Capítulo 3
Chris me apretó con fuerza contra su pecho. Podía sentir su corazón desbocado martilleando contra mi espalda. Más naves pasaban sobre nosotros, más explosiones se escuchaban a la distancia; se podía ver la luz violeta eliminando los edificios como si fueran castillos de naipes en la lejanía. Todo era un completo caos.
—Debemos irnos —dijo Cless. Me tomó de la muñeca con fuerza y me apartó de Chris. Pude sentir el frío en mi espalda por su ausencia y miré a Cless con mala cara, pero era cierto, debíamos salir de ahí lo antes posible.
Todos comenzamos a correr. Los alienígenas que nos habían visto a través de una grieta en la pared, continuaban disparando para abrirse camino y llegar hasta nosotros.
—¿Qué te pasa? —le pregunté soltándome de su agarre. Él parecía enojado, pero no sabía por qué.
—¿Qué me pasa de qué? —espetó con una sequedad que hirió mis oídos. Preferí no decir nada por qué sabía que cuando estaba enojado era imposible tratar con él.
Lo conocía desde que tenía memoria. Cuando estábamos en el orfanato él era nuestro protector. Compartía su comida con nosotras y nos defendía de unos niños que siempre nos molestaban, pero cuando la familia Lander llegó a nuestra vida nosotras tuvimos más comodidades; gracias a que, como mencioné antes, Chris encontró un gran apoyo en nosotras. La verdad no sé cuándo nuestra relación se volvió pesada, pero estar cerca de Cless me hacía feliz de una manera que no me era posible explicar, él era mi sitio seguro, al lugar que podía llamar hogar.
—¿A dónde vamos? —preguntó Chris colocándose a mi lado.
—Tenemos un lugar que creemos que es seguro, es una cueva en la montaña Hilpher —le respondí mirándolo. Su perfil era tan hermoso, con labios gruesos, ojos azules, el cabello un poco rizado entre castaño y rubio, esa nariz respingada y ni hablar de esa mandíbula marcada que tenía, de verdad que me encantaba Chris. Y la forma en que se vestía me parecía muy sexy: pantalones de vestir y una camisa blanca con los primeros botones abiertos y en ese momento tenía las mangas dobladas hasta los codos dejando a la vista sus brazos marcados.
¿Cómo no enamorarse de él?
—Espera, ¿No es seguro? —gruñó Zoe detrás de mí.
—Bueno, es más seguro que estar entre las fichas del tablero a derrumbar —contestó Cless abriendo el auto—, Pero si quieres quedarte aquí, no ocultaré mi felicidad ante esa alternativa. —Y entró al coche.
—¡Cless! —le reproché, pero me ignoró el muy estúpido.
Azel iba a tomar el asiento del copiloto, pero Cless pidió que yo lo tomara diciendo que necesitaba que analizara unos datos que había obtenido y me imaginaba de dónde.
En la parte de atrás, Zoe se sentó en medio de Azel y Chris. Podía verlos a través del retrovisor. Zoe tenía una cara... la pobre debía estar muy asustada.
—Todo estará bien. —Me volteé y la miré tratando de darle algo de seguridad en esa situación, luego volví y me concentré en los datos que tenía en la pantalla de la laptop.
Cless arrancó y viajamos a una velocidad que, en una situación normal, nos hubieraganado una buena multa o varios días de servicio comunitario. Él esquivaba con agilidad los escombros y las personas que corrían desesperadas por las calles buscando refugio; tenía unas ganas enormes de salir y ayudarlos, pero sé que no podíamos. En esos momentos debíamos aplicar la de Darwin: «La supervivencia del más apto» y eso me dolía, ellos también debieron tener una oportunidad.
En un momento Cless se detuvo abruptamente y mi cabeza chocó levemente con el tablero del auto. Fue ungolpe leve gracias al cinturón y a que Cless me detuvo con su brazo, si nohubiera salido y atravesado el cristal del auto como esa chica que le echa lasangre de puerco a Carrie. Llevé mi mano inconscientemente a mi frente y sentí algo húmedo y tibio, cuando miré mi mano estaba sangrando y eso me llevó a mirar rápidamente a Zoe.
—¿Estás bien? —Ella estaba siendo sostenida por los brazos de Chris y Azel. Se veía bien, así que me volví y me hundí en el asiento en medio de un suspiro—. ¿Por qué diablos frenaste de esa manera? —Me giré bruscamente hacia Cless, tanto que me mareé un poco y los demás lo notaron.
—Tranquila hermana, estás sangrando. Puedes tener una contusión.
—Estoy bien, estoy bien —dije con un tono calmado para tranquilizarla y me limpié la sangre con la manga de mi sobretodo. La tela delgada se impregnó de mi sangre y me quedé contemplándola por un momento, un mal presentimiento se instaló en mi cuerpo, esto... no, yo estaba haciendo lo correcto.
—Hada... —escuché decir a Chris antes de ser interrumpido por Cless.
—Mira —dijo Cless señalando al frente con la cabeza. Había un cráter, tres veces más grande que el de la escuela, muy probablemente hecho por la primera descarga de energía que vimos antes. Volví a mirar a Cless, pero,a diferencia de la de los chicos, en su cara no había preocupación y en la míatampoco.
—¿Ahora cómo llegaremos a la cueva?, ese es el único camino para llegar a las montañas —dijo preocupado Chris.
—Podemos tratar de comunicarnos con mis padres, de seguro envían a alguien por nosotros —opinó Azel.
Yo volví a hundirme en el asiento y continué con el análisis. Cless volvió a arrancar. No teníamos que preocuparnos, había otro camino del que probablemente solo Cless y yo éramos conscientes en ese momento.
Cuando dije que esa era mi zona, lo dije en serio. Él y yo éramos de esos niños curiosos que queríamos saberlo todo. Que recorríamos todos los lugares en busca de aventuras, éramos de los que siempre estábamos en lugares que no debíamos estar. Conocíamos caminos que no debíamos conocer porque se suponía que no existían. Muchas veces nos metimos en problemas, por eso, de hecho, teníamos una que otra cicatriz, pero creo que toda esa curiosidad fue para prepararnos para ese momento, claro, si crees en el destino.
—¿Entonces qué haremos? —inquirió Zoe asomando su cabeza entre nuestros asientos.
—Hay otro camino —se limitó a decir Cless y con el humor que traía, para Zoe fue suficiente. Ellos no se llevaban bien y no me pregunten por qué, porque no tengo ni idea, en una ocasión pensé que Zoe se sentía celosa porque pasaba mucho tiempo con él, pero resultó no ser así, así que aún tengo la duda.
Luego de un rato ya estábamos en el bosque, había flores por todos lados, era obvio que la primavera había llegado. Estando ahí, cualquiera se podría olvidar de los gritos y el horror que se estaba viviendo en la ciudad a unos escasos kilómetros. Los rayos del sol se colaban hasta llegar a la base de los árboles donde hacían que las flores adquirieran colores brillantes y llamativos, cuál escena idílica.
—Bueno, el lugar sí es seguro. Como sospeché, están en la primera limpieza —comenté sin despegar los ojos de los mapas que marcaban los puntos de las ciudades que estaban siendo atacadas. Esos datos eran actualizados en tiempo real, así que seguro Cless había intervenido algunos satélites para obtener esa información, mi tonto amigo era un genio.
—Bicha, ¿Podrías hacer algo con ella?, si no va a terminar haciendo un cosplay de Carrie aquí. —Cless se dirigió a mi hermana, llamada así, según él, por lo pequeña que era y porque molestaba como un insecto cuando quería algo, cosa que no puedo negar, mi hermana podía llegar a ser realmente caprichosa cuando quería.
—¿Quieres dejar de llamarme así? —exigió ella girando los ojos. Sacó el botiquín de la mochila de Azel y trató de limpiarme la sangre, pero el camino estaba muy inestable y varias veces terminé soltando un gruñido de dolor, pero al final lo logró. Terminé con un parche blanco en el lado izquierdo de mi cabeza. Cless abrió las ventanillas y yo lo interrogué con la mirada.
—Hueles horrible —soltó sin más y se encogió de hombros.
A veces me gustaría estrujarte la cara con cristales rotos, mi querido amigo.
Yo puse una cara que debió ser muy chistosa porque su mandíbula que había estado tensa se relajó en una leve risita. Yo volteé mi cara lentamente y bajé un poco la cabeza para olerme y efectivamente señores olía a caca de gato. Hasta a mí me dio náuseas; y no solo por el hedor, sino porque si recuerdan, Chris, mi amado Chris, me había abrazado y eso había sucedido después de que me había metido en el contenedor de basura y él ahora estaba en la parte de atrás del auto con mi horrible hedor colándose por sus fosas nasales. En ese momento deseé con todas mis fuerzas que la tierra se abriera y que el antagonista religioso más famoso me dijera:
«Hija mía, ven aquí, este es tu lugar, te lo mereces después de leer tantas historias más 18 y 21 en Wattpad». Señalándome un asiento a su lado, pero no, la tierra no se abrió y nadie me llamó a su lado, así que no me quedó más que responder como si no me importara.
—Pues prefiero oler así que haber dejado una linda pintura abstracta en el contenedor de basura con mis sesos. —Acerqué la laptop para dejar zanjado el tema y viera que ya no le prestaba atención y se callara. Él sabía que me gustaba Chris, bueno, creo que era tan obvio que todos lo sabían menos él, porque la verdad era que Chris no era el chico más perspicaz del mundo, pero nadie es perfecto.
—¿Y quién dice que habría sido linda? —Por el rabillo del ojo pude ver como su comisura derecha se había elevado un poco, giré los ojos y no dije nada. Ya estaba curada de sus comentarios, nuestra relación era así, nos llevábamos pesado, a veces demasiado, pero para mí estaba bien.
—Cless ya deja de molestarla —dijo Azel.
—Pero si es verdad —alegó Cless—. Con esa cara de Tinky winky que tiene, es imposible que fuera linda.
—¡Cállate! —espetó Chris—. Blyana es muy linda —agregó colocando una mano en mi hombro como dándome apoyo. Cless gruñó seguro preparando una respuesta hosca para Chris.
—Ya Cless, concéntrate en manejar —pidió Azel, nuestro eterno mediador.
🍂🍂🍂
—Ya llegamos —anunció Cless después de un rato. Nosotros nos bajamos y él siguió con el carro hasta atravesar una cortina de lianas y plantas trepadoras que daba al interior de la cueva más veloz de lo habitual. Debía estar enojado porque yo tenía razón.
—Por aquí. —Le hice una señal a los demás con la cabeza y entramos por un agujero que se encontraba al lado de las lianas detrás de unos arbustos. Estaba un poco oscuro y húmedo, solo iluminado por unas diminutas bombillas que Cless procuraba que siempre estuvieran encendidas; unos diez pasos y estábamos frente a una puerta de metal iluminada con una tenue luz blanca. Puse mi mano en una placa de reconocimiento y esta se abrió. Escuché los murmullos de los chicos, pero yo solo quería darme un baño y salir bien de esa situación.
Entramos en el lugar e inmediatamente las luces se encendieron dejando a la vista el enorme salón que teníamos delante.
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