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capítulo 30 - Compartiendo saco y traumas de infancia

Instagram&Snapchat: LanaDvraux

Twitter: LanaDeveraux

Canción en multimedia: Best pop songs of 2016 MASHUP (de Rajiv Dhall)

Chico en multimedia: Blake Evanson (Vince Kowalski)

Capítulo treinta — Compartiendo saco y traumas de infancia

Sentada sola en la biblioteca, me balanceo en la silla. Esto es desesperante.

Dentro del sobre había venido una ficha, algo que estaba organizado como la versión de un civil que había visto el "secuestro", en él describía el coche y daba tres letras que pertenecían a la matrícula sin centrar un orden. Después, y usando una de las páginas web que venían en la pequeña tarjeta también habida en el sobre, me vi obligada a aprender a utilizar programas que imitaban a los profesionales donde todos los datos eran falsos. Programas diseñados para adaptarse a nuestras pistas y ayudarnos. Con ello había logrado, tras dos horas, encontrar el que di por hecho que era el coche entre otros once mil que había. Después localicé al propietario a quien parecía que se lo habían robado y, desde ahí, me quedé en blanco. No sabía cómo seguir la falsa investigación.

A punto de darme por vencida, volví a revisar las páginas web que habían descrito y creado en la academia en busca de algo útil. Me sentí estúpida al verlo.

"Cámaras de vigilancia"

Me metí en la web, poniendo el usuario y contraseña que me asignaban en el trabajo para empezar a buscar al ladrón falso del maldito coche.

A la una y media de la mañana, con la hora del final vencida, lo logré. Seguí el coche con las cámaras que me costó aprender a utilizar para llegar a obtener una dirección que después metí en otra de las webs, ahí me saltó el mensaje final. El nombre asignado al sujeto y la zona donde supuestamente habían encontrado a su última víctima. Como no, el lugar estaba dentro del internado, al menos no tendría que salir para encontrarle.

Salía junto a un pequeño mapa que lo enseñaba, era la cabaña en la que guardaban algunas de las armas. Esa caseta que hay pegada al edificio principal, cerca de unos contenedores y a la que tenemos prohibido ir.

Me pongo en pie, estirándome perezosamente antes de apagar el ordenador y meter toda la información de la que había hecho uso de nuevo en el sobre. En busca de una disculpa, me dirijo a la parte de atrás de la cafetería, sabiendo que esa puerta acostumbran a dejarla abierta y colándome en el hueco que hay. Me meto en la cocina, la falta de luz y el silencio hace que mis propios pasos retumbaran como si hubiera alguien siguiéndome. Tuve que abrir un par de armarios hasta dar con la zona en la que guardan aquello que ha sobrado en el desayuno. Sé que hay un camión que pasa temprano por el centro, a las cinco y media o seis de la mañana para llenar las neveras y sustituir alimentos que caducaban con rapidez. Me hago con un par de bolsitas de galletas de chocolate y las coloco sobre el sobre que sostengo. Dejo todo como estaba antes de salir, empezando a trotar hacia la caseta.

Alcanzo a ver una luz amarillenta atravesando la parte inferior de la puerta del cobertizo, no hay ningún candado y, al colocar la mano en la manilla y poder abrir con facilidad dejo de entender por qué Blake no ha salido antes.

Entro. Únicamente hay una pequeña luz de emergencia amarillenta iluminando el lugar. La pared de la derecha está llena de armas colgadas y cerradas tras una verja además de candados que las mantienen inalcanzables. La puerta se cierra detrás de mí al dar otro paso hacia adelante y dejar de sujetarla. Reconozco a Blake, está dentro de un saco de dormir oscuro que ha colocado sobre la única colchoneta de la pequeña cabaña. Mantiene los ojos cerrados, la bolsa que le han dado con provisiones siendo usada como almohada.

Se me hace tan tierno verle dormido que por un momento me planteo no despertarle, lo hago hasta recordarme que él estaría más cómodo en su propia cama y me acerco. Coloco la mano sobre su hombro para poder zarandearle con cuidado.

— Blake, despierta.

Él se revuelve, pero no abre los ojos.

— Blake —pido—, vámonos.

Con eso logro que reaccione, entreabriendo los ojos y acostumbrándose a la poca luz que nos rodea. La luz de emergencias deja un rastro ahora anaranjado sobre su piel.

— ¿Alisson? ¿Pero qué...? ¿Cómo has...? —Desvía su mirada hacia la puerta, entrecerrando los ojos hacia ella antes de soltar un bufido y acomodarse en el saco—. Vamos a estar algo apretados, pero entra.

— ¿Qué? —Su petición hace que mis mejillas se enrojezcan. Al menos la poca luz no me delataría. Entonces él saca el brazo para señalar la puerta.

— Solo puede abrirse por fuera —Maldiciendo mentalmente, me acerco a la puerta en un inútil intento de volver a abrirla. Por eso él no había salido. Joder, ¿cómo he sido tan tonta? Apoyo la frente contra la madera por un par de segundos—. Olvídate de que venga alguien hasta las nueve de la mañana como pronto.

Giro bruscamente, lanzando uno de los dos paquetes de galletas hacia Blake y dejando caer el sobre al suelo sin cuidado alguno antes de abrir la mía. La bolsa que he lanzado golpea a mi compañero en la cabeza, ya había cerrado los ojos cuando le da, una queja escapándose de sus labios.

Toma la bolsa y enarca una ceja—. Espero que no se te haga costumbre lanzarme cosas.

Me acerco a la colchoneta, desplomándome sobre esta y estirando los brazos de forma que el derecho cayera sobre los pectorales de Blake. Sin necesidad de mirarle, sé que debe de estar dedicándome una de sus miradas habituales ante mis comportamientos infantiles. Esa mirada aburrida y labios ligeramente fruncidos además de un aire despreocupado. Como si él hubiera terminado con todo lo que tiene que ver conmigo. No se molesta en apartar mi brazo. Giro la cabeza hacia él, Blake ha actuado tal y como esperaba.

— ¿Qué? —Sonrío.

— ¿Por qué has tardado tanto?

— Oh —sin poder evitarlo, termino por apartar mi brazo de él y quedar sobre mi costado en busca de comodidad—. No sabía que hoy teníamos misiones.

— A ver si lo entiendo. A las nueve de la mañana te has despertado y te he dicho que volvía en unos minutos, luego desaparezco y te quedas tan feliz ¿Me equivoco en algo?

Quiero omitir en todo lo posible a Amanda. Meterla en nuestra conversación no está entre mis planes, no si no quiero terminar en una conversación incómoda de la que no poder escapar u obtener respuestas que derrumben todo a mi alrededor de forma brusca. A su vez, hay algo en su voz que me incita a hacerlo, ese molesto deje de reproche.

— Pregunté por ti, pero Johnson me dijo que ya tenías planes para hoy así que no le di más vueltas.

Mi compañero se aclara la garganta, sus ojos sobre el techo en menos de un segundo.

— Aun así, te hubiera avisado ¿De verdad creías que no te diría nada antes de irme?

— Sí.

¿Por qué tendría que hacerlo?

— Joder, Alisson —murmura—. Empieza a preocuparme la imagen que tienes sobre mí.

— Oh, venga, no exageres.

Puedo alcanzar a ver el inicio de una sonrisa sobre sus labios, algo que trata de ocultar al subir más la parte superior del saco, entonces, como si acabara de reaccionar, extiende las manos dentro de este, separando la manta de su cuerpo. Es amplio, pero dudo que pudiéramos tener espacio ahí dentro.

— Hace frío —remarca, leyendo mis intenciones. Con eso, señalo la cremallera y él deja escapar un molesto suspiro—. Si nos congelamos por tu idea, mañana irás a la cafetería que hay en la ciudad en pijama.

Abre el saco con lentitud, extendiéndolo como una amplia manta sobre la colchoneta.

Me apresuro a dejar que este me envolviera. Blake tenía razón en una cosa, el frío que hacía. En cuanto dejo de moverme el aire helado parece buscar hacerse un hueco entre la más mínima separación del saco y la colchoneta. Como si lo supiese, Blake mantiene un ojo en mí mientras que me muevo y aferro al saco en busca de calor.

— Sabes que estos sacos están diseñados para mantener dentro el calor, ¿no? Si lo abres no sirve.

Me niego a responder, sobre todo porque sé que él tiene razón y no quiero dársela.

Quizás la idea de dormir tan pegada a Blake me había resultado algo incómoda. Después de todo, con la cremallera del saco subida apenas tendríamos espacio. Pero no era por él por lo que había preferido pasar frío y mantenerlo abierto, sino por la sensación de agobio que produce en mí sentirme encerrada de esa manera. Me gustan los espacios pequeños, pero si no hay nada que me retenga en el interior. Me gustan los lugares cerrados, si no hay agua rozando mis pies. Ocurre prácticamente desde que tengo memoria. Para mi desgracia, nunca podré olvidar lo que me llevó a que el trauma no pudiera ser olvidado.

— ¿Seguro que no prefieres...

— No —Volver al lugar de mis pesadillas no está entre mis planes esta noche.

Cierro los ojos y empiezo a contar con la esperanza de dormirme más fácilmente. El frío no me lo permite. Es molesto y da la sensación de haberse vuelto afilado y cortante. Me aferro a la manta con fuerza, una suave carcajada saliendo de los labios de Blake al notarlo.

— ¿Vas a seguir pasando frío o te pretendes rendir en algún momento?

Hago una mueca—. Oh, cállate.

Con eso me giro hacia Blake. Las veces que hemos dormido juntos ni siquiera hemos llegado a rozarnos. Sólo una de ellas y contarla se me hace extraño porque fue al despertar y no por haber sido algo premeditado el haber despertado con su brazo sobre mi cintura, pero, al dormir había una línea invisible entre ambos que cortaba la cama por la mitad, su cama. La borro en el instante en el que decido que el frío no es cómodo y me acerco a su cuerpo para recibir el calor que emana. Paso un brazo sobre su abdomen y recuesto mi cabeza cerca de su hombro. Por un momento podría jurar que él estaba conteniendo la respiración.

Entonces acomoda el saco abierto sobre ambos y me envuelve con sus brazos.

— No pienso meterme en un saco —confieso, incapaz de regalar una mejor explicación.

Blake me abraza con más fuerza—. Tomo nota.

Antes de pararme a pensar en que esto debería de resultarme más incómodo de lo que lo hace, antes de empezar a sentirlo así, cierro los ojos y me obligo a regular mi respiración. Permito al ritmo disminuir y borrar cualquier pensamiento, lógico o ilógico de mi cabeza en busca de que el sueño me acoja entre sus brazos.

En algún momento cuando no logro distinguir la realidad del sueño, cuando mi conciencia se tambalea sobre una fina cuerda que cruzar, creo poder escuchar preguntándome si estoy despierta. Ninguna respuesta le llega. Si es que su voz no ha sonado sólo en mi cabeza.

(...)

Escucho la voz de una niña pequeña, ella está tarareando la canción de cuna que su madre le cantaba desde que cumplió un año. Puedo verla en el asiento de atrás de un coche grisáceo, una muñeca con pelo rubio lleno de colores por culpa de los subrayadores a la que ella está cantándole a medida que trata, torpemente, de trenzarle el pelo. Puedo alcanzar a sentir el tacto de la muñeca bajo mis manos aun cuando no soy yo quien la estaba sosteniendo.

Su madre está al volante, ella lleva una mano al espejo delantero para acomodarlo y darle un vistazo a su pequeña. Veo su sonrisa a través del espejo. Después, el grito. Sé que el corazón de la pequeña está acelerado, casi puedo sentirlo latir como si fuera el mío. Fuerte y veloz, lleno de agobio cuando un grito desgarrador sale de los labios de la niña de seis años de edad. Ella llama a su madre cuando esta ha soltado un par de insultos en voz alta y el coche no logra frenar tras bajar la cuesta. Choca contra una verja que se rompe por el impacto, pero nada frena al coche.

La mujer se aferra al volante, llama a su hija y le pide que se sujete al ver cómo el muelle está tan cerca que nadie podrá frenarlo a tiempo. Hay gente alrededor, hombres que se apartan para no ser atropellados antes de, alarmados, correr hacia el coche en un intento improvisado de evitar que este cayera al agua.

La niña está llorando, su flequillo cubriendo gran parte de sus ojos cuando ella golpea el cristal, pidiendo al hombre del exterior que la sacara, él lleva su mano a la puerta para abrirla pero da un grito de dolor, quedándose atrás cuando el coche parece haber pasado por encima de su pie mientras corría. Demasiada velocidad, demasiado tarde.

El coche cae al agua y la muñeca se escapa de las manos de la pequeña. Las ventanas están cerradas y la madre busca angustiada quitarse el cinturón. El coche no tarda en empezar a dejar pasar el agua, cada diminuta apertura permite su paso. La niña se trata de mover del asiento solo para alcanzar a la muñeca que habían ido a comprar horas atrás. Su madre pone una mano sobre ella, todavía desde los asientos delanteros, para que volviera a sentarse.

"No te muevas" Ruega ella, sus ojos aguándose mientras que un intento de sonrisa tranquilizadora se posa de manera nerviosa sobre sus labios "Relájate ¿vale? Cielo todo está bien" La pequeña estalla en llano, luchando contra el cinturón que la aprisiona en el asiento. El coche se vuelve su cárcel nada más sentir el agua rozar sus tobillos desnudos.

"¿Mami?" la pequeña llama con un hilo de voz, una súplica en el la palabra "Mami quiero ir a casa"

Ella asiente antes de golpear el volante con fuerza. El coche da contra la parte más baja y deja de caer. Al ver a su madre pasarse las manos por el pelo de manera nerviosa, la niña solloza. Sus pequeñas manos se mueven hacia la puerta.

"Quiero salir" llora "abre, mami, quiero salir"

"Todo va a ir bien, mi amor"

La pequeña no lo entiende, ¿cómo hacerlo? Intento gritar, alguien tiene que sacarlas de ahí. Puedo sentir la opresión en el pecho causada por la ansiedad de la situación ¿Por qué nadie salta al agua para sacarlas? El coche se inunda en un pestañeo. La ansiedad, los gritos, las lágrimas y la dificultad de la pequeña para desatarse el cinturón que se había trabado.

"¡Ayudarlas!" Trato de gritar. Tienen que salir, necesitan aire. La voz de la mujer se repite en la escena una y otra voz, le dice a su hija que todo va a ir bien, que no se preocupe ¡se están ahogando! La pequeña logra una última bocanada de aire antes de que el agua inunde por completo el lugar.

Luego soy yo. Siento la fuerza del cinturón envolviéndome, mi corazón latiendo con tanta fuerza que parece a punto de salirse del pecho. Golpeo el cristal, no quiero morir.

No quiero morir ahogada.

No quiero morir encerrada.

Simplemente no quiero morir.

Me remuevo. Me remuevo hasta que el cinturón parece aflojarse y el aire vuelve a llenar mis pulmones. Cuando quiero darme cuenta, más voces rompen la escena. Mi corazón sigue latiendo desembocado al abrir los ojos. Miro a mi alrededor jadeante. Mi cuerpo tiembla, no por el frío sino por los sollozos.

— ¿Alisson, qué...? —Nunca había habido un cinturón, eran los brazos de Blake, lo sé porque aun cuando me he sentado para tratar de reaccionar, su brazo izquierdo sigue estirado sobre la colchoneta ocupando el sitio bajo el que yo había estado tumbada. La manta está a un lado, probablemente yo la haya pateado y echado fuera. Él se talla los ojos y yo me aparto para poder sentarme sobre el suelo. El frío llega a ser reconfortante.

Estoy respirando, no morí. Estoy viva.

Encojo las rodillas y escondo la cara entre mis manos ante el recuerdo. Han pasado años desde la última vez que volvía a soñar con ello. Había tenido cerca de dos años de terapia después de que ese incidente me impidiera volver a subirme a un coche o pisar alguna playa o piscina sin sufrir un ataque de ansiedad. Lo tenía superado. Que vuelva ahora solo logra que los nervios afloren. Sé que suele ocurrirme, la sensación de los brazos de Blake a mi alrededor han debido de avivar el recuerdo en mi subconsciente, la dificultad para respirar al haber estado tan pegada a su pecho, hacerlo más vívido.

Sentir el tacto sobre la tela de mi camiseta cuando Blake apoya su mano en mi espalda me obliga a levanta la mirada.

— Siento haberte despertado —alcanzo a murmurar—. Era una estúpida pesadilla.

Blake había arrastrado el saco abierto consigo. Se sienta a mi lado y lo pasa sobre nuestros hombros, obligándome a tomar una esquina entre mis manos para que esta no cayera. Su pierna derecha roza la mía.

— ¿Quieres hablar de ello?

Me muerdo el labio, desganada.

— Estás llorando.

Llevo una mano a mis mejillas, mi cuerpo todavía se siente más débil, las lágrimas que había derrabado hasta volver en mí misma siendo borradas por mi mano nada más notarlas. Blake apoya una mano sobre mi rodilla.

— No es nada, de verdad. Solo una pesadilla muy vívida.

Omito llamarle recuerdo. No estoy con ganas para ello. Después de los dos años de terapia solo para poder volver a sentarme en un coche o nadar en una piscina sin sufrir ataques de ansiedad ya había sido suficiente por parte de ese recuerdo.

— Sea lo que sea, no es real, no te preocupes.

Golpea mi mejilla con suavidad, un gesto a modo de broma que me hace reír al instante. Me saca del trance del que yo misma quiero escapar. Apoyo la cabeza sobre su hombro, pero soy incapaz de volver a cerrar los ojos.

— ¿Sabes qué hora es?

Como si mi pregunta hubiera sido el equivalente a una clase de alarma, la puerta se abre. Hay luz entrando con tanta fuerza que me cubro los ojos con un brazo hasta que consigo adaptarme. El saco abierto cae cuando Blake se pone en pie, yo tardo unos segundos más en hacerlo.

¿Ya es de día?

El Coronel Carter se mantiene de brazos cruzados frente a la puerta, su figura prácticamente ocupándola por completo. No puedo evitar en lo incómodo que hubiera sido que nos encontrara solo dos minutos antes. Suelto el aire con alivio y levanto una mano hacia él a modo de saludo. Bufa.

— Habéis suspendido, ahora tenéis diez segundos para recoger esto y largaros.

Me tapo la boca al bostezar—. ¿Esto te baja puntos en el examen físico?

En lugar de responder, el Coronel empieza una cuenta atrás. Dedicándole la más falsa de mis sonrisas, me agacho para recoger el sobre antes de que Blake hubiera tomado la bolsa que le dieron, el saco y tirara de mi brazo para sacarnos de ahí.

— ¡Cadete Evanson! —Llama mi padre antes de poder alejarnos lo suficiente. Él se tensa, dejando de andar antes de lanzarle una mirada sobre su hombro—. No se confíe, sólo haré una carta de recomendación, de usted depende ser quien la obtenga.

— Lo sé, señor —Tira nuevamente de mí, acomodando el saco para poder hacerlo más pequeño y meterlo en su funda mientras andamos.

— ¡Alisson! —Llama el Coronel, mi corazón parece dejar de latir al escucharlo. Él me hace una seña para que le siga. Sin volver a dar una última mirada a Blake, me alejo con mi padre, procurando no verme tan inestable exteriormente como me estoy sintiendo. El Coronel pronto me toma del codo para hacerme andar con más rapidez hacia el edificio principal.

Al llegar a su despacho, mi padre cierra la puerta una vez estamos dentro, entonces se pasa las manos por la nuca de forma nerviosa antes de abalanzarse hacia su silla y tomar asiento.

— He hablado hace poco con tu abuela materna, pasarás con ella las navidades.

— ¿Qué? —Necesito sentarme antes de seguir escuchando. Tiene que estar bromeando—. Pensé que las pasaríamos juntos.

Noto la tristeza en mi voz, sé que él también lo hace y eso solo logra que se tense todavía más.

— Ella te necesita allí.

Niego. Mi labio inferior tiembla.

— No mientas, eres tú quien no me quiere en casa y por eso buscas deshacerte de mí —Estoy cansada de tratar de decirme que él va a cambiar. Me pongo en pie, colocando la silla en su sitio y dándome cuenta de que no tiene forma de defenderse de mis palabras—. Puedes seguir comportándote como si yo no fuera tu hija. Tranquilo. Yo también me comportaré como si no fueras mi padre.

Estoy demasiado cansada como para seguir con este tira y afloja. Me aparto bruscamente del escritorio y abro la puerta antes de salir con un sonoro portazo. Ya es hora de que afronte de que, con la muerte de mi madre no solo la perdí a ella, también perdí lo poco que me quedaba de mi padre.

Blake me intercepta nada más salir del edificio, su mano se cierra sobre mi brazo con tanta fuerza que me obliga a dejar a andar. Sé que no debo pagar mi rabia con él. Es por ello que tomo una profunda bocanada de aire antes de girarme hacia él.

— ¿Va todo bien?

Miento—. Claro.

¿Por qué no iba a estarlo? Acabo de darme cuenta de que era hora de ponerle el punto final al distanciamiento de mi padre y me siento más sola y perdida que nunca, pero sí, todo está bien. Me deshago de su agarre en pocos segundos.

— Puedes contármelo.

— La última vez que tú me contaste de tu pasado me pediste que dejara el tema, así que supongo que entenderás que yo quiera hacer lo mismo con esto.

Se tensa por un segundo, obligándose a asentir con lentitud. Sus manos se cierran y abren repetidas veces, dando la sensación de que estuviera a punto de estallar. Algo dentro de él ha debido de hacer "click".

Ninguno de los dos sabe bien qué decir y, aun así, ninguno aparta la mirada, como si fuera un reto entre nosotros. Un desafío. La mandíbula de Blake se tensa antes de que fuera él quien desviara la mirada hacia el aparcamiento. Entonces coloca una mano en mi espalda y me incita a seguir andando.

Al darme cuenta de la mirada perdida de mi compañera vuelvo a caer en la cuenta de eso que lleva pasando por mi cabeza los últimos días. Él lleva mucho tiempo esforzándose para llegar a donde ha llegado. Para ser uno de los dos mejores cadetes. Se esfuerza a diario para ello. Entrena duro y estudia a diario. Es un chico cuyo esfuerzo para lograr sus objetivos llega a parecer palpable. Ahora está en el punto de mira del Coronel, de mi padre, solo porque empieza a fallar. Por mi culpa. Trago saliva. No es la primera vez que pienso en ello, sé que sus notas han empezado a bajar desde que usa sus tardes para entrenarme. Tuvimos un castigo cuando él no presentó un trabajo de historia, el día anterior le había pedido que se quedara un rato después de entrenar, no lo dudó. Le robo tiempo y ser su compañera solo logrará que pruebas como esta le roben cada vez más posibilidad de alcanzar sus metas.

— ¿Blake? —Se me cierra la garganta solo con pensar en decirlo. Esos ojos azules que tanto han empezado a gustarme se mueven hacia mí con notoria curiosidad—. ¿Y si cambiamos de compañeros?

Frunce el ceño, respondiendo de manera inmediata—. ¿Por qué?

— Oh, vamos —busco sonreír, pero por la forma en la que sus facciones siguen igual de imperturbables que un segundo atrás, sé que no ha sido tan real como había pretendido—. Tú necesitas a alguien con mejor nivel si no quieres que tus puntuaciones terminen por los suelos.

De un momento a otro, Blake suelta una fuerte carcajada y niega.

— Venga, pitufa —lanza un brazo sobre mis hombros mientras que la bolsa y saco quedan en el opuesto—. Déjate de tonterías y ve a cambiarte, hoy íbamos a ir a desayunar a la cafetería, no lo olvides.

— Hablo en serio, te ayudaría más ser compañero de alguien como Dakota.

Es una zorra, pero es buena en lo que hace.

— ¿Y morirme del asco cada vez que tengamos que hacer algo en parejas? No, gracias. Tendrás que soportarme unos meses más.

Cuando deja de andar bruscamente, tardo un par de segundos en darme cuenta y volver hacia él. Frunce el ceño y, como si acabara de recordar algo, rueda los ojos.

— Quedamos en veinte minutos en el aparcamiento, avisaré al resto. ¿Podrías decirle tú a Amanda? Está en la cabaña tres y si entro lo más probable es que me linchen.

Me obligo a tomar una profunda bocanada de aire para que mi siguiente frase sonara menos falsa, más alegre cuando acepto. Él me dedica un "Gracias, eres la mejor" antes de besar mi mejilla y largarse a paso rápido.

Pero eso no borra el ardor que me quema por dentro.

Amanda. ¿Cómo no iba a buscar él que justamente ella no faltara?

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El extra de Blake tendrá que esperar un par de capítulos más porque ahora mismo no encaja con la trama:(

Si puedo, os subiré otro antes del domingo, pero entre la edición de EIEMB, el cursillo de monitora, las reuniones familiares, festivos y estudiar para los exámenes de enero...#LoQueSePueda

Una cosa más antes de irme...os reto a encontrar en el capítulo 32, la frase exacta en la que poner #QUEARDA y llenarla con ese hashtag ;) -sé que la identificaréis🌚-

¡Un beso!


—Lana 🐾

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