Capítulo 36
Un mes había pasado desde que no podía contactar con la guarida. Les había dejado mensajes todos los días a Cless y seguía sin recibir alguna respuesta, por lo que ya no me podía quedar más en ese lugar. Sumado a eso, solo había encontrado ocasionalmente una que otra planta, así que las pesadillas se habían vuelto tan recurrentes que prefería quedarme toda la noche despierta y aún así, no tenía paz.
No, los recuerdos me perseguían sin poder evitarlo y el zumbido en mi cabeza se había convertido en gritos incesantes.
La abundante nieve comenzaba a derretirse y las tormentas que habían azotado el lugar se habían detenido también. Sería esa noche. Esa noche debía escapar, aun cuando no se había agotado el plazo establecido que me había comunicado Cless para colocar la barrera. Ya no tenía sentido; no podía pasar información porque nadie respondía mis mensajes. Lo que debía hacer era llevarme la información conmigo y entregarla en persona.
—Llamaré a Malen que te trate esa mano —dijo de pronto, Zwodder, detrás de mí. Ahora no solo mi pulgar sufría las repercusiones de mi abstinencia, sino toda mi mano. La miré distraídamente y no me importó ver la sangre que se escapaba de los cortes deformes. Devolví la vista al gran ventanal.
—Florecita, por favor dime qué te sucede. Quiero ayudarte, pero no comprendo el motivo de este comportamiento taciturno y contemplativo. —Él se había agachado a mi lado tratando de buscar mi mirada, pero yo no tenía ánimos, y menos deseos, de hablar con él ni con nadie.
—Solo estoy cansada —alegué y apoyé mi cabeza en el cristal frío, rogando para que ese frío se colara en mí cabeza e hiciera acallar las voces dentro de ella.
Afuera, el cielo comenzaba a tomar colores anaranjados y rojizos mientras el viento entonaba un canto triste; un canto que parecía la despedida de un amante. Me había acostumbrado a ver los hermosos atardeceres desde ese ventanal, pero poco a poco los colores se habían vuelto más fríos y nostálgicos.
—Creo que me iré a dormir, o lo intentaré —dije y me puse de pie dejándolo en cuclillas frente al ventanal.
—Puedo permanecer contigo hasta que te quedes dormida —ofreció, aun desde su posición.
—No, estaré bien. Creo que estoy tan cansada que me dormiré de inmediato.
🍂🍂🍂
Cuando entré en la habitación me puse algo más abrigador, incluida una capa dorada de esas que Zwodder había mandado a hacer para mí. Me pareció extraño su elección de color porque siempre pensé que sería violeta.
Dejé una nota sobre la mesita, tomé una bolsa, con algo de comida que había robado de la cocina, y volví a salir con sumo cuidado. La verdad es que el lugar estaba casi vacío. Los que veía con más frecuencia, excluyendo a Zwodder, eran Malen y el saqueador de los controles, y claro, a su amiguita de la cocina; los demás solo estaban cerca de Zwodder o alrededor de los terrenos cuando tenía juntas.
Caminé por el mismo pasillo que me llevaba a las escaleras y a la puerta trasera. Me escabullí hasta los establos donde había unas criaturas parecidas a caballos, pero mucho más grandes: con astas en su cabeza, cola parecida a un látigo y patas en forma de garras.
Zwodder me había estado enseñando a montarlos, Sompros, me parece que los había llamado. Los que estaban más cerca de la entrada eran los que siempre usábamos nosotros. Uno negro, que era montado por él, y uno blanco, el que solía usar yo, pero por alguna razón siempre me había sentido más en confianza con el negro.
—Cruster. Ven aquí —lo llamé. Sin titubeos, respondió a mi llamado, empujó la puerta del box y vino hacia mí—. Necesito que me hagas un favor —agregué y él bajó un poco la cabeza, permitiendo que lo acariciara. Su piel era como la gamuza: suave y cambiaba de tonalidad dependiendo del sentido en que lo acariciaras—. Debo irme de aquí. ¿Me ayudarías? —Inmediatamente dichas esas palabras, dobló sus rodillas y me dejó montarlo.
Salí sobre aquel animal majestuoso, perdiéndome en el bosque. La nieve seguía aferrándose a las ramas mientras los árboles parecían sin vida, pero yo los podía sentir; seguían vivos, solo estaban esperando el momento indicado para volver a mostrar todo su esplendor. Ellos afrontaban la tempestad y cuando esta pasaba, volvían a renacer; eran lo que yo quería ser. Quería tener el valor necesario para afrontar toda la tempestad que me azotaba desde que tenía catorce años y quería poder renacer, pero aún no contaba con ese valor.
Pronto lo harás, querida Blyana.
🍂🍂🍂
Anduvimos casi toda la noche. Ese animal tenía una resistencia increíble. Al alba nos detuvimos cerca de un pequeño riachuelo para que Cruster bebiera y yo pudiera descansar las piernas. Por un rato solo se tumbó a mi lado y yo me quedé contemplando como los tonos del cielo cambiaban a un azul limpio, sin nubes; aunque una única nube quedó flotando... una nube en forma de ojo que me daba la inquietante sensación de ser observada.
Cruster volvió la cabeza hacia mí después de un tiempo y movió una de mis piernas.
—De acuerdo, continuemos.
Volví a montarlo y continué mi recorrido hacia el sur, a la guarida, a Zoe, a Christian, a Cless.
Nikolay
—Capitán, no puede mantener a Pérez, a Barone y a los demás encerrados. Ellos están en todo su derecho de querer ir a buscar a Blyana. —Morales continuaba tratando de convencer al capitán de que los dejara ir, ya que, desde aquella misión fallida, donde había muerto la teniente, Domingo, Cless, los gemelos, Christian, Azel, Lucas e incluso la hermana de Blyana; estaban encerrados porque habían armado un grupo para su rescate.
—¿Cómo puedo mandar a nuestros mejores hombres a una misión sin sentido? —Era lo que siempre respondía y dejaba de prestar atención a lo que se le dijera.
—Yo no soy una de sus soldados y aún así me mantienen encerrada —le reclamó Lasly, desde el lugar en que se encontraba detrás de Morales.
—No eres un soldado, pero sí un civil y mi responsabilidad es mantenerte a salvo —le respondió el capitán sin despegar los ojos de unos documentos que tenía en sus manos, claramente aburrido con la situación.
Después de aquella misión teníamos pocos soldados. Los diferentes frentes, donde se llevaba a cabo la verdadera guerra, cada vez exigían que se les enviara más hombres, por eso a esa misión habían ido tantos nuevos reclutas; los cuales en su mayoría habían muerto. Treinta y dos. Treinta y dos personas habíamos perdido ese día. Estaba muy consciente que había sido a manos de los saqueadores, pero nuestros comandantes también tenían responsabilidad en eso. Niños no son soldados.
—Blyana también está dentro de su responsabilidad y aún así la deja a su suerte —gruñó Lasly con los dientes apretados. Era la primera vez que la había visto usar un tono tan amenazador. Desde que había llegado, las pocas veces que habíamos coincidido en la misma habitación, siempre se veía como una chica alegre y llena de energía a pesar de la situación.
—Es cierto capitán, sabemos que está viva; hemos recibido mensajes de ella todos los días —agregó Morales.
—Si Cless no los decodifica, nunca sabremos qué nos está diciendo —agregué. La verdad era que entendía al capitán, no quería perder más personas, pero sus medidas me comenzaban a preocupar.
—¿No han pensado que esos mensajes no son de ella y que nos podrían llevar a otra misión suicida?
—No, ese es un código que solo ellos dos comprenden —disintió Lasly con las mejillas encandecidas.
—Y, aún así, no creo que tenga que recordar las pérdidas que tuvimos en la última misión —reprochó, levantando por primera vez la vista, una expresión aguda en su rostro.
—Con más razón, ella debió ser descubierta —opiné, ganándome una mirada acerada.
—Ellos no saldrán y es mi última palabra —sentenció, apretando levemente los papeles que estaban aún en sus manos.
Cinco días después, Morales y yo, seguíamos intentando descifrar la clave que había utilizado el capitán para encerrar a los chicos, junto con la de la puerta principal que también había cambiado y así poder salir todos de la guarida. Era una suerte que Morales estuviera conmigo cuando el capitán nos había aislado a todos. Últimamente, se pasaba mucho tiempo en la guarida veintiséis, nuestra vecina, para poder resolver el problema de las puertas, pero después de todos nuestros esfuerzos, no habíamos conseguido nada y ya comenzábamos a pensar seriamente en usar explosivos.
🍂🍂🍂
Caminaba por el pasillo que me llevaba a la estancia, estaba decidido, usaríamos explosivos e iríamos por Blyana; ya no importaba lo que el capitán dijera. Su actitud estaba comenzando a preocuparnos, y no solo a mí, nadie podía salir de la guarida y nadie podía entrar, además de que él se había adueñado de toda la comunicación en la guarida; estábamos completamente aislados. Cuando salí a la estancia vi una gran revuelta formada cerca de la puerta que conducía al garaje.
—¿Qué sucede? —le pregunté a un hombre con el pelo canoso.
—Alguien llegó —me respondió sin mirarme mientras alargaba el cuello para poder mirar de quien se trataba.
Me abrí paso entre los civiles y observé al capitán en la planta superior que conducía a la sala de reuniones.
—¿Qué es todo este escándalo? —preguntó.
—Hola, señor River —escuché una voz dulce decir. Me abrí paso aún más rápido entre la gente y por fin estuve frente a ella—. Hola, profesor Nikolay. —Y me dedicó una de sus brillantes sonrisas.
Blyana acababa de llegar. Estaba mucho más delgada, su ropa estaba toda sucia y rasgada; tenía unas ojeras demasiado pronunciadas, su pelo enmarañado, pero aun así me regalaba una sonrisa de oreja a oreja.
—Blyana —pronunció el capitán con un poco de asombro en su voz—. ¿Cómo has entrado aquí? —Ella arrugó el entrecejo ante tal pregunta.
—¿Dónde están los demás? ¿Y Zoe? ¿Cless? ¿Por qué nadie respondía mis mensajes? —Se acercó a mí y me dio un apretón en el brazo y comencé a seguirla.
—¿Es cierto? ¿Dónde está? —La voz aguda de Lasly se escuchó por sobre los murmullos y cuando miró a Blyana se abalanzó sobre ella—. ¡Por Dios, Blyana, estaba tan asustada!
—Tranquila, estoy bien —respondió ella con una sonrisa en los labios mientras la sostenía en sus brazos—, pero ¿Dónde está mi hermana, Cless y Chris?, no los veo por ningún lado —agregó separándose y mirando en todas las direcciones, al no recibir respuesta, volvió a Lasly en busca de ellas.
—Bueno... lo que pasa... —Lasly desvió la mirada un segundo al capitán y luego volvió a mirar a Blyana, nerviosa.
Oh, cuando ella se enterara, se iba a enojar y mucho.
—¿Qué sucede?, ¿por qué nadie me quiere decir nada? —preguntó y arrugó de nuevo el entrecejo.
—Lo que pasó fue que la última misión de la que nos diste datos fue... una trampa y muchos murieron —le dijo Lasly con suavidad, retorciendo un mechón de su cabello entre los dedos.
—Lo que me quieres decir es que.... —La cara de Blyana se puso pálida. Miró sobre el hombro de Lasly y sus ojos se abrieron con terror unos segundos, pero rápidamente se calmó y volvió a mirar a Lasly. No era la primera vez que veía que hacía eso y me preguntaba por qué lo hacía.
—No, ellos están bien, pero están... —se apresuró a decir Lasly, notando el camino de los pensamientos de Blyana.
—Están encerrados —concluyó el capitán por ella.
—¿Cómo qué están encerrados? —Blyana volvió a mirar al capitán, pero esta vez su cara había recobrado el color—. ¿Los tienen los saqueadores? —inquirió y vi como apretaba los puños en su vestido.
—No, están aquí —le respondió Lasly, por lo bajo.
—¿Cómo que aquí? —Confusión, su cara rebosaba confusión.
—Ellos querían ir a tu rescate, pero eso no podía ser. Ya teníamos suficientes bajas, no podía dejarlos ir a una causa perdida. —El capitán bajaba poco a poco los escalones, seguido por algunos soldados. Esto se iba a poner feo. Lentamente, llevé la mano a mi arma y me acerqué a las chicas.
—¿Causa perdida? —repitió dubitativa—. ¿Por lo menos recibieron mis últimos mensajes? —Al ver la expresión del capitán, Blyana, comprendió que ni siquiera se había dignado a abrirlos—. ¿Dónde están? Quiero verlos.
—Eso no va a hacer posible ahora. —El capitán ya había bajado de las escaleras y se acercaba a Blyana con pasos cautelosos; analizando todo el entorno.
—Pero capitán, si ellos estaban encerrados por ir a buscar a Blyana ya no hay motivo para que permanezcan así —protestó Morales, acercándose a nosotros.
—Ella podría estar del lado enemigo.
Blyana tomó a Lasly del brazo y la llevó con ella a la pared que estaba al lado de la entrada de las habitaciones, seguida por Morales, Mike, que se nos había unido, y por mí. Nos estaban acorralando, eso era obvio.
—Yo no soy parte del bando de nadie y tenga por seguro que su liderazgo aquí ha terminado —gruñó Blyana, enojada.
—¿Y tú tienes el poder para quitármelo? —cuestionó el capitán en un tono un poco burlón.
—Exactamente —respondió y una sonrisa asomó en su rostro. Tocó un punto en la pared y un panel se dispersó, colocó su mano y una puerta se abrió; ella entró seguida por nosotros y cuando esta se estaba cerrando, agregó:
—Usted no sabe lo que es estar encerrado, ahora lo conocerá. —Y todas las puertas se cerraron automáticamente, dejándonos bajo una luz roja intermitente y sin poder ir de una habitación a otra.
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