Capítulo 16
Quería matar algo. Eso pensaba Mary mientras dejaba la sala de reuniones después de discutir con Cless, otra vez. Extrañaba la única actividad que compartía con su padre: la caza. Extrañaba el rastreo, acorralar la presa, pero lo que más extrañaba era que su padre le dijera lo buena que era. Necesitaba algo de adrenalina, pero en esa situación era imposible salir a cazar. No había podido encontrarse con sus padres, pero sabía que estaban bien, o lo bien que se podía estar en esa situación, y se sintió mal por sentirse un poco aliviada de que no estuvieran en la misma guarida, para no escuchar sus constantes comparaciones.
Seguía bajando las escaleras con la mandíbula apretada, solo unos pocos soldados estaban despiertos en la guarida a esa hora de la noche, pero ninguno le hizo caso, no, ella siempre había sido una sombra. Pensó en salir a tomar un poco de aire fresco, por lo que se dirigió a la salida del garaje.
—¿Piensas ir a algún lado? —escuchó que preguntaba una voz femenina cuando estaba a punto de salir al exterior.
—No eres mi mamá —le espetó a Carol sin volverse a mirarla y siguiendo su camino.
—Dios me libre serlo —respondió ella con una sonrisa en la voz y la siguió al exterior.
El aire bochornoso de las nochesde verano les golpeo la cara, pero Mary siguió caminando alejándose de la entrada. Quería alejarse, estar sola y eso era imposible en esa guarida tan atestada de gente. No había un solo sitio donde el éter humano no hubiera estado. Siguió alejándose más y más, pero los pasos detrás de ella no se detenían.
—Déjame en paz —gruñó caminando más rápido.
—No deberías estar aquí afuera sola —dijo Carol y adoptó su ritmo—. A pesar de la barrera es peligroso, hay animales salvajes por aquí.
Eso no le importaba, solo quería sumergirse en su propia miseria en privado y ella le estaba quitando esa oportunidad.
—Solo lárgate, puedo defenderme yo misma —volvió a gruñir y estuvo tentada a demostrarlo sacando su arma.
—Mmm —murmuró Carol—. No lo creo —agregó después de una pausa.
—Que me dejes, joder —espetó sacando su arma y poniéndola en la frente de Carol, pero ella no hizo nada más que esbozar una sonrisa burlona en sus labios—. ¿Acaso te estoy hablando en un idioma que no entiendes?
—Oh, puedo entenderte muy bien, ¡claro que yes!, pero también veo esa serpiente de ahí —dijo y miró más allá de ella. Mary desvió la mirada un segundo y Carol le quitó el arma y la desarmó en un segundo—. No te pediré que vuelvas, pero si quieres estar un rato aquí afuera puedes acompañarme, tengo que hacer mi ronda. —Mary la fulminó con la mirada y Carol solo le dedicó una sonrisa tonta y comenzó a caminar—. Esa de ahí no es venenosa, pero su mordida sí que dolería mucho —agregó cuando Mary comenzó a seguirla.
—Lo sé —respondió ella y Carol la miró curiosa.
—Mi padre me llevaba a cazar y me enseñó cuáles son y cuáles no son venenosas —dijo ella cruzándose de brazos.
—Interesante, por eso eres tan buena con el arma —dijo devolviéndosela.
—Tomé clases —dijo ella un poco hosca.
Cuando Mary volvió a su habitación después de dar una vuelta con Carol se dio cuenta de que había hablado mucho. Unas veces porque ella le preguntaba y otras por iniciativa propia. También se dio cuenta de que se encontró disfrutando de las historias de la infancia de Carol; de las fiestas de cumpleaños donde toda la comunidad se unía, donde hasta los primos más lejanos asistían, de cómo jugaban y las bromas que se hacían y de cómo estaban llenas de amor las palabras de Carol... era algo que ella nunca había tenido. Las fiestas, sí, pero esa confianza, ese amor dado tan abiertamente, no era algo que ella había experimentado. No recordaba la última vez que había abrazado a su madre y escuchar a Carol la hizo sentir de alguna manera... vacía.
Mary se revolvió entre las sábanas, colocó la almohada sobre su cabeza y se forzó a sí misma a sacar de su cabeza el rostro de Carol para poder dormir.
Blyana
Dos semanas y cuatro días habían pasado desde que había llegado al harem. Me tenían muy vigilada y cualquier cosa que intentaba terminaba con una maldita descarga eléctrica y en un cuarto con nada más que un colchón en el suelo, mientras mis manos estaban sujetas por grilletes a la pared. La piel de mis muñecas estaba irritada y con varios cortes y moretones por mis intentos fallidos de liberarme. Tenía que tener más cuidado con lo que hacía porque si seguía así me dejarían podrir en esa habitación, incluso musgo comenzaba a trepar por algunas paredes y podía ver retoños de plantas...
A excepción de la amistad que había formado con Lasly y de la vista que tenía desde una ventana, no había nada bueno en ese lugar. Desde la ventana, podía ver el mar. Las olas chocaban contra la roca en donde se erguía una torre y un poco más allá se divisaba un bosque.
Lo que era un hecho era que lo estaba pasando horrible; no podía dormir. Las pesadillas habían vuelto y no solo ellas, sino, algo peor. Necesitaba mi medicamento y lo necesitaba urgentemente.
Antes de la llegada del «señor Zwodder» nos obligaron a tomar clase de etiqueta y protocolo, baile y sobre la historia de Zowon. Era lo que ellos le llamaban la inserción, aunque yo no le prestaba mucha atención al asunto, ya que mi objetivo estaba en escapar. El día que él llegó, nos advirtieron que cualquier mal comportamiento o intento de algo terminaría con nuestra cabeza en una estaca en la parte trasera del castillo —hermoso, ¿no? —. Por mi parte, después de la llegada de Zwodder había optado con pasar desapercibida para en algún momento poder escapar, pero era imposible. Siempre terminaba con el vestido más llamativo. Podía sentir la mirada de él en cada momento, en cada uno de mis movimientos y respiraciones; ese tipo de verdad que tenía algo que me ponía de los nervios.
Incluso a mí me daba cosita.
Muy pocas veces estábamos cerca de Zwodder. Él se sentaba en un trono sobre una plataforma en el salón y solo observaba como nosotras y los demás invitados, que ni idea de donde salían o quienes eran, nos «divertíamos» tomando y bailando en lo que parecía un baile. Eso sucedía interdiario y al final él siempre elegía una chica que llevaba consigo, pero esta nunca regresaba, en su lugar traían una nueva que ocupaba su lugar en el harem.
Una vez traté de seguirlo. Necesitaba saber qué hacía con las chicas. Lo había seguido por un pasillo, sujetando la falda de mi vestido. Me había quitado los zapatos para no hacer ruido y cuando doblaron una esquina y yo también lo hice me topé con un pasillo sin salida, y todas las demás veces que lo intenté terminé con los mismos resultados y eso me irritaba.
Cuando solo quedábamos cuatro de las que estábamos al inicio, por primera vez, Zwodder, hizo un movimiento para acercarse a mí. Ese día todas iban vestidas de blanco, mientras a mí me habían obligado a vestir un vestido color borgoña. Cuando me vi en el espejo, casi vomito. No me gustaba ese color sobre mi piel, era como si estuviera de nuevo bañada de sangre y esta se hubiera secado.
Como siempre, los ojos de Zwodder estaban puestos en mí. Se encontraba sentado en su trono de respaldo alto, incrustado con piedras de amatistas que brillaban bajo la luz del candelabro situado en medio del salón. Una copa de vino en su mano, una pierna sobre el reposa brazo del trono. Él le decía algo a Malen, que era la mujer regordeta que estaba encargada de nosotras. Ella se alejó y él siguió mirándome descaradamente.
Estaba vestido un poco sencillo esa noche. Llevaba zapatos y unos pantalones de vestir negros, tenía una camisa blanca con las mangas un poco esponjadas y en la parte delantera tenía algo de vuelos, estaba abierta de modo que permitía ver parte de su pecho. Bastante definido por lo que se alcanzaba a ver. Sobre sus hombros estaba una capa violeta con piedras incrustadas y casi estoy segura de que no eran falsas. Sobre su cabeza una corona negra con siete picos y piedras violetas que se mezclaban con las largas hebras de sus cabellos.
Unos minutos después, la orquesta que estaba a un lado del salón comenzó a tocar Danse macabre. Él se levantó con gracia felina, le entregó la copa a un mesero y se acercó a mí extendiéndome su mano. Aunque no podía ver su rostro, porque estaba cubierto por un antifaz negro con un delicado diseño en violeta, haciendo juego perfecto con su corona, si podía ver sus labios y sus ojos negros. Tan negros que cuando los vi sentí que caía en un pozo sin fondo. Sentía que me ahogaba.
¿Quién eres tú? ¿Qué eres tú?
¡Diosa sagrada! ¿Quién era este tipo?
Nunca en mi vida me había sentido así al mirar a alguien. Era tentación, era peligro, era sensaciones que nunca había sentido, y algo en mí me decía: «peligro», «corre», «él te destruirá», pero al mismo tiempo me decía: «él tiene cosas que mostrarte», «él puede ser tu salvación», «con él no tienes que fingir». Era peligro... un peligro del que me quería cubrir por completo.
—¿No aceptará mi propuesta de baile? —me preguntó con una voz baja y ronca. Esa voz se incrustó en mi columna y se asentó en cada parte de mi cuerpo haciéndome estremecer.
Desvié la mirada y vi a Malen y a seis saqueadores mirándome directamente. Sabía lo que significaba. Si lo rechazaba terminaría vuelta una paleta en el patio trasero del castillo, así que tomé su mano que en primera instancia se sintió fría. Él colocó su otra mano en mi espalda y se me erizó la piel con el contacto, ya que mi vestido dejaba la espalda al descubierto.
Me guio por la pista de baile con pasos ágiles y sutiles. Rápidamente, la pista se volvió nuestra. Me hacía girar y acercarme a él en un sin fin de vueltas, en un momento me sujetó por la cintura y me elevó mientras él daba una vuelta sobre sus pies. Todo el tiempo que bailábamos yo no podía dejar de mirarlo a los ojos. Su cercanía no me parecía incómoda... más bien era natural, como si lo conociera de antes, por estúpido que sonase.
Nuestro baile era como una lucha de poder. Uno por ver quién podía mezclarse más con las notas. Quién podía volverse violín y arpa y flauta, quién se ondearía hasta ser como seda al caer. Cómo ola que rompe contra la costa. Suavidad y desenfreno; gentileza y arrogancia, nada de opuestos, sino algo parte de un todo más grande, de una sinfonía. Ternura y explosión, éramos las notas, quienes las tocaban y quienes las interpretaban en la pista de baile. Éramos todo y nada a la vez y estábamos y no en absoluto.
Y yo estaba cautivada con la música, con él y con sus movimientos y cómo encajaba perfectamente conmigo. Como si siempre hubiera sido así, como si hubiéramos bailado un millón de veces antes. Como si nuestros cuerpos pudieran recordar algo que nuestras mentes habían olvidado.
Él apartó la mirada y se acercó a mi oído.
—No es buena idea que siga mirándome así, me pone las cosas más difíciles —su voz sonó arrastrada y más ronca que antes y se coló en lo profundo de mi estómago.
Él no permitió que volviera a mirarlo, en cambio, me obligó a hundir mi rostro en su pecho mientras la canción cambiaba a una suave y lenta. Su olor era embriagador, olía como a noches frías con un toque amaderado; todo en él era nuevo y me atraía. Y eso me molestaba, debería estar tratando de cortarle la garganta, pero ahí estaba yo, abrazada a ese tipo, con ojos de abismo en medio de una pista de baile y podía sentir su... bueno, el motivo por el cual no quería que siguiera viéndolo así, contra la parte baja de mi estómago.
—¿Sabe algo?, me gusta más verle con el pelo suelto. —Se alejó lo suficiente para poder mirarme a los ojos—. ¿Puedo? —preguntó señalando la horquilla china que sujetaba mi cabello. Como no respondí, lo tomó como un sí. Me la quitó haciendo que mi cabello se deslizara por mi espalda, de pronto me hizo dar una vuelta y me pegó más contra él. Las luces se apagaron, pero la poca luz que atravesaba los cristales de las ventanas me permitió ver su sonrisa de lado y cuando se acercó a mi oído.
—No puedo esperar al día que sea mía. —Antes de alejarse de mí, depositó un beso en mi mejilla y cuando las luces volvieron a encenderse, él estaba en la puerta de la mano de una de las chicas.
🍂🍂🍂
—Es obvio que él está obsesionado contigo y lo de hoy me lo confirma —dijo Lasly—. Primero obligarnos a todas a vestir como tú, luego, estos bailes que parecen en tu honor y ahora esto que me cuentas —agregó contando con los dedos. Ella se había vuelto mi amiga. Ambas estábamos planeando escapar y para eso habíamos explorado el lugar. Mientras yo hacía algún escándalo para llamar la atención, ella buscaba algunas cosas que íbamos a necesitar.
Concuerdo con la rubia, ese tipo está, pero muy mal de la cabeza.
—Bueno, pues no se le va a conceder el deseo —dije mientras repasaba las cosas que teníamos.
—La verdad es que creo que te está dejando de último.
—Con lo de hoy, yo también lo creo. Por eso tenemos que apresurar las cosas. Solo quedamos tres y tú podrías ser la siguiente. —La miré preocupada—. Ya tenemos todo lo que necesitamos —agregué enseñándole un cuchillo de mesa y un tenedor.
—¿Un tenedor? —me miró confundida.
—No pude tomar el otro cuchillo, pero no importa, con esto es suficiente. —Le pasé el cuchillo y yo me quedé con el tenedor—. No sabes lo delicado que es el cuerpo humano, bueno, en este caso de los saqueadores, que no difiere mucho, por lo que he visto. Solo debes dar en el punto clave y ¡pop!, adiós vida.
—¿Sabes?, a veces me das miedo —me dijo entre una risita forzada.
—Lo siento. —Yo también forcé una risa.
—Deja de hacer eso, lo vas a empeorar. —Ella sujetó mi mano izquierda.
Mi pulgar estaba hinchado, muy rojo y ni hablar de las heridas. Desde que había llegado había comenzado a rascarlo inconscientemente.
🍂🍂🍂
—¡Corre! —le grité a Lasly que estaba varios pasos delante de mí en el pasillo, pero ella no se movía, estaba paralizada de miedo por la cantidad de saqueadores que venían detrás de mí.
Nuestro plan había salido mal. No, había salido muuuy mal.
Todos los días, habíamos confirmado que el guardia encargado de la sala de controles, desde donde se podía abrir la puerta principal, cambiaba de turno a la una en punto de la mañana y su reemplazo tardaba cinco minutos. Pero ese día, no, ¡ese maldito día no podían hacerlo como siempre!
Cuando fui a abrir la puerta me atrapó y tuve que matar al saqueador, pero ese fue mi error, él no murió. Cuando ya me marchaba creyendo que había completado mi parte, él se levantó. Forcejeamos y me hirió en el brazo, el cual llevaba sujeto tratando de evitar que me desangrara, y, aunque me pude librar de él, este encendió una alarma que alertó a todos los saqueadores que estaban en ese momento detrás de mí persiguiéndome como lobos a una liebre.
Y por la Diosa, sí que me estaba sintiendo como una indefensa liebre.
—¡Que corras por un carajo! —volví a gritar, pero ella seguía inmóvil. Cuando pasé por su lado la tomé del brazo y la arrastré conmigo.
Algunos saqueadores nos disparaban, pero sentía que su intención no era lastimarnos, por eso no nos detuvimos en ningún momento. Cuando por fin llegamos afuera, resbalé y me raspé las rodillas, pero me levanté contra el dolor y seguimos corriendo. Ayudé a Lasly a subir una malla, cuando ella me extendió su mano para ir con ella, yo saqué de mi bolsillo una nota y un mapa dibujado por mí y se lo entregué.
No podíamos irnos las dos, lo supe desde el momento en que la alarma sonó, una debía distraerlos y no iba a dejar que fuera ella, aunque me muriera por brincar esa malla y correr al bosque y alejarme de ese lugar.
—Yo los distraeré lo suficiente. Ahí está la ubicación de la guarida y dale esa carta a Cless. —Me di la vuelta y comencé a caminar de vuelta a la entrada del harem.
—¡Blyana, no, ¿qué rayos haces?, debes venir conmigo! —me gritó desesperada.
—Tranquila, estaré bien, recuerda que debo enseñarle a comer con tenedor al señor Zwodder —le dije mirándola por arriba del hombro y dándole una sonrisa de lado—. ¡Ahora vete!
—Está bien, pero nos volveremos a ver. Volveré por ti —prometió. Una bala dio cerca de su mano y eso hizo que ella se bajara y comenzara a alejarse hacia el bosque.
—Te esperaré —le dije y comencé a correr hacia un lado para desviar la atención y funcionó. Ellos ni siquiera le prestaron atención a la rubia que se alejaba entre el espeso bosque.
Cuando un saqueador llegó a mí, hizo que me cayera y mi cara chocó contra las piedras. Sentí un dolor horrible cuando la piel se abrió y más cuando otro me dio una patada en el estómago haciendo que todo el aire de mis pulmones se escapara.
—Nos volveremos a ver, lo prometo —dije muy bajo, solo para mí.
Ellos me golpearon varias veces más, hasta que me tomaron casi inconsciente. Podría jurar que escuché varios cracs de mis huesos al romperse, pero mis gritos amortiguaron el sonido. Me llevaron dentro del castillo y pude escuchar las puertas cerrarse detrás de mí.
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