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Capítulo 49


Tres días habían transcurrido desde el incidente y pasaba más tiempo en el ala de enfermería que en otro lugar. Mi cuerpo aún tenía rastros de la sustancia, aunque la doctora decía que era sorprendente la manera en la que mi organismo la expulsaba, pero eso, como suponía, implicaba: verlos, tener pesadillas todos los días y despertar gritando con el corazón latiendo como las alas de un colibrí enjaulado.

Cuando estaba acompañada ellos no me hablaban, no se acercaban, o lo hacían muy poco, pero cuando estaba sola; hacían lo que estaban destinados a hacer: torturarme. Y había decidido no mencionar una sola palabra, no quería ser otra carga; no en esos momentos. Por suerte, Cless pocas veces me dejaba sola y eso empeoraba mi otro problema: los sentimientos que seguían creciendo como una planta abriéndose paso de manera implacable en busca de la luz del sol, y Cless... Cless se había vuelto mi sol.

Estábamos en la habitación y me encontraba tan consciente de él a mi lado que varias veces casi se me había caído unas cuantas armas, pero él ni me miraba. Quién diría que en algún momento estaría ansiosa por llamar la atención de Cless, definitivamente, el mundo se estaba acabando, como él decía.

Ya no podía más, necesitaba salir, así que dejé el trabajo y me encaminé a la puerta. Sujeté la manija, pero una mano impidió que la abriera. Me asusté un momento pensando que sería uno de los espectros que me perseguían, pero me alivié cuando me di cuenta de que era solo Cless.

—¿Me puedes decir que te pasa? —Cless había colocado su mano al lado de mi cabeza, presionando la puerta e impidiéndome salir, pero no creía que fuera necesario. Estaba paralizada entre él y la puerta. Mi corazón cambió el ritmo acelerado que llevaba del susto al nerviosismo por su cercanía—. ¿Blyana?

—¿Qué me pasa de qué? —dije sin moverme, no quería verlo a los ojos, sentía que si me veía iba a poder saber exactamente lo que me sucedía.

—Te estás alejando. —Retiró la mano de la puerta y me hizo girar para tenerme de frente.

Nuestra habitación era un simple cuadrado que se veía grande por la falta de cosas: paredes grises y descascaradas, dos catres y unas mesas para nuestro trabajo; no obstante, en ese momento, sentí como se comprimía a nuestro alrededor, aprisionando todo el aire y acercándonos cada vez más.

—¿Alejándome?, ¿yo? No sé de qué hablas. —Evitaba con todas mis fuerzas su mirada, en su lugar prefería mirar las grietas del suelo por donde se colaban algunas gramíneas y unas pequeñas plantas de heliotropos.

—Me has estado evitando y no quieres decirme nada de lo que te pasó ese día —se quejó buscando mi mirada, al no encontrarla sujetó mi barbilla, obligándome a mirarlo—. Blyana... —agregó y no necesitó decir más para saber que lo que veía en mi cara lo preocupaba.

—Te juro que estoy bien. Es solo la nueva medicina que me ha dado la doctora —dije tratando de calmarlo.

—Necesito que hables conmigo, que me digas lo que pasó para poder ayudarte.

Él escudriñaba mi rostro, pero yo solo estaba centrada en las sensaciones que su toque estaba haciendo en mí; me cosquilleaban los dedos y quería abrazarlo, respirar su aroma y olvidarme de todo lo demás.

—Blyana ¿me estás escuchando? —Me abrazó y yo aspiré hondo, disimulando todo lo posible para que no lo notara. Casa, eso era lo que llegaba a mi mente cuando estaba así con él—. ¿Volvieron las pesadillas? ¿Es eso? Vuelve a dormir aquí —pidió volviendo a separarse para mirarme. Yo aún estaba reacia a volver a dormir en la misma habitación con él. ¿Cómo podría si cada que lo veía mi corazón entraba en un frenesí?

Era como si mi corazón hubiera decidido que yo era suya, pero solo cuando estaba en una situación donde cualquier cosa nos pudiera separar, me daba cuenta.

—No, estoy bien —respondí un poco decepcionada porque había roto el abrazo. A pesar de las pesadillas, no me creía con fuerzas para volver a la habitación y que él no se diera cuenta de lo que me pasaba. ¿Cómo le diría que ahora no solo deseaba su amistad?

—¿Entonces que te tiene así? Solo bebías esa cosa por las pesadillas, si no son ellas que te ha hecho... ¿Qué te tiene tan mal?

—De verdad, estoy bien —seguía mintiendo, pero era obvio que eso no funcionaba con él.

—No, no lo estás. Tú me ayudas, pero ¿Por qué no me dejas ayudarte? Debes sacar esa cosa de tu organismo. No más, por favor —suplicó y no me pude negar, sus manos alrededor de mi rostro y su súplica era lo que necesitaba para rendirme.

Yo lo sabía, pero escucharlo de la boca de Cless me hizo entenderlo mejor. Su miedo se transmitió a mí. Si seguía así me terminaría matando sin querer y no podía dejarlo, se lo había prometido. Además, estaban Zoe, Chris, Lasly e incluso Domingo, no podía hacerles eso. Pero ¿Cómo se supone que lograría eso en esa situación? Sí, la doctora se estaba ocupando de mí, pero en el ala de enfermería no cabía un alma; cada vez teníamos más pérdidas y a pesar de que según la doctora mi sistema se deshacía de la sustancia más rápido de lo normal, no era suficiente.

—Está bien, lo haré —dije y él me abrazó, devolviéndome al lugar donde quería estar—, pero ¿cómo se supone que haremos esto? —inquirí aún llenando mis fosas nasales con lavanda y madera, llevándolo a lo más profundo de mi ser y guardándolo ahí. Mío, cantaba algo muy dentro de mí.

—No te preocupes por eso, déjalo en mis manos. —Él deslizaba suavemente sus manos por mi espalda y quería quedarme ahí por la eternidad.

En ese momento me di cuenta de que siempre había sido él. Siempre a mi lado. Siempre dándome seguridad. Siempre cuidando de mí.

🍂🍂🍂

Dos días más habían pasado y según la doctora ya no quedaba rastro de la sustancia en mi organismo. ¿Cómo era eso posible? Ni ella ni los demás médicos podían explicarlo. Eran aproximadamente cuatro años con esa cosa en mi sistema; no era tan fuerte como otros narcóticos, pero que lo expulsara tan rápido...

Estaba en uno de los baños junto con Cless y Lasly, en mis manos estaban todas las ampollas y las plantas que tenía. Las miraba en mis manos y luego miraba el bote de basura y volvía al contenido que estaba en mis manos. ¿Cómo sobreviviría sin esto? ¿Cómo sobreviviría contra los espectros que se amontonaban en un rincón del baño con nosotros? ¿Cómo sobreviviría a las constantes pesadillas?, ¿a los recuerdos?, ¿a mi mente desastrosa?

Cless apoyó una mano en mi hombro y Lasly me dio una sonrisa y, aunque no sabía cómo saldría de eso, sabía que no estaba sola. Así que los dejé ir. Los arrojé al bote de basura y me dije que soy fuerte, que esa cosa no podía controlarme y que no estaba sola, no lo estaba. Miré a Cless... nunca había estado sola.

—Bien, me desharé de esto definitivamente —dijo Lasly llevándose el bote.

—Estarás bien —me dijo Cless y acarició mi mejilla, de esa manera que solo él sabía hacer.

—Más te vale porque si no moriremos los dos por falta de sueño.

—Se supone que el pesimista de los dos soy yo. No me robes el puesto. Ahora terminemos el trabajo —dijo pasando un brazo sobre mis hombros.

🍂🍂🍂

Estaba descalza, pero un vestido rosa claro cubría mi cuerpo. Un camino de tierra que se veía que había sido transitado en incontables ocasiones se extendía ante mis ojos. Árboles a mi alrededor, árboles que nunca había visto antes, tan altos que pretendían apuñalar el cielo y hacerlo sangrar. Estaban por todos lados; sus hojas de colores verdosos y azules se encontraban a ambos lados del camino. El cielo estaba negro, regordetas nubes de lluvia colgaban de él. Unos pasos se escucharon a mi espalda; no sabía de quién o qué, pero sabía que debía correr.

Mis puños sujetaban mi vestido evitando que me hiciera caer. Más rápido, debía correr más rápido. Pronto el camino desapareció y me vi corriendo en el bosque. El musgo cada vez engullía más mis pies. Algunas ramas arañaban mi piel en mi desesperación, no, no eran ramas: eran raíces aéreas que formaban arcos por todas partes. Mis perseguidores aún estaban cerca. Podía escuchar sus pisadas fuertes, sus voces. No tenía escapatoria. Cada vez el bosque se volvía más impenetrable.

—¡Prendan fuego a todo! —escuché decir.

«No». Supliqué en mi mente. «No le hagan esto al bosque, por favor», pero era tarde. El bosque comenzó a arder. Los árboles soltando chillidos desesperados, rogando salvación mientras eran consumidos por un fuego verde. Un fuego salido del mismo averno.

Estaba atrapada entre las llamas.

Mi vestido comenzó a arder, pero logré apagarlo; el humo no me dejaba respirar, a donde mirara, fuego era todo lo que veía. De pronto una masa oscura parecía acercarse, retrocedí tanto como el fuego me lo permitió, pero al final la oscuridad me absorbió y grité con todas mis fuerzas.

🍂🍂🍂

—Blyana, Blyana, despierta. —La cara tan cerca de Cless me hizo retroceder provocando que me cayera de la cama—. ¡Rayos! ¿Estás bien?

—Sí. —Me levanté de golpe—. ¿Qué sucede? No me digas que están aquí.

«Él no puede venir por mí», pensé, «no ahora, no todavía».

—No, pero debemos irnos —me dijo y me percaté de la mochila en sus hombros, al igual que otra en sus manos. Él se separó un poco y recogió una ropa de su cama que estaba hecha pulcramente—. Toma, ponte esto. —Atrapé la ropa en el aire y él salió.

Cuando salí al pasillo estaba completamente vacío.

—¿Qué significa esto, Cless? —inquirí ya inquieta, confiaba en Cless con mi vida, pero la situación me estaba poniendo nerviosa. No podíamos huir, eso implicaría...

—Te sacaré de aquí —explicó sin mirarme, pero yo me detuve de golpe.

—¿Qué?

—Para que puedas dejar eso no puedes estar en un lugar como este —me dijo volviendo por mí y tomándome del brazo para que caminara. Odiaba ser tan consciente de su mano sobre mi brazo desnudo porque aún no me había terminado de poner el abrigo.

—No podemos escaparnos —le reproché y él lo sabía perfectamente.

—No nos escapamos exactamente, volveremos cuando estés bien —me dijo abriendo la puerta del comedor donde logré ver tres figuras esperando en la puerta que llevaba a los ascensores.

—Tranquila, sé lo que hago.

—Sí, pero...

—¿Confías en mí? —Se detuvo de golpe y sus ojos me penetraron.

—Con mi vida —respondí sin la menor duda.

—Bien —respondió a su vez mientras las comisuras de sus labios se elevaron un poco—. Vamos a estar bien, solo sígueme. —Yo asentí y volvimos a caminar hasta estar frente a las tres figuras.

Eran Lasly, Domingo y un hombre que no reconocí.

—Recuerda que pasaremos una vez cada dos días por los suministros —le dijo el hombre a Cless.

—Sí, señor. —El hombre se dirigió a la puerta y la abrió.

—Te extrañaré mucho, Blyana —me dijo Lasly en medio de un abrazo, yo estaba tan confundida con la situación que por poco no se lo devuelvo.

—Cuídate, flaca —me dijo Domingo y me dio un abrazo rápido. Los dejé a los dos parados y Cless me hizo seguir tras él; solo el hombre iba con nosotros.

Llegamos a un vehículo que parecía un humvee, pero que era más pequeño. Faltaban algunas horas para el amanecer, aunque eso no importaba en ese lugar de eterna oscuridad.

—Allá encontrarás todo lo que necesites cuando llegues. Ya he ordenado que también cuiden el perímetro —le dijo el señor a Cless y noté unos bonitos ojos verdes y un pelo que pasaba de café rojizo a blanco en su cabeza.

—Muchas gracias, señor —le dijo Cless y me ayudó a subir.

—Creo que puedes llamarme tío, claro si no te hace sentir incómodo.

—Estaremos en contacto... tío —le respondió Cless y en la cara del hombre se formó una sonrisa. Cless pisó el acelerador y salimos de ese lugar infernal.

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