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Capítulo 18

Mucha sangre, en todos lados... demasiada sangre, tanta que cubría mis tobillos. El olor metálico inundaba mis fosas nasales,  provocándome terribles arcadas.

Escuché pasos detrás de mí y comencé a correr; corrí, pero la consistencia espesa y mezclosa de la sangre volvía mis zancadas lentas y torpes. Seguía corriendo en una noche sin fin, iluminada por una luna sonriente en el cielo.

—¡Monstruo! —me gritó una voz masculina a mi espalda.

—¡No! —Volví la mirada atrás y a través de los mechones que se colaban en mi cara vi rostros conocidos. Eran las caras de las personas a las que les había robado su último aliento.

Asesina, eso era lo que yo era, una asesina.

Seguí corriendo y cada vez había más sangre, ya estaba más arriba de mis rodillas, chapoteaba en ella. No podía ver el final del lugar en donde estaba y cada vez escuchaba más cerca las voces, los pasos. Mi vestido blanco poco a poco se volvía rojo y más pesado. El peso de todo lo que había hecho, el rojo de toda la sangre que había derramado.

Asesina, eso era lo que yo era, una asesina.

—Lo disfrutaste ¿Verdad? —esta vez era la voz de una mujer—. ¿Te gustó ver mi sangre derramarse como una cascada desde mi cuello? No lo niegues, Blyana, tú no eres menos monstruo que nosotros. —Una risa retumbó creando un eco interminable. Colándose en mi interior y robándome un jadeo de terror.

Asesina, asesina, asesina, asesina...

Ya no corría, estaba casi nadando en sangre, carmesí, brillante... en la sangre de todas las personas que había matado. Una mano me sujetó del tobillo y me hundió en el mar de sangre; yo lo pateé, salí a la superficie y tomé una gran bocanada de aire. La luna que miraba todo desde lo alto parecía burlarse de mí. Entonces, ese hombre, el primero que había matado, apareció delante de mí. Sus labios formaban una sonrisa excesivamente curvada, como si las comisuras de sus labios hubieran sido cortadas hasta sus pómulos.

—Te hundirás al igual que yo —prometió y de su cuello comenzó a brotar sangre, brillante, fluida; él abrió la boca y de esta también salió sangre como si fuera una fuente. Cayó sobre mí y grité mientras me hundía en la misma, mientras entraba en mi boca, mientras manchaba mi alma.

Monstruo, monstruo, monstruo, eso era yo, un monstruo.

🍂🍂🍂

Aun gritando y con el corazón acelerado me senté en la cama de golpe. Traté de recordar dónde estaba, pero lo único que mi mente procesaba era esas figuras difusas que estaban recostadas en la pared, mirándome, esperándome, recordándome quién era, lo que era.

Quería alejarme, necesitaba hacerlo.

—Tranquila, Florecita, solo fue una pesadilla. —Zwodder me sostuvo por los hombros mientras yo lloraba tan fuerte que no escuchaba sus palabras—. Tranquila, todo está bien. —Yo seguí llorando y gritando sin poder contenerlo y mi respiración era demasiada forzada. No era la primera vez que había tenido una pesadilla así, de hecho, por un tiempo habían sido recurrentes hasta que encontré un modo de evitarlas—. Inhala profundo —me dijo y traté de seguir su consejo, pero por más que lo intenté el aire no llegaba a mis pulmones.

Monstruo, yo era un monstruo.

Me dolía el pecho, y aunque sabía que había sido un sueño, la horrible sensación de sentirme pegajosa por estar cubierta por toda esa sangre permaneció sobre mi piel.

Miré a todos lados y todo se veía distorsionado, sentía como si las paredes se lanzaran sobre mí para aplastarme. Lanzaba manotazos al aire en un tonto intento de encontrar la manera de que mis pulmones obtuvieran lo que demandaban. Para salir de ahí, necesitaba salir de ahí, no podría soportar otra pesadilla como esa, no, no podría.

—Florecita, mírame, ¡mírame por un carajo! —su grito llamó mi atención y lo miré, miré sus ojos negros abismo; estaban llenos de preocupación—. Ahora inhala profundo y libera el aire por la boca. Todo está bien. —Abrí la boca y comencé a tomar aire al ritmo que él marcaba para mí con su boca y sus hombros. Luego de unos minutos ya estaba respirando normalmente y el dolor de mi pecho había desaparecido, pero lo que no desapareció fue la sensación de la sangre sobre mí, esa nunca desaparecía y con ella quedaron esas sombras en una esquina de la habitación.

Tenía que salir de ahí.

Tenía que salir de ahí.

Tenía...

Tenía...

—¿Ya te sientes mejor? —preguntó Zwodder después de unos minutos.

—Sí, gracias —dije percatándome de que él solo estaba usando una toalla e incluso tenía espuma en algunas partes de su pecho. También noté que tenía la misma ala en la parte delantera de su pierna izquierda. Era como si tuviera un ave en esa pierna, mis ojos se desviaron a la pelusilla que tenía en la parte baja de su abdomen. Mi cara se sintió caliente y desvié la mirada.

Papucho, papucho.

¡No es el momento!

Okaaay, pero papucho, papusssho.

—Casi me matas de un susto —suspiró levantándose de la cama y pasando su mano por su cabello mojado, el cual se pegaba a su pecho en algunas partes—. Veo que aún sigues con esas pesadillas. Te pediré que te traigan algo para que te termines de calmar.

Eso último captó mi atención por completo.

—¿Cómo sabes que tengo pesadillas? —pregunté hundiendo el ceño y tratando de no desviar la mirada de su rostro.

—Creo que tú ya sabes la respuesta a eso. —Inclinó un poco la cabeza y lo medité por un momento.

—¿Desde cuándo me vigilas? —me puse de pie y me acerqué a él. Tuve que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos.

—Desde que te llevaron al orfanato —su voz sonaba un tanto melancólica—. He estado cerca de ti todo este tiempo, pero tú nunca me has notado. —Dio un paso hacia mí, pero dudó un momento, volvió a retroceder y finalmente entró en el baño.

Espera, ¿desde qué nos llevaron al orfanato? ¿Cuántos años tiene entonces?

Ahora entendía esa sensación de familiaridad. Él siempre había estado como un zorro acechando a su presa y ahora yo estaba en su madriguera sobre la mesa lista para ser devorada.

Comencé a escuchar que Summer de Vivaldi provenía del baño.

A él de verdad le gustaba la música clásica.

Sí, ya me di cuenta.

De vuelta a la realidad, me concentré en lo que era realmente importante: debía escapar de allí, así que fui directo a la ventana, no había otra opción. Por suerte o porque era muy obvio que era una mala idea, la ventana no estaba asegurada. La abrí y una brisa me golpeo la cara y revolvió mi cabello. Miré hacia abajo y lo reconsideré; si no moría por la caída, moriría por el golpe de las olas. Pero no pensaba quedarme ahí ni un segundo más, especialmente cuando vi como las sombras de un rincón comenzaban a desplazarse en mi dirección. Las cosas no estaban saliendo como las había planeado.

Cuando pretendía subir la pierna al alféizar para lanzarme, Zwodder salió y al ver lo que hacía corrió hasta mí y me detuvo. Me tomó por la cintura, me arrojó a la cama y se colocó sobre mí en medio de mi pataleo y una caravana de improperios de mi parte.

—¡¿Qué diablos pretendías hacer?! —me reclamó clavando una mirada furiosa en mí.

—Creo que tienes la respuesta a eso —respondí forcejeando contra su agarre.

—¡Mierda, Florecita!, es obvio que si te lanzas de ahí irías directo a tu muerte. —Yo lo miré con rabia—. No te voy a dejar ir, así que saca esa idea de tu bonita cabeza. —Se levantó y cerró la ventana con más fuerza de la necesaria. Yo me senté en la cama.

¿Cómo era que esa toalla no había dejado ver toda su humanidad?, bueno, ¿su no humanidad?, bueno, ustedes entienden lo que quiero decir.

Conciencia pervertida, ¿podrías dejarme pensar cómo saldremos de aquí?

Está bien, pero no me vas a negar que...

¡Qué te calles!

Está bien, cierro el pico.

—Ahora vete a dar un baño —me ordenó, pero al ver que yo no respondí y solo me crucé de brazos mientras le daba una mirada iracunda, agregó—: ¿O prefieres que te ayude a hacerlo? —Una sonrisa pícara se dibujó en sus labios.

—¿Acaso crees que soy una muñeca? —contesté casi en un gruñido. Estaba a punto de quitarle la toalla y ahorcarlo con ella. Por la Diosa que sí.

—Bueno, pareces una. —Se acercó rápido y me tomó del mentón—. Ahora has lo que te digo, no me obligues a hacer cosas que no quieres. —Miró todo mi cuerpo y me estremecí.

—Nada de caballerosidad, ¿eh? Incluso me tuteas —dije con sorna y aparté su mano de un manotazo de mi mentón.

—Tú haces lo mismo —respondió y no me dio tiempo a apartarme cuando me tomó sobre sus hombros y comenzó a caminar al baño—. Me gusta que no me tengas miedo.

—¡¿Qué diablos haces?! ¡Suéltame! —moví las piernas y los brazos tan fuerte como pude, pero no me soltó—. ¡Oye!, ¡que me bajes! —Me bajó en medio del baño.

Tan rápido como toqué el suelo di un paso atrás, pero tropecé con algo y él me sujetó del brazo y me pegó a su cuerpo. Al estar ahí tan cerca pude ver nuestra obvia diferencia de estatura, su cuerpo bien formado hacía que me viera más pequeña de lo que realmente era. Él colocó su mano en mi cintura y me pegó aún más contra él. Humedeció sus labios y yo tragué con dificultad al sentir una parte dura, en especial que se pegaba a mi bajo vientre.

Esa situación no me gustaba para nada.

Bueno, a mí sí que me estaba gustando.

En un ágil movimiento enroscó su mano en mi nuca e inclinó mi cabeza manteniéndome en mi lugar.

—Mi porcentaje de autocontrol acaba de descender a cuatro por ciento —me dijo con una voz ronca en el oído. Los vellos de mi nuca se erizaron al instante y un nudo se apretó en mi estómago.

¡Oh, mierda!

Sus labios marcaron un camino fantasma por mi mandíbula, haciendo que abriera la boca para que un jadeo se escapara de mis labios ante la sensación electrizante. Su boca estuvo sobre la mía. El beso no era dulce, era uno que sentía en mis huesos, en mi alma. Movió sus labios ágilmente sobre los míos hasta que me vi a mí misma correspondiéndole. Su lengua se movía artísticamente creando una obra majestuosa en mi boca. Pronto comencé a respirar pesado y él giró conmigo y terminó acorralándome contra una pared.

Apretó su imponente cuerpo contra el mío y sentí un calor a nuestro alrededor. Todo mi cuerpo hormigueaba y me vi a mí misma poniéndome de puntillas para poder estar más cerca de él. Estaba poseída,  no había otra explicación.

Deslizó una mano por mi muslo y arrugué un poco el ceño, pero se detuvo antes de que me pudiera sentir más incómoda. Sus manos formaban puños a cada lado de mi cara y al igual que la mía, su respiración era un desastre. Sus labios estaban rojos y sus músculos tensos, y ni hablar de las venas de su cuello que parecían palpitar al ritmo de mi corazón, pero lo que llamó más mi atención era que a nuestro alrededor había gotas de agua flotando.

¿Qué rayos?

—Lo siento, no debí... —comenzó a decir. Se alejó un poco y se pasó la mano por la nuca. Sus ojos iban a todos lados menos a mi cara. Después de unos segundos, salió del baño cerrando la puerta detrás de él. En ese momento todas las gotas cayeron al suelo mojando todo el lugar.

Me llevé los dedos a mis labios.

Madre santísima, Diosa poderosa, ¿Qué diablos había sido eso?, y ¿Por qué demonios había correspondido?

Mi querida, yo no sé tú, pero yo le doy un diez de diez.

¿Podrías callarte por un año? Estoy harta de tu parloteo.

Tras unos minutos comencé a bañarme. Estando bajo la regadera dejé que el agua recorriera mi cuerpo, pero vi como mis manos y todo mi cuerpo estaba empapado de sangre y lancé un grito que traté de ahogar con mis manos.

—¡¿Estás bien Florecita?! —me gritó Zwodder desde el otro lado de la puerta.

—Sí, sí, estoy bien, solo creí ver una araña —mentí.

—¿Estás segura? —Vi que la perilla se movía.

—Sí, estoy segura, no vayas a entrar. —Él no dijo nada más.

Cuando salí llevaba puesto un vestido que hacía resaltar mis pechos y maldije porque toda la ropa que tenía era igual. No quería usar ese tipo de ropa estando encerrada con él y aún más después del beso. En cuanto me vio recorrió todo mi cuerpo con su mirada, provocando que se formara un nudo en mi estómago de nuevo.

—Estás muy hermosa —me dijo, pero yo desvié mi atención a una parte de la habitación.

Había unas mantas y unos cojines mullidos en el suelo. En el centro había varios platos y fuentes con comida que se veía deliciosa. Arreglos de flores por todas partes. Lo miré confundida.

—Vamos a desayunar —me dijo y me extendió una mano. Yo lo miré con una cara seria y pasé por su lado.

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