mi cruzada de venganza contra mis sombras, con los hechos confusos en mi cabeza, y ahora estaba a punto de volver a esa etapa

—No me puedo quedar aquí —le dije cuando estuvimos ya en la sala de reuniones que se veía más como cuando Cless estaba a cargo.

—Mansa, flaca ¿Cómo que te me vas? ¿No oíste lo que te acabo de decir? Eres la matatana del lugar, to' el mundazo ta' a tra' de ti.

—Por eso mismo, si me quedo aquí, todos estarán en peligro.

—No, aquí estas a salvo —contradijo cruzándose de brazos.

—Domingo, me haré cargo, debo tener la mente en algo —dije pellizcando el reposa brazos de mi silla.

—Pero flaca.

—Por favor.

Domingo meditó por un momento.

—De acuerdo —dijo dando un suspiro resignado—. ¿Entonces qué harás?

—Me pondré en marcha hoy mismo, tomaré un vehículo y algunos suministros si no te molesta e iré a la comandancia.

—¿Sola?

—Por ahora estaré mejor así. —Alcé una mano sobre la maceta que tenía una pequeña planta casi muerta y esta volvió a la vida—. Necesito tiempo para entender esto. —miré mi mano y sentí como palpitaba al ritmo que la planta volvía a la vida—. Si estos poderes pueden protegernos, debo estar preparada para hacerlo.

Creo que todo lo que había pasado en el frente inhibió el miedo que pudieron haber despertado en mí esos poderes que había manifestado, o tal vez, era el hecho de que desde pequeña me había sentido tan unida a las plantas que toda esa manifestación quedó opacada y solo la aceptaba como algo natural. De lo que sí estaba consciente era de que debía aprender a controlarlos, no solo porque podían ser usados a nuestro favor, sino porque serían un medio de protección de los míos.

Tal vez si se hubieran manifestado antes, si me hubiera dado cuenta antes, Cless... Cless estaría vivo...

—Ta' bien, aunque creo que debes ir con alguien —dijo Domingo sacándome de ese lugar lúgubre al que siempre quería volver mi mente.

—¿De verdad crees que alguno de tus soldados querrá ir conmigo? Además, yo quiero y necesito estar sola un rato. —Me puse de pie—. Me iré a despedir y estaremos en contacto. —Me miró de una manera significativa—. Sí, me cuidaré —agregué girando los ojos antes de que él pudiera decirlo.

—Creo que lo' que tienen que tar' moca contigo son ellos.

—Probablemente —respondí con una leve sonrisa en mis labios.

Salí a la estancia. Otra vez esas miradas, me temían y la verdad era una sensación que me seguía haciendo sentir incómoda.

Me despedí de Lasly, la que montó toda una rabieta para que no me fuera, y sorprendentemente Zoe también. El más comprensivo de todos fue Chris, quien me dijo que le gustaría que me quedara, pero que, si eso era lo que me haría feliz, que me apoyaba, pero que volviera con vida. Lo que él no sabía era que yo ya estaba muerta y enterrada en una colina bajo un árbol.

Me llevé la mochila de Cless, con algunas de sus cosas. Me puse su camiseta, unas botas y fui al garaje para tomar un jeep, pero me topé con alguien que no quería volver a ver nunca más en mi vida.

—Así que nos vuelves a dejar. —El señor James estaba un poco demacrado, mucho más flaco, y su cabello antes rubio brillante estaba pajoso, él no era el único, muchas de las personas ya le estaba pasando factura la falta de comida y el encierro.

Me contuve, coloqué la mochila en el asiento del copiloto y di la vuelta para irme, pero él me interceptó.

Deja de contenerte, arrasa con todo.

—Aún me sigues evitando —dijo con un intento de risa coqueta de lado.

—¿Usted no se cansa? ¿No fue suficiente con todo lo que me hizo?

—Yo nunca te obligué a nada —me dijo mostrando un poco de confusión en su cara.

Me quedé unos segundos sin saber que responder, ¿de verdad él pensaba eso?

—Tiene que estar bromeando, claro que me obligó, era mi hermana o yo y obviamente...

—Ya veo, así que no sabes...

—Blyana. —Zoe apareció, miró con el ceño fruncido al señor James y luego a mí—. ¿Qué sucede?

—Nada, ya me tengo que ir —dije y me subí al jeep, no sin antes dirigir una mirada al señor James que le advertía claramente que no se atreviera a acercarse a mi hermana o esta vez no se libraría de que lo matara.

📎NOTA📎

Tic tac⏳ el tiempo se acaba.

Gracias a todos los que han llegado aquí, por sus ⭐ y comentarios ❤

Nos leemos la próxima semana❤

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