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Demasiado bueno para ser humano (más que cuento, fragmento)

El cuarto está pintado de amarillo: un amarillo que el rubio mayor detesta y al rubio pequeño le encanta. Ese tono canario que el niño suele llamar "amarillo Piolín", porqué ama a Piolín.

Y algo que Jacke siempre piensa es: si el cuarto no estuviera pintado de tan horrendo color, sería mucho más fácil para Dylan conciliar el sueño.

El chiquillo da un brinco sobre la cama y el más grande rueda los ojos por decimosexta vez en la noche.

—¡Ya! ¡A dormir! —dice el joven, con un intento más que patético de voz autoritaria.

Su pulga dorada ríe, levanta el dedo corazón. Da otro brinco en la cama y luego arroja un cojín que Jacke jura haber tirado a la basura unos días atrás. Suspira frustrado, y no sabe si la razón es porqué Dylan se resiste a dormir o porqué, de nueva cuenta, ha jugado al tesoro escondido en los contenedores de basura.

Al verle esa la cara, Dylan solo atina a reír con más fuerza.

Es un bebé escandaloso (siempre lo ha sido), pero hasta el joven tiene una escala límite para los decibeles dylanescos que puede tolerar al día. En este momento, la cifra se encuentra en números rojos.

La 1:34 a. m. Martes, 21 de octubre, 2014.

Otro suspiro, otra carcajada, y el impulso creciente de meterle un fregadazo para que se aplaque. Tres saltos más. Risas, gritos y ruidos típicos de un infante de cinco años, pero emitidos por uno de nueve. El mayor sabe que no hay nada malo con el físico de su pequeño, sin embargo, el hecho de que su cuerpo se desarrolle de esa forma tan lenta, le da más preocupación de la que debería.

Dos rebotes a la cama, y Jacke piensa, de forma seria, la posibilidad de llevar el insomnio por defecto en la genética.

—Dylan, —de verdad suena cansado—, es hora de dormir. 

El rubio pequeño mira a su cuidador con los ojos bien abiertos, y Jacke sonríe sin darse cuenta, al apreciar esas orbes de tono azul Brownstone que comparte con él y con unas cuantas generaciones pasadas. Puede jurar jamás haber visto tanta pureza reflejada en ese color.

A diferencia de lo que espera, esta vez Dylan se acerca a él. Sus piecitos conservan uno de los dos calcetines con estampado de mariquitas. Sus cabellos rubios parecen un estropajo, pero ya están libres de piojos.

Antes de que el niño haga algún otro movimiento, Jacke lo apresa entre sus brazos.

Berrinche.

—¡No tengo sueño! ¡No quiero dormir! —grita, y su voz estridente taladra los oídos de quien, ahora, lo lleva cargando en dirección a la cama.

El chico trata de calmarlo con suaves palabras:

—Dormir es necesario, si no lo haces te puedes enfermar, entonces tendrán que inyectarte para matar el bicho.

En ocasiones, el resto de las personas con las que comparte vivienda le preguntan, de forma no irónica, el secreto para nunca perder la paciencia.

—¡Dormir es para putos!

Todos, a excepción de Sadman, le han preguntado aquello al menos una vez.

Llegando a la cama, se acuesta junto a su pulga, quien parece seguir molesto, aunque ya no ejerce resistencia.

Hace frío. Dylan ama el frío casi tanto como ama a Piolín. Jacke es friolento hasta los huesos, así que ha traído un cobertor pachoncito con estampado de Pikachu, de suficiente tamaño para abrigar a ambos. El niño tiene el ceño fruncido y no quiere voltear hacia Jacke pero en su mente admite que le encanta ese cobertor, porqué también ama a Pikachu, como ama a Piolín, como ama al ángel rubio que lo está acunando sobre su regazo.

El chiquillo se acurruca en el pecho de su hermano; sus ojos siguen en resistencia al sueño, pero se ha resignado a que debe permanecer quieto. El mayor estira su brazo, apaga la luz, enciende la lamparita de noche.

Ninguno de los dos dice palabra alguna. 

Cuando Dylan era un bebé, (uno de verdad, uno de ocho meses) no le costaba quedarse dormido. Era un don su habilidad para conciliar el sueño entre tantos gritos, gritos a todas horas, todos los días, de todas las personas que vivían ahí.

Jacke no logró pasar una noche tranquila, no en esa casa, no desde los nueve años. Y Dylan dormía con tanta calma que, en ocasiones, el mayor sentía envidia.

Con Everin pasaba algo muy diferente: a ella le daba terror cerrar los ojos siquiera; algo que ninguna niña de doce años debería sentir, mucho menos cuando hay un hombre mayor de por medio. El bastardo decía que ella era suya.

Por eso, él no la culpa de haber escapado a la primera oportunidad, solo le duele el hecho de no haberse despedido. Suya suya suya suya suya suya suya. Quizá, era un trato justo, por fallar siempre en sus intentos de protegerla.

Después de dos años, Jacke también escapó: con Dylan en brazos y Sadman a su lado. El bastardo también quería a Dylan. Ese día corrieron como jamás lo habían hecho. Corrieron sin que importase nada. Jamás le permitiría lastimar a Dylan. No se detuvieron, aun cuando sus piernas dolieran y sus pulmones parecían aspirar puños de tierra. Jamás jamás jamás jamás jamás jamás.

Cada uno iba escapando de su propio infierno, aunque Sadman no llevaba a su hermano pequeño en brazos, pues este ya no se encontraba con él, desde hace un largo tiempo.

Horas después, en el vagón de carga de un tren rumbo a la capital, dos niños dormían, abrigados por varios pliegos de papel periódico; en medio de ellos estaba un pequeño rubio, envuelto en un trío de cobijas viejas que lo mantenían en calor.

Cuando contaba con nueve años, Jacke se convirtió en adulto, para que su hermanito pudiera crecer como un niño. No tuvo elección, Dios no fue tan benévolo.

La voz del mayor canturrea una vieja nana pese a que no  cayó en cuenta del momento en que empezó a cantar.  Las 2:43 a. m. y los ojos de Dylan por fin se han cerrado, los de Jacke se cerraran en un par de minutos más.

Ambos hermanospodrían considerarse como los únicos del linaje Brownstone que han desobedecido la tradición familiar. Ambos están consientes de ello, y aún se cuestionan si es un punto a su favor o en su contra.

Sin embargo, mientras Jacke tenga en su regazo a Dylan, y Dylan tenga las caricias mimosas de Jacke, saben que todo estará bien.

Que bonita sensación de que todo saldrá bien.











Una breve muestra de lo que pasó con los hermanos Brownstone, los del capitulo anterior. Más que cuento, es un fragmento, es parte de Dosificado (o "Dosed", en inglés).

¿Qué les digo?, ese par son todo lo que esta bien en este mundo.

:)(:

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