Eternal
Se quedaron estancados en la misma posición durante lo que parecía una eternidad, un silencio tanto reconfortante como indeciso entre dos facetas, dos caras de una misma moneda . Rachel se aferraba a su cuerpo como si de ello dependiera su vida, juntando más sus seres siempre que descansaba su vista en algo que reflectara su imagen . Él lo sabía. Sabía que siempre que ella observaba su reflejo no era a ella misma a quien veía, sino a aquello que se veía incapaz de aceptar como propio.
Y cada vez que Raven veía a Lenore en su reflejo, cada vez que se aferraba más fuertemente a él se le rompía un poco más lo poco que ella había logrado rescatar de su inerte corazón. Pero el tiempo había pasado a pesar de no ser capaz ninguno de distinguir si fueron minutos, horas o quizás días en los que estuvieron abrazados. Damian la miró a los ojos, que volvían a su típico y hermoso amatista con safiro, a pesar de parecerle un poco más fuerte la presencia del escarlata en sus pupilas ahora contraídas notablemente.
Su mano viajó leguas hasta encontrarse con su rostro, y ella se permitió descansar en la callosa carne, en cerrar sus ojos y liberar todos o gran parte de sus miedos en un suspiro. Un lujo que ninguno había podido disfrutar en lo que parecían milenios. El tiempo parecía eterno junto a ella, Damian deseaba protegerla, ser su escudo y columna en estos duros tiempos que se avecinaban. Pero ni siquiera él podía protegerla cuando en contra de lo que luchaban era justamente ella misma.
El tiempo se detenía para ambos, y los ojos de Raven ya no se atrevían a mirar el reflejo hiriente de los cristales o metales de su habitación. Damian sabía que era mejor mantenerla alejada de dichos objetos, es por eso que se separó a regañadientes de ella, y buscó y recogió todo aquello que pudiera devolverle la mirada.
Volvió a encontrar su camino junto a la joven una vez terminada su tarea , y con una mirada y un silencio le dijo que por mucho que doliera, él debía irse. Y es que la familia de la rota chica continuaba detrás de la puerta, llorando, lamentando y preguntando.
Damian dejó a Rachel acostada en una esquina de su habitación, escondiéndose entre las sombras. Y por un instante se imaginó a sí mismo volviendo junto a ella y abrazándola durante sus sueños, justo como solían hacerlo en la seguridad de su habitación en la torre . Pero recordó entonces a Alice y a los niños, y cerró la puerta lentamente a sus espaldas. Al bajar con los inocentes espejos en sus manos les pidió que mantuvieran la calma, y les explicó que debían intentar alejar cualquier objeto reflectante de ella, así como darle su espacio hasta que Rachel decidiera que estaba lista para enfrentarse a si misma, o al menos para abandonar su habitación.
Aún lloraban, y él les dijo con toda la simpatía que era capaz de destilar que se mantuviesen fuertes, que esta no era la primera vez que aquello ocurría, y que estaba lejos de ser la última.
—Ella dijo... —habló Alice entre lágrimas—. Ella dijo que tú la ayudaste antes... Y que eres el único capaz de ayudarla ahora... Dime... ¿Cómo la conoces tan bien? ...¿Por qué... por qué sabes tanto de ella? ... ¿Cuando ella habla con su propia familia? ...¿Por qué te dice a ti las cosas que debería contarle a una madre, una tía?... ¿Por qué confía más en ti que en nosotros?... Por qué cuando está contigo es ella misma... ¿En lugar de la chica que pretende ser conmigo?
Damian permaneció callado, Titus lo miraba mientras esperaba a su lado frente a la puerta de la casa, esperando una salida de ese lugar cuando en realidad ninguno deseaba verdaderamente irse. Pero Damian miró a Alice, y ella se vio obligada a aspirar aire como si le faltara y abrir sus propios ojos ante la vista. Cuando dos esmeraldas que ahora parecían brillar en la oscuridad con dos pupilas que recordaban a las de serpientes o felinos le contaban todo lo que los simples mortales se veían obligados a ignorar.
Y él, con sus ojos sobrenaturales al igual que los de la otra parte de su alma, habló lo que necesitaba hablar.
—Porque somos lo mismo.
Damian dio la vuelta en un paso , abrió la puerta y junto a Titus abandonó ese hogar roto lentamente . La lluvia con la que habían llegado finalmente cesó, y unos minutos de silencio y engañosa calma pasaron antes de que decidiera ignorar su motocicleta y caminar a pie. La luna fue testigo, y Damian ya no sentía su corazón latir cuando a varios metros de distancia una sombra le dio la bienvenida.
La reconoció a pesar de la distancia y el tiempo, no la distancia que había actualmente entre ambos, sino la casi nula distancia entre él y aquella alma que juró proteger con la propia . Paró en seco, y en cambio la figura se acercó lentamente, confirmando a cada paso sus miedos más profundos.
Si bien antes le había parecido escuchar el susurro de la muerte, ahora estaba completamente seguro de que no estaba equivocado.
—¿Qué haces aquí?
La sorpresa no se hizo esperar en el rostro de la de piel de Luna y ojos de noche , pero pronto la sorpresa dio paso a una sonrisa leve de comprensión. Ella se agachó para acariciar al gran danés que parecía tanto acostumbrado como confundido ante su presencia. Después de todo él no olía ninguna sangre cerca, y ninguna esencia había desaparecido de pronto de su olfato. Y es por eso que Titus no comprendía, ¿qué hacía ella aquí?
—Parece que no te agrada mi presencia.
—Siempre has sido recibida en mi vida, tanto si lo deseaba como si no. Ya lo sabes.
—¿Entonces cuál es el problema, mi Zamarad?
Él no reconoció el antiguo apodo, a diferencia de otras ocasiones en las que ella se lo dedicaba y él lo aceptaba sin resistencia alguna . Damian solía verla muy a menudo, más de lo que ninguna criatura mortal debería, y ella era la mayoría de las veces bien recibida. Inclusive añorada en sus años de la más tierna juventud arrebatada...
—Por qué aquí? Por qué ahora?
—Por qué no aquí? Por qué no ahora?
—No tengo ánimos para juegos.
Damian comenzó a caminar otra vez, quizás en un intento de alejarla de aquella casa... Quizás para no sentir la paranoia que le causaba su cercanía con el ángel de negras alas.
—Yo nunca juego, sé que lo sabes. Así como también sé la razón por la que te desagrada mi presencia aquí, hoy.
—¿Tú lo sabes todo, no es así?
—Parece que me estás confundiendo con mi hermano... —dijo ella, divertida.
—¿Acaso significa eso que te desagrada el Destino? ¿Que no te importa el futuro?
—No me desagrada, simplemente no le doy mucha importancia. Después de todo cuando el destino, cuando el futuro se acaba, vengo yo.
Damian la miró sin censura a los ojos, y ningún mortal debería darse el lujo de mirar a los ojos sin vida de la muerte. Pero él no era un mortal común y corriente, pues más de una vez había visitado a los Eternos, y más de una vez la había visto a ella en persona.
—Tan críptica como siempre.
—Tan terco como siempre.
—Aún no respondes mi pregunta... Por qué aquí... Por qué ahora...
—Ya te dije la respuesta.
—No es la correcta.
—Quizás lo es, pero simplemente no es la que deseas escuchar.
—Yo no soy nadie para comandar a un Eterno , eso lo tengo claro. Pero ya destruí al hijo más poderoso y temido del mismísimo Morningstar por protegerla... Y nada me impedirá enfrentarme a uno de ustedes si se atreven a hacerle daño... Ni siquiera a ti.
Hubo silencio por unos segundos hasta que una risa ( para algunos siniestra, para otros reconfortante) inundó el lugar matando al silencio.
—Tú... un mortal... ¿Te atreves a comparar a Trigon con uno de nosotros? ¿Te atreves a amenazar a un Eterno?
—¿Realmente deseas que responda esa pregunta?
Ella volvió a sonreír.
—No, estoy segura de que lo dices en serio, al igual que todo lo que abandona tus labios... ¿Sabes? Es esa osadía y confianza lo que me gusta de ti.
—¿Se supone que sea eso un cumplido?
—No, yo no doy cumplidos, simplemente mi opinión cuando esta necesita ser recibida.
—Te conozco desde el fatídico día en el que esa máquina me maldijo con vida, y nunca recuerdo haber preguntado por tu opinión.
—Esa lengua tuya puede meterte en problemas algún día... Pero nunca conmigo y eso lo sabes a la perfección.
El silencio reinó durante varios eternos minutos, siendo el sonido de las hojas de los árboles y el viento nocturno lo único que los acompañaba. Ambos caminaron despacio bajo la luz de la luna, ninguno incómodo ante la presencia del otro, ninguno preguntándose por qué razón Death aparecía sin necesidad alguna de arrebatar un alma. Y es que ella no lo sabía tampoco, o quizás si, pero ni deseaba ni le era necesario averiguarlo.
—Aún no respondes mi pregunta.
—Eres persistente cuando deseas serlo.
—Ya sabes que mi única virtud es estar lleno de defectos.
Ella sonrió.
—No vengo a llevar a Rachel conmigo si eso es lo que te preocupa. Tampoco a ningún miembro de su familia, todos tienen aún mucho tiempo que aprovechar o desperdiciar antes de verme otra vez...
—¿Entonces por qué razón estás aquí?
Death se detuvo en seco, admirando las estrellas que parecían apagarse a medida que posaba sus ojos sobre ellas con una seriedad soberbia y melancólica que solamente había apreciado antes en Dream y Destiny . Aunque ella ya estaba acostumbrada a que las estrellas murieran ante sus ojos, pero eran otras estrellas diferentes las que le preocupaban esta vez.
—Rachel ocupa... un lugar muy especial en mi corazón, por extraño que parezca, y mis hermanos y hermanas dicen que es el corazón justamente lo que me sobra... Yo no vine aquí a llevarla conmigo, al contrario...
—¿A qué te refieres?
Ella dio la vuelta para enfrentar a las esmeraldas que las esperaban casi temerosas , y con una mirada y expresión seria que heló el alma del joven, habló.
—Estoy aquí para advertirles... Esa que habita dentro de Rachel, la que se hace llamar Lenore, es peligrosa. Y no es típico de un Eterno llamar peligroso a alguien injustificadamente.
—Dime algo que no sepa.
—Muy bien... Delirium ha probado lo que causa esa doble alma en la esencia de Rachel... Despair se ha hecho cargo de la chica justo como hace unos momentos apenas ... Destruction, a pesar de ya no admitir ser llamado Eterno, sabe de lo que es capaz... Dream la ha visto en sus más recónditas y oscuras pesadillas, esas en las que ni él mismo se atreve a entrar ... Destiny sabe lo que ocurrirá por medio de su libro y por primera vez en su eterna historia desea ser capaz de cambiarlo.
Damian escuchó con atención y murió un poco por dentro a cada palabra , ya que él sabía que sin importar el adversario, ni siquiera frente al mismísimo demonio... Los Eternos nunca se habían preocupado tanto... Y si bien ya podía esperarse algo así de parte de Delirium, Death o inclusive ( y en las peores situaciones solamente ) de Dream... Destiny era otra historia. Damian miró a Death una vez más a los ojos, y pudo ver a través de la pálida piel de Luna la verdad.
Hizo la pregunta de la que ya sabía la respuesta. De la que ya temía la confirmación.
—¿Y qué hay de ti?
Death apartó la vista... Se concentró nuevamente en las estrellas que ahora parecían más apagadas que nunca...hasta que notó que dos de ellas sobrevivieron a su mortal vista... Ignoró el viento y el silencio... Y habló.
—Yo la considero como mi igual.
Acto seguido ella desapareció, y Damian permaneció parado en el mismo lugar durante lo que parecían horas. Se encontraba en silencio, ajeno a la realidad. Su mente no funcionaba y Titus se preocupaba por él. Simplemente estaba allí... Quieto...inerte
Su celular sonó, y lentamente lo tomó entre sus frías manos. Maya estaba al otro lado de la línea, hablando sobre cosas que a él le parecían sin sentido en el momento pues ninguna razón lograba entrar en su cerebro.
La lluvia volvió a caer, ahora con más furia que nunca.
—¿Damian, me estás escuchando?
—Te llamo luego.
—¿Hermano? ¿Estás bien? Suenas extra—
Él colgó, guardó su teléfono y dio un paso adelante.
Recordó su sonrisa.
Dio otro paso.
Su voz llamándolo por su nombre a medias.
Otro paso.
Su cabello moverse entre el viento del techo de la torre como si bailase.
Otro paso.
Su sonrisa cuando paseaban junto a Titus.
Otro paso.
Sus brazos alrededor de su cintura cuando paseaban en su motocicleta.
Otro paso.
Su propio rostro reflejado en sus ojos.
Otro paso.
Su alma hundiéndose dentro de universos amatistas.
Otro paso.
Recordaba la forma en la que dolia tenerla cerca tanto como le gustaba.
Otro paso.
Recordaba su llanto.
Otro paso.
Y su voz rogándole a cualquier entidad inexistente que asesinara a eso que habitaba dentro de ella.
Otro paso.
Sus pupilas contraídas ante el miedo.
Otro paso.
Miedo a que la razón de que la vida de él terminara... Fuese ella.
Otro paso.
Recordaba sus alas.
Otro paso.
Recordaba a Rachel.
Dio otro paso.
Y otro.
Y otro.
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