II
Mi pesar aumentaba cuando se acercaba el día de irme al mundo real, a esa realidad que odiaba, allí donde todos juzgan y se creen mejores , donde las populares son malvadas con chicas como yo, la realidad donde no tenía ni siquiera un solo amigo...
Para mi salida, no permití que en el centro avisaran a mis padres, quería darles la sorpresa de verme llegar a casa "recuperada" y así lo hice. Ellos me recibieron felices, mamá lloró muchísimo de felicidad y mi papá solo repetía lo orgulloso que estaba de mí, cosa que me ponía muy intranquila porque yo sabía que no estaba del todo bien, por otro lado, mi hermano era quien alegraba mi vida, con esa hermosa sonrisa y esos besos que me daban fuerzas, él era lo más maravilloso que tenía.
Pasaron los días y yo no quería salir de casa, no me sentía preparada para salir al mundo. Hice mis preinscripciones por internet para la universidad, y en vista de que no tendría que asistir sino hasta el próximo año, no me preocupaba.
Una de tantas tardes en donde mis padres insistieron en dar un paseo me tocó acceder, pues mi hermanito me hizo ojitos de borrego y no pude resistirme a sus encantos.
—Viste, Sofi, qué chévere es ir al parque a jugar —comentó pegado a mí como un chiclecito.
—Sí, enano, la pasé muy bien, gracias por sacarme de casa. —Lo abracé y acaricié levemente su cabello.
Caminamos un poco más y como era de esperarse, mamá sugirió ir a comer, ya me habían hecho comerme un helado y de verdad, no sé cómo pude librarme para tirarlo a escondidas, porque el dulce aún no entraba en mí, no tan rápido como la comida salada.
—Hija, recuerdo lo mucho que te gustaba la pizza.
—¡Pizza, mamá! —exclamé con fastidio.
—Inténtalo, mi niña —animó mi padre.
Pidieron la pizza y no pude comer más que una porción bajo la atenta mala cara de mi madre. Al terminar, compraron algo de postre y volvimos a casa. Una vez allí, fue nuevamente el mismo tema, ellos me obligaban a comer torta, no me apetecía y no lo entendían, estaba mejor en el centro, la verdad. Fue tanta la insistencia de los tres que terminé por comer mucha torta de chocolate, pero fue cerrar la puerta de mi habitación y los fluidos estomacales salieron de mí sin permiso alguno, y no fue todo, lo que sucedió después sí que fue extraño.
No sabía el porqué, pero luego de expulsar todo lo que había comido me sentía mejor, me sentía diferente, me gustaba esa sensación, me gustaba tanto... que me resultaba inquietante.
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