Capítulo 42
¡Holis seres extraplanetarios!
Antes de comenzar el capítulo, me gustaría agradecerles por darle una oportunidad a mi historia, por sus estrellitas y comentarios. Le dan felicidad a este corazón triste. Lo siguiente, es decirles que la canción que sale en una escena es la que les dejo arriba. Sin quitarles más el tiempo, ¡disfruten del capítulo!
⭐⭐⭐
Al día siguiente lo pasamos en ese lugar, nadando en la cascada y jugando entre los árboles. Pero en la tarde, por desgracia, volvimos a la guarida. A diferencia de cómo habíamos salido, por la parte trasera, para que nadie nos viera esa vez le pedí a Cless que entráramos por la puerta principal. Estaba recargada y lista para enfrentar cualquier cosa; incluso al señor James.
Cless estaba detrás de mí mientras yo tenía la mano a punto de tocar el panel de la puerta principal para entrar. Él me miró y luego a mi cabello, yo asentí, así que atrapó un mechón y comenzó a jugar con él. Nunca había tocado mi cabello sin pedir mi permiso y eso hacía que lo amara aún más de lo que ya lo hacía. Sabía cuánto lo odiaba.
—Si no quieres hacer esto podemos volver a la cascada o irnos muy lejos —sugirió colocando su cabeza en mi hombro y soplando mi cuello provocándome un escalofrío.
—Sí, mejor vámonos muy lejos —murmuré mirando mi mano. Todo el valor que había reunido al parecer no quería acompañarme al interior de la guarida.
¿De verdad quería hacer esto? ¿De verdad tenía el valor para hacer esto?
Claro que lo tienes.
—¿Qué?, ¿nos vamos a una selva tropical? —dijo en un tono juguetón apretando mi mejilla.
—Más adelante, ahora luchemos con la selva que tenemos al frente. —Y por fin abrí la dichosa puerta. Más que otras veces, fui consciente del sonido de los engranajes moviéndose para permitirnos ingresar.
—¡Anda! Yo que quería conocer al rey león —dijo con un falso tono de decepción.
—Serás tonto, el rey león vive en la sabana —dije girando los ojos.
—¿De verdad? —Él pasó su brazo sobre mis hombros y me impulsó a caminar—. Bueno, eso no importa, ¿qué tal si vemos la película hoy?
—Me parece bien. —De pronto, una luz blanca destelló ante mí, haciéndome cerrar los ojos con fuerza.
—¡Feliz cumpleaños, Blyana! —escuché unas voces decir al unísono. Confeti y globos estaban por todas las direcciones.
—¿Qué rayos? —mascullé. Domingo tenía una cámara en las manos y no paraba de tomar fotografías mientras Cless se había apartado y los demás se acercaban a mí abrazándome y dándome sus felicitaciones. Chris tenía un pastel en sus manos y sus ojos celestiales brillaban en mi dirección—. ¿Qué es todo esto? —le pregunté a Lasly, quien me apretujaba.
—¿Tú qué crees? ¡Es tu cumpleaños! —me dijo con una sonrisa y me fue inevitable no devolvérsela, contagiándome de todo ese buen ánimo que estaba por todos lados; aunque estaba en continuo movimiento para no salir en las fotografías.
Si había algo en el mundo que odiaba, después de que tocaran mi cabello sin mi permiso, era que me fotografiaran, siempre salía horrible en ellas.
—Feliz cumpleaños, Blyana —me dijo Azel dándome un abrazo fugaz. Él había cambiado mucho desde la muerte de su madre, ya casi no hablaba y rara vez se le veía por la guarida. Las ojeras y la barba descuidada me hicieron tomar nota para hablar con él más tarde.
—Gracias, Azel. —Él asintió y se alejó hasta perderse en el fondo de la estancia que estaba abarrotada de gente. Vi muchos rostros desconocidos, por lo que supuse que habían llegado el grupo de civiles que vendría de una guarida cercana.
Había muchos niños corriendo detrás de unos perros y sonreí al poder ayudar a que estuvieran a salvo.
—Feliz cumpleaños. —Me tensé al escuchar esa voz a mi espalda y mis ojos inmediatamente se desviaron en busca de Cless, quien venía hacia mí con la mandíbula y los puños apretados.
Me giré y el señor James me miraba con una sonrisa coqueta en sus labios. Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron al punto que pensé que se romperían.
—¿Puedo darte un abrazo? —inquirió extendiendo un poco los brazos.
¡No puedo creer que me esté haciendo esto! Los demás estaban mirando la escena y no me quedaba más que aceptarlo si no quería levantar sospechas, así que tomé un gran respiro para hacerlo; aunque mi cuerpo se resistía a dar un solo paso hacia él.
—¡Feliz cumpleaños, Blyana! —Lucas apareció justo a tiempo para alejarme. Me levantó en volandas y dio vueltas conmigo hasta que estuvimos a una distancia confortable para mí—. ¿Estás bien? —me susurró.
—Sí, muchas gracias. Creo que me estoy acostumbrando a ser salvada siempre por ti —dije con una sonrisa frágil en el rostro mientras le daba un suave golpecito en el pecho.
—¡Vamo' to' el mundazo, una foto! —gritó Domingo de pronto, pero tenía el ceño fruncido mirando a la cámara mientras le daba unos golpecitos.
—¡Sí, sí! —chilló Lasly emocionada mientras daba saltitos.
—¿Qué? No, no me gustan las fotos —dije, pero ya estaba siendo arrastrada por mi hermana, Lasly y Carol. Al final Cless se había encargado de tomarlas con su celular porque la cámara se había descargado.
—Ahora una Cless y Blyana —dijo Lasly emocionada con un brillo pícaro en la mirada.
Yo giré los ojos. Ella seguía insistiendo en que yo le gustaba a Cless, y para mí eso era la barrabasada más grande que hubiera escuchado.
—¿Qué? No, está bien —replicó Cless comenzando a guardar su teléfono, pero Rick se lo arrebató.
—¿Cómo qué no?, no has salido en ninguna de las fotos —dijo Crik. Era cierto, incluso Azel que había estado distante estaba en el jaleo.
Crik tomó a Cless y lo arrastró hacia mí con una sonrisa maliciosa en los labios. Iba a matar a Lasly por estar difundiendo sus chismorreos, o tal vez a Carol; aunque tampoco descartaba a ninguna de las chicas que nos miraban con sonrisas divertidas entre la multitud.
—Bien, sonrían —nos dijo Rick, pero yo estaba rígida. Siempre que me paraba delante de una cámara lo estaba, además de que sentía la mirada del señor James todo el tiempo sobre mí. Rick miró la imagen en el móvil y frunció el ceño—. Blyana relájate, parece que te están torturando.
—Ya tómala, no me gustan estas cosas —espeté girando los ojos. Cless colocó una mano en mi cintura y me pegó a él.
—Vamos, ríete, niña mono —susurró en mi oído e imitó el sonido de un mono. Yo inevitablemente recordé la noche anterior y me eché a reír mientras nuestras miradas se conectaban.
—Bien, ahora vamo' a entrarle a ese pastel, que me muero de jambre —dijo Domingo y se lanzó sobre Chris para arrebatarle el pastel seguido por los gemelos y muchos de los niños, en medio de gritos eufóricos. Me eché a reír ante la cara del pobre Chris.
Me encantaba ver los rostros felices de los niños y esperaba poder mantener esa felicidad en ellos, tal vez poder pasar un poco de ella a los adultos a su alrededor.
—Beban antes que los gemelos y Domingo acaben con todo —dijo Mike dándonos algo de pastel y dos cervezas unos minutos más tarde.
—Gracias —le dijo Cless—. Esos tres acabarían con nuestros suministros en un día si los dejáramos. —Me dio una mirada que decía claramente que me incluía en ese grupo y yo le pellizqué el brazo. Me alejó de un manotazo juguetón y me dedicó una tenue sonrisa antes de beber su cerveza.
—Ya lo creo que sí —dijo Mike tomando asiento al lado de Cless.
La música que sonaba volvía el ambiente alegre. Una porción de la estancia funcionaba como pista de baile y muchos la aprovechaban al máximo. Una de ellas era mi hermana que bailaba con Chris y Lasly con Domingo. Incluso el Mayor César estaba dándole con todo. Los gemelos estaban tratando de arrastrar a Carol a la pista y esta se resistió al principio, pero después se adueñó de la pista por un rato. Era obvio que la fiesta había comenzado mucho antes de nuestra llegada y la verdad era que todo eso se sentía como un respiro ante la situación.
Cless y Mike seguían hablando de un videojuego o eso creía, pero yo no les podía prestar atención; una mirada me perturbaba. El señor James estaba al otro lado de donde me encontraba, pero su mirada estaba sobre mí y era horrible. Sentía como me recorría con ella mientras bebía su cerveza y su esposa estaba platicando muy entusiasmada con una señora de pelo muy corto a su lado. Cuando llevé la cerveza a mis labios me di cuenta de que era el último trago que me quedaba. Me levanté para ir a buscar otra, y quitarme la mirada del señor James de encima. Llegué a la barra y metí la mano en la heladera y me congelé al instante, no por el frío de la cerveza, sino porque el señor James estaba a mi lado.
—¿Me vas a seguir evitando? —me preguntó ladeando un poco la cabeza. Algunas de las canas que adornaban ya su cabello atraparon la luz. Yo busqué con la mirada a Cless, pero desde donde estábamos él no me podía ver, también busqué a Lucas, pero no lo vi por ninguna parte—. ¿Buscas a alguien? —me dijo tocando mi brazo y yo di un paso hacia atrás.
—N... no me toque —dije en un jadeo entrecortado, apretando la cerveza en mi mano.
Respira, respira, respira. Es solo un hombre, tú eres más fuerte que él.
—¿No quieres recordar buenos tiempos? —Vi como sus labios se curvaban en una sonrisa de lado hasta el punto de que dejaba ver un hoyuelo en su mejilla derecha.
¿Buenos tiempos? Blyana déjame a mí, yo le parto su cara.
—Aléjese de mí y de mi hermana —le dije con el valor que pude recuperar y comencé a alejarme. Todo mi cuerpo temblaba y apreté más la cerveza para ocultar ese temblor. No podía creer que, a pesar de todo ese tiempo, de todo lo que había hecho para librarme de ese pasado, aún me volvía una niña ante él. Una niña asustada que estaba a punto de irse corriendo a esconderse debajo de sus mantas.
—¿Tu hermana? —preguntó en un tono que no pude descifrar. Yo me detuve en mi lugar—. Creo que tu hermana siempre ha tomado sus propias decisiones.
—¿Qué quiere decir con eso? —pregunté dándome la vuelta y frunciendo el ceño. Todo mi cuerpo crispado ante sus palabras.
—Nada en particular, solo es un comentario. —Completó la sonrisa de modo que en su otra mejilla se marcó el otro hoyuelo.
Por eso no confiaba en las cosas lindas. Los demonios se disfrazaban con las caretas más dulces y hermosas para llevarnos a su infierno. Porque, de todos modos, ¿quién se comería la manzana arrugada? Todos preferirían la jugosa y reluciente, aunque por dentro estuviera llena de gusanos.
—Blyana, baila conmigo. —De pronto apareció Lucas y me llevó con él a la pista improvisada, pero noté que le ofrecía una mirada amenazadora al señor James, haciendo que su sonrisa se diluyera y se formara una expresión un poco aprensiva—. ¿Te seguía molestando? —me preguntó ya en el otro extremo, lejos del señor James.
—Me dijo algo extraño —cavilé sin prestar mucha atención a lo que hacía. ¿A qué se había referido con lo de «tu hermana siempre ha tomado sus propias decisiones»? ¿Había tocado ese maldito a mi hermana? Si eso era así, lo sentía mucho por Chris, pero no se lo iba a perdonar.
Ese hombre huele a muerto.
—No le creas nada a ese sujeto —dijo y detuvo nuestro baile para sujetarme por los hombros y agacharse un poco para mirarme directo a los ojos. Sus ojos violetas que parecían el cielo de un lugar de fantasía, ¡me encantaban!—. Blyana, ¿me estás escuchando? —Él me movió suavemente al no recibir respuesta.
Sí, yo había sido una niña débil, pero ahora no..., ahora era una mujer fuerte. Podía derrotar a hombres mucho más grandes que él, ¡por la diosa!, había derrotado a algunos de los saqueadores sin mucho esfuerzo. Él no era nada, ya no podía hacerme daño y si no lo acababa con mis propias manos podía usar alguna de mis creaciones, uno de mis venenos y no volvería a abrir los ojos nunca más.
Ya no era débil, podía quitarlo del camino en cualquier momento, aunque también estaba Chris y las consecuencias de perder a su padre. Aún podía ver la tristeza que lo embargaba por la muerte de su hermana y perder a su padre... no, no le causaría ese dolor, pero si su padre intentaba algo no me quedaría quieta como esa noche. No, me defendería con uñas y dientes y le enseñaría... en el monstruo que me había convertido.
—Tienes razón —dije y le mostré una leve sonrisa—. Hoy me voy a olvidar de todo y solo voy a beber hasta caer al suelo. —Llevé la cerveza a mis labios y me la tomé de un tirón.
—¡Oye!, no creo que eso sea buena idea —me dijo Lucas cuando le quité de las manos la cerveza de Rick, quien de inmediato me comenzó a animar para que bebiera.
—Vamos, relájate. —Y me dejé llevar por la música.
🍂🍂🍂
—¿Qué se siente vivir al límite? —La voz de Cless llegaba como martillazos a mi cabeza.
—¿Puedes bajar la voz? —supliqué e intenté incorporarme en la cama, pero la luz de la bombilla me hizo volver debajo de las mantas. Mi cabeza palpitaba y me dolía todo el cuerpo; mi garganta estaba seca y tenía el estómago revuelto.
¿Cuánto había bebido?
—¿Ahora la niña quiere que baje la voz? —me dijo tirando de la manta hasta arrancármela.
¿Y ahora por qué estaba tan enojado? ¿Qué había sucedido anoche?, cierto, la fiesta, bebí algunas cervezas y...
—¡Blyana, baja de ahí! —me decía un Cless cruzado de brazos con el ceño fruncido.
—Vive la vida, Cless. —Yo estaba en la barra mientras bebía de una cerveza que tenía en la mano. Varios me animaban mientras otros intentaban bajarme de ahí, pero yo muy ágilmente los evitaba. Nada más peligroso que un borracho con síndrome: Rock Lee.
—Hermana, baja de ahí, te puedes lastimar. —Zoe me extendía la mano con una cara de cansancio en el rostro.
—Amo esa canción —grité y la botella que tenía en la mano casi se me cae haciendo que los que estaban debajo se cubrieran la cabeza por instinto. Los gemelos subieron donde estaba y comencé a bailar de una forma muy ridícula.
¡Ay, por la diosa! Dime que fue un sueño.
—¡Sí, sí, sí! —gritaban algunos, incluido Domingo que también se veía que ya se había pasado de copas.
—No la animes —le regañó Lasly dándole un empujón y tratando de llegar hasta mí—. Blyana, cariño, baja de ahí, ¿sí? —Con ojos suplicantes me extendió una mano, yo lo pensé por un segundo, pero volví a bailar ignorándola por completo.
—Blyana, baja de ahí o subiré por ti —dijo Cless ya sin intentar persuadirme. Yo lo miré un segundo y me encogí de hombros.
—Está bien, pero a lo rockstar. —Y me di la vuelta y me dejé caer de espalda. Cless, Lucas y no sé quiénes más me atraparon.
Mierda, ¿qué diablos había hecho anoche?
Hundí mi cara entre las almohadas tratando de ahogarme con ellas.
—¿La rockstar no quiere levantarse aún? —Cless se sentó con suavidad en la cama, pero mi estómago sensible no soportó el movimiento, di una arcada y salí disparada al baño.
Cless apareció unos segundos después.
—¿Puedo? —preguntó y sabía que se refería a mi pelo, así que hice un gesto con la mano a modo de aprobación. Él lo sujetó mientras yo dejaba todo en el retrete.
—Espero que esto te motive a no volver a beber de esa manera. —Moví una mano tratando de apartarlo, porque por alguna razón me daba pena que me viera en esa situación, aunque no era la primera vez, pero otra arcada me hizo volver a concentrarme en lo que tenía al frente—. La verdad, es que prefiero verte mil veces en modo Rambo, que así.
Por fin las arcadas se detuvieron y él me ayudó a ponerme de pie.
—Date un baño y sal a tomar algo para esa resaca —dijo antes de salir del baño.
Cuando salí todavía me quería arrancar la cabeza. Cless estaba tirado sobre su espalda en la cama viendo algo en su celular y esperaba que no fuera ningún video o foto de la noche anterior porque me mataba. Si en mis recuerdos, borrosos, por cierto, se veía pésimo toda la escena que había montado; no me quería imaginar en un video. Pero eso lo averiguaré en unos segundos porque si me había grabado no dejaría de molestarme por el resto de mi existencia y posiblemente después de eso.
Giré un poco antes de llegar hasta él para ver mi estado en el espejo que le había, casi obligado, a poner al lado de la puerta del baño, pero lo tenía cubierto con una toalla; nada novedoso. La quité y vi mi cabello hecho un desastre y las ojeras que comenzaban a asomarse debajo de mis ojos. Por lo menos había aumentado de peso, así que no me veía tan cadavérica como cuando había llegado, pero por alguna razón se me estaba haciendo muy difícil volver a mi peso normal, aunque comía como una bestia y me ejercitaba.
Cless desvió su mirada desde su teléfono y la posó en mí.
—Sobrevivirás —dijo. Se sentó, me escaneó y luego se levantó para ir hasta la mesa donde estaban sus computadoras ahora. Acomodó una bandeja con comida y movió una silla para mí—. Ven y come algo. —Fui y me senté. Todavía me sentía como un zombi. En mi vida me había puesto tan mal—. Cuidado con mis computadoras —me advirtió. Él mantenía una expresión un poco neutra; era extraño verlo así conmigo. Apretó una de mis mejillas sin mucho ánimo y yo contraje el rostro.
Se alejó y me dejó comer. Yo le daba una que otra mirada, pero él seguía concentrado en el celular y, aunque su rostro no experimentaba grandes cambios, podía ver como su entrecejo se arrugaba de manera casi imperceptible. Tecleaba y enviaba mensajes, pero podía escuchar los murmullos provenientes de los auriculares que tenía puestos. Alguien le discutía del otro lado de lo que seguro era una llamada.
—¿Qué haces? —pregunté con la cuchara aún en la boca.
—Nada —me respondió sin mirarme.
—Ese «nada» está como que un poco interesante —dije y me dirigí hacia él. Cuando vio que me acercaba, colgó y bloqueó el celular e intentó llevarlo a su bolsillo—. ¡Oh no, señorito!, ¿a dónde cree que va? —Y me lancé sobre él para quitárselo, pero era más fuerte que yo y al final no pude lograr mi cometido. No obstante, su pantalla se iluminó con una notificación y vi un nombre en ella—. ¿En serio Cless? —dije retrocediendo y cruzándome de brazos.
—¿Qué? —dijo a la defensiva.
—No me hables en ese tono, ¿qué haces hablando con ese sujeto? —Había liberado mis brazos y lo señalaba amenazadoramente con la cuchara. Él miró la cuchara y luego volvió a mirarme con las facciones endurecidas—. No sé ni para qué pregunto —dejé salir una risa sin gracia.
—Estoy bien —me dijo mirando a otro lado.
—¿Sí? ¿Cómo ese año que esa tipa apareció en tu vida?
—No la llames así, es mi madre —me respondió mirándome con furia.
—¿Tu madre? Cless, una madre no te hace lo que ella te hizo, ni lo que te sigue haciendo. —Di un paso hacia él, pero él retrocedió—. Cless, no quiero que vuelvas a esa mierda de vida de hace tres años. —Había dejado la cuchara en una orilla de la cama y volvía a tratar de penetrar ese muro que él creaba cada vez que esa mujer y su esposo aparecían en su vida.
Él volvió a dar un paso atrás.
—Cless, ella te abandonó cuando tú no tenías la culpa de nada, una madre no hace eso. —Odiaba cuando esa mujer apareció en su vida. Cless había tratado de destruirse de tantas maneras, odiaba verlo tan triste y autodestructivo. Y yo sabía... sabía que ese sentimiento permanecía ahí, lo sabía y vivía con el miedo de que él se dejara ir, de que no encontrara nada que lo atara aquí, nada que evitara que él...
—Ella tenía sus razones.
—Razones que nunca serán suficientes para abandonar a un hijo, ¿crees que si mi «madre» apareciera de la noche a la mañana dándome excusas la perdonaría? Además, estoy segura de que aún no quiere saber nada de ti, solo te comunicas con su marido.
—Ya te dije que ella tuvo sus razones —volvió a repetir aún más enojado.
—¿Y cuáles son esas razones?, ¿estaban en peligro de muerte? —inquirí con una ceja arqueada—. ¿O acaso ella estaba en su lecho de muerte? —Apreté la mandíbula al ver que estaba causando el efecto contrario al que quería causar, pero no podía detenerme—. Claro que no, ella sigue viva y casi puedo asegurar que está bastante protegida gracias a ti. Ella no se merece eso, ella no se merece nada de ti, Cless.
—Ya déjalo, Blyana, quiero estar solo —dijo rodeándome y yendo a la puerta. La mantuvo abierta. Una clara señal que decía: «Lárgate de aquí».
—Cless... —traté de nuevo, pero él no me miraba—. Está bien, si eso es lo que quieres —dije ya enojada y salí de la habitación. Escuché la puerta a mi espalda cerrarse con más fuerza de la necesaria.
¡Maldita mujer!
Caminé hasta mi cuarto y gracias a la diosa estaba vacío. Me puse algo de ropa de entrenamiento; estaba tan enojada que la resaca me la pasaba por el..., además debía volver a estar en forma. Pasé por la cocina y vi a Chris de espalda.
—Hola, rockstar —me saludó entre una risita aun dándome la espalda.
—¿Cómo supiste que era yo? —pregunté mientras llenaba una botella con agua.
—Tu perfume —me dijo con una sonrisa cuando se giró hacia mí. Fruncí el ceño, no me había puesto perfume—. ¿Vas a entrenar? —asentí mientras le daba un sorbo a mi botella—. ¿No tienes resaca?, porque la verdad es que anoche...
—No me lo recuerdes, aún tengo lagunas, pero con lo que recuerdo es suficiente para querer que la tierra me trague.
—Bueno, lo que sí puedo decir es que no sabía que podías bailar así —dijo conteniendo una risa.
—Ok, no quiero tener esta conversación —dije escapando del lugar.
—¡Cuando termines pasa por aquí, te haré algo de comer! —me gritó, pero aún se escuchaba la risa en su voz.
Cuando salí de la guarida ya había varias personas entradas en sus entrenamientos matutinos; varios chicos me daban una mirada un poco extraña y cuando volví la mirada vi cómo se reían de mí.
¡Genial!, ni en el fin del mundo me libro de las burlas, ¡genial, Blyana, eres la mejor!
Algunos ni disimulaban y se reían en mi cara. Me coloqué en el lugar más alejado. El cielo estaba cargado con algunas nubes de tormenta, aunque se veían un poco amarillentas porque se mezclaba con el color amarillo de la barrera. Los jadeos y los gritos de las personas que sí estaban concentrados en sus entrenamientos ahogaban el gorjeo de los pájaros. Cubrí mis manos con unas vendas y miré la bolsa de arena que tenía delante e imaginé que era la culpable de todos mis problemas y comencé a golpearla.
Malditos niños del orfanato por hacer mi vida imposible cuando era una niña.
Malditos chicos de la escuela que se burlaban de mí.
Maldita madre de Cless por lastimarlo de esa manera.
Maldito Chris por no corresponder a mis sentimientos.
Maldito James por todo lo que me hiciste.
Maldito Zwodder y Cless por confundirme así.
—Creo que alguien se levantó de mal humor —canturreó Lucas, quien había intentado sujetar el saco, pero por poco fue golpeado en la cara—. ¡Oye cuidado!, yo no te he hecho nada —me dijo ocultando su cara tras el saco.
—Como si lo hubieras hecho —gruñí y volví a golpear el saco con tanta fuerza que sentí vibrar todo mi cuerpo—. ¿Por qué carajos me dejaste beber de esa manera? —dije sujetándome del saco mientras jadeaba un poco.
—¿Yo? ¿Y quién puede detenerte cuando se te mete algo entre ceja y ceja? —Él intentaba alejarse, pero yo había rodeado el saco y lo tenía sujeto de un brazo.
—De todas maneras, debiste hacer algo —le dije tratando de golpearlo de manera juguetona.
—Claro rockstar, para la próxima no dejo que hagas un espectáculo —me dijo entre risitas, mientras trataba de evitar mis golpes—. Aunque eso decepcionaría a tus fans. —Terminamos cayendo al suelo, yo sobre él, entre risas.
—La rockstar está de buen humor hoy —dijo un chico alzándose sobre nosotros. Yo lo miré con cara de horror.
Mierda, ¿qué hace ese tipo aquí?
Hierba mala nunca muere, querida.
—Spencer —murmuré con hastío.
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