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Capítulo 31

Cless

Acababa de llegar de una misión y me dirigía a darme un baño. Toda la suciedad sobre mí me ponía en un estado psicótico. Odiaba estar sucio, odiaba el desorden, odiaba que no dejaran las cosas en su lugar correspondiente.

Desvié la mirada hacia mi chaqueta y tuve que alejarla de nuevo y respirar hondo. Pronto llegaría al baño y podría ducharme. Enviaría unos correos y tal vez por fin tuviera el tiempo de ordenar mis mangas, últimamente me molestaba en el orden que estaban. Tal vez por color o por fecha de nacimiento de autor, sí, decidí, ese sería un buen orden.

Habían pasado nueve meses desde la llegada y casi tres meses desde que no habíamos tenido noticias de Blyana, pero sí habíamos obtenido avances sobre la barrera. Era probable que dentro de unos cuatro meses pudiéramos colocarla y comenzar un ataque masivo para acabar con los saqueadores, aunque había algo sobre sus movimientos que nos tenía un poco confundidos.

-¡Espera, Azel, déjame explicarte! -Zoe le rogaba a un Azel que salía semidesnudo y muy enojado de su habitación. Todos los que estábamos en el pasillo nos quedamos viendo sorprendidos la escena.

Ellos nunca peleaban, no eran más que amor empalagoso todo el tiempo y eso a pesar de que Sandra se oponía rotundamente a esa relación, ¿los motivos?, no los sabía, pero sí había presenciado algunas de esas discusiones tanto en la sala de reuniones como en otros lados.

-¡No te quiero ver nunca más! -le espetó sin mirarla.

Cuando pasó por mi lado noté que en su mano llevaba un libro, uno que reconocí como su diario. Blyana tenía uno igual, yo personalmente lo había llamado la «death note», ese libro estaba lleno de venenos y cosas terribles para torturar, Dios sabe que ni loco querría ser el conejillo para probar ninguna de esas cosas. Mi Blyana podía ser muy dulce y juguetona, pero también cruel y despiadada cuando alguien le pulsaba los botones correctos.

Desvié la vista a como Azel se perdía entre el gentío y luego volví a Zoe. Así que ya se había destapado la cloaca y la verdad es que eso me animó un poco.

-Parece que tu jueguito está llegando a su fin -dije con una sonrisa burlona en el rostro acercándome más a ella.

-¡Tú cállate!

-¡Ay! Bicha, bicha -dije chasqueando la lengua de manera reprobatoria-. Es que no sé cómo pensaste que eso iba a salir bien y aún más si lo plasmabas todo en papel ¿Estabas pensando escribir una novela o qué? -Ella volvió a entrar en su habitación y yo la seguí hasta dejar apoyado mi hombro en el marco de la puerta-. Parece que su discusión fue un poco intensa. -La habitación estaba vuelta un desastre. Bueno, más de lo normal, digna hermana de Blyana en ese aspecto. Tuve que cruzarme de brazos para no salir de ese vertedero.

-¡Eso no te importa! -escupió muy enojada, recogiendo cosas del suelo mientras unas lágrimas bordeaban sus mejillas. Pensar que alguna vez yo habría ido para quitarle esas lágrimas y hubiera tratado de darle todo lo que quería, pero claro, eso era antes de descubrir la verdad.

-Sabes que al final de todo sí es mi asunto -dije apretando mis manos sobre mis bíceps, meditando el asunto. El poco ánimo que había recuperado se evaporó al recordar lo que implicaría que se supiera el secreto de Zoe. Más bien, nuestro secreto.

-Tú puedes... tú puedes hablar con Azel y pedirle que no diga nada -pidió mientras venía hacia mí y me sujetaba de los brazos con sus ojos negros bordeados de plata-. Sé que él te escuchará, nadie se puede enterar.

-¿Quieres que siga cubriendo tu porquería? -Me alejé y le di una escaneada muy lenta, era hermosa..., hermosamente letal.

Compadecía a quienes cayeran en sus redes. Compadecía a los pobres infelices que ya estaban en ellas. Quien dijo que los hombres teníamos el poder de seguro no llegó a conocer una mujer con ambiciones, ellas son las que de verdad tienen el poder. Las que manipulan todo mientras se hacen ver débiles e indefensas, pero en el fondo los indefensos somos nosotros que estamos a su merced. Díganmelo a mí que puedo verlas actuando de primera mano. Sensato es tenerles miedo porque te pueden destruir sin que te des cuenta siquiera.

Cuánto me gustaría sacar a la luz toda esta porquería, pero eso lastimaría a muchas personas y la verdad era que sí, iba a guardarlo, pero quería que sufriera un poco por lo que había hecho.

-Sabes muy bien que si se llega a saber será un caos, especialmente si se enteran los padres de Azel. -Ella trató de acercarse a mí de nuevo, desesperada, con esos ojos de corderito que usaba cuando quería algo.

-Tú solo buscas tu bienestar. Nunca cambiarás. -Le di una mirada despectiva-. Está bien, lo haré, pero no por ti, sino por la paz de todos.

Zoe era la hermana de Blyana, pero en mi cabeza no cabía cómo era posible que fueran tan diferentes. Desde pequeña siempre fue tan egoísta, pero solo mirando en retrospectiva me di cuenta por qué por muchos años yo también estuve entre esos que la complacían como si fuera su lacayo. Lo peor de todo es que ella sabía que Blyana haría todo por ella. A veces me veía siguiéndola, en secreto, de regreso al orfanato, después de salir de un trabajo a la una de la mañana, solo porque Zoe quería un nuevo celular o cualquier ridiculez, por eso comencé el negocio del tráfico de información. No podía permitir que Blyana siguiera así.

-Gracias, Cless, te debo una -me dijo con una sonrisa que sabía que no expresaba nada mientras posaba su mano en mi brazo. La miré un segundo y luego volví a mirarla a la cara.

-Querrás decir que me debes otra. -Y salí de su habitación.

Luego de darme un baño fui al huerto, ese lugar me recordaba tanto a Blyana, me hacía sentir cerca de ella. Quizá Mary tenía razón, mi relación con Blyana no era una amistad normal, para mí ella era lo más importante, no tenía nada más que a ella desde que éramos niños. Ella salvó mi vida y ni siquiera se había dado cuenta, aunque a veces desearía que no lo hubiera hecho.

Cuando entré en el huerto llevaba un sixpack de cervezas, pero vi a alguien merodeando entre los árboles.

-¿Mike? -pregunté ya que se me pareció a él. Lentamente, llevé mi mano a mi arma, hasta ahora no habíamos tenido problemas con intrusos, pero no me iban a tomar desprevenido.

-No, soy Lucas. -Y salió de entre las sombras. El huerto solo era iluminado por la poca luz que se filtraba por el cráter, además de unas tenues luces que había colocado en las paredes, muy a pesar de que Blyana me pidió que no lo hiciera.

-¿Qué haces aquí? -inquirí un poco confuso.

-Estaba regando las plantas. -Él comenzó a jugar con la manga de su sudadera.

-¿A esta hora?, ¿no es muy tarde? -pregunté acercándome a él.

-Bueno... es que... -No me sorprendía que Lucas tartamudeara, pero se veía más nervioso de lo normal.

-La verdad es que vine porque extraño a Blyana -dijo entre una risita avergonzada.

-Te has encariñado mucho con ella, ¿eh? -dije caminando hacia el mismo árbol de mango donde le había robado ese torpe beso a Blyana. Ese día había sido muy difícil para mí contenerme después de todo lo que habíamos pasado. Quería hacer más que solo eso, pero no podía arriesgarme a que volviera a enojarse conmigo, aunque la verdad es que me sentí el hombre más feliz del universo con ese beso casto. Esa mocosa se había colado en lo más profundo de mi ser.

-Creo que me ha comenzado a gustar -dijo sentándose a mi lado y aún jugando con su sudadera-. O bueno, debería decir a mí también. -Y me miró de reojo.

-Así que te has dado cuenta -dije y le ofrecí una de las cervezas.

La verdad es que no me molestaba para nada que otros chicos se fijaran en ella, porque pongamos las cosas claras, era obvio que ella llamaba la atención; más que su físico, su forma de ser era atrayente, tenía tanta energía que te sentías vivo cuando estabas con ella. Su sonrisa era como el amanecer brillante, te daba esperanzas de que las cosas iban a salir bien y su voz... su voz ¡dioses!, era el canto de ángeles o sirenas y más cuando cantaba. Su voz te envolvía y te alejaba de los horrores del mundo. Lástima que no lo hacía tan a menudo.

-No, gracias, no me gusta como sabe el alcohol en este lugar. -Yo fruncí el ceño-. Quiero decir el que han traído a la guarida -agregó. Yo me encogí de hombros y comencé a beber-. Y sí, creo que todos nos hemos dado cuenta de que tú y Christian sienten algo por ella.

-Christian -resoplé. La sola mención de ese nombre me ponía de mal humor.

-Creo que él sabe que ella lo quiere, pero no entiendo por qué no hace nada -me dijo dubitativo después de unos minutos. Él estaba mirando hacia arriba al agujero del cráter por el que se podían ver algunas estrellas manchando el cielo.

Blyana quiere a Christian, claro que lo sabía. Lo supe desde ese día que llegó con su papá de traje. Cuando vi la expresión en la cara de ella, el brillo en sus ojos, me paré en seco a mitad de camino... había caído ante él y yo pasé a segundo plano. Aunque pasara el mayor tiempo con ella, siempre hablaba de él cuando tenía tiempo y para mi desgracia el mismo día en que le iba a decir que yo... que yo estaba enamorado de ella, ese mismo día me dijo que ella estaba enamorada de Christian. Si antes había tenido deseos de morirme, ese día no sé de dónde saqué las fuerzas para no lanzarme ante un camión y quedar como una pegatina en el suelo.

-Es mejor que no te metas en eso -le dije acabándome la primera cerveza y tomando la siguiente. Esa noche quería embriagarme y olvidar por un segundo que Blyana estaba sola y desprotegida con ese psicópata.

-¿Ella estará bien? -inquirió, ahora fijando su mirada en la entrada.

-Es Blyana, estoy seguro de que volverá con nosotros, ella es más fuerte de lo que todos ustedes creen. -Y era cierto, mi pobre niña mono había sufrido tantas cosas a su corta edad que no sabía cómo seguía manteniéndose de pie y mostrando su hermosa sonrisa, y yo, por otro lado, desde hacía mucho tiempo que quería darme un balazo y acabar con esta asquerosa existencia mía.

-Eso espero. Bueno, me voy, tengo que hacer algunas cosas. -Se levantó y me quedé solo con mis cervezas.

Los árboles a mi alrededor estaban tan quietos. Se sentían muertos o como si estuvieran en una larga pausa a la espera de que alguien reanudara el juego, de la misma persona que yo esperaba.

«Por favor, Blyana, vuelve a mí, o al menos dame una señal de que estás bien» pensé mientras mi vista divagaba entre los árboles esperando encontrarla entre ellos, y como si ella me estuviera escuchando todo ese tiempo, el teléfono en mi bolsillo vibró.

Había recibido un código, que no podía ser de otra persona que... de ella, Blyana. Era una mezcla de caracteres y símbolos. Me levanté rápido y volví a la sala de reuniones a descifrarlo.

Cless, soy Blyana. No sé dónde estoy, pero sé que podrás rastrear el lugar gracias a este mensaje. No quiero que vengan por mí ahora, yo estoy bien. Solo deben hacerlo cuando la barrera sea establecida. Aquí te adjunto unos lugares importantes que deben atacar para recuperar armas y debilitar su fuerza, por favor sean silenciosos, ellos tienen más fuerza de la que imaginamos y poderes muy peligrosos. No sé qué está esperando Zwodder para acabar con esto, pero debemos aprovechar. Al profesor Meison que se apresure. Trataré de estar en contacto, por favor cuida a Zoe y a los demás. 0671-7360

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-¿Y si ese mensaje es falso? -preguntó Sandra.

Ya era de día, había convocado a una reunión para informar del mensaje de Blyana.

-No lo es, esa es una manera de comunicarnos que solo conocemos ella y yo. -Y vaya que sabía que era ella con su peculiar firma.

-Pero ¿Por qué mi hermana no quiere volver? Eso no sería algo de ella -dijo Zoe, quien estaba en el rincón más alejado de Azel y no paraba de mirarlo de soslayo.

Yo lo había convencido, a duras penas, de llevar la fiesta en paz y él había aceptado, por el momento, pero se cargaba un humor que si pudiera prender en llamas todo ya estaríamos carbonizados. Nunca lo había visto en plan: «destruir todo lo que se me presente en el camino», siempre había sido el pacífico del grupo, definitivamente hasta los ángeles pueden manchar sus plumas con la motivación adecuada.

-No, pero seguro quiere reunir información para nosotros como dijo antes de irse con él -dijo Azel sin mirar a Zoe mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho, se veía tan tenso que en cualquier momento se rompería-. Y protegernos para que no nos pase lo mismo que a esta -agregó. Pude ver que Zoe apretaba la mandíbula y sus manos apretaban con fuerza su blusa de enfermera, ante el tono despectivo de Azel.

Bueno, querida, tú te lo buscaste.

-Entonces digamos que el mensaje es legítimo, ¿ella quiere que ataquemos esos puntos específicos? Pero si los ves en el mapa están muy dispersos. Nos tomaría días e incluso semanas movilizarnos y cargar con todo -observó Sandra.

-Creo que ella no quiere que trabajemos solos -interrumpió Lasly, quien se había colado en la reunión para saber de Blyana. Se movía disimuladamente para alejarse de Domingo, quien la seguía. Me contuve de poner los ojos en blanco con el baile de esos dos.

-Sí, yo también pienso lo mismo -concordó Zoe-. Creo que quiere que ataquemos en conjunto con las otras guaridas.

-Sí, ella dispuso un ataque por guarida en diferentes lugares o eso es lo que parece, quiere que estemos listos para cuando se coloque la barrera.

-¿Por qué siento que ella no nos está diciendo todo lo que debemos saber? -Sandra seguía escudriñando con la mirada el mapa y los puntos dispersos que estaban dispuestos en la pantalla-. ¡Espera! -de pronto escupió levantándose-. Aleja el mapa -me dijo y eso hice.

Y vaya mi sorpresa.

-Nos están rodeando -dije mirando cada uno de los asentamientos posicionados alrededor de las guaridas. El mapa parecía un maldito tablero de ajedrez donde cualquiera podía caer en cualquier momento.

-Hay que dale con to' a eso -habló Domingo por primera vez cruzándose de brazos y analizando el mapa.

-Ya sabes que hacer Domingo -le dijo Sandra.

-Sí, teniente. -Y él hizo un saludo militar.

Hora de una gran movilización.

Lasly

A veces nos vemos obligados a tomar el camino que estábamos tratando de rechazar por todos los medios. Era hilarante ver cómo había terminado en la situación en la que me encontraba. Mi sueño siempre había sido convertirme en una gran diseñadora, que tanto las personas más famosas como las personas promedio pudieran vestir los diseños que creaba, y ahora me encontraba en una guarida remendando ropa para soldados que no tomaban en cuenta mi trabajo. Me había esforzado tanto para ganar una beca e ir a estudiar a la mejor escuela de modas de París, pero todo se había arruinado con la llegada. Ese fatídico día estaba en el aeropuerto cuando esta locura comenzó.

Los gritos, todavía recuerdo los gritos. La gente corriendo en estampida..., como pisaban a los que no podían mantenerse en pie, las explosiones, el polvo que se colaba en tu boca y nariz, la falta de orientación, pero lo que más quedaba en mi memoria eran los gritos de las personas que eran pisadas y pisadas hasta la muerte. ¿Humanos?..., animales, eso es lo que somos ¿civilizados? Sí, claro, solo en ambientes controlados, pero cuando esa burbuja se rompe nos convertimos en depredadores sanguinarios... los gritos... todavía recuerdo los gritos.

Apreté la prenda que estaba cociendo y cerré los ojos, tenía que alejar esos recuerdos de mi cabeza.

La suerte era que mis padres estaban conmigo ese día. De alguna manera nos pudimos poner a salvo en la parte que quedó en pie del aeropuerto por unos días, hasta que por desgracia nos encontraron y no me quedó más que ir al harem de Zwodder para proteger a mis padres. El trato era simple: mis padres serían llevados a uno de sus campos de inserción, si yo iba una temporada a un harem o moríamos ahí mismo. No creí que hubiera otra salida hasta que conocí a Blyana y me contó todo lo que estaba sucediendo afuera, pero ahora estaba preocupada por mis padres. Necesitaba encontrarlos, necesitaba tenerlos conmigo.

-¿Qué lo qué, Rubia? -giré los ojos al ver a Domingo en el umbral de mi habitación.

Desde que me había encontrado en el bosque después de escapar del harem había comenzado lo que él consideraba un cortejo, cosa que solo me irritaba. Yo quería encontrar a mis padres, no tenía tiempo para chicos y menos en esta situación. Además, crear ese tipo de lazos con alguien, en especial si era uno de los que se ponía en la línea de fuego, era tirarse de cabeza a la preocupación y el sufrimiento. Yo solo quería paz, no entendía la necesidad de esta guerra cuando era obvio que íbamos a perder.

-¿Qué quieres ahora? -dije con una voz opaca, pero él no se inmutó por eso. Entró con una sonrisa de oreja a oreja. Nunca dejaba de sonreírme y aunque sí, tenía una sonrisa linda, no entendía cómo podía sonreír en esta situación.

-Te tengo un notición -dijo y miró el desastre de telas y prendas que había en la habitación y como no encontró donde sentarse se dejó caer a mis pies.

-¿Ah sí? Pues habla -respondí y volví a centrarme en lo que estaba cociendo. Prácticamente, estaba haciendo de nuevo este pantalón. De verdad que echaba de menos mi máquina de coser, era viejita, pero hacía su trabajo.

-Bueno, recuerdas que llegué ayer de una misión... -comenzó a decir y podía sentirlo siguiendo cada uno de mis movimientos. Se me contrajo el estómago sin poder contenerlo cuando creí que tocaría mi pierna, pero solo tocó una prenda que estaba cerca de ella.

-Sí.

-Pues era en un lugar muy especial -continuó y se detuvo esperando algún interés, el cual no existía, pero como no continuó levanté la vista para verlo.

-Y eso... -dije con una ceja arqueada. Me fijé en su camiseta, le quedaba demasiado ajustada y estaba segura de que las costuras cederían en cualquier momento y eso significaría más trabajo para mí, así que pensaba decirle que debería conseguir una talla más grande...

-Pues que era donde estaban tus padres y pues logramos sacarlos de ahí. -Me detuve y sin querer me pinché con la aguja provocando que un pequeño gruñido de dolor saliera de mi garganta-. ¿Estás bien? -preguntó y llegó a mí en segundos, tomó mi dedo del cual se escapaba una pequeña perla roja-. Deberías tener más cuidado -me dijo, sacó un pañuelo de su bolsillo y envolvió mi dedo con él.

Pero todos mis pensamientos se quedaron en las palabras que acababa de decir: ...tus padres y pues logramos sacarlos de ahí.

-Estoy bien, pero entonces, ¿mis padres están aquí? -pregunté olvidándome completamente del dedo y me dejé caer al suelo frente a él. ¡Oh, por Dios, mis padres!

-No, pero están muy cerca de aquí. Ya pedí permiso para llevarte mañana a verlos -dijo con una sonrisa tirando de sus labios. Yo no pude resistirme y lo abracé.

-De verdad, muchas muchas gracias -repetí y repetí mientras unas lágrimas comenzaron a escaparse de mis ojos.

-De nada -me susurró al oído con una voz ronca y lo escuché carraspear para limpiar su garganta, se me erizaron todos los vellos del cuerpo. Me sujetó por la cintura y me alejó y fui consciente de su imponente figura varonil, no por primera vez, pero alejé esos pensamientos de mi mente, no chicos, no chicos, no chicos.

Él es un hombre, querida, escuché una vocecita traidora en mi cabeza.

-Pero ¿Cómo supiste lo de mis padres? Solo se lo conté a Cless. -Blyana me había dicho que si habría alguien quien me podría ayudar a encontrarlos era él, así que se lo comenté, pero no me había dicho nada sobre cómo iba la búsqueda y con todo lo de Blyana no sabía cómo abordar el asunto, aunque me moría por preguntar.

-Bueno, él me lo sopló a mí y no' pusimo' mano' a la obra pa' encontrarlo. -Me dio otra sonrisa y con su pulgar quitó una lágrima que recorría mi mejilla.

-De verdad, muchas gracias, Domingo -le dije sinceramente. Aunque a veces me molestaba que él siguiera rondándome, tenía que admitir que tenía sus momentos, y ese, en especial, fue un gran momento.

-Bueno, te dejo. -Me dio otra sonrisa y se dispuso a marcharse mientras yo seguía ahí en el suelo arrodillada, pero me percaté que la camiseta que tenía estaba rota en un costado, así que lo detuve por un brazo.

-Espera, deja que te arregle eso. -Él miró donde iba mi mirada y levantó el brazo para poder ver mejor el agujero, pero seguía pensando que necesitaba una talla más grande, demasiado músculo para esa pobre camiseta.

-¡Oh, gracias! -Y sin previo aviso colocó sus manos en el borde de la camiseta y se la sacó por la cabeza. Me fue imposible no desviar la mirada a su anatomía demasiado bien esculpida para mis ojos-. ¿Rubia? -dijo al ver que no tomaba la camiseta.

-¿Eh? Ah. -La tomé y tuve que tragar saliva para poder seguir hablando-. Puedes venir más tarde por ella, aunque... -me callé lo de la talla, no me mataría coser una o dos o tres de esas camisetas, especialmente si las esperaba así.

-No te preocupes, veo que tienes mucho trabajo aquí, pero prepara tus cosas para salir en la mañana -recomendó con una sonrisa en el rostro y salió de la habitación dejándome completamente roja.

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