Capítulo 38 - "las cosas no pueden empeorar más"
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Canción en multimedia: Running with the wolves — AURORA
Capítulo treinta y ocho — "las cosas no pueden empeorar más" ღ
Ver al recepcionista, Tom Haynes por lo que dice su placa, rellenando mis datos en su ordenador para alquilar la habitación llega a hacérseme algo pesado. Saco mi tarjeta de crédito y DNI mientras espero. Soy la única persona aquí, el hotel es bonito, demasiado lujosos como para tener únicamente tres estrellas. Los colores, dorado y marfil, forman la habitación y pequeñas estatuas que adornan las esquinas.
— ¿Una noche?
— Sí, lo único, ¿a qué hora empieza el desayuno?
El hombre de pelo canoso se aclara la garganta antes de tomar uno de los folletos que hay sobre su mesa, girarlo y extenderlo hacia mí. Pasa el bolígrafo por la hora y me la tiende.
— De seis y media a nueve está abierto —Con eso, toma mi DNI, apunta un par de datos en el ordenador y yo me distraigo leyendo todo lo que aparece en el folleto. Aquí tienen hasta piscina, es una lástima que no tenga tiempo ni traje de baño para pasarme por ahí.
El "ding" que avisa de que alguien acaba de cruzar el sensor de la entrada me distrae. Tom Haynes levanta la mirada hacia las puertas de cristal antes de volver a su ordenador. Miro sobre mi hombro. Entonces es cuando le veo y me esfuerzo por ocultar la sonrisa.
Blake está de brazos cruzados, con la serpiente de peluche todavía sobre sus hombros y sus ojos clavados en mí con un rastro de molestia. Comprendo en ese mismo instante que también va a pasar aquí la noche y me vuelvo hacia Tom.
— Que sea una cama de matrimonio.
Le veo enarcar una ceja, pero no rechista. Cuando termina me pide la tarjeta, comprueba mi nombre nuevamente y segundos después me hace poner el número secreto. Termina por devolverme todo una vez termina con lo esencia. Guardo las tarjetas en mi cartera y esta en mi bolsa, algo difícil cuando entre los cascos de Blake y mi peluche el espacio que queda es diminuto. Todo cabe a presión, pero al menos cabe.
Una tarjeta blanca se desliza a través de la mesa—. Es la habitación ciento veintitrés, que tengas una buena estancia. Para cualquier cosa que necesites puedes llamar a este número —nuevamente, toma un bolígrafo para rodear tres números que hay en el folleto—, y te ayudaremos. Hay alguien al otro lado las veinte cuatro horas.
— Gracias —Le dedico una rápida sonrisa antes de colgarme la mochila al hombro y volverme hacia las escaleras. Blake lo ve, hace una mueca y guarda las manos en los bolsillos de sus pantalones antes de seguirme escaleras arriba, todo manteniendo al menos dos metros de distancia. Ni siquiera mientras recorremos el pasillo acorta el espacio. Parece un niño que se ha resignado a ir a donde le han pedido, pero que no quiere ir. Algo así como Aaron cuando tiene que ir al dentista.
Paso la tarjeta de la habitación por el sensor hasta que la luz se vuelve verde y puedo abrir la puerta. Lo primero que hago es colocarla al otro lado para que la electricidad volviera. Es ahí cuando puedo encender la luz.
— Puedes irte si quieres —comento, dándome cuenta de que a él los enfados no se le van tan rápido como a mí—, sobre todo si vas a estar de mal humor.
Blake me hace a un lado de manera descuidada y se adentra en la habitación.
— O no —murmuro para mí antes de cerrar la puerta detrás de nosotros. Blake no tarda más de dos segundos en dejar el peluche sobre la cama y dar un portazo tras entrar en el baño. Empiezo a preferir que no hubiera venido.
Dos segundos después escucho el agua de la ducha.
Me quito el fular, dejándolo sobre la silla que hay y pronto abro la mochila para sacar la ardilla de peluche y dejarla también sobre la cama. Me siento sobre el colchón, deshaciéndome de las botas y apoyando ambas manos sobre el edredón mientras espero. Quiero lavarme el pelo antes dormir.
Él no tarda demasiado tiempo en salir, con su ropa doblada sobre sus brazos y una toalla larga amarrada a su cintura. No pronuncia palabra alguna antes de acercarse al lado contrario y dejar las cosas sobre una de las mesillas.
Que esté enfadado por esa estupidez me va a terminar llevando al límite. No tiene por qué estarlo.
Me meto en el baño y echo el pestillo antes de decidirme por ducharme. El mejor momento para reflexionar y el que más puede con mis nervios al mismo tiempo. La situación es demasiado tonta. Blake quería volver, yo necesitaba estar al menos una noche fuera de esa cárcel, existen los autobuses y taxis. Así que, ¿cuál es el problema? Oh, sí, que él tiene que tener la razón.
Pierdo la cuenta del tiempo que me quedo bajo el agua, llega a ser relajante, sobre todo sabiendo que no tengo que estar apretando un maldito botón cada escasos segundos para que el agua siguiera saliendo. Ni siquiera después de secarme el pelo encuentro lógica alguna, no se la encuentro a él. Me peino una última vez con los dedos y reviso mi reflejo. Giro frente a este en ropa interior, pasando los dedos por el costado derecho donde todavía mantengo un tono amarillento por antiguos moratones. La parte central mantiene puntos morados que no han terminado de desaparecer. Paso la mirada a mis brazos, la chaqueta de uniforme acostumbra a taparlos, pero pese a que esas heridas, como la de mi mejilla, ya se han cerrado y caído la postilla, hay pequeñas cicatrices que si me fijo me recuerdan los duros entrenamientos con mi instructor. Me muerdo el labio sabiendo que es algo que no podré olvidar y termino por volver a ponerme el mono para que la sombre de lo que fue un gran moratón no pudiera ser visto.
Blake ya está tumbado cuando salgo. Ocupa el lado derecho de la cama, el más cercano a la puerta y mantiene los ojos cerrados. Finge estar dormido para no tener que hablar. Ambos peluches han quedado en el suelo. Dejo mis mallas sobre la silla y recupero la ardilla de peluche para luego meterme en la cama. Cada uno queda en una esquina, la distancia entre ambos podría ser fácilmente ocupada por otras dos personas. Me repito que es su culpa y abrazo el peluche con fuerza antes de cerrar los ojos.
Caigo en la cuenta de que no tenemos ninguna alarma demasiado tarde. Me tenso por completo, sin ganas de intercambiar una sola palabra con Blake por su estúpido comportamiento. Aun así, unos minutos después tengo que ceder.
— ¿Has llamado para que nos despierten?
— Sí, nos llamarán a las seis.
El mono es incómodo para dormir, molesto al parecer volverse más tirante al moverme. Dejo escapar un quejido cuando vuelvo a girar. Blake no tarda en sentarse sobre el colchón y abrir los ojos hacia mí.
— ¿Quieres hacer el favor de dejar de moverte?
Boca arriba, termino por cruzarme de brazos, el mono pareciendo a punto de romperse por la tirantez al haberme vuelto a mover. Pensar que me queda algo ancho estando de pie y que tumbada es tan incómodo es horrible.
— Estoy incómoda.
Blake enarca una ceja, él está sin camiseta y puedo alcanzar a ver sus pantalones sobre la mesilla que tiene al lado. La brújula es lo único que adorna su pecho. Entonces señala mi ropa.
— Normal, ¿qué haces con eso aún puesto?
Sabiendo que lo más lógico para estar cómoda sería quitármelo, pero que no quiero que él note los restos del moratón, me giro hacia el otro lado y me cubro con mantas. Menos de un minuto después tengo que volver a moverme porque no aguanto con el mono puesto. El peluche que me ha regalado Blake se cae de la cama.
— Alisson, ¿me estás tomando el pelo? Quítate eso y listo.
Él tira de las mantas, buscando arrebatármelas para ganarse mi atención. Eso me hace sostenerlas con más fuerza.
— No quiero.
— No seas cría, estás incómoda.
— Estoy bien así.
Sin verlo, puedo notar y escuchar cómo él vuelve a caer sobre el colchón, dejando escapar una queja por lo bajo y dándome la espalda. Lo último es tan fácil de suponer que dudo equivocarme. Pienso en el golpe, en la forma en la que mi instructor ha logrado crear tal intimidación en mí que no le hace falta estar presente para que le cubra.
Apago la luz, coloco las manos sobre mi estómago y trato de no moverme. Si soy una persona tan fuerte como pensaba, ¿por qué me siento obligada a callar? Me preocupa haber perdido la capacidad de saber lo que está bien hacer y lo que no en cuanto a ello. Pero todos le creen a él, todo el mundo adora al Oficial Garret. Yo soy la intrusa aquí, para bien o para mal.
No debería dejar que me afectara así. Y desearía haberlo hablado con Aaron para saber qué hacer, él es maduro para esto, suficiente como para saber siempre qué hacer y decir. Pero le conozco, decirle que estoy dejando que las heridas provocadas por él queden en el silencio por un miedo interno hacia él que no puedo explicar le molestaría. Lo compararía con algo de información acerca del maltrato en las parejas y cómo callar no ayuda. Por una vez, creo entender a la parte de las personas que, en vez de ser porque creen que la persona va a cambiar y la aman, guardan silencio por miedo a que no les crean y que luego todo empeore al enterarse.
El corazón me late con fuerza, nervioso, al apartar las mantas para sentarme sobre el colchón. No dejaré que mi instructor pueda afectar a mi vida incluso sin estar presente. Aun así, que las luces estén apagadas y estar dándole la espalda a Blake, al igual que él a mí, me lleva a aliviar en cierta manera.
Bajo la cremallera que hay a un costado y me deshago de las mangas todavía sentada, es ahí cuando me pongo en pie y este cae al suelo. Lo recojo, doblo y coloco sobre la mesilla antes de girar sobre mis talones para volver a tumbarme. La luz se enciende nada más lo hago y tengo que llevarme una mano a los ojos para cubrirlos por un momento. Agradezco, en el momento en el que permanezco en ropa interior frente a un curioso Blake, que mi regalo de las pasadas navidades fueran sesiones láser para piernas, ingles y axilas.
— Apaga esa cosa —me quejo.
Cuando vuelvo a adaptarme a la luz, Blake está de pie sobre la cama, llegando hasta este extremo y saltando al suelo bruscamente. Podría jurar que si no me hubiera resistido a quitarme el mono al principio él no hubiera tenido tanta curiosidad como para centrarse en qué era lo que estaba pasando. Ahora está sosteniendo mi brazo derecho para apartarlo de mi cuerpo.
— No es tan malo como parece —Estoy tan cerca de tartamudear que ni yo misma me creo mis propias palabras.
Blake es el primer chico al que conozco que es capaz de pasar la mirada desde mi costado hasta mis ojos sin pararse de por medio. Que esté molesto puede haber ayudado.
— ¿Que no es tan malo como parece? ¿Me tomas por idiota?
— A ver, no es malo.
El corazón me late con tanta fuerza que parece a punto de salirse del pecho. Las ganas de defenderme llegan con rapidez, la necesidad de encubrirme, encubrirlo, con ello. Y que Blake se empiece a alterar únicamente aumenta esa necesidad. Pero entonces todo en él cambia. Toma mis manos y me obliga a sentarme sobre la cama, acuclillándose en frente. Besa el dorso de mis manos antes de dedicarme una mirada suplicante.
— Te lo dije ya una vez, Alisson, necesitas poder contar con alguien. Y yo ya me estoy cansado de que esquives la mayoría de los temas que no sean superficiales.
La última frase se siente peor que una bofetada.
— He intentado entenderte, me encantaría poder hacerlo, pero sólo me entero de lo que termino viendo por coincidencia. No puedo hacer más. Lo siento, pero no estoy dispuesto a tener que verte mal y que confíes tan poco en mí que te molestes sólo por preguntarte.
Mi labio inferior tiembla al sentir que mi mayor punto de apoyo se está perdiendo. Puede que Landon acostumbre a ayudar, que confíe en él. Pero no es lo mismo. Landon es demasiado "humor y diversión". Blake es más maduro para eso, quien de verdad se ha convertido en un salvavidas en el medio del océano para mí. Eso es lo que me golpea con tanta fuerza. Si él se cansa, si él se está cansando, no podré con esto. Y me culpo al saber que pasaría.
— Confío en ti —más que una confesión suena como una súplica, una súplica para que él retire sus palabras—. Pero hay una parte de mi vida que es...mía, no quiero contarlo.
No quiero hablar de ello, no quiero recordarlo, no quiero abrir heridas que terminen conmigo. Sólo quiero echar tierra encima de los agujeros e ignorarlo el mayor tiempo posible. Porque si lo dejo salir sé que me hundiré, puede que ya lo esté haciendo.
— Entonces ya está todo dicho.
Suelta mis manos y da la sensación de haber dejado caer una mochila llena de piedras sobre mi espalda. El peso me ahoga en escasos segundos, antes de que llegue incluso a ponerse en pie.
— Blake —ruego.
Ignorándome, alcanzo a ver cómo rodea la cama para alcanzar su ropa y empieza a vestirse. Va a irse. Cuando quiero darme cuenta estoy respirando con dificultad. Y, aunque lo único que quiero es pedirle un minuto y contarle todo lo que él quiera, empezar a sentir el ardor en mis ojos y mi vista volviéndose borrosa me lo impide. Me lo impide porque no estoy dispuesta a derrumbarme ante él una segunda vez, no quiero ser vulnerable, no quiero que estos temas me afecten tanto ni que él sepa que sus palabras han sido el equivalente a dejarme caer al mar en medio de una tormenta. La habitación está llena de aire y yo sigo sintiendo que me estoy ahogado.
Prácticamente echo a correr hacia el baño, mis manos tardan en abrir la puerta más de un intento, puerta que cerro detrás de mí y a la que echo el pestillo sabiendo que me voy a derrumbar, que ya lo he hecho.
Aunque no quiera, estoy llorando, esta vez por una ansiedad en aumento que sigue siendo mi propia soga. Estoy a punto de caer cuando me acerco a la ducha para abrir el agua, algo que ahogue mis sollozos antes de dejarme caer sobre el suelo.
— Mierda —Bufo, borrando de forma nerviosa las lágrimas y sintiendo el rápido y furioso latir de mi corazón. Sé que tengo que tranquilizarme con urgencia cuando me doy cuenta de que estoy al borde de un ataque de ansiedad. Jadeo en busca de aire—. No puedo con esto.
Voy a volver al internado y mi instructor me gritará, amenazará, forzará a entrenar más de lo que soy físicamente posible o intimidará. Johnson no es como al principio, Landon tiene sus propios problemas, pero, aunque lo intente, dudo que sea capaz de volverse el apoyo que necesito. Y ahora sin Blake, si Blake también se cansa, no me queda nadie.
Tengo que dejar de pensar en eso. Tengo que dejar de pensar.
Mi propio padre no me quiere a su lado, no puedo más con que me dé de lado. El tío Joe es un encanto, pero tiene su vida lejos de aquí, no puede estar siempre pendiente de mí. Aaron lo intenta y aun así no me siento más que un estorbo para él la mayoría del tiempo. Está creando su futuro, no puede estar también atento a mí, no va a poder estar siempre ahí.
Estoy mal, pero tengo que dejar de ser negativa. Tengo que dejar de pensar.
Y están Andrew y Rebeca, esos mejores amigos a los que no he sido capaz de escribir más de un mísero e-mail. Deben de estar odiándome por haberles ignorado tanto tiempo, por desaparecer. Soy una mala amiga, no hago más que decepcionar a la gente, que empeorar sus vidas. No quiero su lástima, no quiero que tengan que estar pendientes de mí, no quiero ser un obstáculo para nadie.
Piensa en otra cosa, Alisson, por favor, piensa en otra cosa.
No hay aire, no ha maldito aire aquí.
Estoy sola. Lo estoy porque soy lo suficientemente tonta como para creer que podría tan solo ignorar las cosas, hacer como si nada sin que hubiera consecuencias. Mi cuerpo está temblando por los sollozos cuando abrazo mis rodillas y escondo la cabeza sobre estas.
No sé qué pasará con mi tutela, ahora mismo ni siquiera sé si mi padre decidirá pagarme la universidad o si tirando de los fondos que me dejó mi madre será suficiente. La universidad. Ahí no tendré a nadie, nadie a quien le importe, como siempre todo será fingir que estoy bien porque las personas tienden a cansarse de ayudar. O, como Blake, a cansarse de esperar algo que no soy capaz de dar. Mi caos personal, una carga que llevar se me hace costosa, pero explicarla me rompería del todo. Acaba de hacerlo.
No soporto un día más en el internado. No puedo con mi padre, con el oficial ni con mis compañeras. Tampoco tengo la opción de volver a casa, o mudarme con Andrew y Rebeca, porque no soy capaz de pasear por esas calles por las que algunos meses atrás mi madre también andaba, además, temo la reacción de mis amigos tras tanto tiempo de aislamiento por mi parte. Mi tío tampoco es una opción de huida, su trabajo es como el de mi padre. No tengo edad para alquilar un apartamento, dinero suficiente para valerme por mí misma sin que eso perjudique mis ahorros para la universidad ni vivir con mi abuela es una opción. Ella es demasiado controladora y ha pasado mucho tiempo con un rastro de odio hacia mí por ser, aunque su nieta, hija del Coronel Carter.
Me doy cuenta, con pesar, que no hay ningún lugar que pueda sentir como un hogar, ninguna persona que me devuelva la familia que quise haber tenido.
Levanto la mirada hacia la puerta, sorprendiéndome al darme cuenta de que el ataque de ansiedad se ha detenido cuando los pensamientos habían cobrado una caída tan en picado que he terminado por aguantar la respiración. Dejo salir el aire de mis pulmones, mis mejillas están increíblemente húmedas para ese momento. Ha dejado de preocuparme.
He caído. He caído todo lo que podía hacer y ahora sólo me queda una dirección.
Echo la cabeza hacia atrás hasta dar contra la pared y cierro los ojos, el aire entrando y saliendo de mis pulmones de manera entrecortada mientras que busco la calma. Me digo a mí misma que ya ha pasado todo. Casi quiero reír al pensar que de aquí las cosas no pueden empeorar más.
Me pongo en pie con dificultad, encontrando dolor en mi reflejo. Apago el agua de la ducha y abro el grifo para lavarme la cara con agua fría. Borro cualquier lágrima, mi cuerpo sintiéndose más débil, como si acabara de vomitar todo lo que tenía en el cuerpo y lo único de lo que fuera capaz fuera de tumbarme y dormir.
Seco mi rostro con una de las toallas pequeñas, acomodo mi pelo y quito el pestillo de la puerta. Sé con certeza que Blake se ha largado, no tengo por qué preocuparme de que me vea así. Me echo al pelo hacia atrás al salir, sorprendiéndome a mí misma al darme cuenta de que estaba equivocada.
Blake sí sigue aquí, vestido y sentado en el borde de la cama, como si hubiera estado con sus ojos sobre la puerta del baño hasta ahora. Pero mantiene la cabeza gacha, las manos juntas y mueve una de sus piernas con nerviosismo. Esto no es algo que estaba esperando, algo con lo que quiero seguir lidiando. Pero entonces habla, con un tono de voz bajo y cuidadoso sin apartar la vista de sus manos. Está jugueteando con los dedos.
— Me he pasado y lo siento, no tenía que haber reaccionado así —Admite, pareciendo una frase ya pensada y dicha para sí mismo en un sinfín de repeticiones. Entonces levanta la mirada, sus ojos azules mostrando una sincera disculpa que se llena de culpa al notar lo obvio. Como si todavía quedara alguna, paso una mano por mi mejilla para borrar las lágrimas que ya he hecho desaparecer con el agua—. No quería decirlo como una ruptura y sé que me he excedido, si no quieres hablar de algo tengo que entenderlo, pero entiende tú también que me preocupe por ti. Estoy cansado de verte mal y no poder hacer nada porque no me dejas entenderlo.
Se ha quedado.
Y yo no voy a permitir que esto vuelva a pasar. Así que me decido por contárselo. Al acercarme, él se mueve como si quisiera hacerme un hueco a su lado pese a que queda bastante espacio de la cama libre. Me siento, alcanzo a escuchar cómo Blake deja escapar el aire de sus pulmones con notorio alivio y lanza un brazo sobre mis hombros. Me apoyo en él y cierro los ojos por un segundo al sentir sus labios sobre mi cabello.
— Lo siento —repite.
Antes de arrepentirme, dejo que las palabras fluyan.
— Mi madre era hija única de una familia adinerada, cuando ella se casó con mi padre la desheredaron porque mi abuelo decía que mi padre era un adicto al trabajo y demasiado temperamental. En definitiva, le dijeron que él no era bueno para ella y que o le dejaba o les perdería a ellos. Puedes adivinar qué eligió —El corazón va latiéndome con fuerza mientras que organizo todos y cada uno de mis problemas en orden cronológico para su mejor entendimiento—. Cuando se dignaron a volver a dirigirle la palabra yo ya había nacido. Mi abuela me odió durante años porque para ella yo era la oveja negra de su familia por ser la hija de un militar que no hacía más que, a sus palabras, amargar a su hija. Aunque, a decir verdad, lo hizo, le amargó a mi madre y me amargó a mí.
En el momento en el que Blake mueve su mano sobre mi brazo y siento su mejilla contra mi pelo las palabras fluyen con una mayor facilidad. Y se lo cuento.
Se lo cuento todo.
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Esto sería algo como lo que Blake trataba de decir antes de meter la pata, hundirse en el barro y terminar al fondo de un foso.
¡Por fin podemos borrar cualquier clase de secreto entre ellos, incluimos traumas de la infancia, Aaron, etc...!
Y, no os preocupéis que la parte tranquila de la historia ya está terminando, de aquí a (calculo) 5 capítulos saldrá a la luz la trama principal y el caos:3
Tener una buena semana:D
Nos leemos en 4/5 días ღ
—Lana 🐾
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