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Capítulo 44

A ese hombre le quiero

besar la tristeza y el miedo

para ver si entiende que lo

quiero por lo que es y no

por lo que pueda esperar

de él.

Elena Poe

Blyana miraba a Zoe jugar con su muñeca de trapo desde la rama de un árbol, mientras yo la miraba a ella; era una niña muy bonita. Sus pies se mecían de manera laxa y su cabello castaño dorado volaba con el viento. Era casi hipnótica la manera en que sus movimientos se sincronizaban con las ramas de los árboles, como parecían fundirse en un solo ser.

—Por aquí —escuché que le decía la señorita Samanta a una pareja.

Una señora alta, con el cabello largo, muy negro; y un señor con el cabello café y pecas. Ellos se dirigieron hacia mí y cuando pude ver mejor a la mujer me quedé paralizado. Era muy bonita, pero sus ojos estaban vacíos, daban miedo. Algo dentro de mí se encogió como buscando refugio, pero aún sentía mucha curiosidad por la mujer.

—Hola, Cless, saluda —me dijo la señorita Samanta cuando llegaron hasta mí. Yo miré unos segundos directo a los ojos de la señora del cabello negro y bajé la mirada a mis pies. Un nudo se implantó en mi garganta y mi corazón comenzó a latir como un pajarillo atrapado.

—Hola —murmuré tan bajo que creí que no me habían escuchado.

—¡Hola, Cless! —respondió el hombre de una manera muy amistosa. Haciéndome sentir menos intimidado.

—Cless, estos señores quieren conocerte —me comunicó la señorita Samanta agachada a mi lado con una sonrisa en la cara—. Pórtate bien —agregó y se dispuso a marcharse. Yo miré al señor que se acuclilló a mi lado, pero desvié la mirada hacia Blyana quien estaba siendo regañada.

—¡Blyana serás un mono, baja de ahí! —oí gritar a la señorita Samanta. Blyana se bajó del árbol y se echó a correr, escapando de ella como siempre hacía.

—¿Nos sentamos en aquel banco? —preguntó el señor de pecas atrayendo mi atención de nuevo y ahora viéndolo de cerca, podía ver que sus ojos eran del mismo color de su cabello, pero tenían algunas motas verdes y no estaban vacíos como los de la señora, eran unos ojos amables. Yo no la miraba, pero sentía su mirada sobre mí. Asentí y el señor se irguió y dio algunos pasos hacia el banco que estaba detrás de mí. Cuando me iba a dar la vuelta, las manos de la señora me sujetaron de los hombros con mucha fuerza, deteniéndome.

—Eres igual a él —aseveró con enojo. Yo me contraje en mi lugar, como si me hubieran puesto sobre la cabeza la pila de textos religiosos que usaba la madre superiora para castigarme cuando hacía algo mal, cuando recitaba mal una de las oraciones. Su mirada vacía había cambiado a una intensa, una llena de odio y me daba miedo, mucho miedo. Quería salir corriendo, pero algo más que las manos de esa mujer sobre mis hombros me mantenían en mi lugar.

—María, cálmate —le pidió el señor, su voz suave.

—¿No lo ves?, ¡es igual a él! —siseó la señora mientras escrutaba mi rostro detenidamente con el ceño fruncido. Al tenerla cerca su olor llegó hasta mi nariz, era un olor suave, pero envolvente; totalmente diferente al aura que la rodeaba. Era un olor que me gustaba; un olor que, de alguna manera, en lo profundo de mi memoria recordaba; pero no sabía cómo o por qué, ya que estaba seguro de que nunca la había visto antes.

—Sí, pero él no tiene la culpa de nada; además tiene tus ojos, Mar —le respondió él acercándose a ella y colocando una mano en su hombro. Ella desvió un momento la mirada al señor y esa rabia, ese odio, ese desprecio desapareció; pero luego volvió a clavarla en mí y todas esas emociones oscuras resurgieron con mayor fuerza, haciéndome temblar bajo su agarre.

—Él también se convertirá en un monstruo —sentenció con la mandíbula apretada y me soltó tan bruscamente que estuve a punto de caerme, pero el señor me sujetó. La señora, María, se dio la vuelta y salió a grandes zancadas mientras su larga cabellera se balanceaba con cada paso que daba hacia la puerta del orfanato. Yo sentía un nudo en la garganta y mi cuerpo aun temblaba sin poder controlarlo. Quería llorar.

—¿Estás bien? —me preguntó y asentí confundido y asustado. ¿Qué acababa de pasar? No lo entendía. No entendía por qué esa señora me odiaba—. Lo siento, ella está un poco... sensible. Nos veremos después, Cless. —Él también se dio la vuelta y comenzó a marcharse, pero volvió sobre sus pasos y me entregó una tarjeta—. Cualquier cosa que necesites me puedes llamar a ese número. —Y salió del orfanato. Yo contemplé unos segundos la tarjeta y cuando reaccioné, lo seguí.

🍂🍂🍂

—María, ¿por qué te comportas así? Lo has asustado —le reclamaba el señor de pecas, aunque su voz sonaba triste.

—Ese niño será un monstruo también —decía ella mientras se pasaba las manos de forma repetitiva por el pelo. Sus ojos iban de un lugar a otro de manera frenética.

—El hecho de que se parezca a él no quiere decir que también será un monstruo, Mar, es tu hijo y él no tiene la culpa de nada.

—No lo quiero volver a ver, debí, debí... —Ella había comenzado a caminar en círculos cada vez dando zancadas más rápidas mientras murmuraba cosas ininteligibles como si, si se quedara quieta, todo lo que estaba sucediendo en su cabeza la sobrepasaría.

Su hijo... eso había dicho... yo era su hijo.

—No digas algo de lo que te puedas arrepentir —le advirtió el señor de pecas e intentó acercarse a ella. Yo estaba escondido tras el portón del orfanato y mis ojos se habían comenzado a llenar de lágrimas. Sentía una tristeza que me inundaba como la marea que sube y se apodera de la costa.

No me quería, ella no me quería. Mi... mamá. No me quería.

—Es la verdad, ese niño no debió haber nacido —dijo ella finalmente.

Salí corriendo. Ya no quería escuchar nada más, pero de camino vi cómo Blyana era regañada por la señorita Samanta. Había un hombre de traje y un niño con su ropa impecable, y Blyana lo miraba como si él fuera un ángel capaz de cambiar la luna de posición a su antojo. Esa vista agravó lo que sentía. Subí hasta la azotea y el viento frío empeoraba todo dentro de mí. Mi pecho estaba apretado y el aire no llegaba correctamente a mis pulmones. Todo ese tiempo tenía la esperanza de que mi madre volviera por mí, pero la mujer que lo era ni siquiera me conocía y aseguraba que yo era un monstruo. ¿Ella podía ver algo en mí que yo no podía ver cuando me miraba en el espejo? ¿Otras personas también lo notaban?

Esa mujer... esa mujer era mi madre y ella creía que yo era un monstruo. Ella no me quería. Ella se arrepentía de haberme traído al mundo. Caminé hasta el borde de la azotea y me senté en él, aún había lágrimas en mi rostro. Mis pies colgaban hacia el vacío. Miré hacia abajo y pude ver su cabellera negra ondear en el viento, entrando en un coche.

Solo tendría que impulsarme un poco y yo...

—¿Hay una bonita vista desde ahí? —La voz calmada de Blyana me sorprendió. Ella tenía ambas manos sobre el pretil de la azotea y había posado su cabeza sobre ellas mientras me miraba con esos ojos curiosos.

—¿Crees en los monstruos, Blyana? —Yo mantenía mi mirada apartada de ella. No quería que viera mis lágrimas.

—¿Monstruos? ¡Claro!, están ahí afuera. —Ella levantó la cabeza y miró los terrenos del orfanato como si pudiera verlos debajo de los bancos, detrás de los árboles, bajo las ropas de los que paseaban en el patio—, pero tú definitivamente eres mi héroe —dijo con una sonrisa. Yo la miraba por el rabillo del ojo. Su sonrisa era realmente hermosa.

Escuchar eso de ella hizo que mi pecho se sintiera más contraído. Blyana no me veía como un monstruo, pero tal vez era porque ella era muy joven, ¿con el tiempo ella se daría cuenta?

—¿Héroe?

—¡Claro!, siempre nos defiendes de esos niños que nos molestan —explicó y comenzó a subir una pierna para subir al pretil.

—No subas. —Me bajé y aparté las últimas lágrimas de mi rostro—. Bajemos de aquí o nos regañarán de nuevo.

🍂🍂🍂

Ese recuerdo volvía a atormentarme de nuevo, siempre volvía. Ya no había vuelto a recibir respuesta del esposo de mi madre y la discusión que había tenido con ella me había puesto de mal humor. Tal vez Blyana tenía razón; pero cómo podía alejarme de ella si era mi madre y después de todo lo que había pasado. Dejé el celular tirado en la cama y me levanté. Fui a la cocina y por desgracia me topé con Christian; me dirigí directo a la despensa y tomé dos sixpack de cervezas. Necesitaba alcohol, necesitaba perderme un rato.

No sabía cómo podía seguir llamando a esto vida cuando siempre me dormía deseando no despertar.

¡Y demonios! Estaba tan, tan cansado.

—¿Piensas montar otra fiesta? —me preguntó Christian con desdén mientras arqueaba una ceja. Yo lo miré con una cara poco amistosa y salí de la cocina sin decirle ni una sola palabra. Estaba harto de él y todos.

Después de beber cuatro cervezas, decidí ir por otra cosa más fuerte. Cuando llegué a la estancia vi que varias personas salían apresuradas de la guarida.

—¿Ya se enteraron? Lucas y Blyana se están peleando con ese chico guapo que llegó con los recién llegados en el patio —escuché decir a unas chicas que casi corrían para salir.

¿Blyana peleando? Pobre alma quién fuera su víctima.

Yo también salí disparado al patio, cuando llegué aparté a varias personas y pude ver el momento justo en el que Blyana le daba una patada en la cara a un sujeto.

Blyana

El sudor todavía cubría el rostro de los que seguían sumergidos en sus entrenamientos, yo también había comenzado a sudar, pero era un sudor frío.

¿Cómo ese día había comenzado tan mal y empeoraba con cada segundo que transcurría? Solo faltaba que se abriera la tierra y saliera un gusano gigante a devorarme.

—Hola, muñequita —me saludó el chico que tenía delante.

—No me llames así, Spencer —le dije irritada, poniéndome de pie. Odiaba ese maldito apodo.

—¿Quién es él? —preguntó Lucas sacudiéndose la tierra de su pantalón a mi lado.

—Soy su novio —respondió Spencer con una sonrisa en el rostro, pasando una mano por su cabello dorado.

—¿Novio?, creo que te faltaron dos letras delante, Spencer: EX, exnovio —le dije girando los ojos.

—No recuerdo cuando terminamos, por lo que todavía...

—Creo que quedó muy claro cuando te descubrí besándote con esa chica detrás de las gradas y te dije que no te quería volver a ver en mi vida —dije cruzándome de brazos—. Y oh, aún estoy muy viva, así que desaparece.

—¡Ay!, muñequita no seas tan exagerada, si nos iba muy bien juntos —me dijo pasando su dedo índice por debajo de su labio inferior.

—¿Bien? Spencer, si éramos un desastre. No pasábamos más de cinco minutos sin discutir —dije irritada.

—Bien, bien, lo que tú digas, pero podemos volver a intentarlo —ofreció y dio un paso con una de esas sonrisas de lado hacia mí.

¿De verdad cree que eso le va a volver a funcionar?

—¡Oh no!, yo no quiero nada de ti. Así que mantén tu distancia —dije levantando una mano para que no se acercara más—. Vamos, Lucas. —Y comenzamos a trotar.

—Qué tipo más... —comenzó Lucas trotando a mi lado.

—Insoportable. No sé ni porque salí con él, la verdad. —Apreté el paso, el enojo me hacía entrenar más, entraba en modo «Rambo» como decía Cless.

Estúpido Cless, ¿cómo te dejas manipular así?, eso me ponía de peor humor y lo peor es que sabía cómo iba a terminar después de hablar con su supuesta madre.

Saliste con ese desperdicio humano porque según tú se parecía a tu «príncipe».

¡Oh cállate!

—¡Oye!, no tan rápido —se quejó Lucas cuando volví a apresurar el paso.

—Aún eres rápida —dijo Spencer apareciendo a mi otro lado. Le di una repasada con la mirada. Todo pulcro, estaba casi segura de que solo había salido para llamar la atención de las chicas, su juego favorito.

—¡Piérdete! —espeté.

—Lo que sí perdiste fue el fabuloso trasero que tanto me gustaba. —Lo vi dándole una mirada sin disimulo a mi trasero. Respira, respira.

Tenía los ojos en el cu... cuando salí con ese sujeto.

Por fin estamos de acuerdo en algo y nada de respirar, sácale los ojos.

No entiendo por qué todo lo quieres resolver con violencia.

—¡Qué te pierdas, Spencer! —volví a repetir, pero ya estaba realmente cabreada.

¿Por qué cuando estaba enojada el universo se encargaba de seguir lanzándome cosas para que la presa donde guardaba mis enojos se derramara?, ¿acaso quería verme explotar? Porque de seguro eso pasaría muy pronto.

¡Destruye todo!

—Sí, chico, déjanos tranquilos —dijo Lucas con una voz un poco agitada por el paso que llevábamos.

—¿Y tú quién eres? —preguntó Spencer con una ceja levantada—. Si quieres intentar algo con mi chica es mejor que te alejes.

—¿Tu chica? —dije en medio de una risa sin gracia y aminoré el paso.

—Claro, mi chica. —El muy maldito me dio una nalgada y esa fue la gota que rompió la presa de rabia acumulada que tenía dentro. Me detuve en seco y ellos lo hicieron unos pasos más adelante.

Lucas me miraba con los ojos bien abiertos, sabía que con el humor que cargaba esa mañana podía matarlo ahí mismo. De seguro, un aura amarilla ya se veía a mi alrededor y mi pelo se elevaba detrás de mí, ondulándose en el aire.

—Blyana, cálmate —dijo e intentó ponerse en medio de Spencer y yo.

—Vamos muñequita si te encantaba que te nalgueara —dijo con una risita socarrona.

—Quítate del medio, Lucas —siseé empujándolo.

Lo mataría y muy dolorosamente.

—Es mejor que te vayas, chico —aconsejó Lucas y desvió la mirada a Spencer mientras aún me detenía y vi que la sonrisa de Spencer mermaba por unos segundos.

—Vamos, crees que me vas a intimidar, momia —dijo volviendo a tener en su cara una sonrisa arrogante.

Vaya que era estúpido.

—Quieres verlo —dijo Lucas y me sorprendió que me soltara y fuera directo a Spencer y le diera un derechazo haciéndolo caer—. Ahora lárgate —espetó.

Spencer se puso de pie y se limpió la sangre que salía de su labio inferior.

—Golpeas como una niña —dijo y miró sus pantalones que ahora estaban todo sucios—. Imbécil, estos pantalones valen más que tú —gruñó y le devolvió el puñetazo a Lucas enviándolo al suelo.

—Oh, no —gruñí y corrí a Spencer. Le di una patada en el rostro y este se desplomó de nuevo. Él se sujetó la mandíbula y escupió. Tenía la cara contraída en dolor y confusión. Abrió mucho los ojos cuando vio uno de sus dientes en el suelo. Yo me quedé paralizada. Me había pasado, le había tumbado algunos dientes y sabía que él era muy cuidadoso con su apariencia.

—Me has... me has... —Él seguía con la mandíbula sujeta cuando se levantó y me miró con furia.

Escuché un murmullo y miré a mi alrededor y me percaté de que varias personas estaban viendo lo que sucedía.

¿Cuándo había aparecido toda esa gente?, mierda me sentía como un circo ambulante.

Amiga, tu vida comenzaba a parecer la telenovela de las ocho.

—Esta me la vas a pagar —dijo airado y vino hacia mí con los puños apretados. Todo el enojo que había sentido se esfumó cuando lo vi tirado en el suelo y estaba paralizada sin saber qué hacer.

Spencer me propinó una cachetada, pero no fue tan fuerte como para hacerme caer, sin embargo, fue lo suficiente para que me escociera la mejilla y las lágrimas se acumularan en mis ojos. Me sujetó del cabello y tiró de él, reaccioné y me lo iba a quitar de encima; pero el sonido de un disparo nos paralizó a todos. Vi a Spencer desplomarse delante de mí en medio de un alarido de dolor mientras se sujetaba una pierna de la cual emanaba sangre a borbotones. Giré un poco la cabeza y vi la figura de Cless como un espectro nocturno pasar a mi lado mientras se guardaba el arma entre los pantalones, cerraba el puño y le daba un puñetazo.

—Si te vuelvo a ver a menos de cinco metros de Blyana una bala terminará entre tus cejas —le dijo Cless con una voz cavernosa muy despacio, incluso yo me estremecí ante esa voz—. ¿Me entendiste? —Y Spencer, con una cara de dolor, asintió.

Esto va a traer feas consecuencias.

Cless dio media vuelta, se paró delante de mí y colocó su mano sobre la mejilla que Spencer me había golpeado, evaluándola; me encogí un poco por el contacto. Cless no me miraba, su atención estaba en la mano que tenía sobre mi mejilla y eso me preocupó.

—Vamos adentro. —Pasó un brazo por mis hombros llevándome con él, pero antes pasamos junto a Lucas y le extendió una mano para ayudarlo a levantarse.

Caminamos de vuelta a la guarida mientras la gente nos abría paso en medio de un silencio muy incómodo.

—Quiero asegurarme de estar lejos de una de esas patadas tuyas —dijo Lucas rompiendo el silencio.

—No te la ganes —dije un poco divertida por el comentario. Ya estábamos en la estancia y vi a Chris saliendo del área de las habitaciones con una caja de verduras en las manos.

—Qué bueno que te veo Blyana, vamos, te preparé algo de comer. —Yo miré a Cless que tenía la mandíbula apretada.

Me deshice del brazo de Cless y le di una leve sonrisa, pero algo en mí me decía que no debía dejarlo solo.

—Nos vemos en un rato. —Y fui tras Chris.

Al entrar saludé a los otros dos hombres que estaban concentrados, picando y limpiando lo que seguro sería la comida de ese día. Me extrañó que Lasly no estaba por ningún lado, pero supuse que le tocaría el turno de la tarde. Al mirar las verduras hice una nota mental para plantar más calabazas, frijoles y maíz. Me senté en un taburete en la barra y tomé una tostada de un tazón. Arrugué un poco la cara por el dolor de la mejilla.

—Al final terminaste haciendo lo que realmente te gustaba —dije siguiendo cada movimiento que realizaba Chris detenidamente.

—Algo así —caviló depositando varias de las verduras en un recipiente con agua.

—¿A qué te refieres? —Lo vi moverse por toda la cocina y luego venir con una bandeja.

—A mi padre le ha dado por darme clases particulares ¿Puedes creerlo? —dijo bajo, girando los ojos.

—Nunca entendí por qué al final entraste a derecho. Estabas tan decidido en querer ser chef —dije con un tono triste en mi voz. Con el pasar del tiempo me había vuelto algo así como la catadora de Chris, sus ojos se iluminaban cuando le decía lo deliciosa que era su comida, pero me quedé un poco consternada cuando me comunicó que iba a entrar en la escuela de leyes.

—Era eso o terminar en la calle —respondió colocando sus codos en la barra para reposar su cabeza en sus manos y a pesar de que me daba una sonrisa, esta no llegaba a sus ojos.

—Así que te amenazó —casi siseé deteniendo la cuchara a mitad de camino. Él solo se encogió de hombros, algo resignado.

—Vamos, come antes de que se enfríe —me dijo dando un leve golpecito en la barra con los nudillos y se giró para seguir atendiendo lo que se estaba cocinando en la estufa. Que olía delicioso, debo destacar.

—¿Pero para qué van a servir esas clases en la situación que estamos?

—Está un poco desorientado. Él no pasaba más de tres horas dentro de la casa y creo que estar aquí le está afectando —dijo mientras revisaba algo que estaba en el horno—. Por cierto, ¿qué te pasó en la mejilla? La tienes roja.

Lo que le falta a ese es su negocio turbio.

Estaba feliz de que Chris nunca hubiera descubierto ese lado tan ennegrecido de su padre.

—Bueno, lo que sucedió fue que...

—¡¿Blyana qué diablos pasó en el patio?! —Se me cayó la cuchara de la impresión al ver a Zoe entrar gritando—. César estaba discutiendo con Cless y Lucas en la estancia y se los llevaron con soldados a la sala de reuniones.

—¿Qué? —dije con el ceño levemente fruncido mientras bajaba del taburete.

—Incluso te mencionaron a ti; y tu exnovio asegura que le tumbaste los dientes y que Cless le dio el balazo que tiene en la pierna.

—Bueno...

—Dime que no es cierto, están diciendo que van a mandar a Cless al frente como reprimenda. —Zoe seguía hablando, pero yo, que me había agachado a buscar la cuchara, me había detenido a medio camino.

—¿Qué? —dije con la garganta repentinamente seca.

Oh, mierda, mierda, mierda.

—... ¿Por qué eres tan impulsiva? —seguía diciendo mientras Chris trataba de que le explicara con más calma lo que estaba diciendo. Y los demás habían dejado su labor para escuchar lo que pasaba.

—¿Cómo que Spencer está aquí? Y ¿Qué es eso de una bala? —la interrogaba Chris, pero yo apreté la cuchara en mi mano y pasé por el lado de mi hermana. Ella me sostuvo del brazo exigiéndome respuestas, pero me deshice de su agarre y corrí a la sala de reuniones aún con las palabras de mi hermana y Chris detrás de mí.

Si nos mandaban al frente... no, aún no estábamos listos para ir. Incluso si sabíamos cómo manejar armas y pelear, nosotros no podíamos meternos en ese matadero, no considerando esos informes que nos enviaban... un escalofrío recorrió mi espalda de solo pensarlo. No, nosotros debíamos quedarnos en la guarida para poder seguir llevando a cabo nuestro plan; además mi hermana... mi hermana se quedaría sola aquí y Lasly y Domingo y los demás, no, el frente no era una opción.

Cuando llegué a la sala de reuniones, abrí con tal brusquedad la puerta que esta chocó produciendo un sonido sordo que inundó el lugar. Cuando di un paso al interior, uno de los oficiales apuntó su arma a mi cabeza.

—Quita esa arma de mi cara —dije con voz arrastrada y mirándolo fijamente. El pestañó un segundo perdiendo la compostura, pero no bajo el arma.

—Tranquila, Blyana —dijo Lucas e intentó levantarse, pero otro oficial puso su mano en su hombro y lo hizo mantenerse sentado.

El Mayor César se había apoderado del lugar. Ahora las computadoras de Cless estaban en su habitación y su lugar lo ocupaba una gran mesa de madera donde él se sentaba. Del otro lado de la mesa estaban sentados Cless, con una expresión impasible, y Lucas, que se veía incómodo ante la situación. Estábamos rodeados por al menos siete oficiales bien armados. Al lado del Mayor César se encontraba el señor River, con una expresión aún más indescifrable que la de Cless.

—Qué bueno que llega, señorita Blyana, estaba a punto de mandar por usted —me dijo el señor César, le hizo un ademán al oficial que yo tenía al frente y este bajó el arma—. Por favor, siéntese.

Caminé y me senté al lado de Lucas, el cual puso una mano sobre la mía. Lo miré unos segundos y luego desvié la mirada hacia Cless que se encontraba más allá de él. Cless estaba completamente ausente.

¡Genial! Parece que lo que temía sucedió; Cless se había resguardado en su caparazón.

—Antes de su entrada tan... abrupta —comenzó a decir el señor César con su típico hablar pausado—. Hablábamos de las consecuencias que traerá el pequeño espectáculo que han montado en el área de entrenamiento.

—Déjese de rodeos y llegue al punto —interrumpió Cless con una voz hastiada.

—En su caso, al usar un arma contra un civil de manera...

—Espero escuchar el dichoso castigo hoy —volvió a interrumpir Cless esta vez con una voz hostil.

—¡Cless! —chillé. ¿Acaso quería que lo mandaran al frente?

El Mayor César sonrió levemente y prosiguió calmado.

—Ya que usted está muy apresurado, puede unirse con el grupo que saldrá mañana al frente norte. —Sentí cómo mi corazón se detenía y como mis extremidades se helaban. En la cara del Mayor seguía dibujada una sonrisa maliciosa como si hubiera querido hacer eso durante un buen tiempo y Cless, por amor a la Diosa sagrada, ni se inmutó. Luego de unos segundos vi cómo se ponía de pie sin decir nada para defenderse.

—¿Qué?, ¡no! —comencé a rebatir—. Nosotros no estamos listos para ir al frente. —Me levanté y me coloqué detrás de la silla, Cless había comenzado su camino a la puerta—. ¿A dónde vas? ¡Cless!

—Tranquila, ustedes dos no tendrán que ir al frente...

—¡No! —Ahora fui yo la que interrumpí al señor César y pude notar como un músculo se movía en su mandíbula.

—Blyana, cálmate —me amenazó el señor River, pero yo ni lo miré.

—Ustedes serán enviados a otras guaridas un poco más movidas que esta, en el sur —dijo ya sin la sonrisa en su rostro. Nos quería alejar, alejar tanto como fuera posible. Hijo de...

—No, donde vaya Cless, yo voy —dije dando unos pasos hacia Cless—. ¡Cless, di algo!

—Acepta tu castigo como yo acepto el mío —dijo impertérrito y salió sin siquiera mirarme.

Yo me giré de nuevo al Mayor.

—Yo voy con Cless.

—Pero, Blyana, el frente es muy peligroso —rebatió Lucas, que también se había puesto de pie y venía hacia mí y me di cuenta que  los oficiales tenían las armas sujetas para abatirnos en cualquier momento de ser necesario.

—No me importa. ¡Yo voy con Cless! —En ese momento, en lo único que pensaba era que no podía dejar a Cless solo, no en el estado que estaba, ya resolvería todo lo demás—. Pero le pediré que a Lucas no lo saque de aquí, por favor.

—El joven Lucas también estaba involucrado, por lo que debe ser castigado. —Él apoyó sus codos sobre su mesa de madera que relucía de limpia a tal punto que se veía un reflejo distorsionado de él sobre ella. Se inclinó un poco hacia delante mientras me miraba fijamente.

—Lo sé, pero él no hizo nada grave, él puede cumplir el castigo aquí. —Él lo meditó un momento y luego asintió.

—De acuerdo, usted y el joven Cless van al frente mientras el joven Lucas se queda aquí para cumplir su castigo.

—No, yo voy contigo, Blyana —disintió Lucas.

—¡No! —le dije y lo tomé del brazo—. Gracias, señor. —Y tiré de Lucas, aunque él seguía replicando—. ¡Ya calla, Lucas!

—Pero si tú vas al frente, yo también lo haré. —Seguía arrastrando a Lucas por el pasillo donde estaba la sala de reuniones y me detuve cuando llegué a una sala que estaba llena de cableado. En ella se controlaba casi toda la energía de la guarida.

—Vamos, entra. —Y lo empujé a dentro del cuarto. Rápido, necesitaba ser más rápida.

—¿Qué rayos?, ¿por qué me traes aquí? —Él cruzaba sus brazos en muestra de disgusto.

—Escúchame. Ellos están tratando de separarnos. —Pude notar como frunció el ceño ante el giro de nuestra conversación a pesar de sus vendas.

—No te estoy entendiendo nada.

—Sospechan de un complot inexistente por parte de Cless, mío y probablemente tuyo y no sé de quién más, por eso vino el Mayor César y por...

—¿Cómo que un complot? ¿Qué complot? —Él había dejado de cruzar los brazos y su ceño ahora estaba fruncido en confusión.

—Creen que le pasamos información al enemigo.

—¿Por la misión donde murió Sandra? —Yo asentí. Necesitaba llegar donde estaba Cless, no quería que hiciera alguna locura—. Pero eso es estúpido.

—Lo sé, pero eso es lo que piensan. Necesito que te quedes aquí y protejas a mi hermana, ya sabes de qué.

—Pero...

—Nosotros no vamos a tener comunicación con ustedes, eso es lo que quieren, pero estoy segura de que Cless encontrará la manera de comunicarse contigo. —Yo lo sostuve de los brazos clavando mi mirada en sus ojos, que adquirían diferentes colores debido a las pequeñas luces que nos iluminaban—. ¿Entiendes lo que te digo?

—Sí, mi promesa sigue en pie, yo protegeré a todos —me dijo y su mirada se oscureció debido a que varias de las luces se apagaron al mismo tiempo. Él se liberó de mi agarre y me dio un abrazo—. Todo saldrá bien, Blyana.

—Gracias, Lucas. —Me separé de él y salí. Bajé a toda prisa las escaleras y me percaté de que aún sostenía la cuchara en mi mano.

—Blyana ¿Qué ha pasado? —me preguntó Zoe al pie de las escaleras. Dos soldados la flanqueaban impidiéndole el paso.

—Ahora no puedo —le dije mientras le dejaba la cuchara en las manos y seguía directo hacia el cuarto de Cless.

🍂🍂🍂

—Oye, ¿Cómo que tú también te vas al frente? —Me sorprendió Lasly cuando había pasado la primera sección de cuartos.

—Es complicado, pero ¿Cómo que yo también?

—Azel y Domingo se fueron esta mañana —dijo desalentada. Ella pasó una mano por su melena rubia apartándola de su cara y vi que tenía los ojos rojos e hinchados.

—¿Cómo qué se fueron esta mañana?, ¿sin decirle a nadie?

—No lo sé, solo sé que Domingo tocó mi puerta a las cuatro de la mañana para decir adiós, no me dejaron ni salir a despedirme. —Sus ojos volvían a llenarse de lágrimas y yo la abracé.

—Tranquila, verás que ese loquillo estará aquí más rápido de lo que crees. —Ella se alejó todavía hipando levemente.

—Pero ¿tú también te vas?, eso es lo que están diciendo por toda la guarida.

Aquí corre la información más rápido que la luz.

—Al parecer sí, pero buscaremos la manera de estar en contacto, de hecho, aún tienes tu celular, ¿verdad? Dámelo a ver si Cless puede hacer algo.

—Lo dudo, lo vi meter una botella de vodka con él al cuarto y ya iba muy avanzada, pero yo no quiero que te vayas —repitió volviendo a abrazarme.

—Tranquila, todo va a estar bien, pero tengo que ir con Cless antes de que haga otra locura. —Me separé de ella y salí corriendo. ¿Vodka?, ¿de verdad?

🍂🍂🍂

—Cless, abre la puerta. —Aporreé bruscamente cuando llegué a su cuarto—. ¡Cless! —Volví a tocar cuando no recibí respuesta—. Cless, si no me abres voy a abrir yo —le amenacé, pero seguía sin respuesta. Abrí el panel y coloqué la contraseña. Mi ceño se frunció inmediatamente cuando vi el mensaje que decía: «error»—. ¿De verdad? Cambiaste la contraseña. —Nada.

Realmente odiaba cuando se metía en ese caparazón: no hablaba, no se reía, solo estaba. Era como un muñeco en un lugar.

Intenté varias veces y el mismo mensaje seguía apareciendo. Tenía la esperanza de que él no estuviera tan hundido y al ver mi desesperación abriera, pero no. Así que me tocaba ir por el plan B, o sea, por los otros pasadizos de la guarida y en ese momento estaba agradecida de haberle enseñado los pasadizos a mi hermana por si algo sucedía ahora que yo no estaría.

Había uno de esos pasadizos que conectaba directo al baño de Cless, pero este era más bien un agujero en el piso del baño. Abrí la trampilla y me vi parada en el cuarto de baño de la habitación de Cless, tomé la manija de la puerta y estaba cerrada.

—Cless, abre la puerta, por favor. Cless, sé que estás ahí. —Giraba la manija y aporreaba la puerta, pero no podía escuchar absolutamente nada y me asusté, ¿y si había hecho algo...? No, no—. ¡Cless, por un carajo, abre la maldita puerta! —Y comencé a golpearla con mi hombro, le di patadas y nada, ¿cómo era que en las películas derribaban una puerta con una patada?, me sentía tan incompetente, tan inútil. Si a Cless le pasaba algo sería mi culpa. No debí dejarlo solo en la mañana sabiendo lo que sucedía cuando esa mujer aparecía en su vida. Sin darme cuenta estaba en el suelo del baño, golpeando la puerta débilmente mientras lloraba y repetía su nombre una y otra vez.

Escuché la manija moverse y la puerta ante mí se abrió dejando ver unas piernas, mi mirada llegó hasta la cara de Cless que no me miraba, dejó la puerta abierta y se dio la vuelta, volviendo a la cama.

—Cless... —dije suavemente acercándome a él. La bombilla estaba apagada, pero él tenía su habitación adornada con algunas luces pequeñas que recorrían el perímetro superior y ellas me permitían ver el desastre ante mí, incluso vi que una de sus computadoras tenía la pantalla rota.

Oh no.

Esto era peor de lo que me imaginaba. Él era tan ordenado y cuidadoso con sus cosas, pero en ese momento el suelo estaba lleno de latas de cerveza vacías y de la botella de vodka casi no quedaba nada; había páginas de sus libros y mangas —mangas de colección— por todos lados.

—Cless. —Él estaba sobre su espalda, tirado en la cama con la vista perdida. Yo me arrodillé frente a la cama y coloqué mi mano sobre su pierna—. Y... yo... estoy aquí —le dije suave; tenía miedo de que explotara—. Yo...

—¿Por qué sigues aquí? —me dijo sin moverse ni un centímetro. Su voz hueca y lejana.

—¿Eh?

—¿Por qué sigues insistiendo en estar a mi lado?, ¿no ves lo que soy? —inquirió aún desde ese lugar al que había escapado.

—¿Cómo que por qué sigo a tu lado? Cless, yo...

—Soy un monstruo, Blyana, deberías alejarte de mí. —Esta vez se apoyó en sus codos para poder mirarme, pero su mirada en primera instancia se veía vacía, no obstante, yo lo conocía bien. Sabía que debajo de todo eso estaba un niño perdido, un niño corriendo en un laberinto sin salida porque él mismo construía los muros a su alrededor. Un niño llorando, sin saber qué hacer, sin saber a dónde ir.

—Ya te lo he dicho Cless, no eres un monstruo —le dije suave.

—¿Cómo lo sabes?, hay cosas dentro de mí, lo que soy...

—Cless, que no eres un monstruo...

—Mi madre, mi padre. —Él se sentó en la cama y hundió su cabeza entre sus manos, pasándolas por su cara y cabello tan fuerte que pensé que se arrancaría el piercing.

—Ellos murieron cuando te dejaron en el orfanato, entiéndelo.

—Pero dentro de mí...

—Lo que eres no es por ellos. Sí, te pareces a tu padre, pero el físico es una mierda. Tu verdadero ser está dentro de ti y lo he visto; eres la mejor persona que conozco. Cless, yo si he visto monstruos, he peleado con ellos; tú me has ayudado a combatirlos y te aseguro que tú no te pareces en nada a ellos. —Mi mano se había colado hasta su mejilla y había logrado que me mirara.

Si alguno de los dos era un monstruo, ese definitivamente era yo. Y mis pesadillas y los espectros que veía constantemente me lo recordaban.

—Ella no me quiere. —Sus ojos se habían llenado de lágrimas y eso hizo que los míos volvieran a inundarse. Esa era la segunda vez que veía a Cless llorando y eso me destrozaba.

—Lo sé, pero te juro que yo te quiero mil veces más que lo que ha querido jamás alguien. —Lo abracé, él lloró; lloró en mis brazos y sentía que cada una de sus lágrimas eran ácido sobre mi piel. Amaba a Cless, lo amaba tanto que me hubiera gustado traspasar todo su dolor a mí—. Tranquilo, yo estoy aquí. Nunca te voy a dejar. Te lo juro.

Él se quedó dormido después de un rato y yo recogí lo que pude para nuestra partida.

📎Nota📎

Holis seres extraplanetarios!!!!

Mis disculpas por este monstruo de capítulo, 😖 les prometo que es el único tan largo.

A todos esos Cless que andan por ahí, un abrazo. Eres suficiente y la familia la eliges tú. 🥺

También quiero agradecer el amor que le dan a mi historia, ablandan este corazón de piedra. ❤

Y por último, después de cosas tristes, un meme que me recuerda la patada de Blyana.

¡Recuerden pasar por mis redes para seguir riéndonos!

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