Capítulo 50
Nos tomó nueve días en llegar al lugar en un viaje casi ininterrumpido; solo nos deteníamos a dormir, comer y a saciar nuestras necesidades. Seguía tomando la medicación que la doctora me había indicado, cada vez en menos dosis, pero aun así me sentía horrible: estaba ansiosa, tenía fiebres ocasionales y unas náuseas insoportables, claro, eso sin mencionar el problema por el que en principio comencé a tomar los sedantes. De hecho, las cuatro figuras incorpóreas venían en el vehículo con nosotros, esperando el momento en que me quedara sola para atormentarme. Me seguían a cada lado.
—¿Me vas a decir que está pasando? —le pregunté a Cless cuando hicimos nuestra primera parada en una gasolinera abandonada en una carretera aún más abandonada. Desvié la mirada al interior del vehículo y ahí estaban viéndome con suma atención los cuatro espectros que me perseguían. Tragué saliva y di un paso desenfadado hacia Cless.
—Solo te estoy llevando a un lugar donde puedas estar tranquila —respondió llenando unos galones de gasolina. ¡Como si eso fuera posible, no era como que pudiera dejarlos en algún lugar! Y no solo eso, también estaba la situación de la invasión.
—No creo que ese sitio exista en la situación en la que estamos —dije acercándome más a él. Tenía una chaqueta negra, pero en su mano había algo que llamaba mi atención, la toqué y él se detuvo y me miró—. ¿Otro tatuaje? —inquirí deslizando un poco la manga de la chaqueta mientras arqueaba una ceja.
—No, un dinosaurio cantando, Blyana —dijo y prosiguió a cerrar el galón—. Vamos a dormir un rato aquí, ya que la calle está muy fría y luego proseguimos. —Puso el galón en la parte trasera del vehículo y sacó unas mantas y me las entregó—. Espera aquí.
Sacó uno de sus fusiles y entramos a la tienda que estaba en la gasolinera.
Dormimos dentro de la misma. O bueno, eso intenté, él se sentó a mi lado y cerró los ojos, mientras que yo me quedé un buen rato contemplándolo bajo la poca luz que se deslizaba desde el exterior por el cristal de la puerta.
¿Por qué esos sentimientos por él habían aparecido tan de repente? O bueno, ¿siempre había sentido algo por él y no me había percatado por tenerlo tan cerca? Porque la verdad era que, si miraba en retrospectiva, solo con él me permitía mostrarme de verdad: esa parte asustada y temerosa; esa cosa oscura que hasta a mí me asustaba y él lo aceptaba todo. Sin preguntas, sin deseos que cambiara; él me quería tal como era cuando ni siquiera yo creía que lo hiciera.
La vida es tan enigmática, a veces no te das cuenta de que algo es valioso para ti hasta que no lo tienes contigo, solo entonces ves el lugar y el real significado que tenía en tu vida, llevándote al arrepentimiento por su pérdida.
Estando ahí, comprendí cómo era posible que aún estuviera de pie, herida, sí, pero de pie... era por él. Cless me hacía fuerte. Me empujaba a seguir luchando, porque cuando un hombre ama a una mujer, esta se convierte en su debilidad, pero... pero cuando una mujer ama a un hombre, él... él se convierte en su fuerza.
Y Cless era mi sol, mi fuerza y todo lo que necesitaba para seguir.
Las cuatro sombras me observaban a mí mientras yo seguía contemplando a Cless; estaban inquietantemente quietas, hasta que una de ella se movió en mi dirección. Contuve la respiración y Cless se percató de inmediato.
—¿Pasa algo? —preguntó preocupado, tomando el arma y escudriñando el lugar, buscando un peligro que solo estaba en mi cabeza. Desvié mi mirada de nuevo a él—. Ven aquí. —Me atrajo hasta que terminé con la cabeza en su regazo—. Duerme —agregó—. Pelearé con las pesadillas si ellas intentan llegar a ti.
La sombra volvió a su esquina y se me quedó contemplando con malicia. Traté de controlar mi corazón desbocado, ignorarlos y solo concentrarme en Cless. Luego de un buen rato y con las delicadas caricias de Cless en mi brazo y con una canción que parecía más un hechizo que otra cosa, me quedé dormida.
🍂🍂🍂
Al lugar que me había llevado Cless, estaba muy al sur, tanto que no había nieve y el que parecía reinar era el verano; un verano húmedo, lleno de plantas e insectos molestosos, y me encantaba.
—¿Qué es este sitio?
Una pequeña cabaña de madera oscura rodeada por bosque y montañas, aunque el aroma de diferentes flores se mezclaba con el del mar a la distancia, estaba frente a nosotros. Los colores de la vegetación brillaban bajo la luz del sol, el trinar de las aves y las chicharras componían una sinfonía hermosa. Libertad. Era como si ese paraíso no estuviera en la tierra y no podría ser atacado.
—Estaremos aquí un rato hasta que te encuentres bien y puedas volver —contestó. Pasó su brazo sobre mis hombros y me encaminó a la cabaña.
Para él era tan natural el contacto, pero para mí ya no lo era. Cada que me tocaba sentía una explosión de calor que se levantaba en mi estómago y se extendía por todo mi cuerpo, pero no era un calor del que me quisiera alejar, sino todo lo contrario, quería sumergirme en esas llamas y arder hasta que no quedara nada de mí.
Oh, mierda, estaba metida en un gran lío. Sola con él, en ese lugar solitario.
La cabaña estaba llena de polvo y telarañas. Yo me adueñé de una habitación con balcón que tenía vista a un mar un poco lejano. Cuando entré, había una cama con unas sábanas azules, pero el polvo le daba un tono cenizo. A un lado de la puerta que daba al balcón, había un pequeño librero y al otro lado, un pequeño escritorio; di un paso, quería ir al balcón, pero me detuve de golpe. Cuatro rostros me impedían el paso. Ampliaron sus sonrisas felinas, sonrisas demasiadas largas para ser contenidas en las facciones humanas.
—Creo que vamos a tener mucho que limpiar —se quejó Cless apareciendo detrás de mí.
—Este lugar es genial —le dije dándome la vuelta. Él me miró con sospecha y traté de alejar cualquier rastro de miedo de mi expresión.
Respira, respira, no son reales, no son reales, me dije una y otra vez.
—Sí, pero hay que abrir algunas ventanas y puertas para airar esto un poco —dijo, haciendo una mueca mientras pasaba por mi lado hacia las puertas que daban al balcón.
Vi como atravesaba las figuras incorpóreas. «No son reales, solo son producto de tu imaginación» me dije otra vez y comencé a caminar mirando solo la espalda de Cless, pero ellos se interpusieron de nuevo.
—Ven a ver esto —dijo, se volvió hacia mí y me extendió una mano.
¿Por qué me causaban tanto miedo si en vida no lo habían hecho? Sabía que eran solo ilusiones, pero me aterraba cuando estaban delante de mí. Yo los había visto morir, yo los había matado, pero era yo la que tenía miedo.
—¿Qué te pasa? Vamos. —Tomó mi mano y me hizo atravesarlos. Cerré los ojos por unos segundos—. ¿Te gusta? —Delante de mí tenía una vista hermosa: podía ver como el bosque mermaba hasta terminar en unas aguas con un oleaje tranquilo y relajante de un color turquesa suave. Todo el miedo en mí se desplomó como seda al suelo.
—Es hermoso —murmuré, anonadada. Coloqué mis manos sobre la barandilla y reposé mi cabeza sobre ellas para mirar a Cless—. Gracias.
Cless tenía una camiseta sin mangas y por fin pude ver con claridad el nuevo tatuaje que tenía en el brazo derecho: una serpiente que se enroscaba en él, naciendo en la parte posterior de su mano hasta su hombro, donde de su boca salía una flor.
Él apartó un mechón de mi cabello que la briza había movido. Se me quedó mirando de una manera inescrutable. No retiró su mano, la mantuvo dibujando la forma de mi oreja; ese simple toque hacía que mis vellos se erizaran. Quería abrazarlo y olvidarme de todo lo demás, pero continué contemplándolo y hundiéndome en su exquisito toque.
—Bueno, comamos algo y comencemos con la limpieza de este chiquero —dijo apretando mi mejilla antes de apartarse—. Seguro en la tarde nos traen los materiales para seguir con las armas. —Salió del balcón y al ver que no lo seguía, se detuvo justo al lado de mis pecados. Yo miré sus rostros y luego lo miré a él—. ¿Algo te molesta del cuarto? Puedes cambiar —dijo con el ceño levemente fruncido.
—No, estoy bien. —Y caminé solo mirándolo a él.
🍂🍂🍂
Como Cless predijo, llegaron con un pequeño cargamento de materiales para las armas. Para su llegada solo mi cuarto estaba completamente limpio, el de Cless a media y para el colmo solo el baño de mi habitación funcionaba.
—Ahora sí, Cless, habla —dije cuando los soldados se perdían entre el camino arbolado.
—Sin Hermione, Harry no habría logrado pasar ni el primer año en Hogwarts —me dijo dándose la vuelta al interior de la cabaña.
—Tienes razón, pero sabes que no es de eso que te hablo —dije cruzándome de brazos siguiéndolo.
—¡Ah!, ¿te refieres a que ella debió quedar con Harry? —dijo llevando una caja a una mesa para comenzar a sacar su contenido.
—¿Qué? No, ella y Harry solo se querían como amigos, hermanos —dije frunciendo el ceño.
—A ti siempre te ha gustado el enemies to lovers —dijo mirando detenidamente un arma.
—Y a ti el friends to lovers, y ellos no son exactamente un enemies to lovers, olvídalo en eso nunca vamos a estar de acuerdo —dije girando los ojos.
—En lo que sí estamos de acuerdo es en nuestro odio a Bellatrix —dejó la caja en el suelo y pasó a mi lado, apretó mi mejilla y yo arrugué la cara por ello.
—Pues claro... espera. Me has cambiado el tema —dije tomándolo del brazo para que me mirara.
—Yo, claro que no —dijo con inocencia.
—Te estás ganando un puñetazo —le dije con mala cara y enseñándole dicho puño.
—¿Qué? Pero si yo no he hecho nada malo —dijo levantando las manos en señal de rendición, pero las comisuras de sus labios se curvaban hacia arriba.
—Dime ¿quién era ese hombre y por qué lo llamaste tío? —Su semblante pasó de uno juguetón a uno serio en una micra de segundo.
—Es el coronel del frente —dijo y se soltó de mi agarre para tomar otra caja.
—Bien, el coronel y... —dejé la frase en el aire para que él continuara, pero me ignoró completamente. Puso la caja sobre la mesa, cuando la abrió y vio lo que había dentro, la volvió a cerrar y se dirigió con ella a la cocina.
—Deberías estar ayudándome en vez de hacerme un interrogatorio. —Puso la caja en la encimera y comenzó a guardar su contenido en diferentes partes de la cocina que habíamos limpiado primero que todo.
—No creo que sea tan difícil responderme y si lo consideras un interrogatorio, solo me da a entender que no me van a gustar las respuestas y, por ende, que me ocultas algo jugoso. —Metí la mano y saqué algunas cosas y también comencé a organizar.
—Si sabes que no te van a gustar las respuestas, ¿para qué quieres saber? —Yo estaba intentando guardar algo en los cajones superiores, pero eran un poco altos para mí. Me quedé muy quieta cuando sentí el peso del cuerpo de Cless detrás de mí y me ayudó a colocarlo.
Podía sentir su cuerpo tan cerca al mío y lo único que quería era que se acercara más. Me di la vuelta y tuve que echar la cabeza un poco atrás para poder mirarlo a los ojos.
—Prefiero la verdad dolorosa al engaño, así que habla —respondí tragando fuerte, tratando de ignorar como me hormigueaban los dedos y como mi estómago se contrajo por la anticipación de algo que sabía que no llegaría.
—Podemos dejar eso para mañana, estoy muy cansado —confesó. Apoyó sus manos a cada lado de mis caderas sobre la despensa y dejó caer su cabeza sobre mi hombro. Todo mi cuerpo quería actuar de una forma salvaje y arrojarse sobre él, pero me quedé muy quieta.
Necesitaba un médico que hiciera algo con mis niveles de estrógeno porque era evidente que estaban disparados.
🍂🍂🍂
Lo dejé estar y pasamos varios días tranquilos. Armando armas, yo intentando de no envenenarnos con mi comida, dando paseos por el bosque, leyendo los libros viejos que encontré en mi habitación, bueno, nuestra. Porque la primera noche me desperté gritando y Cless no permitió que volviera a dormir sola, pero por decisión de él, y alivio mío, había entrado un colchón de la otra cama y dormía en él.
Los rostros me seguían a donde quiera que fuera, no hablaban, pero eran un recordatorio de todo lo que había pasado. Y, aun así, cuando aparecían de repente delante de mí, dejaba escapar un grito y salía corriendo buscando la protección de Cless.
Un mes después recibimos la primera visita de Lasly y Domingo, se quedaron por dos días y ella me enseñó algunos trucos en la cocina. Esos días dormí con ella.
—Pero si te gusta, díselo —me susurró ella muy bajo para que nadie más escuchara.
—Estás loca, ¿de verdad crees que es momento para estas cosas? —le contesté en el mismo tono.
—Querida, este es el mejor momento, no sabemos qué va a pasar. Así que has lo que tu corazón te diga.
—¿Cómo tú con Domingo? —contesté con una ceja arqueada.
—Exactamente —respondió con una de sus hermosas sonrisas—. Mira, al principio a mí me pasaba lo mismo. Aunque Domingo y yo no comenzamos como amigos, ¡oh, por Dios, me caía tan mal! —dijo dejándose caer en la cama con una sonrisa tonta en el rostro—, pero luego lo fuimos y tenía miedo de dar un paso más con él por la situación en la que estábamos. —Me miró y supe lo que iba a decir—. Igual que tú, pero por esa misma razón no deberías perder tiempo, si tenemos mucho o poco no debemos desperdiciarlo. Disfruta todo lo que puedas con él porque a veces no hay próxima vez, a veces no hay «mañana tal vez», a veces es ahora o nunca, Bly.
—No es tan fácil —respondí y también me dejé caer a su lado.
—Sé que Zwodder ahora mismo es un grano en tus lindas pompis, pero eso no te impide usar el resto de tu cuerpo. —Me eché a reír por sus palabras.
—Pompis ¿en serio? —dije limpiándome las lágrimas.
—No me hagas decir la otra palabra —dijo en medio de un puchero y ambas nos echamos a reír.
🍂🍂🍂
Otro mes había pasado y estaba en el bosque, recogiendo algo de madera para la chimenea. Los espectros estaban a mi espalda, pero poco a poco, con el pasar de los días y con aceptar que ellos nunca se irían, había aprendido a vivir con ellos. Ya no trataban de hacerme daño, simplemente estaban siempre conmigo, como una herida que al principio dolía hasta creer que morirías, pero que después solo dejaba la cicatriz como recuerdo. Eso eran ellos. Cicatrices de una gran herida que me fue infligida hacía mucho tiempo.
—Allá hay otro —me dijo el hombre con un agujero en la garganta.
Fui a donde me había señalado y tomé una gran rama, pero la dejé caer enseguida cuando escuché un crujido entre los árboles muy cerca de mí.
—¿Quién anda ahí? —pregunté y sujeté una rama con fuerza como si fuera una espada. Había dejado la daga que siempre llevaba conmigo y en ese momento me di cachetadas mentales por hacerlo.
Unos ojos brillantes aparecieron entre los árboles, poco a poco unas astas y unas patas con garras salieron a la luz, era Cruster.
—¿Cruster eres tú? ¿Qué haces aquí? —dejé caer la rama y caminé a él. Él dejó que lo acariciara mientras cerraba los ojos y soltaba un tipo de ronroneo. En su cuello estaba sujeta una pequeña bolsa—. ¿Esto es para mí? —pregunté buscando su mirada y él levantó un poco más la cabeza para darme mejor acceso a la bolsa. Saqué la nota que tenía dentro y me senté en un tronco que estaba cerca. Cruster comenzó a masticar unas flores que bajo la luz del sol parecían doradas. Eran unas flores hermosas y que parecían tener como objetivo apoderarse de todo el bosque porque no había un sitio donde no estuvieran.
La nota estaba sellada con uno de esos sellos de lacre con el mismo símbolo que aparecía en la capa de los soldados con armadura violeta, el mismo violeta que tenía el sello. El animal parecía un león con alas, pero su cabeza era diferente, era más alargada como la de un reptil.
—Necesito lápiz y papel para responder —mormuré más para mí misma, pero Cruster dejó las flores y me volvió a dar acceso a su cuello cuando se tumbó a mi lado. Yo busqué de nuevo en el pequeño bolso y descubrí que tenía otro compartimiento donde había lápiz y papel, respondí la nota y Cruster desapareció como había aparecido, entre las sombras.
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