Capítulo 46
Los siguientes mensajes han sido descifrados bajo la autorización de la comandancia.
Procedencia: desconocida.
Origen: Proteína.
Destino: Zarigüeya.
«Por el momento Virus y Escorpión están fuera».
«El amanecer se acerca»
Procedencia: desconocida.
Origen: Zarigüeya.
Destino: Proteína.
«¿Están domando animales?».
«El amanecer se acerca»
Procedencia: desconocida.
Origen: Proteína.
Destino: Zarigüeya.
«No, han sido asignados a una misión especial. Un nuevo animal llamado mimo se ha unido al Zoo».
«El amanecer se acerca»
Carol atravesaba ese pasillo por quinta vez en una hora, después de enterarse de la discusión entre Mary y otra chica de la guarida. Luego de la partida de Cless y Blyana al Frente Norte, ella se había mudado de manera permanente a la guarida donde se encontraba Mary. No se hablaban o bueno, Mary la ignoraba por completo, aunque ella tratara de acercarse. Pero la discusión que había tenido con esa chica la había preocupado.
Según los que habían visto la pelea, Mary simplemente se había abalanzado sobre la chica sin motivo alguno, sin embargo, Carol conocía a Mary lo suficiente para saber que debía haber algo detrás. Carol se mordió el labio al volver a pasar frente a la puerta y siguió como si se fuera a marchar cuando un grupo pasó a su lado cuchicheando.
Lo que tenía más desconcertada a Carol era que conocía un poco a la chica con la que se había peleado Mary, bueno, más que conocerla, le había estado coqueteando de una manera un tanto descarada que hacía reír a Carol, pero eran solo eso, coqueteos insignificantes porque ella no tenía ojos más que para Mary.
Así que Carol volvió a pasar frente a la puerta de la habitación de Mary, estrujando sus manos tratando de contener el impulso de tocar la puerta, pero se detuvo en seco cuando Mary la abrió con el ceño fruncido.
—¿Podrías dejar de hacer eso? —espetó apretando la mano en la puerta. Carol no se sorprendió de su tono, últimamente era el único que usaba con los demás: constantemente enojada. Lo que sí la sorprendió fue ver el ojo morado y los arañazos en su cara. Todo en ella se calentó de rabia, hablaría con la responsable de eso más tarde.
Carol no quería enojarse con ella, solo quería arreglar las cosas, pero ya estaba realmente cansada de todo eso. Sabía que debía ser duro para Mary. Descubrir esos sentimientos por alguien de su mismo género, era algo con lo que nunca había tenido que lidiar. Desde pequeña había sabido que le gustaban las niñas y sus padres no se habían opuesto a sus gustos. Sí, su tía, Ana, había hablado, pero su padre, al cual Carol adoraba, la había puesto en su lugar.
Pero era distinto para Mary, Carol lo sabía. Era la primera vez que se sentía atraída hacia una mujer, pero eso no le daba el derecho de tratarla como un paria.
—Puedo conseguirte algo para ese ojo —ofreció y dio un paso tentativo hacia ella. Tenían días que no estaban así de cerca y era gratificante volver a poder ver esos ojos color tormenta de nuevo. Carol de verdad esperaba que dejara su trato hostil y poder volver a un trato cordial, por lo menos.
—¿Quién te dijo que quiero algo de ti? —gruñó con un tono venenoso, cruzándose de brazos, realzando su pecho. Carol se dejó hipnotizar unos segundos por ellos y luego volvió a desviar su mirada hacia su cara.
—Deja de comportarte como una maldita niñata, solo quiero ayudarte —le espetó y en el mismo segundo en que vio como ese muro que ella siempre ponía ante todos, se volvía más grueso, más impenetrable, se arrepintió—. Lo siento, es solo...
—Fui clara contigo. No estoy interesada en ti, Carol.
—No estoy aquí porque crea que... no estoy aquí por eso. —Y era la verdad, ella se preocupaba por Mary, solo eso, solo quería verla bien sin importar que ella no la quisiera de vuelta—. Te recuerdo que fuimos amigas antes que todo.
—¿Y de verdad crees que voy a creer que solo estás aquí por eso? —Carol dejó salir un suspiro de resignación. No quería dejarla sola. Sabía que a Mary no le quedaba nadie que velara realmente por ella y no es que fuera la persona más amada en la guarida.
—De acuerdo, estaba tratando de arreglar las cosas contigo, pero si lo que quieres es que te deje en paz, eso haré.
—Bien.
—Bien.
🍂🍂🍂
Mary era un desastre, siempre lo había sido, pero en ese momento lo era aún más. Nunca había sido una persona amable con los demás, nunca le había interesado relacionarse más de lo necesario con las personas. Era un ser gris, una sombra, ya se había acostumbrado a eso y para ella estaba bien.
Pero cada vez que miraba a Carol, esa cosa en su pecho se agitaba y demandaba que se acercara, que la tocara, que buscara la manera de que en sus mejillas aparecieran esos hoyuelos que saludaban cuando sonreía. Y ¡por Dios! Estaba obsesionada con esos malditos hoyuelos. En esos momentos deseaba no ser como era. Deseaba ser más abierta. Ser capaz de decir lo que sentía por ella desde hacía un tiempo, mucho tiempo antes de que ella aceptara que le gustaba, no, que estaba enamorada de ella, pero... no sabía, no sabía cómo podría estar con ella, siendo como era. Nadie la soportaba en la guarida porque si no era una sombra, era un arbusto de zarzas que cortaba y hería a todos, un animal que primero atacaba para no ser lastimado.
Pero cuando vio la espalda tensa de Carol perdiéndose en el pasillo, sus rizos rebotando furiosamente contra su hombro, se sintió aún peor. Se dejó caer y hundió la cara entre sus manos. El problema era que si estaban juntas todos terminarían odiándola como a ella y no permitiría eso; además estaba maldita. Todos los que estaban cerca de ella morían: primero su hermano, luego sus padres, habían mandado a Cless al Frente del Norte, al peor de todos, y estaba segura de que también moriría y Carol... ella no quería que le sucediera eso a Carol. Por eso, aunque le doliera, era mil veces mejor que estuviera lejos.
Cless
Aún me sentía como una mierda. Siempre lo hacía, pero creo que en esos momentos la única razón por la que no agarraba un arma y me daba un balazo era por la castaña que dormía en la cama contigua a la mía. Yo solo la tenía a ella, siempre había sido ella, aunque conocía a mi madre, ella no quería saber nada de mí y eso me dolía y mucho, pero la entendía. En las circunstancias en que yo había nacido, todo lo que ella había pasado antes y después de mí. Entendía por qué ella no me quería ver, yo era idéntico a mi padre, desde que Matthew —el esposo de mi madre— me había enseñado una foto de mi padre comencé a odiar mi reflejo en el espejo.
Blyana conocía casi toda la historia. Sabía de la primera vez que vi a mi madre, lo que no sabía era que ella me salvó, ya que, en ese momento, un yo de trece años solo quería dejarse caer al vacío. También sabía que mi madre no me quería, que se arrepentía de haberme traído al mundo. La segunda y última vez que la vi fue un poco antes de cumplir dieciocho, ella lo había vuelto a intentar, pero el resultado fue aún peor que el primero. Ese día Matthew me contó todo y me enseñó la fotografía que ahora mantenía escondida en mi billetera.
Esa vez también me acoracé, me sumergí en la bebida y en las peleas. Varias veces despertaba en lugares a los que no recordaba cómo había llegado, o con la ropa llena de sangre, con moretones en todo el cuerpo. Muchas veces Blyana venía por mí junto con Azel o con el estúpido de Christian, pero por ella salí. Solo porque la estaba hiriendo y ella no se alejaba a pesar de lo que hiciera o por más que se lo pidiera, ella seguía ahí conmigo, y, por otra parte, ella también me necesitaba.
¿Cómo podían dos personas tan rotas repararse entre sí?
Siempre he admirado la fuerza que tiene. Después de todo lo que ha pasado, sigue sonriendo, creyendo que hay gente en este mundo que merece ser salvada y lucha por ellas. ¿Yo? Yo solo quiero librarme de mi cuerpo y mi mente. Quiero olvidarme de todo lo que soy, del desastre que estoy hecho, aunque eso implique vivir bajo tierra, pero eso también implicaría dejarla, y no puedo.
Me puse de pie y fui al baño. Me limpié la herida del brazo y comencé a trabajar, ya que tenía mucho trabajo atrasado. Poco después de haber dejado la guarida, Meison y los demás científicos habían logrado colocar la barrera haciendo que la guerra llegara a su pico. La poca consideración que antes habían mostrado los saqueadores se había ido por el caño y solo estábamos manteniendo las líneas, o quizas ni eso.
Estaba concentrado armando las armas y colocando el corazón con la carga eléctrica, cuando escuché que Blyana comenzaba a moverse inquieta en la cama.
—¡No, Zoe, no, no, Chris, Cless, no, Cless, CLESS! —gritaba apretando las sábanas.
Me levanté rápido, soltando el corazón de carga que lanzó rayos de poder en protesta y fui hasta ella.
—Blyana, despierta, es un sueño. —La sostuve de los hombros y la moví un poco, pero no despertaba.
—No, Zoe, Cless... Cless. —Estaba toda sudada y su rostro se contraía en lo que parecía una mueca de dolor. Apreté los labios, odiaba lo que le hacían esas pesadillas—. ¡Fa bashai fe say manda! —gritó y por fin abrió los ojos.
Otra vez esas palabras extrañas.
—Tranquila, tranquila, ha sido solo un sueño.
—Cless, ¿eres tú?, ¿estás bien? —Ella había acunado mi rostro con sus manos y comenzado a llorar.
—Sí, soy yo. Tranquila.
—Tuve una pesadilla horrible, Zoe, Chris y tú... Muertos. —Yo la abracé.
—Tranquila, fue solo una pesadilla —repetí buscando la manera para que dejara de llorar. Ella se apretujaba contra mí con desesperación, como si pensara que en cualquier momento desaparecería, eso me hizo abrazarla con más fuerza. Nunca podría apartarme de su lado—. Ellos están bien. Me comuniqué con Lucas esta mañana y me dijo que están todos bien, César les hace la vida imposible, sí, pero están vivos. —Yo seguía acariciando su cabello tratando de calmarla. Ella nunca dejaba que nadie le tocara el cabello, pero después de que me enteré de... todo, había comenzado a dejarme tocarlo y esa parte primitiva mía que me volvía un animal posesivo, se sentía muy bien.
—¿Estás seguro? —me preguntó ya un poco más calmada.
—Sí, vamos, ve al baño, ya casi es hora del desayuno y tienes que entregar tu trabajo.
—Desayuno —dijo torciendo la boca en un gesto de asco, yo tomé el mechón que siempre se le escapaba y lo puse detrás de su oreja—. Extraño tanto a Chris —suspiró poniéndose de pie y pasando sus manos por su rostro, limpiando los últimos rastros de lágrimas.
—Sí, la comida de este lugar es asquerosa —concordé dejándome caer de espalda en la cama.
—¿Extrañas a Chris? ¿Quién eres tú y que has hecho con mi extraño y nada atractivo amigo? —dijo entre una risita, mientras se ataba el cabello en una coleta, dejando al descubierto ese delicioso cuello que solo provocaba enterrarse en él y lamerlo y morderlo hasta escucharla jadear.
—No extraño a Chris, extraño su comida —disentí girando los ojos. Enterrando esos pensamientos libidinosos.
—Sí, ajá —dijo y se perdió en el baño. Me levanté y me percaté que en algunas partes del suelo comenzaban a salir algunos brotes de plantas. Un problema común en nuestra ala del frente.
Volví a mi trabajo y la escuché cantando desde el baño. No importaba dónde estuviéramos. Lo que estuviéramos pasando, escucharla... escucharla cantar me hacía sentir que todo de alguna manera estaría bien.
Después de desayunar y unas horas de trabajo más, fue nuestro turno de salir a pelear. Ese lugar era horrible. La temperatura era tan baja que te escarchaba la piel, por lo que debíamos abrigarnos, pero eso hacía que nuestra movilidad fuera lamentable —ya que nosotros no estábamos entrenados para eso, íbamos aprendiendo sobre la marcha— a excepción de Blyana que era la que iba menos abrigada y eso me preocupaba. Ella decía que no tenía tanto frío, por lo que al no usar tanta ropa era quien mejor se movía en nuestro regimiento. Le hacía todo honor a su sobrenombre «niña mono», aunque yo sabía que eso era resultado de largos años de entrenamiento.
Aparte del frío, el polvo residuo de la pólvora nos obligaba a cubrirnos el rostro y en varias ocasiones estuve a punto de morir de un infarto al no visualizar a Blyana por ningún lado. Por lo que decidimos usar algo que nos permitiera identificarnos entre la formación. Así fue como terminamos usando una cinta amarilla, yo en mi brazo izquierdo, sobre mi herida, y Blyana en su pierna derecha; aunque no era gran cosa, si mirabas en el lugar indicado era fácil localizarla.
Otro gran problema de los tantos que teníamos era que ya no podíamos usar la sustancia con libertad, o sea, no podíamos simplemente dejar que nos envolviera porque eso nos impedía la visión aún más y de todos modos era inútil. Los saqueadores habían comenzado a usar máscaras para protegerse de ella, así que ahora la única salida era usar balas impregnadas con la sustancia y Blyana era uno de los soldados que se encargaba de prepararla en nuestro regimiento.
Y por último y más importante, nuestro mayor problema: los saqueadores arcoíris o hadas como muchos los llamaban. Eran nuestro peor dolor de cabeza. No usaban máscaras y las balas con la sustancia no los mataba, solo los dejaba en un tipo de muerte suspendida por un rato, así que teníamos que decapitarlos y arrojar sus cuerpos y sus cabezas en fosos separados para que no se fueran a levantar de nuevo. Yo no sabía cuál color odiaba más, aunque creo que los de negro ganaban ese puesto por mucho: manipulaban a nuestros hombres para que pelearan entre ellos mismos y hasta ahora no habíamos encontrado salida para su artimaña.
La mayoría de ellos iban montados en animales como Cruster, y los Crimbols, esas cosas parecidas a perros-lobos demoníacos, sorteaban entre sus patas acabando con nuestros hombres. En adición a esto, había muchas más criaturas que se deslizaban sobre la nieve, unos se escondían bajo tierra y nos arrastraban hacia sus profundidades y otras cosas parecidas a aves salidas del Jurásico, tan grandes como buses que se tragaban a nuestros soldados más pequeños de un solo bocado. Nuestras armas se estaban agotando, no teníamos suficientes números y nuestras fuerzas estaban casi en cero. No duraríamos mucho más.
Nuestro grupo se desplazaba sobre la nieve que nos llegaba a mitad de pantorrilla, era media tarde y parecía de noche, siempre lo parecía. El polvo, las naves y las aves cubrían los pocos rayos del sol mientras la nieve se mezclaba con el mismo polvo, tornándola de un color gris. Desde donde estábamos ya se escuchaban claramente las detonaciones y los gritos. Blyana iba a mi lado y no despegaba la vista del camino. En un momento, al parecer sintió mi mirada y volvió a verme, aunque solo podía ver sus hermosos ojos que me recordaban a la miel tibia, supe que me sonreía porque se cerraron un poco.
El terreno poco a poco se pintaba de rojo con gris y blanco mientras avanzábamos. Ya estábamos en medio de la llama. Mi arma no paraba de disparar. Varios caían, varios nos derribaban. En un momento me quedé sin balas y corrí a protegerme agachando la cabeza a un pequeño montículo que no quise mirar detenidamente, el olor era suficiente evidencia de qué estaba conformado. Saqué las balas y cargué mi arma de nuevo. Di una mirada rápida e inmediatamente me puse alerta. No veía a Blyana.
Me levanté con cuidado y volví a buscarla, pero no estaba. Salí del lugar y comencé a recorrer el campo, disparando y dejando en el suelo a la mayor cantidad que pude. No me detuve a decapitarlos y aunque sabía que debía hacerlo, cada minuto contaba para encontrarla, estaba seguro de que alguien más lo haría.
Los capitanes gritaban que mantuvieran las filas, que no cediéramos, pero esto estaba a punto de volverse un «sálvese quien pueda».
Después de moverme demasiado hacia las líneas enemigas, aún seguía sin ver nada amarillo. En un momento me distraje y un saqueador se lanzó sobre mí y me golpeo en la cara haciendo que sintiera el sabor de la sangre en mi boca. Perdí mi arma entre la nieve ennegrecida y no podía alcanzarla. El saqueador volvió a golpearme, esta vez con más fuerza haciendo que me hundiera más en el suelo, una sensación de déjà vu me invadió y el saqueador lo aprovechó para darme otro puñetazo mientras decía algo en su idioma. Escuché un grito y extraje el revólver que tenía y le disparé. Fue necesario vaciar el cargador completo para que el maldito me soltara.
Cuando estuve de pie tomé mi arma de nuevo y casi inaudible por todo el alboroto, escuché otra vez ese grito, el grito de Blyana, muy entrado en el campo enemigo. Nosotros no estábamos en la vanguardia ¿Cómo rayo se había internado tanto en el campo enemigo? Salí corriendo sin pensarlo, sin importarme nada, porque lo único que realmente me importaba en ese momento era ella. No sé cómo lo hice, ni siquiera lo recuerdo, solo sé que llegué para verla tirada en el suelo, arrastrándose sobre la nieve mientras varios de los saqueadores arcoíris caminaban hacia ella. Apreté mi arma en mis manos dispuesto a hacer lo que tuviera que hacer. Uno de armadura roja le quitó el paño que tenía en la cara y vi que su expresión cambiaba a una de horror.
Gritó algo donde pude distinguir el nombre de Blyana y retrocedió tan rápido que casi cayó. Volvió a gritarle algo a sus compañeros y se alejaron dejándola en ese lugar.
Yo corrí hacia ella y la tomé del brazo. Ella intentó soltarse.
—Soy yo, soy yo —casi grité desesperado. Cuando se dio cuenta de que era yo me abrazó en medio de un sollozo—. Vamos, salgamos de aquí —dije y la arrastré conmigo, pero unos pasos más allá tropecé y me caí llevándola conmigo.
—Vamos, Cless, salgamos de aquí —me urgió. Tomé su mano y volvimos a correr, pero volví un momento la mirada para ver con qué había tropezado y vi algunas plantas brotando en el suelo. Al parecer nos íbamos a librar de la dichosa nieve por fin, pero lo que me hizo correr con más energía fueron los enormes dientes aserrados que se asomaban desde el suelo y se llevaban un bocado de tierra donde habíamos estado hacía unos segundos.
Frente del Este
César
—Otra misión fallida, señor. —Otro maldito reporte de lo incompetentes que estábamos siendo.
Me habían trasladado al Frente del Este cuatro meses después de haber enviado al niño de nombre Cless fuera de la guarida veinticinco, pero al contrario de lo que pensamos, los ataques de Shadow habían aumentado. Yo no me confiaba, por lo que los tenía vigilados. Cada movimiento que hacía me era reportado, aunque hasta ahora no había encontrado nada.
Cada vez más capitanes y tenientes caían. Muchos de nuestros soldados desertaban, habíamos perdido guaridas completas, era como si lucháramos contra otro enemigo aparte de los saqueadores, su modus operandi era completamente diferente. Robaban nuestros cargamentos, se llevaban a nuestros soldados en entrenamiento, mataban nuestros dirigentes, pero también atacaban a los saqueadores, robaban sus suministros y la verdad, no tenía nada de sentido cómo obtenían la información y cómo no dejaban rastro de nada.
Otra cosa que se había hecho evidente era la diferenciación dentro de los saqueadores. Unos eran más calmados y daban oportunidad a la rendición, pero otros solo optaban por el exterminio, definitivamente estaban siendo liderados por personas diferentes. Aunque su división no era una desventaja para nosotros, sino todo lo contrario.
Levanté la cabeza de los papeles que tenía en las manos cuando escuché un toque en la puerta.
—Adelante.
—Señor, llegaron los nuevos reclutas. —Me puse en pie al escuchar esa noticia.
—Bien, vamos.
Salí acompañado de dos de mis hombres más cercanos al área de entrenamiento detrás del edificio en el que estábamos. Al estar por fin frente a los nuevos reclutas, las pocas esperanzas menguaron un poco. Eran un puñado de críos de no más de catorce años.
—¿Esto fue lo mejor que pudieron encontrar? —me quejé.
—Sí, señor. —Me apreté el puente de la nariz, bueno, eso era mejor que nada.
—Bien, prepárenlos, en máximo un mes deben estar listos para salir. —Di media vuelta para volver a mi despacho.
📎Nota📎
Holis seres extraplanertarios!!! ¿Cómo los trata el cosmos?
Quiero agradecerles por cada voto y comentario, le dan felicidad a este corazón triste❤ Recuerden pasarse por mis redes sociales para ver videos y fanarts!!!
Se les quiere mucho, hasta el próximo sábado.
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