Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 6 - Internado de rutina

Canción en multimedia: So far away — Mary Lambert

Chico en multimedia: Alex Johnson (Wynston Shannon)

Capítulo seis — Internado de rutina 

──── ∗ ⋅✦⋅ ∗ ──── 

A medio día y después de haber odiado con todas mis fuerzas ver las miradas divertidas de mis compañeras al formar por la mañana, una de las chicas de mi cabaña me para en medio del pasillo. Entre clase y clase, esa chica rubia que ayer me ayudó en el laboratorio me impide el paso.

¿Aquí también va a intentar molestarme?

Cansada refuerzo el agarre que tengo sobre mis libros. Ella parece a punto de decir algo un par de veces, pero sigue en silencio.

—Mira, si vas a empezar con las estupideces...

Ella tuerce los labios, parece debatir consigo misma cuáles serán sus propias palabras. Busca a nuestro alrededor algo en el silencioso pasillo. Muchos cadeten están moviéndose de una clase a otra en el más absoluto silencio.

—Lo siento —dice al fin. Sorprendida, tengo que soportar mis ganas de cuestionarle—. Al principio me parecía divertido echar a la niña pija de aquí, pero creo que se están pasando.

¿A la niña pija? ¿A la mimada? ¿A la que por cómo viste, habla o se mueve ya hay que ponerle un apodo? Ese extremo no me gusta. ¿Por qué quieren echarme de aquí por ser algo diferente al resto? Que me guste vestir bien, elaborar los peinados o maquillarme no quiere decir que no vaya a esforzarme. Lo estoy intentando, ellas y sus prejuicios sólo consiguen hacer que realmente quiera comportarme como imaginan que debo ser.

Estoy más molesta ahora que sé cuál era su motivo.

—¿Crees? Me habéis dejado fuera toda la noche y sólo crees que os habéis pasado.

—Es lo que he dicho.

Se pone a la defensiva, también yo lo he hecho. Si viene con buenas intenciones y la idea de hacer las paces más le vale una muy buena disculpa porque después de lo que han hecho no voy a aceptar de buena gana ofrecerles mi perdón.

En lugar de ceder, mis palabras sólo han conseguido que Caitlin se cruce de brazos.

—Ya —murmuro con rabia—. Es fácil decirse eso a una misma para deshacerse de la culpa, ¿eh?

Sus labios forman una fina línea.

— Estoy intentando hacer las paces, no hace falta que te comportes como una perra.

Mis ojos se abren todavía más al escucharlo. Es ella quien ha venido con la idea de disculparse por su comportamiento y, aun así, salta en mi contra por no ceder en un simple chasquido. No estoy tan desesperada como para ir rogando amistades, no voy a retractarme por pedir respeto por su parte y una trabajada disculpa después de su forma de actuar. La de ella y la del resto de chicas de mi cabaña. Me ha insultado, ese momento de duda ha terminado para mí.

—Claro, como digas —murmuro con pesadez para poder seguir con mi camino.

Me doy cuenta ya en mi próxima clase que realmente acabo de echar a la única persona que sí ha querido acercarse con la idea de ser cordial. Suelto un suspiro al dejarme caer en mi asiento, el nudo en mi garganta aumenta y cada vez me cuesta más mantener los nervios a raya.

(...)

Durante el entrenamiento de hoy no tengo tanta suerte como ayer. Esta vez tengo que soportar el entrenamiento completo, ese que físicamente puede conmigo a los veinte minutos y me tiene soportando quedar rezagada. El oficial se asegura de dejar claro mi poca capacidad cada vez que paso cerca. El resto de cadetes van a su ritmo de siempre, uno que yo no puedo mantener por mucho que lo intento y que al de media hora dejo de forzarme para ir al mío propio.

Al pasar por el lado del grupo cuando ellos están con la ronda de flexiones frente al lago y yo todavía teniendo que darle dos vueltas más me siento más pequeña que nunca.

En las películas que he visto parecía fácil hacerse la dura, ignorar al resto e ir con la cabeza alta. He aplaudido las respuestas bruscas a malos comentarios y esa facilidad para ignorar a quienes les dañaban como si eso no importara.

Pero importa.

Puede que no como algo real, el problema es que tiene sí tiene un efecto real en la persona. En mí me está dificultando comer. Aunque mi cuerpo aguante con poco por la forma en la que la ansiedad de los últimos meses me ha ido consumiendo psicológicamente, con el ejercicio que tenemos aquí sé que no sirve. Pese a ello llevo desde que he salido del despacho de mi padre con unas ganas de devolver horribles, un fuerte nudo en la garganta y el estómago cerrado. Con dos galletas mi cuerpo se negaba a aceptar más. He tenido que forzarme a la hora del desayuno y la comida porque quiera o no mi cuerpo está reaccionando ante el comportamiento de mis compañeras y del instructor por mucho que me mienta diciendo que no me importa.

Me importa. Me incomoda. Me hace querer irme para no volver, esconderme en una esquina de mi habitación o refugiarme en casa de los Bennet, probablemente entre el desorden de habitación que tiene Andrew, hasta que el malestar desapareciera de mi cuerpo.

Aquí estoy sola.

En casa estaría probablemente escuchando música en mi habitación, haciendo alguna videollamada con Rebeca u organizando las fotos que colgué en las paredes. Algo suave que me mantuviera relajada y ocupada.

El recuerdo de las fotografías me ayuda para terminar las dos vueltas.

El resto del grupo ya ha pasado por la pared que hay al borde del bosque, esa que tienen que escalar para poder pasar por su cuenta una y otra vez. Han terminado rondas y ahora están haciendo algunos abdominales.

Terminar. Esa palabra es el nuevo sinónimo de felicidad.

—Cadete Carter, ¿adónde cree que está yendo?

He dormido pocas e incómodas horas hoy y ayer apenas pude pegar ojo. Llevo con suelo desde la segunda clase, sólo quiero hacer algunos abdominales con el resto del grupo, seguir con una ronda o dos de otros ejercicios que con suerte serán suave y poder irme a dar una ducha antes de aprovechar el tiempo libre para descansar.

—Siga corriendo.

Mis hombros caen.

—He terminado mis vueltas.

—Pues duplíquelas.

Me mantengo en mi sitio, espantada. Ruego que sea una broma, solo que su rostro sigue tan inexpresivo como lleva desde que le conocí. Da un paso más cerca. Me pongo a correr. Corro porque el instinto me hace alejarme de él por culpa de la forma tan vulnerable en la que me hace sentir.

Cuatro vueltas más. Si no pude ayer, ¿qué podría cambiar para poder hacerlo hoy?

Como ayer la quinta vuelta me roba el aliento. Mis piernas flaquean al pasar de nuevo cerca del grupo y bajo el ritmo con la inocente esperanza de que el oficial cambiará de opinión y me dejará volver con ellos. No dice nada.

Pero me recibe con quejas y burlas cada vez que paso cerca.

Estoy exhausta cuando veo a mis compañeros empezar a levantarse para irse. Dejo de correr al acercarme con una emoción que el oficial Garret corta de raíz al sostener mi brazo antes de poder irme.

—No ha terminado por hoy, cadete.

—Es la hora, ahora hay tiempo libre.

—No para usted, me temo.

—¿Qué? ¿Por qué? Todo el grupo ha terminado, ¡no es justo!

Estoy demasiado cansada, demasiado como para quedarme con él, pero mis palabras y tono son los equivocados porque lo único que consiguen es que él tense la mandíbula.

Su agarre sobre mi brazo se endurece hasta el punto de hacerme verdadero daño.

—He dicho que no ha terminado —enfatiza cada sílaba.

—Sigue sin ser justo.

—Yo decido lo que es justo y lo que no. Empiece con las flexiones.

Aparto el brazo como puedo, sintiendo el alivio por la falta de presión y dolor al mismo tiempo. Rendida, hago lo que me pide. Directa al suelo para empezar con las flexiones, con cuantas flexiones me exige hasta que marca el siguiente ejercicio. Aguanto lo que puedo, pero eso no es suficiente para el oficial, porque presiona. Presiona hasta un límite que me sobrepasa. El agotamiento me vence, me hace literalmente caer y rodar sobre mi cuerpo para poder levantar las manos en forma de rendición.

—No puedo más —jadeo.

—Pues tendrá que poder.

—¡No puedo!

De nuevo, he gritado. De nuevo, entiendo que no debería de haberlo hecho demasiado tarde, porque eso le ha molestado.

—¿Qué acaba de decir?

Soy de esas personas que siempre van con todo hacia adelante, aunque esta vez soy incapaz de repetirme, sólo puedo esperar, esperar a su respuesta cuando se inclina para sostenerme del uniforme y levantarme por la fuerza.

—He preguntado que qué acaba de decir—insiste.

—Que no puedo —murmuro por lo bajo al sentirme tan intimidada por él que las palabras apenas quieren salir de mis labios. Todavía me sostiene del uniforme y, aunque mis pies tocan el suelo, es como si me estuviera ahogando. Está demasiado cerca. Demasiado molesto.

—No puedo escucharla, ¡¿qué es lo que ha dicho?!

—¡He dicho que no puedo más!

—Eso creía haber escuchado. —Con eso me suelta con un empujón tan descuidado que termino en el suelo, sorprendida. Me recompongo de inmediato, con una herida en la mano al haberla apoyado donde no debía para evitar caer del todo. Pestañeo para verlo con claridad, tengo un corte en la palma. El instructor se agacha frente a mí—. Aquí es no nos sirve, aplíqueselo.

Vuelvo a clavar la mirada en mi mano, sintiendo el ardor.

Esta vez, cuando el instructor habla deja todo cargo a un lado y se expresa con una informalidad que me preocupa más que nada de lo que haya podido decirme antes.

— O te pones en forma —Amenaza entonces—, o serás la próxima víctima de los sábados, novata.

Un escalofrío recorre mi columna al escucharlo, las palabras mueren en mi garganta y mi respiración sigue agitada por culpa del ejercicio. Se pone en pie.

—Vaya a la enfermería para que le miren ese corte y mañan más le vale estar dispuesta a cooperar.

Como si no lo hubiera estado, como si no lo hubiera intentado. Lo he hecho, él ha presionado demasiado. Ahora espero a que se vaya para dejar la frustración salir en un grito ahogado. Me cuesta levantarme, más todavía dar los pasos necesarios para llegar a mi habitación. Estoy molida. Por completo.

Ignoro buscar la enfermería y en su lugar me meto en mi cabaña, saco una muda limpia, mi neceser, toalla, chanclas y me meto en la ducha. Me quito el sudor, la suciedad, la sangre de la herida en mi mano. El calor solo me da un falso alivio que termina nada más salir de la ducha, al vestirme empiezo a sentir el dolor en todo mi cuerpo. La media hora libre que tenía termina para cuando me he secado el pelo. Mantengo un trozo de papel contra la palma de mi mano al ir a comer. Odio tener que llevar uniforme para esto, tengo el de hoy metido en una bolsa de plástico para ir a lavarlo después de cenar, pero este es igual que el anterior, mismos horribles pantalones anchos, botas que me han hecho alguna que otra herida y una camiseta básica blanca. Me echo una chaqueta a los hombros, sin llegar a ponérmela al ir a por algo de comer.

Apenas tengo hambre, el malestar me quita las ganas de comer o la capacidad de mantener algo en el estómago.

Lleno una bandeja y voy a la esquina de mi mesa de siempre solo que, esta vez, no estoy sola por mucho tiempo. Otro de los cadetes, de pelo negro corto y pecas adornando sus pálidas mejillas. Él se deja caer frente a mí con su comida y una cálida sonrisa.

—Así que tú eres Alisson Carter —Extiende una mano hacia mí—. Soy Johnson.

En lugar de darle la mano, tomo mi sandwich. Él cierra la mano y la deja caer al entender que no voy a devolverle el gesto. En ningún momento borra la sonrisa, finge que una situación violenta ha dejado de serlo.

—Eres la nueva compañera de mi mejor amigo —sigue.

—¿Perdón?

—De Blake. Eres Alisson Carter, ¿no? Ya sabes, la chica que se cayó al saltar la valla del centro de tiro.

—Vaya, veo que tu amigo cuenta lo importante.

—Perdón. —¿Por qué no deja de sonreír? Incluso su postura hace parecer que llevamos años conociéndonos—. Le presionamos un poco para que hablara, pero, oye, cosas como esa no pasan todos los días.

—¿Qué...

—Así que eres la hija del coronel Carter. —Se apresura a interrumpirme—. ¿Sabes que es mi instructor?

—Mira no...

—No pareces la típica chica de por aquí, ¿qué te ha hecho venir?

Frunzo el ceño.

—El tema militar no parece ir contigo, no te ofendas —añade.

Apoyo ambas manos sobre la mesa y me inclino ligeramente hacia adelante antes de hablar.

—Johnson, ¿no? —pregunto.

—Sí.

—Vale. Mira, si sólo has venido para decirme que no encajo aquí y todas las cosas que hago mal, puedes irte, porque yo ya sé eso.

—Oh, no, no es eso. Nada que ver. En realidad venía porque...—Le quita importancia con un gesto de la mano— Da igual.

Se pone en pie, dispuesto a agarrar su bandeja e irse.

—Espera, ¿entonces por qué?

Estoy tan acostumbrada al trato que no me ha costado entender su gesto como una burla. Temo haberle prejuzgado y ahora haberle ofendido. Su sonrisa vuelve y me avisa de que no ha sido así.

—Sólo tenía intriga por saber quién había conseguido que castigasen a mi mejor amigo después de tres años impolutos.

—Intriga resuelta, entonces.

Me guiña un ojo.

—Sólo diré, que ahora entiendo por qué le ha molestado tan poco.

Le veo irse completamente sorprendida. ¿Eso ha sido un extraño comentario de flirteo? Ese pensamiento me distrae lo suficiente como para comer con tranquilidad. ¿Qué quería decir con "molestarle tan poco"? ¿A quién quiero engañar? Muchas personas en su lugar se hubieran enfadado por el castigo o negado a terminar el castigo del otro. Eso sin contar que mi padre se lo echó en cara el otro día, que me lo advirtió a mí.

Termino de comer, limpio mi bandeja y salgo.

No puedo alejarme demasiado porque escucho un silbido apenas empiezo a alejarme por el pasillo. Miro sobre mi hombro para encontrarme con ese chico, Blake.

Dios, estoy realmente cansada.

—¿Acabas de silbarme como cuando llamas a un perro?

Blake termina de acercarse con rápidos pasos.

—¿Se te da bien mentir? —pregunta.

—¿Has olvidado cómo me llamo? —Él frunce el ceño. Sí, Blake, cada loco con su tema.

—¿Por qué lo preguntas?

—Repito, me has llamado silbando como si fuera un perro.

—Es sólo... —Me mira sin comprender, mete las manos en los bolsillos de sus pantalones y con el gesto sus hombros caen—. Es la costumbre, Alisson.

—Mejor, ahora sí, ¿por qué quieres saber si se me da bien mentir?

—Porque, Alisson —suelta el nombre sólo para marcar que sí se lo sabe. Incluso lo deja salir con cierta molestia por mi comentario. A mí, en cambio, me complace esta pequeña victoria—. Mañana vas a tener que conseguir que se crean que estás enferma y pasar la noche en la enfermería.

—No lo entiendo.

—No te pido que lo entiendas, te pido que lo hagas.

—¿Por qué?

—Porque es viernes.

Con eso Blake pasa por mi lado y se aleja por el pasillo. Esa respuesta para él porque le hace creer que me ha dado todo lo que necesito saber. No lo es.

Viernes ¿Qué diablos significaba eso? ¿Qué significado tenía aquí?

──── ∗ ⋅✦⋅ ∗ ────

──── ∗ ⋅✦⋅ ∗ ────

¿Qué tendrás los viernes que hacen que Alisson tenga que mentir? #hipótesisHipótesis

Espero que hayáis disfrutado del capítulo ♥

—Lana 🐾

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro