Capítulo 45
Blyana
Al día siguiente Cless volvió a su caparazón. Sabía que no sería tan fácil sacarlo una vez que entraba en él, también sabía que lo del día anterior lo había hecho por el alcohol. Me esperaba una larga temporada al lado del inexpresivo Cless y aunque ya me había enfrentado dos veces a eso, no me sentía preparada para pasar por ello una vez más.
Cless era una persona completamente leal, eso nadie lo discutía, pero tenía la capacidad de disociarse de las cosas con facilidad; incluso personas... incluso de mí. Era apasionado, libre y solitario. No me importaba que fuera así, yo lo amaba de esa manera porque él me incluía en su soledad, y para mí, eso lo era todo.
Había tenido una pequeña reunión con los más cercanos a mí. Zoe se enteró por mí de la partida de Azel y se había vuelto un mar de lágrimas, sabía que ellos habían discutido; pero mi hermana estaba enamorada de él y saber que se había ido de esa manera, sin despedirse, la había lastimado mucho. Lasly también se había vuelto un mar de lágrimas y no voy a mentir, yo también. Ella se había convertido en mi mejor amiga al punto de que le había contado lo del señor James y lo de mi plan. Al principio tenía miedo, pero me sorprendió cuando ella me apoyó de manera incondicional e incluso pasó a formar parte de él. Así que ella y Lucas serían mis contactos en la guarida.
A pesar de la actitud de Cless, aún seguía apoyando el plan y consiguió arreglar el celular de Lasly, el cual sería nuestro medio de comunicación porque el mío no era una opción. Había quedado inservible el día de la misión en la que Zoe había ido.
Como me había dicho Lasly el día anterior, no permitieron despedidas, así que no nos quedó más que decir adiós en las habitaciones. Con respecto a Cruster, lo había enviado de vuelta con Zwodder, esperando que él entendiera el mensaje y que aún siguiera protegiéndome a su manera.
La verdad es que estaba deseando que algo sucediera y no tuviera que irme. Habían pasado solo unas pocas semanas desde que había vuelto a la guarida y tener que volver a irme y dejar a mi hermana me hacía sentir triste. Yo siempre había estado con ella, siempre la miraba y me aseguraba de que ella tuviera todo lo que quería y necesitara; aunque eso significara trabajar hasta largas horas de la noche o volver por caminos peligrosos. Aunque tuviera que dejar de tenerlo para mí para dárselo a ella, aunque implicara dar todo de mí e inventar más para seguir dándoselo. Porque mi prioridad siempre había sido y sería ella, y todo ese plan que había montado era principalmente para protegerla a ella; y, por otro lado, estaba Chris, mi príncipe de ojos celestiales...
—Así que esto es un adiós —me dijo. Nos habíamos alejado un poco de los demás para poder despedirnos mejor.
—No, esto es un hasta luego —le corregí con una leve sonrisa en mis labios—. No creas que te vas a poder deshacer tan fácil de mí.
—Eso espero —dijo devolviéndome la sonrisa—. Has lo que tengas que hacer para volver aquí, ¿me escuchaste, Hada? —agregó con seriedad. Él había acunado mi rostro entre sus manos y sus ojos penetraban los míos; traté de memorizar cada parte de su rostro. Me sentí como la primera vez que vi aquellos ojos suyos.
Fue en el orfanato, él había ido con su padre para ayudar. Yo estaba discutiendo con los mismos niños que siempre nos molestaban. Había entrado a buscar algo que Zoe quería y cuando bajé ella estaba llorando porque esos malditos niños le habían pegado, así que terminé peleándome con ellos.
El líder del grupito terminó halándome por el cabello y yo por las orejas a él, hasta que en un momento me sujetó de la mano y me mordió. Yo intenté quitármelo, pero no podía y ahí apareció Chris y empujó al niño.
—¡No toques a Sophie! —le espetó. Yo también había terminado en el suelo. Su cabello estaba más largo en ese tiempo y los destellos del sol lo hacía ver dorados en algunas zonas. Él desvió la mirada hacia mí y sus hermosos ojos me mostraron un mundo que no conocía, pero en el que, a pesar de mi corta edad, sabía que me perdería—. ¿Estás bien? —me preguntó agachándose a mi lado y ayudándome a levantar.
—¿Qué es todo este alboroto? —La señorita Samanta había llegado hasta nosotros y no me preocupé en escapar como siempre lo hacía—. ¿Ustedes de nuevo? Lo debí suponer. —Ella tomó al chico por una oreja haciendo que se quejara por el dolor y luego llegó hasta mí y también me tomó por la oreja. Yo contraje la cara por el tirón, pero no podía despegar la mirada del niño que estaba delante de mí.
—¿Qué hace?, ¡suelte a Sophie! —le reclamó Chris a la señorita Samanta y esta lo miró con extrañeza.
—¿Quién eres tú? —preguntó ella confundida.
—Yo soy Christian —respondió como si fuera algo obvio y como si todo el mundo debería conocerlo. A mí, en cambio, me pareció tierno cómo llevó sus puños a sus caderas y amplió el pecho.
—¿Qué sucede aquí? —inquirió el señor James al tiempo que se acercaba con la madre superiora.
—Papá, esa señora está maltratando a Sophie, haz algo —dijo él cuándo llegó hasta su papá, señalándome. Yo estaba un poco confundida porque me seguía llamando Sophie, pero más tarde supe que el medicamento que en ese tiempo dejó de tomar a escondidas provocaba que las alucinaciones volvieran.
—¿Sophie? —dijo su padre extrañado y me miró. Él comprendió algo que yo no pude y dibujó una sonrisa en su rostro y volvió a mirar a su hijo. Colocó sus manos en sus hombros y se agachó diciéndole algo que no escuché, volvió a erguirse y miró a la entrada del orfanato desde donde un señor de traje oscuro entró y se llevó a Chris.
—¿Me estás escuchando, Hada? Debes volver, no puedo perder otra hermana —me dijo y coloqué mis manos sobre las suyas que aún estaban sobre mis mejillas. Su toque se sentía bien, pero por alguna razón mi mirada viajó hacia Cless que estaba recostado contra la pared mirando al vacío. Mi corazón se saltó un latido cuando sus ojos se posaron en mí. Había algo en ellos, algo oscuro y helado. Todo mi cuerpo se estremeció.
Oh, definitivamente estaba en problemas.
—Claro que volveré, unos tontos saqueadores no acabarán conmigo. He pasado por cosas peores y aquí estoy —respondí con una sonrisa, tratando de ignorar el tonto martilleo de mi corazón.
—¡Ay, mi pequeña Hada! —dijo en medio de un suspiro y me abrazó—. Lo siento. —agregó mientras me apretaba con más fuerza.
—¡Oye! ¿Por qué te disculpas? —pregunté un poco confusa por su repentina disculpa, aunque sonreía entre sus brazos.
—Simplemente, por todo.
—Ya es hora de irnos —dijo un soldado apareciendo por el pasillo. Lo seguimos y eché una última mirada atrás para ver a Zoe abrazada a Chris y los demás me decían adiós con la mano.
Este era solo el principio de todo, pero se sentía que ya había transcurrido toda una vida.
🍂🍂🍂
El viaje se me hizo eterno y tortuoso. Al único que conocía en el grupo que viajamos era a Cless, pero él en todo el viaje no me dirigió más que cinco palabras, en un viaje de un mes y medio. Solo estaba ahí, bebía cuando yo no trataba de impedírselo, incluso no me dejaba dormir con él, por lo que —aunque estaba consciente— comencé a abusar de la sustancia evitando esas horribles pesadillas que aún me atormentaban y no solo de las cosas que me hicieron esos hombres, sino de otras. Otras que me perturbaban desde mucho antes. Alguna vez escuché que dormir era una muestra de la muerte y si era así, a mí definitivamente me esperaba el infierno.
Para poder llegar a nuestro destino, el Frente del Norte, hubo algunas ocasiones donde nos quedamos en una que otra guarida que nos quedaba de camino, pero la mayor parte del tiempo estábamos a la intemperie. No sabía si era suerte o magia, pero siempre encontraba la planta para abastecerme y comencé a acumularla porque era probable que en el frente no la encontrara, ya que había escuchado que ese lugar no era más que pólvora, nieve y sangre.
Un mes había pasado y por fin estábamos cerca. Por el lugar que transitábamos estaba frío, aunque aún no veíamos nieve, observaba como los demás comenzaban a sacar grandes y pesados abrigos. Yo no lo sentía tanto y eso me hizo pensar que era un efecto secundario de la sustancia porque incluso Cless, con su desinterés por todo, mostraba algo ante el frío; así que yo también me abrigaba. No quería morir de hipotermia sin siquiera enterarme.
Estábamos sentados todos —unos diez— frente a una fogata y era la única luz que teníamos. El cielo estaba tupido por unas espesas nubes que pronosticaban nieve, lo más probable, y nosotros estábamos en la mitad de un bosque muerto. Ni siquiera los animales parecían querer habitar ese lugar apartado de la vista de la Diosa. Cless se encontraba a mi lado con una cerveza en la mano y observaba detenidamente el fuego crepitar. O más bien, parecía como si quisiera ser consumido por él y no en el buen sentido. Cada que veía esa mirada en sus ojos, temía, temía de lo que era capaz de hacer.
—Cless —murmuré muy bajo para que solo él pudiera escuchar, en respuesta le dio un sorbo a su botella—. ¿Puedo? —Él sabía perfectamente a lo que me refería, no solo por mí, porque yo me podía inyectar y dormía; pero él, él, era obvio que no estaba durmiendo más que lo necesario para no caer en nuestra travesía.
Volvió a concentrarse solo en el fuego y yo recosté mi cabeza en su hombro, por lo menos ahora me dejaba acercarme un poco. No me dio respuesta y estaba realmente preocupada. Hace días habíamos abandonado los vehículos para internarnos en el bosque y él casi no comía. Estábamos alejados de todo y de todos y si algo pasaba estaba segura de que nos abandonarían porque, más que ir al frente con ellos, se sentía que éramos delincuentes siendo llevados a prisión.
Dejó la botella en el suelo y de pronto se puso de pie. Me quedé mirando su espalda mientras se marchaba, pero se detuvo, solo eso, sin volver la mirada, sin sacar las manos de sus bolsillos, solo se detuvo, esperando por mí; esa era mi respuesta. Me puse de pie de un salto y fui hacia él. Cuando estuve a su lado, él reanudó la marcha y entramos en su tienda. Más botellas vacías, todo tirado; dejé salir un pequeño suspiro. Él se dejó caer en la bolsa de dormir. Me di la vuelta para salir, pero me sostuvo la muñeca sin mirarme, para mí eso fue como que estuviera brincando por toda la tienda.
—Solo voy por mis cosas —dije agachada tratando de buscar su mirada, la cual pude encontrar, fue solo un segundo, pero me hizo muy feliz. Besé su mejilla antes de salir. Cuando volví vi que él había recogido algunas de las cosas y una leve sonrisa se formó en mis labios.
Coloqué mi saco junto al suyo y recogí lo restante. Él me miraba sin mucho interés. Saqué unas barras energéticas que tenía en mi mochila y se las ofrecí, pero él desvió la mirada.
—Vamos Cless, debes comer algo. —Y volví a intentar colocar la barra delante de su cara, pero se dio la vuelta dándome la espalda. Dejé salir un suspiro y volví a meter la barra en mi mochila.
Me metí en mi bolsa de dormir y me pegué todo lo que pude a él tratando de entrar en calor. Tratando de que se aferrara a mí y saliera de ese lugar oscuro al que había ido. Tratando de aferrarme a él tan fuerte porque si lo perdía yo seguiría ese camino también.
🍂🍂🍂
Un mes y medio después de nuestra partida al frente del norte estábamos en él, o bueno, casi, ya que estábamos en una de las colinas que lo rodeaban. Era una estructura subterránea ubicada en un extremo del valle. Era cierto, el lugar era pura nieve y pólvora. Desde el punto que estábamos todo se veía con una niebla de polvo y cenizas, por lo que el respirar se volvía una tarea agotadora, sin hablar del ardor que provocaba el polvo en los ojos y en la garganta.
A unos dos kilómetros de donde se suponía que estaba la entrada —la cual no se distinguía desde donde estábamos— se veían las naves enemigas y los nuestros luchando a campo abierto.
¿La verdad?, no me gustaba este lugar para nada.
Pero ¿Por qué? Si esos gritos eran exquisitos.
Me encogí ante ese pensamiento intrusivo.
—Bien, en marcha —dijo uno de los que nos estaban dirigiendo y comenzamos nuestro descenso.
Yo iba pegada a Cless, no me despegaba ni un segundo y a pesar de que había estado durmiendo con él varios días, seguía sin comunicarse. Él y yo teníamos dos maneras muy distintas de soportar lo que nos pasaba: él se encerraba en sí mismo y yo necesitaba descargarlo. Por eso entrenaba hasta que caía al suelo casi desmayada; mientras que él se dejaba morir lentamente.
La nieve, el polvo, las constantes explosiones hacían que deseara estar ya dentro de donde sea que nos estuvieran llevando. Cuando estuvimos ya en el valle y cerca de la entrada pude divisar una pequeña protuberancia en el suelo, medía a lo sumo veinte centímetros y había que ser muy observador para percatarse de él. De pronto el guía se detuvo y la pequeña protuberancia se volvió una trampilla y se abrió ante nosotros.
—Identifíquese —dijo una voz desde el interior.
—Soldado Rice, vengo con los reclutas de la guarida veinticinco —dijo él con una voz casi robótica.
—Bien, adelante. —Y reanudamos la marcha.
Bajamos unas escaleras que nos llevaron por un pasillo hasta tener al frente cuatro ascensores. El hombre que nos había recibido apretó un botón y se abrió uno al que entramos, luego de unos minutos las puertas volvían a abrirse dejándonos ver varios soldados que se movían de un lado a otro. Unos cargando armas, otros comida y... otros... camillas cubiertas por telas blancas que se teñían lentamente de carmesí. Contuve una arcada cuando aspiré el aire de ese lugar. El olor a sangre y descomposición parecía impregnar todo el sitio.
🍂🍂🍂
Frente del sur 6,700 km.
—Siete cargamentos han sido interceptados, dos con suministros alimenticios y cinco con municiones —reportaba un soldado—. Los tenientes encargados de las guaridas 68, 73, 87 y 92 han caído. Y en todos los escenarios se han encontrado el mismo símbolo: un sol pintado en dorado con la palabra Shadow debajo.
No entendíamos la nueva estrategia de los saqueadores. ¿Por qué realizar ese tipo de misión cuando era obvio que sus armas eran más poderosas? A menos que quisieran debilitarnos hasta que no nos quedara más remedio que rendirnos.
Tomé el reporte y lo envié al Mayor Turner.
César
Abrí el informe que me acababa de llegar y mi entrecejo se hundió.
—¿Algún problema, señor? —preguntó River.
—Shadow —pronuncié bajo leyendo detenidamente cada palabra.
—¿Cómo? Eso es imposible —exclamó—, pero si hemos enviado a Cless lejos y aún no han llegado al frente. Es imposible que pueda tener algún tipo de comunicación.
—Lo sé. Parece que al final si nos equivocamos. Ese chico no tiene nada que ver con esto —dije dubitativo. Habíamos pensado que esta filtración de información era obra de ese chico, pero al ver este nuevo ataque él quedaba descartado, o al menos, a la vista de los demás. Yo aún tenía mis dudas.
—Entonces, sí son las Hadas, pero ¿Por qué? —inquirió River y esa era la pregunta que aún no podíamos responder.
Después de analizar los movimientos de los saqueadores nos habíamos percatado de que dentro de ellos había dos corrientes. Los saqueadores, más pacíficos en sus ataques, ellos se llevaban a las personas a sus «colonias» y los otros; los que realmente nos estaban dando dolor de cabeza: las hadas; sádicos, mataban y destrozaban por diversión todo a su paso.
No sabíamos si había alguna fisura en su forma de gobierno o era todo parte del plan para acabar con nosotros.
Blyana
Nos permitieron descansar el día que llegamos, pero al siguiente me veía a mí y a Cless con armas en las manos y corriendo al campo de batalla. No sé cómo sobrevivimos la primera semana. Estaba asustada y no tanto por mí, yo quería vivir y eso me alentaba a seguir, pero Cless; Cless estaba soñoliento, desnutrido y sin ganas de nada. Varias veces me vi arrojándome hacia él para evitar que le dispararan o lo partieran a la mitad y el miedo comenzaba a apoderarse de mí.
—Cless, ya no puedes seguir así —le dije enojada tras cerrar la puerta de nuestra habitación. Se suponía que dormían cuatro en uno de esos pequeños cuartos, pero Cless ensamblaba armas y yo la sustancia A; por lo que nos habían dejado ese espacio para que hiciéramos ese trabajo día y noche de ser necesario. Y como no teníamos problema con eso, para mí estaba bien, aunque los sentimientos por él comenzaban a pasar una línea que no quería pasar para ese tiempo.
Él simplemente se dejó caer en la cama mientras ignoraba todo lo que le estaba diciendo.
—¿De verdad quieres morir?, ¡mira como tienes ese brazo! —Me acerqué y removí la cama buscando alguna respuesta, pero era inútil. Llevábamos casi cuatro meses en ese lugar y las veces que había escuchado la voz de Cless las podía contar con una mano—. ¡Por la diosa, Cless!, casi pierdes un brazo, solo te quedaste parado ahí. —Ya estaba desesperada sin saber qué hacer, había intentado todo y nada lo hacía salir de ese estado. La primera vez solo había durado poco menos de dos meses; la segunda vez un poco más de eso y me preocupaba que cada vez que entraba en ese estado durara más y fuera cada vez más inconsciente de lo que estaba a su alrededor—. Bien, si lo que quieres es morir, moriremos. La próxima vez que salgamos a ese infierno dejaremos que esos malditos acaben con nosotros —dije encolerizada.
Y por primera vez desde meses me miró, y en su mirada había algo.
—¿Qué? ¿No te gusta la idea? —dije todavía alterada—. ¿Pensaste que te iba a dejar morir solo?, pues no, no me puedes dejar, me escuchaste, ¡te lo prohíbo! —Y solo me di cuenta de que estaba llorando cuando él se levantó e interrumpió el recorrido de una lágrima en mi mejilla.
—Yo...—comenzó a decir, pero noté que no diría más que eso.
—Tú no quieres vivir porque te sientes impuro, porque crees que lo que tu madre dijo es cierto, pero Cless, no es así. Nosotros no venimos al mundo para servir o ser igual a nuestros padres. Nosotros debemos recorrer nuestro propio camino. —Yo también había llevado mi mano a su mejilla y me encantaba que sus ojos tuvieran un pequeño brillo en su interior.
—Lo siento.
—No lo sientas, solo vive, ¿sí?, porque no sé qué haría sin ti, y perdóname tú a mí por ser egoísta y no dejarte ir.
—Eres el chicle que nunca me voy a poder despegar —dijo y esta vez la comisura de sus labios se elevaron un poco y mis ojos derramaron algunas lágrimas más.
—Esa soy yo —dije entre una sonrisa que era más triste que alegre y me enganché de su cuello.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro