La noche de mi muerte
fue oscura y fría,
el viento aullaba entre las tumbas vacías.
No había nadie que me llorara
ni me despidiera.
Solo el silencio de la eternidad
me esperaba.

Me arrastré hasta mi fosa
con el último aliento.
Dejando atrás un mundo
de dolor y sufrimiento.
No tenía esperanza, ni fe, ni amor,
solo el vacío de mi roto corazón.

Me cubrí con la tierra
que era mi lecho
y cerré los ojos que ya no verían más.
No sentí miedo, ni pena,
ni remordimiento.
Solo el alivio de dejar de existir.

La noche de mi muerte
fue el fin de mi tormento,
el inicio de mi descanso en el olvido.
No hubo luz, ni ángele, ni dios.
Solo la oscuridad de mi destino.