Capítulo 37 - "Inesperadas compañías"
Capítulo 37 — Inesperadas compañías. ♡
Angie.
—No crees que Ángel está actuando raro —le menciono a Sofía que estaba a mi lado.
Ella levanta la mirada del menú y mira a la castaña que estaba sumida en su teléfono.
Arruga su entrecejo.
—Hace rato esta con su celular en las manos, me parece que no sabe siquiera que estamos acá.
Sofía todavía estaba inspeccionando a Ángel. Luego abre los ojos por un movimiento que hizo la castaña, le sonrió a la pantalla.
—Oh Dios mío... ¡Terremoto! — grita y empieza a mover la mesa con fuerza, por suerte todavía no nos traían los helados.—¡Terremoto!
—¡Sofía, basta! —le grito después de sentir todas las miradas de la gente de alrededor, algunos molestos por asustarlos. Les doy una mirada de disculpa y me giro a Ángel. —¿Dónde se metió? —le pregunto a Sofía al no encontrar a Ángel.
La risa escandalosa de Sofía me hace rodar los ojos. En la orilla de la mesa aparecen los ojos de Ángel, asustados.
—¿Ya pasó? —pregunta con cautela.
No puedo evitarlo y también me uno a la risa de Sofía.
Estaba tan metida en su celular que no notó que era mentira.
—¡Estúpidas!
Se recompone en su lugar y deja el aparato a un lado. Sus mejillas estaban un poco sonrojadas.
1:El sonrojo por ponerse debajo de la mesa cuando era broma de Sofía.
2:Por el motivo de con quién estaba hablando.
Podían ser dos opciones, la segunda un poco increíble.
Eso me hace dudar.
La mesera viene a pedir nuestro pedido e irse otra vez a prepararlos.
—¿Por qué lo hiciste? —le cuestiona Ángel.
—Es que era de no creer lo que habías echo.
—¿Que hice?
—Le sonríeste al celular, ¿Con quién hablabas? —pregunto interesada y con media sonrisa.
Ángel se remueve incómoda ante nosotras con su entrecejo fruncido, pareciendo molesta e indiferente. Pero sé muy bien que intenta no mostrar ninguna emoción, no entiendo como lo hace.
O por qué lo hace.
—Con una persona claramente, no sería con algo.
—¡No te vengas a hacer la sarcástica ahora, Halsey! —le digo rodando los ojos.
—¡Oh, no! No me digas que es ese nalgón que vimos la otra vez... —casi lo grita Sofía, estaba emocionada.
Rio por ese apodo.
Ángel abre sus ojos con exageración y toma del helado.
—¿Y vos por qué estás tan feliz, Angie? —pregunta de repente mirándome acusadora.
Frunzo el ceño.
Entiendo que quiere cambiar de tema.
Pero tampoco es que eligió el tema adecuado.
—¿Feliz? Para nada, exageras... —respondo con el rostro neutro.
Sofía ríe. —Ustedes con una historia de amor, mientras yo seré la solterona del grupo... — se lamenta llevando una mano a su pecho, con indignación.
—¡Oh, cállate! Nick no está nada a mal.
Miro por el rabillo del ojo a Sofía y estaba inconforme mordiendo su labio.
—Querida, estas pisando terreno peligroso — le advierto a Ángel y ella ríe.
En la mañana del Lunes, mamá no estaba en la casa pero me despertó con un saludo y prometiendo que cuando llegara iríamos de compras. Tengo que lavarme la cara dos veces al verla tan diferente ahora.
Largo un suspiro de victoria cuando encuentro mi falda favorita, era de color crema y llegaba tres dedos arriba de mi rodilla. Junto a un top blanco y unas vans color claro.
Mi cabello lo dejo rizado sin hacerme esas estresantes ondas.
Y estoy lista para irme a la escuela.
—Angie, ¿no desayunarás?
La voz melodiosa y dulce de Marta me hace voltear con los ojos muy abiertos, claramente muy sorprendida.
No aguanto mucho en que corra a abrazarla y sintiendo como ríe, también abrazándome.
—¡Oh, Marta! Te extrañe mucho — le digo muy emocional.
—Mi niña, también te extrañe —contesta acariciando mi cabello.
Me separo de ella para mirar su pierna con preocupación. —¿Ya estas bien del tobillo? Si no, no era necesario que vinieras.
Marta es la cocinera de la casa, mamá la contrató un año antes que sucediera lo del divorcio y ella cuidaba de mí cuando mi madre se desaparecía. Le tomé mucho cariño como una segunda madre, Marta tiene 51 y pronto se va a jubilar. La extrañaría muchísimo cuando suceda eso, pero se merece un verdadero descanso.
Y en este tiempo no estaba presente porque antes que pasara lo del incidente, Marta se doblo el pie al bajar el último escalón, es unos centímetros más alto que los de arriba.
—Ya estoy bien, mi niña. Mucho mejor, estos días lo tomé como unas vacaciones así que regreso con todo. —responde con una sonrisa que me convence. Mira su muñeca y abre los ojos. —Tienes que irte, se te hace tarde.
Hago un puchero, tenía muchas cosas que contarle, sé que no me tomaría como una loca. Marta sería una de las primeras personas con quién hubiera contado semanas antes.
Le doy un beso en la mejilla y salgo por la puerta principal, espero unos segundos al chófer.
Lo saludo cordialmente y me lleva lleva al instituto. En cuanto llego me bajo despidiéndome.
Las miradas no se hicieron esperar, ya todas estaban sobre mí. Admito que antes me llegaba a gustar, sentía esa atención que en casa no y me satisfacía.
Ahora me hace sentir intimidante e intento evitarlas.
Aunque sé que este motivo no era nada comparado a los otros.
No tardan en ponerse a mi lado Ángel, Sofía y Mikal, y me siento reconfortante.
—¿Que hay? — saluda la pelirroja masticando un chicle exageradamente. —No te molesta que estemos contigo, ¿verdad? —pregunta de repente con desconfianza.
Me encuentro unos segundos desoriendata. ¿Molestarme sus presencias? Justo hace unos minutos me estaba sintiendo sola nuevamente.
Niego con rapidez con la cabeza mientras les sonrío.
Engancho la reluciente y hermosa sonrisa de Mikal y me quedo embobada. De pronto de borra mirando atrás mío.
—Parece que a algunos sí —menciona con el ceño fruncido.
Ángel gruñe. —Esas perras...
Me giro confundida y veo a Roxana y a unos pasos atrás, Lucy.
Venían a paso rápido.
—Oh oh... — escucho a Sofía.
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