
Capítulo 29 - Un primo torpe, un oficial agradable y un abogado de familia
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Canción en multimedia: Billie Jean — EDEN
Capítulo veintinueve — Un primo torpe, un oficial agradable y un abogado de familia ღ
Ni siquiera tengo que esperar, mi tío no tarda en responder, un gran alivio recorriendo mi cuerpo al volver a escuchar su voz quien, debiendo de creer que era mi padre, no tarda en lanzar su frase.
— ¿Ya se lo has dicho?
Me doy un segundo para reaccionar— ¿Decir qué a quién?
Se crea un silencio al otro lado de la línea antes de que él terminara la llamada. Vale que yo no era su hermano, pero tampoco era para colgarme así. Antes de poder volver a marcar el número, el teléfono vuelve a sonar.
— ¿Alisson?
Ruedo los ojos.
— ¿Tío Joe?
— Yo —él vacila—. Hola.
— Hola —río ante la forma en la que a él le es tan fácil perder la seriedad, habiendo al resto dudar de la autoridad que su rango le da. Todavía deseo que mi padre pudiera ser igual, solo que él siempre actúa según su cargo—. ¿Está Aaron por ahí?
— Oh, era por eso.
Asiento como una idiota antes de darme cuenta de que él no podía verme. En ese momento quiero golpearme.
— Lo siento, Allison, pero él no está aquí. Puedo pasarte el número de su academia, si llamas antes de quince minutos todavía podrían pasarle la llamada.
— Perfecto.
Tras pasarme el número, suelta un par de preguntas acerca de mi estancia en el lugar, preguntas que no dudo en responder con la verdad. Es curioso cómo veo más al tío Joe como un padre que al mío propio. Después de despedirme, todavía puedo escuchar las palabras con las que ha tratado de que la relación padre e hija del Coronel y mía no terminara de romperse. "En estos momentos, Joseph se preocupa más por ti que por sí mismo" Ojalá pudiera llegar a creérmelo.
Jugueteo con el pequeño papelito en el que he apuntado el número antes de marcar y dejarlo en altavoz. No tardan en responder, una voz monótona y grave presentando la academia a la que he llamado. El fina, un abierto "¿en qué podemos ayudarle?"
— Llamaba para hablar con uno de sus estudiantes, Aaron Carter.
— ¿Estudiante? —repite la persona al otro lado, lo hace casi con burla. Ruedo los ojos, no tenía ganas de sentirme mal por no haberme aprendido el vocabulario que ellos utilizan—. Por favor, no cuelgue la llamada.
Con eso, comienza una lenta musiquita que no tarda en ponerme los pelos de punta. Con el reloj de pared que cuelga en la pared frente a mí, no pierdo la cuenta del tiempo que pasa. Diez minutos completos con una música tranquila que se repite cada escasos segundos, logrando una molesta creciente en mí que amenaza con hacerme tirar el teléfono lejos.
— Hola, padre —escuchar la voz de mi primo después de tanto tiempo me hace quedarme en blanco. Está tan cerca de ser un golpe de realidad que mis manos tiemblan sobre el escritorio—. Sea lo que sea que te hayan dicho que he hecho, bueno, probablemente sí lo haya hecho, pero prometo que no es tan malo como parece.
Su respuesta me hace darme cuenta de todas las veces que su padre debe acostumbrar a llamarle para asegurarse de que todo le vaya bien. Lo hace como cuando le seguía a través de las escuelas militares a las que estuvo yendo y a la primera academia a la que asistió. Eso sí que es un padre, no la parte de acompañarle y volverse instructor allí, pero sí preocuparse por su hijo como Tío Joe hacía.
— Creo que te has equivocado de persona.
No puedo evitar sonreír, mis labios curvándose por completo tratando de igualar la felicidad que amenaza con sacarme el corazón del pecho. Aaron mantiene un corto silencio, deja la línea sin sonido por tan pocos segundos que el hecho de que se me hagan eternos lo dice todo.
— No puede ser. ¿Eres Ally? ¿Mi Ally?
Sabía que él reconocería mi voz con gran facilidad. Cuando vuelvo a hablar dejo que las palabras fluyan en una frase que no me doy cuenta de todo lo que necesitaba decir en voz alta hasta que lo hago.
— Ojalá estuvieras aquí.
— Nada de sentimentalismos, Alisson Carter —comenta con diversión—. Tienes mucho que contarme y yo poco tiempo de llamada así que prioricemos, ¿qué tal van las cosas con Joseph?
Se me hace tan extraño escuchar el nombre de mi padre en vez de que sea tratado como Coronel que tengo que pestañear un par de veces para volver a la realidad. Volver a esa realidad donde él no está cenando con mamá y conmigo, en casa, comportándose como un padre de verdad. Paso una mano por mi frente.
— No demasiado bien.
— Va a mejorar, Ally, te prometo que lo hará.
Suelto un profundo suspiro, él no puede cumplirlo y ambos lo sabemos. Sin querer mantener mi mente en ello, busco algo para salir de ahí.
— Hace poco nos dijeron que vendrían veinte de vosotros en un par de días.
— Oh, el intercambio —recuerda él—. Sí, de aquí van seis ¿Por qué?
— ¿Eres uno de ellos? —El aire se queda en mis pulmones, a la espera de una respuesta. Ese gesto provoca que el sonido del latir de mi corazón se escuchara con más dureza en mis oídos.
— Ni siquiera me apunté.
Bajo la cabeza, llevando las manos a mi pelo para empezar a enredarlo en una desordenada trenza al no poder mantenerme quieta por más tiempo. Se me encoje el estómago al ver cómo mis esperanzas de tenerle de vuelta aunque fuera por unos días son pisoteadas.
— Quise apuntarme a ser yo quien eligiera un cadete de vuestro internado para poder traerlo, para que fueras tú —Podría jurar, por su silencio, que él estaba haciendo una mueca en ese mismo momento—. Pero estrellé una avioneta la semana pasada y me sacaron del programa.
Palidezco por completo—. ¿Qué? ¿Tú estás bien? ¿Saliste herido?
Él ríe de manera casi nerviosa, avergonzado.
— Ni siquiera había ascendido más de cinco metros así que yo salí bastante bien. Fue como una de esas atracciones de agua en la que caes, solo que, bueno, sin agua.
Me muerdo el labio con fuerza, solo él podría encontrar divertido algo así.
— ¡Espera! —grita bruscamente—. Tengo un amigo que se había apuntado, lleva un año más que yo aquí, pero puedo decirle que... ¿Tú estarías dispuesta a venir aquí? Los entrenamientos son duros, realmente duros. He estado en una escuela militar y ni se compara, tendrías que estar en muy buena forma para aguantar.
— Aguantaría —miento descaradamente. Lo que sea por poder pasar unos días con mi primo. Sobre todo ahora—. ¿Podrías hacer que fuera?
— Yo puedo comentárselo, lo que no sé es si aceptará. De todas formas, si haces bien el examen físico, eso ayudaría. Ya tienes muchas posibilidades de ser elegida por ser hija del Coronel Carter.
Que su nombre me abra puertas no hace más que quemarme por dentro. Dejo la trenza que estaba haciendo para después deshacerla y apartar la mirada del teléfono.
— Lo haré lo mejor que pueda —todavía me quedaban seis días, me mataría a entrenar si hacía falta. Ni loca desperdiciaría la oportunidad de volver a ver a mi primo—. ¿Cómo se llama tu amigo?
— Voy a pedirles el favor a más de uno así que no quiero que te quedes con ningún nombre por ahora. Alisson, tengo que colgar.
— Espera, pero... —pero no hemos hablado de nada de lo que quería hacerlo. No he logrado distanciarme de la realidad, los pocos minutos de conversación no han sido suficiente. Quiero decir tantas cosas que mi cabeza parece a punto de estallar, y en lugar de decirlo niego, casi esperando a que todo desapareciera—. Te quiero, Aaron. Suerte allí.
— Haré lo imposible para que te elijan, lo juro.
La línea se queda en silencio luego de que él colgara. Después, un suave pitido se extiende a través de los altavoces recordándome que él ya se había ido y obligándome a colgar también. Me encojo en el asiento de mi padre cuando lo hago, rodeando las rodillas con mis brazos y apoyando mi barbilla sobre estas.
En este momento olvido a mi padre y a su comportamiento. Alejo a Blake de mis pensamientos, al igual que a las chicas de mi cabaña. Y lo sé. Sé en este momento que un solo minuto ya no es tiempo que perder. Saco una gran fuerza de voluntad de la idea de volver a ver a mi primo, de pasar unos días con él. Lo pongo como meta y me levanto. Aunque Blake no estuviera aquí el sábado conocía a alguien que sí lo estaría. Alguien casi tan estricto como mi compañero solo que con un peor genio. Y yo iba a encontrarle y pedirle que me llevar al circuito que una vez me enseñó, rogarle para que me hiciera mejor cadete.
Porque, lo bueno del Oficial Garret es que puede ser todo lo hijo de puta que le plazca, pero es bueno en lo que hace. Me fuerza hasta mi límite porque sabe que si me mantengo en una zona de confort no mejoraría, no tan rápido. Me pica y molesta, haciéndome rabiar y gritándome logrando que yo sacara fuerza de las ganas de demostrarle que se equivoca cada vez que me trata como a una chica inútil. Lo sabe. Sé que lo hace. Al igual que sé que es la única persona que ha logrado que me entrara a la cabeza que es mejor cumplir que rechistar, después de todo, quejarme no cambiaría nada.
(...)
— ¡¿A qué está esperando?! —Tengo que empezar a pensar dos veces antes de actuar. Ahora mismo quiero encontrar una pistola y amenazar a mi yo del pasado por la estúpida idea de pedir la ayuda a mi instructor quien, habiendo tardado en ceder, me mantuvo por horas en el circuito. En la segunda parte del circuito que aún no había llegado a pisar y donde ahora me encontraba, subida a un muro de más de tres metros al que he subido gracias a una cuerda y sin atreverme a saltar al otro lado para bajar—. ¡Salte, cadete!
El aire parece más frío, cortante. Mi pelo, recogido en una coleta alta tras una amenaza del instructor acerca de que me lo terminaría cortando de mantenerlo suelo, golpetea contra mi cuello. Mirar hacia abajo no ayuda.
— ¡Salte y flexione las putas rodillas al caer! —Brama, cabreado tras los tres minutos que me he pasado sentada en la parte superior. Tengo la sensación de que voy a romperme algo de saltar desde aquí. Al menos, me torcería el tobillo o me haría un esguince, de eso estoy tan segura que palidezco al saber que no tengo otra opción—. O salta en menos de diez segundos y yo mismo subo a empujarla de ahí.
No sería capaz.
— Uno, dos, tres, cuatro —empieza a dar pasos hacia la cuerda que hay detrás de mí, asegurándose de que esta no se rompa bajo su peso al darle un fuerte tirón. Entonces se acomoda para subir—, cinco, seis, siete —está subiendo, acercándose de tal forma que sé que es completamente capaz de empujarme si quisiera—, ocho, nueve.
Llego a sentir su presencia detrás de mí antes de mirar al suelo y mandarlo todo a la mierda. Salto, recordando el único consejo que él me ha dado que fuera realmente útil "flexiona las putas rodillas al caer". Lo hago, logrando recomponerme en tan poco tiempo que haber salido completamente ilesa todavía me sorprende. El Oficial pronto cae a mi lado con una destreza sorprendente.
— A caer se aprende cayendo. Ahora repítalo.
No me quejo, no rechisto. Hago lo que me ordena, subiendo a través de la cuerda y saltando una vez estoy arriba tantas veces como puedo antes de empezar a sentir un dolor en los tobillos en aumento por el número de veces que he apoyado con fuerza mi cuerpo sobre estos. Lo hago hasta que, en uno de mis intentos y habiendo tomado una gran confianza tras las buenas caídas anteriores, pierdo el equilibrio mientras que paso de asegurarme sobre el muro. Mi pie golpea la parte superior y, cuando quiero darme cuenta, estoy extendiendo las manos como si eso pudiera parar el golpe que no tarda en llegar. El aire sale de mis pulmones con un agonioso gemido. Más de vergüenza que de dolor. Cierro los ojos, cuento hasta cinco y vuelvo a abrirlos.
El Oficial extiende una mano para que la tome, ofreciéndome su ayuda para ponerme en pie. No la tomo.
— Lo haré mejor —logro decir, sintiendo la molestia creciendo en mi cuerpo después de la caída, al menos la arena bajo mis pies había amortiguado el golpe. No tomo su mano, poniéndome en pie por mi cuenta y sacudiendo la suciedad de mi ropa.
— Demuéstrelo —lo deja salir con tal tranquilidad que no parece él. Fuerzo una sonrisa, tratando de ignorar la molestia en mi hombro derecho. Se iría pronto.
— ¿Se ha ablandado, oficial?
Él entrecierra los ojos hacia mí como única advertencia—. Tienes potencial, si lo explotas por tu cuenta no tengo por qué ser yo quien te presione.
Si no fuera imposible, podía haber jurado que había amabilidad en el tono empleado. Algo que se borra tan rápido como ha aparecido, bajo una orden ensordecedora para que yo me moviera hacia los siguientes obstáculos. Tragué saliva, sintiendo la necesidad de bromear.
— ¿Las escaleras no suelen ponerse en vertical y a la altura del suelo?
El Oficial gruñe, señalándolas una única vez y yo tuve que asentir. Como esperaba, pasar de un extremo a otro con el cuerpo a distancia del suelo y únicamente sujeta por las manos, teniendo que pasar de barra en barra, me hizo caer antes de llegar a la tercera. Las palmas de mis manos ardían, tenía que ser una broma.
No estoy segura del tiempo que pasa hasta que logro cruzarlo por primera vez, me dejo caer en el otro lado con una sonrisa victoriosa sobre mis labios y le dedico un sonoro "¡Lo he hecho!" a mi instructor. Mismo que hace una mueca ante mi entusiasmo, burlándose de él antes de obligarme a repetir.
Y lo hago.
Lo hago hasta que paso dos veces más y mis hombros empiezan a doler, mis brazos cada vez más débiles y obligándome a soltarme cada pocos segundos. Con eso, el Oficial decide darle el punto final al entrenamiento. Estoy sudando para entonces, mi camiseta gris con manchas oscuras en las zonas que ahora se adhieren a mi piel.
— No olvide entregarme el informe antes de que anochezca.
Jadeo en busca de aire, tratando de recuperar la compostura—. ¿Qué informe?
— El de la misión.
— ¿Qué misión? —La cabeza me da vueltas.
Él deja escapar un gruñido entre dientes—. Se han llevado a su compañero para el día de misiones, ¿qué ha estado haciendo a la mañana si no era buscarle?
Oh, mierda.
— Tendrá el informe —logro decir, volviéndome hacia la puertecilla del circuito y avanzando todo lo rápido que mis piernas cansadas me lo permiten. Me imagino a Blake habiendo sido abandonado en la cueva en la que me dejaron a mí, no teniendo nada mejor que hacer que perderse en sus pensamientos mientras que cree que yo le estaría buscando. Son las siete de la tarde, no he comido, y tampoco me había preocupado por su ausencia. Al menos, no desde que Johnson me dijo que estaría con Amanda.
Una parte de mí quiere reír malévolamente al darse cuenta de que esto no le permitiría pedirle salir a la chica como Johnson me contó que había estado planeando. Otra siente pena porque sabe que no soy capaz de terminar esto y que, probablemente, Blake tendrá que pasar la noche en el lugar en el que le hayan dejado hasta que su instructor fuera a buscarle. Además, perderíamos puntos por la misión fallida.
La misma parte de mí que recuerda las palabras de Johnson es la que me incita a tomarme el tiempo con calma. Me doy una necesaria ducha, termino de secarme el pelo y me cambio de ropa a unos leggins oscuros y sudadera gris además de mis deportivas rosas fosforitas. Algo cómodo para pasar un sábado. No es hasta que estoy lista, con la ropa que había usado en la bolsa de aquellas prendas que mañana tendré que lavar, que salgo de la habitación y echo a correr hacia el despacho de mi padre para que este me entregara la información necesaria para, al menos, saber algo de Blake. Me siento tan mal por ni siquiera haberme dado cuenta que me prometo encontrarle. Tarde lo que tarde.
Mi padre no está solo cuando llego a su despacho, el señor Gallager, un hombre algo mayor de pelo canoso y gafas cuadradas además de abogado de la familia, queda en la silla de visitas del despacho del Coronel. Él es uno de los pocos abogados en el que mi padre confía y verle aquí únicamente me advierte de que van a terminar todos los trámites que incumbían a mi madre. Eso logra hacerme vacilar antes de acercarme a ellos.
— Coronel —llamo, él palideciendo al encontrarme cerca. Mi padre parece cansado, quizás sea esto lo que le ha estado poniendo un peso extra sobre los hombros los últimos días, no es fácil tener la fuerza suficiente para arreglar todo lo que eran los bienes de mi madre y traspasarlos además del seguro y demás. Trago saliva, tratando de ignorarlo antes de saludar cortésmente al abogado y volver a centrar mi atención en el Coronel—. Necesito las pistas sobre el paradero de mi compañero.
Él se recompone rápido, irguiéndose antes de pedirme que les acompañe a su despacho y sacar un pequeño sobre marrón del primero de sus cajones. Me lo tiende.
— Usa los ordenadores de la biblioteca —me aconseja antes de volver a tomar asiento.
Dándole una última mirada, asiento, dispuesta a irme.
— Siento lo de su madre —hay lástima en las palabras del señor Gallager, una lástima que no quiero. Agradeciéndolo con toda la falsedad que puedo, salgo del lugar, directa a la biblioteca. Todavía tenía cinco horas para encontrar a Blake.
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¿POR QUÉ HABÍAIS DESCONFIADO DE MI BLAKE-SITO? ¿EH? ¡¿EH?! Al pobre se lo llevan para los sábados de misiones y todo dios queriendo matarle. Ay:(
Para las personas que amáis a Aaron sin siquiera haber salido en la historia... ¡LOS DOS LOCOS VAN A REENCONTRARSE Y CREAR EL CAOS MÁS ABSOLUTO!
Y, voy a alimentar un poco las sospechas de las personas que habéis leído EBBEMA... Aaron está en las fuerzas aereas y... ¿a quién más le gustaban los aviones? :D
#Blamanda4Ever.
Me imagino a Alisson buscando a Blake tal que así:
Tengo buenas y malas noticias. Las buenas es que ¡eh, hoy es martes y hay capítulo! ✓Las "malas" que, en navidades además de dedicarle tiempo a los estudios porque esta chica tiene exámenes todo enero JAJAJA matarme. Bueno, el tiempo que tenga de sobra pretendo dedicárselo casi exclusivamente a reescribir EIEMB (que no he tenido tiempo de terminar) y luego editarlo nuevamente -ya sin quitar capítulos-. Además de que, de tener tiempo, también quisiera editar EBBEMA (Sin quitarla de wattpad, no os preocupéis) Así que mi idea inicial de subir dos capítulos por semana en navidad o extras en días especiales tendré que dejarla a un lado X
Así que, a partir de hoy solo habrá capítulo los *badabum* domingos. Es decir, no capítulos sorpresa (hasta enero/febrero) :(
SAAALLLLVOOOOO, quizás un capítulo especial que subiré el 25. Un pov Blake probablemente *guiño, guiño*
— Lana 🐾
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