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Capítulo 37

Blyana

Me había imaginado muchos escenarios del porqué no respondían mis mensajes, pero nunca lo que en realidad había sucedido: encerrados por el capitán. Y para el colmo, mi mal temperamento y mi abstinencia, cosa que no me dejaba pensar con claridad, me había hecho declararle, prácticamente, la guerra al señor River.

—Lo siento, han terminado en todo esto por mi culpa —me disculpé pasándome las manos por la cara; tratando de despejar mi mente para ver qué era lo que debía hacer a continuación.

No había podido entrar por la puerta principal con Cruster, eso hubiera provocado un escándalo, bueno, uno más grande del que había sucedido; por lo que había usado uno de los tantos túneles para dejarlo oculto y luego dirigirme hasta terminar en el garaje.

—Tranquila, como que al viejo River se le cayeron unas tuercas después de la muerte de su esposa —dijo Mike colocando una mano en mi hombro.

La verdad es que creo que el viejo ese nos dará un poco de problemas.

—¿La señora River murió? —pregunté atónita y como respuesta obtuve el asentimiento de cabeza de Lasly—. ¿Y Azel?

Oh, esto era malo, muy malo.

—Él está enojado. Bueno, más que ir a buscarte, quería ir tras el que mató a la teniente —me respondió Carol, extendiendo uno de sus hermosos risos y luego dejándolo libre con una mirada pensativa.

—Creo que lo primero que debemos hacer es liberarlos —sugirió Nikolay.

—Sí, vamos —le dije y trastabillé, lo que hizo que Nikolay me sostuviera de un brazo mientras me analizaba con sus ojos azul grisáceos.

—Creo que primero deberías ver a un doctor —me dijo Lasly con el rostro contrariado. Se llevó uno de sus mechones dorados detrás de la oreja y dio un paso hacia mí.

—Estoy bien, solo un poco agotada, pero puedo hacer esto —dicho eso comencé a andar.

La verdad era que estaba exhausta física y mentalmente. En mi regreso me había encontrado con algunos saqueadores, por lo que me había tocado escapar y sumado a eso, por todos los días que llevaba sin dormir adecuadamente, sentía que en cualquier momento caería y para el colmo podía verlos detrás de mí. Ya nunca se iban.

—Esta cueva es una locura —exclamó Mike después de unos minutos mirando a todos lados.

A nuestro alrededor, se desprendían incontables túneles en todas las direcciones. Caminábamos por uno de esos túneles de piedra que era iluminado por unas pequeñas bombillas rojas, la luz llegaba de manera intermitente y destellaban en los pequeños cristales que estaban incrustados por todas partes.

—Lo que ustedes conocen no es ni el treinta por ciento, incluso Cless y yo no la hemos recorrido por completo. —Doblé a la derecha y todos ellos me siguieron—. ¿Dónde es que los tienen?

—En un almacén cerca del huerto. —Me paré en seco cuando el rostro de un hombre con el cuello lleno de sangre apareció delante de mí, por lo que me giré de improviso.

—Repite lo que dijiste, Mike —le pedí y me concentré en su cara, analizando cada detalle, pero él no tenía el mismo efecto en mí que Cless con ese asunto, así que opté por pellizcar mi muslo para que un dolor externo me trajera a la realidad y funcionó en parte. Podía verlos más allá de las personas reales que tenía al frente, pero ahora sus rostros eran casi indescifrables. Eran como una fotografía antigua, borrosa y espeluznante. Mi pesadilla andante.

—Que están en un almacén cerca del huerto —repitió confundido por mi repentino sobresalto mientras se rascaba la nuca y fruncía el ceño.

—¿Uno que tiene una raya roja alrededor de toda la puerta? —pregunté asustada, ya no por los espectros que me observaban, sino por el lugar donde los habían metido. Él solo asintió aún más confundido—. ¡Mierda! —exclamé y salí corriendo.

—¿Qué sucede? —preguntó Nikolay siguiéndome el paso.

—Eso no es un almacén, tengo sustancias muy peligrosas ahí. —Y corrí más rápido, tanto como mis piernas cansadas me permitieron. Al llegar a mi destino comencé a tocar la pared muy nerviosa—. ¡Mierda!, ¿dónde está?

En mi cabeza solo pasaba el terrible inventario de todos los venenos, narcóticos, enfermedades, sustancias creadas para torturar..., unas capaces de hacerte sentir que te quemabas vivo, las que te inhibían algunos de los sentidos, desorientándote; las que hacían que tu cuerpo se pudriera lentamente hasta que te cayeras pedazo a pedazo... si algo de eso tocaba a Cless, a Zoe...

¡Oh Diosa!

—¿Qué buscas? —preguntó Carol.

—El panel. —Seguía tocando la pared con desesperación—. ¡Aquí está! —dije aliviada cuando lo encontré.

Salimos justo frente a la puerta donde se suponía que estaban. El pasillo se veía vacío y la misma luz roja nos iluminaba.

—El problema es que no sabemos la clave para abrirla —se quejó Carol cuando estuvimos delante de la puerta, mirando al panel como si fuera su enemigo mortal.

—Tranquila, tenemos una contraseña de respaldo que usamos por si olvidamos la nueva. —Toqué el panel e ingresé el código: veintidós, cero ocho.

La puerta se abrió, y como una luz en medio de toda la oscuridad, mi mirada se encontró con la de Cless por unos segundos; eso fue todo lo que necesité para que los fantasmas que me seguían se disiparan en el aire casi por completo. Seguía anclada a la mirada de Cless cuando Chris, quien era el que estaba más cerca de mí, me abrazó.

—¡Hada, estás bien! —me dijo con un tono de alivio en la voz.

Me solté de él sin decir nada y fui a Zoe y la abracé con fuerza. Necesitaba sentir que estaba viva. Todavía la imagen de ella en los brazos de Chris, con su piel tornándose azulada, me perturbaba y sabía que todo lo que ella había pasado había sido por mi culpa. Nunca debí dejar que saliera de la guarida.

—Estás bien, estás bien... lo siento, todo esto es mi culpa —le murmuré y una lágrima se me escapó.

—¿Bien? ¡Hemos estado aquí aproximadamente un mes! —reprochó ella—. ¿Qué pasó?, ¿te descubrieron?, ¿cómo escapaste? —Mi mirada volvió a ir a la de Cless y luego la desvié a Azel.

—Lo siento, ya me enteré de lo que pasó..., lo siento de verdad, Azel. En ningún momento me di cuenta de que me habían descubierto —dije caminando hasta él que estaba sentado en el suelo, y, a decir verdad, se veía pálido y sin fuerzas.

—Tranquila, todos sabíamos el riesgo en el que nos estábamos metiendo, además, se nota que tú tampoco lo has tenido fácil. —Y me recorrió con la mirada.

Sentí una mano cálida y tranquilizadora sobre mi hombro y ella hizo que me calmara, me giré lentamente para enfrentar a Cless y lo abracé.

—Tranquila, estoy aquí para ti —me susurró y eso hizo que más lágrimas se derramaran.

—Debemos salir de aquí, este sitio no es seguro —dije separándome un poco de él, pero aun sin salir por completo de sus brazos.

Los demás estaban tirados en el suelo y se veían terribles. Al fijarme bien, Azel era de los que mejor se veían comparados con los gemelos y Domingo que estaban casi inconscientes. Y en ese momento me di cuenta de que Lasly lloraba silenciosamente tratando de despertar a Domingo.

Mi mirada se cruzó con la de Lucas quien se levantaba del sitio que había ocupado, me dio una sonrisa y yo se la devolví.

—Sí, alguien tocó aquello. —Cless señaló con la cabeza un lugar donde había una sustancia derramada en el suelo, luego miró a Chris y puso los ojos en blanco—. No sé qué sea, pero todos nos hemos sentido cansados desde que se rompió.

Miré el líquido y luego los pedazos de cristal y me alivié de que no fuera nada peligroso, solo un hipnótico, algo para dormir.

—Vamos, después de unos minutos estarán bien.

Salimos. Nikolay y Mike ayudaron a los gemelos, Lasly a Domingo y Carol a Lucas. Nos sentamos todos en el pasillo después de cerrar la puerta. Lasly y Domingo se sentaron frente a mí; Cless seguía a mi lado y Zoe ocupó el otro, vi que Azel se sentó lo más alejado de nosotros y Chris hizo lo mismo.

¿Y ahora qué pasaba aquí? ¿No se supone que Azel y nuestra hermanita están en algo?

Lucas se colocó en cuclillas frente a mí, él era el que tenía el mejor aspecto o bueno, eso me dejaba ver sus ojos.

—Te ves terrible —me dijo.

—Me siento terrible —le respondí con una pequeña sonrisa de lado. Él puso una mano sobre mi cabeza y revolvió mi cabello que debía estar vuelto un desastre.

—Estoy tan feliz de que estés bien. —Yo solo le di una sonrisa lánguida y él se sentó al lado de Cless.

—Nosotro' que íbamo' a darle por el culo a lo jayao eso' pa' salvar a la flaca y la flaca e' que no salva el culo a nosotro' —dijo Domingo de repente, ya recobrando las fuerzas. Lasly le dio un golpecito en el hombro y le dijo algo en el oído provocando que se riera, él le dijo algo de vuelta y esta puso los ojos en blanco.

—Veo que ya se te está yendo el efecto. —Y sonreí un poco, pero de inmediato el dolor en mi hombro borró mi sonrisa.

—¿Cómo rayos pudiste escapar de ese lugar? —preguntó Rick.

—Un amigo me ayudó —dije y unas pisadas fuertes y unos arañazos contra el suelo de madera se escucharon a la distancia. Un gran animal negro apareció en el fondo del pasillo, sus ojos verdes brillaron en la oscuridad y todos se pusieron alerta poniéndose de pie de un salto.

El animal caminó con cautela mirando detenidamente a cada persona del lugar. Los únicos que permanecimos sentados fuimos Lucas y yo.

—¿Qué... Qué rayos es eso? —tartamudeo Lucas, arrastrándose lejos del sompro.

—Tranquilos chicos, es mi amigo —dije poniéndome de pie en medio de un gruñido bajo. Los demás retrocedieron y otros sacaron armas, Cless intentó tomarme del brazo, pero me acerqué más al animal—. Este es Cruster —dije y coloqué una mano sobre su cuello. Cruster seguía mirando a los demás con los ojos entornados, quienes estaban a punto de echarse a correr—. Cruster, son mis amigos, deja de mirarlos así. Los asustas. —Volvió la mirada un instante para mirarme. Me acarició con su hocico y después desvió la mirada a los chicos con recelo y por fin aflojó la mirada y se dejó caer en el suelo mientras, muy distraídamente, comenzó a lamer una de sus patas.

—¿Qué demonios es eso? —preguntó Crik y Cruster lo miró de una manera amenazadora, lo que hizo que Crik diera un paso atrás.

Eso no, él. Él es Cruster y puede entender perfectamente lo que dices, así que, si no quieres una paliza, no lo provoques. —Me volví a dejar caer contra la pared. Los demás hicieron lo mismo, aunque aún miraban a Cruster con recelo y procuraron sentarse lejos de él.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Mike dándole una mirada furtiva a Cruster. Sus pearcing destellando bajo la luz rojiza.

—Veo que activaste el segundo mando de la guarida —me dijo Cless, quien había ocupado su lugar junto a mí de nuevo, levantando una ceja.

—Sí, también hice algo estúpido, prácticamente me rebelé contra tu papá, Azel —dije dando una risita forzada, pero con rapidez la cambié por una cara de dolor.

—Flaca, ¿qué tiene? —inquirió Domingo y se movió como queriendo llegar hasta mí, pero él mismo hizo una mueca de dolor y se sujetó el pecho.

—Te llevaré a mi cuarto y ahí descansarás —me dijo Cless sujetándome.

—No, estoy bien. —Y traté de zafarme.

—Hermana, es obvio que no lo estás.

Como si ellos se vieran mejor. Azel tenía una herida que le bordeaba la mejilla izquierda, Chris y Domingo tenían unas barbas de varios días, mi hermana, bueno, a pesar de estar despeinada, se veía hermosa; los gemelos tenían el cabello platinado, más largo y alborotado.

Miré a Cless, él sabía lo que me pasaba y también sabía lo que debía hacer.

—Bien —me dijo girando los ojos—. Vamos y nos detendremos en mi cuarto para que tomes algo para el dolor.

—Pero...—comenzó a replicar Chris; sin embargo, Cless se levantó, tomé la mano que me extendió y comenzamos a caminar seguidos por los demás, a pesar de que no estaban de acuerdo. Escuché los pasos de Cruster detrás de nosotros y me detuve dándome la vuelta.

—Cruster, está bien, puedes quedarte en el huerto. —Él asintió y dio media vuelta, no sin antes mirar a Crik con mala cara.

—Creo que no le caigo bien —lo escuché decir.

—Tú no le caes bien a nadie. —Su hermano pasó su brazo sobre sus hombros.

—Ustedes no le caen bien a nadie —corrigió Mike.

—¿Qué era eso que nos dejó tan atontados, Blyana?, porque creo que lo vamos a necesitar para mantener a raya a los gemelos —preguntó Lucas entre risas y los demás lo acompañaron.

—Oigan, estamos aquí —se quejaron al unísono y las carcajadas se escucharon más fuertes.

Cuando llegamos a la puerta de la habitación de Cless nos detuvimos.

—Ustedes adelántense y paren en la habitación de Christian, en unos minutos los alcanzamos. —Tocó el panel de su puerta para comenzar a introducir el código.

—Pero creo que debemos ir todos juntos —opinó Lucas mirando con detenimiento a Cless.

—Solo será unos minutos —dije y asintieron, no muy convencidos y comenzaron a caminar.

Entramos en la habitación. Estaba exactamente como la recordaba: un poco oscura, estantes repletos de libros, música y mangas, a diferencia de mí, él era muy ordenado. Había posters pegados por todas partes sobre la cabecera de su cama, pero hasta ellos tenían un orden predeterminado. En la pared que estaba frente a su cama había dos katanas cruzadas y sobre ellas una máscara naranja con espirales y una abertura para un solo ojo. Su armario estaba un poco abierto y su ropa estaba por colores, a veces me daba dolor de cabeza tanto orden, lo que no había por ninguna parte era un espejo e hice una nota mental para conseguirle uno.

Me dejé caer en la cama, era suave y olía a Cless: lavanda y madera y algo oscuro.

—Rápido, por favor —lo apresuré.

—Lo estoy haciendo lo más rápido que puedo. —Él seguía buscando en un cajón—. Aquí está —dijo y se giró hacia mí con una jeringa y una pequeña ampolla.

—Dámela, rápido. —Agitaba mis manos tratando de arrebatarle lo que tenía en ellas.

—Tranquila fiera —me dijo y me dio la jeringa ya lista, yo rápidamente levanté un poco la falda de mi vestido e inyecté la sustancia. Me dejé caer mientras exhalaba y permití que la sensación me inundara.

Cless me quitó la jeringa y la lanzó a un bote de basura, podía sentir su mano acariciando mi pantorrilla. Por fin, las sombras habían desaparecido por completo.

—Lo siento —dijo en un tono muy bajo después de unos minutos.

—Tú no tienes la culpa de nada —dije sentándome y mirándolo.

—Pero no he podido protegerte ni de ellos ni...

—No quiero hablar de eso ahora, solo quiero solucionar esto para dormir una semana —le dije y tomé su mano entre las mías. Al tenerlo cerca de mí por fin me sentía segura, sin darme cuenta ver los ojos de Cless se había vuelto otra droga para mí.

—De acuerdo. —Colocó su mano libre sobre mi mejilla y la acarició con suavidad—. Vamos.

Cuando alcanzamos a los chicos, ellos esperaban frente a la puerta de Chris, pero nosotros nos detuvimos antes.

—Por aquí —indicó Cless—. Primero iremos por las armas. —Abrió una puerta tal como yo lo había hecho antes.

Fuimos al cuarto de las armas y nos equipamos. Domingo, Carol, los gemelos y Nikolay convencieron a los demás soldados que nos encontramos en ese lugar, los que no estaban muy felices con los cambios que había implementado el señor River, por cierto; y marchamos a la estancia.

—Entonces de verdad haremos una insurrección —preguntó Lasly mientras nos encontrábamos delante de la puerta que nos llevaría a la estancia.

—Ya lo sabe' mami —le respondió Domingo y le guiñó un ojo haciendo que ella se pusiera roja, aunque intentó ocultarlo agachando la cara. Hice otra nota mental para interrogarla sobre qué había pasado con ella y Domingo porque si mal no recordaba él la perseguía y ella lo rechazaba.

—Bueno, ¿listos? —preguntó Nikolay y sin esperar respuesta abrió la puerta.

Las personas estaban reunidas en una parte de la estancia a la expectativa de lo que sucedería. Por otra parte, un grupo de soldados estaban alerta esperando nuestra aparición, también estaban armados e inmediatamente aparecimos en su campo de visión, nos apuntaron y mantuvieron una actitud defensiva.

—Capitán, solo queremos hablar —dijo Nikolay con un tono conciliador, pero firme.

Zoe y Lasly se habían quedado en la entrada para mover a los civiles a otro sitio, porque, aunque nuestro objetivo era resolver esto de manera diplomática, no sabíamos qué podía pasar.

—Unas personas que solo quisieran «hablar» no vendrían armados de esa manera —reprochó él. Dio un leve sondeo a quienes estaban con nosotros y fijó su mirada en mí.

—Bajaremos nuestras armas si ustedes hacen lo mismo —respondió Nikolay.

Él miró unos segundos a Nikolay escrutando su rostro y luego volvió a sus soldados, estos bajaron sus armas y nosotros hicimos lo mismo.

La estancia se había vaciado casi por completo, así que tomamos asiento en unos muebles que estaban cerca de la entrada. En los mismos que Cless y yo nos sentábamos a leer o simplemente a hablar de cada tema que nos llegaba a la mente, esos momentos a los que no les di el valor que se merecían y ahora me encantaría volver y dejar toda esta locura.

—Así que, quieren que deje el mando de esta guarida —dijo él mirándome directamente a mí de nuevo. Yo lo miré unos segundos y bajé mi mirada.

—Siento lo que dije hace rato..., estaba enojada porque había encerrado a mi hermana. —Volví a levantar la mirada para clavarla en los ojos del señor River—. Y también entiendo por qué lo hizo y ahora que estoy más calmada, puedo ver que fue la decisión correcta.

—¡Blyana! —escuché el reproche de los demás.

—Es cierto, si no hubiera sido por Cruster ahora mismo estaría muerta. Antes, Zwodder solo enviaba soldados de clase baja, los de armadura plateada, pero ahora los asentamientos están llenos de capitanes de clase alta.

—Pero ¿qué estás diciendo? —reclamó Crik—. Claro que hubiéramos podido.

—Dos o tres granadas y ¡boom! Adiós, saqueadores —corroboró Rick.

—Sé que alguno lo hubiera logrado, pero también estoy segura de que muchos de ustedes habrían muerto. Los de clase alta no mueren con una simple bala y estoy segura de que están al tanto de sus poderes. —Me levanté y moví la manga de mi vestido para mostrar una quemadura que tenía en el hombro derecho.

—¡Blyana! —Cless se levantó de golpe y vino a mí—. Debes ir ahora mismo con el doctor Min. —Yo negué con la cabeza.

—Esto solo lo puede curar un Anima, lo he visto. —Y volví a tapar la herida.

—Eso no es cierto —contradijo Chris, poniéndose de pie—. Yo tenía una igual y Zoe pudo curarme. —Levantó la manga de su suéter y me mostró su brazo musculoso donde aún quedaba una leve marca de una quemadura.

Yo caminé hasta él y tomé su brazo para poder examinarlo mejor.

—¿De verdad Zoe lo consiguió? —pregunté incrédula.

—¿Me crees tan inepta? —preguntó ella llegando hasta nosotros.

—No, solo que... —dije, aún contemplando el brazo de Chris, algo atónita—. ¡Eres un genio!

—El fuego de los saqueadores no solo quema la epidermis de la piel —dijo Zoe acercándose a mí y analizando la quemadura de mi hombro con el criterio de un experto—, sino que continúa quemando y se profundiza hasta las células; aun si parece haberse extinguido, continúa afectando los tejidos internos, aunque es de manera muy lenta —continuó de forma dubitativa—; no obstante, con la temperatura correcta y los medicamentos adecuados puede apagarse —concluyó. Colocó la manga de mi vestido en mi hombro con cuidado y me miró—. No es tan grave, pero hay que tratarlo o te quedará una marca.

—Entonces te debe seguir doliendo horrible —dijo Lucas, ahora a mi lado, entornando un poco los ojos mientras veía la cicatriz de Chris.

—Tranquilo, lo que tomé me quitó el dolor.

—De todas maneras, debes tratarte eso —agregó Cless.

—Sí. Después que terminemos esto —dije y él me miró con cara de desaprobación, pero yo volví a sentarme—. Espero que acepte mis disculpas por mi comportamiento de hace un rato —le dije al señor River.

—Bien —dijo después de una mirada incisiva.

—Pero queda claro que lo más correcto es que regresemos a las actividades —dijo Azel, sorprendiendo a todos.

—El pana dio en el clavo, no podemo' quedarno' aquí sin hacer na' —apoyó Domingo.

—Sí. —Asentí con lentidud.

—Pero, acabas de decir lo peligroso que está la situación y aun así quieren exponerse. Lo entiendo de Pérez, Ivanov y los otros soldados que han sido entrenados para estas situaciones, pero los demás...

—Queremos defender nuestro planeta —interrumpió Lasly, colocándose detrás de Domingo.

—¿A costa de sus vidas? —inquirió el señor River levantando una ceja.

—Creo que, si ese es el costo de la libertad, hay que pagarlo. Al final no hay amanecer sin noche —le respondió ella y vi como Domingo la miraba con aprobación.

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