Intento 99
Raymundo do Santos se hallaba en camino hacia el recinto donde le habian designado trabajar. A esa hora, por lo general, ya estaba en su recámara leyendo algo o conversando con Belinda antes de irse a dormir; sin embargo, justo cuando se había acomodado bien en su cama con su libro en mano (porque la agente se encontraba con Dimos organizando unos datos para el día siguiente), su librel sonó. Era Vitus, uno de sus compañeros de laboratorio, pidiéndole que fuera a verlo porque necesitaba su opinión acerca de unas pruebas, que no llevaría más de cinco minutos, pero que no quería esperar hasta el día siguiente porque así podía poner los programas modelo a procesar durante la noche.
Mañana cumplo dos semanas acá, pensó do Santos, y todavía necesito usar el SPL para no perderme; este lugar es todo un laberinto de pasillos.
Tomando el corredor de la derecha, pasó por en frente de la antigua sala privada de conferencias, ahora era el llamado Cuarto de Contención. A ambos lados de su puerta, hacían guardia dos vigilantes que mandó el Jefe y dentro se hallaba un par adicional. Era una sensación extraña e incómoda notar a esos dos tipos parados y armados hasta los dientes; en ninguna otra parte del complejo había algo parecido. Hasta cierto punto, el ejecutivo del Van Leeuwenhoek se sentía culpable de ello porque fue su comentario casual el que desencadenó la actividad desenfrenada de mudanza de la sala y la subsiguiente impresionante seguridad establecida.
Después de dejar el laboratorio lleno de pantallas mostrando imágenes de Delik y otros puntos del espacio, Nicola, Belinda y él se dirigieron hacia la habitación compartida por los dos últimos, donde discutieron lo que habían observado. Juntos llegaron a la conclusión que existía una gran probabilidad en la teoría planteada por Raymundo: que el fenómeno que vieron fuera un pasaje del agujero negro a un lugar específico. Luego de explicar al chiquillo, que debía guardar para sí el hecho que Belinda había sido un agente de la Policía Internacional buscando a Dimos, el pequeño transcurrió gran parte de la noche analizando la ocurrencia bajo la perspectiva de pasillo conductor.
Al día siguiente, él estaba convencido que, si bien no podía garantizar que el tal Lasalo Octolis hubiera sido transportado por la anomalía registrada, todo hacía creer que lo que vieron podía ser un corredor por el cual Delik podría enviar algo. Tal conclusión no solo era un descubrimiento increíble, sino que también significaba la revelación de hallarse bajo una gran amenaza porque quién sabría qué regalito podría enviarles el susodicho la próxima vez, si el hecho se volvía a reproducir. Según los cálculos de Nicola, las posibilidades de que las consecuencias de una nueva comunicación directa con el agujero negro fueran fatales eran enormes y no se podían ignorar. No tuvieron otra opción que reportarlo a Dimos, que a su vez informó a alguien más y, siguiendo los procesos de comunicación, la noticia alcanzó los oídos del Jefe en forma casi instantánea. La recomendación fue de ver la manera de predecir el momento y el lugar del siguiente evento.
En esta ocasión, no fue solo Nicola el dedicado a ello, sino un grupo de exys que contribuyeron acelerar la investigación y los resultados de la misma. Como esta vez sabían qué esperar y qué buscar, detectaron algo que no habían advertido durante todo su estudio: unas ondas magnéticas sutiles, diáfanas, que se confundían dentro de las fuerzas de Delik, pero si se las aislaba, conformaban una trayectoria definida. Examinando la información que precedió al fenómeno, comprobaron que las mencionadas seguían el camino tomado por aquel de modo exacto mas que, una vez ocurrido, habían desaparecido por completo. Con esta confirmación, el equipo se puso a la búsqueda de tales ondas que conectaran a la Tierra, encontrando una y nada más.
Una, que atravesaba la superficie y alcanzaba unos cuantos metros de profundidad.
Una, que llegaba a la región donde se hallaban.
Una, que terminaba en la Reserva Natural de Erimetreo.
Una, que tenía como punto de incidencia las coordenadas del laboratorio de física nuclear del complejo de los exys.
La zona donde estaba localizado el laboratorio de física había sido antes parte de un sistema de cavernas naturales, que durante la edificación de la base exypna, fue aprovechado para no excavar en la roca madre. Eran justo esos pasillos, ahora reforzados por los materiales artificiales de la construcción, los que daban el acceso final al exterior.
El hallazgo de la existencia de una amenaza latente, que podía sobrevenir en cualquier momento y que, si se producía, sería en el complejo en sí, fue al mismo tiempo un alivio y una preocupación. Un alivio porque, entonces, podían tomar las precauciones del caso para estar listos a recibir lo que Delik quisiera mandarles. Medidas que estaban seguros eran las mejores que se podrían tener, resguardando así al resto del mundo. La preocupación era que no habían encontrado la forma de predecir cuándo acontecería, sin mencionar, que si al agujero negro le provocaba enviarles un pequeño meteorito, de esos cuyo diámetro crearía un nuevo océano, no iban a poder hacer mucho al respecto.
Ingenieros y otros especialistas se dedicaron a transformar el laboratorio de física nuclear en un verdadero búnker y lo bautizaron: Cuarto de Contención. Lo que nadie lograba comprender por completo era la decisión del Jefe de poner guardias en su puerta y adentro. ¿Sería que él creía en la posibilidad de que alguien les fuera enviado a través del fenómeno? La historia de Lasalo Octolis era una prueba vaga; su amnesia era genuina y no había forma de comprobar que él tuviera alguna relación con el evento. Raymundo, por asociación recordó a Isabel, todavía le costaba creer que estuviera muerta...
******
Vitus resentía el entumecimiento de los músculos de sus piernas ; la posición de cuclillas, que llevaba ya pasados los treinta minutos, le estaba haciendo mella a pesar de que tuviera una fortaleza física envidiable, resultado de dos horas diarias de entrenamiento en el gimnasio. ¿Qué tanto se tardaría do Santos? Era cierto que su habitación se ubicaba bastante alejada de este laboratorio en particular, pero él había previsto que le tomaría no más de diecinueve minutos y trece segundos en llegar. Tal vez veintitrés minutos y treinta y cuatro segundos, calculando lo que se preparara para salir de su dormitorio. A lo mejor se perdió en los pasadizos, lo cual no debería de sorprenderle, ¡tratándose de alguien tan ineficiente y desordenado! ¿Cómo podía nadie trabajar en ese caos? Lo volvía loco ver el módulo donde este tipo solía sentarse, ¡era de una desorganización total! Vitus se percató que los latidos de su corazón se aceleraban y decidió respirar profundo para calmarse. Se obligó a controlar su furia, de no ser así, comenzaría hacer trizas el recinto y todo su plan se iría al tacho.
Tal vez la causa de la demora era a que estaba utilizando el SPL, lo que retardaría su marcha en un 78.24%, ya que debería detenerse para consultarlo o por lo menos caminar más lento mientras lo miraba. Usar el SPL... Había visto a Raymundo prender el aparato cada vez que salía del laboratorio. Cuando notaba eso, sentía que le hervía la sangre. Qué vergüenza, ¡qué aberración investigar con un tipo tan incapaz que no podía orientarse en el complejo después del primer día! Ni siquiera pretendía que lo hubiese hecho luego de la primera hora, que sería lo normal para alguien con un intelecto decente. No, solo después del primer día hubiera sido suficiente, ¡algo que cualquier tonto hubiera aprendido! ¿Y dónde pusieron a trabajar a este imbécil? ¡En su laboratorio! Y él, Vitus, tenía que faenar con este cerebro de mosquito, con el perdón de esos pobres insectos que, sin lugar a dudas, ¡tenían mayor inteligencia que Raymundo do Santos!
¿Cómo era posible que el Jefe hubiera traído a un fulano así al complejo? Este era el único lugar donde podían vivir con tranquilidad, era donde no los rodeaban los retardados-incapacitados-tarados mentales que pululaban el planeta, era donde seres superiores podían ser ellos mismos. Ya pronto cesarían de ocultarse y, por fin, los bobos-cretinos-papanatas que caminaban en la superficie tendrían que admitirlos. Ahora su residencia se presentaba impura, uno de los idiotas había penetrado su refugio prístino. Su desorganización, ineficiencia y estupidez estaban invadiéndolos, infectándolos.
No más: él, Vitus, acabaría con eso y súbito todos volverían a respirar la perfección armoniosa de su morada. Tal conclusión hizo que una sonrisa apareciera en su rostro. Eso es, se dijo, espera con calma tu presa.
******
Raymundo abrió la puerta del laboratorio, dándose con el destello de luz que se prendió al detectarlo de forma automática. Ese hecho le indicó que, aparte de él, no había nadie.
Qué extraño, pensó, Vitus habrá salido un rato para algo... Buscó su librel para llamarlo y averiguar dónde andaba, mas cayó en la cuenta que lo había dejado olvidado en su habitación. Se dirigió a su módulo y tomó asiento para revisar las tareas pendientes de la mañana, ya su colega retornaría en cualquier instante.
De repente, las luces se apagaron y el laboratorio quedó sumido en la oscuridad total. El recién llegado guardó la calma, seguro la falla sería detectada de inmediato por la persona que estuviera encargada del turno de mantenimiento y la iluminación retornaría en un santiamén. No era una buena idea tratar de abrirse paso sin vislumbrar nada, podría golpear o hacer caer algunas de las pruebas que abundaban en ese lugar, lo que significaría arruinar el trabajo de alguno o el suyo mismo. Lo último que le faltaba era ser el causante de algo así, demostrando que encima de no tener la capacidad intelectual del resto, fuera el culpable de un desastre por torpe. En ese momento, un ruido llamó su atención,
"¿Vitus? ¿Eres tú?"
Nadie respondió. Por instinto, el arribado se puso a escuchar con detenimiento. A los pocos segundos, le pareció oír algo de nuevo, en esta ocasión juraría que era más cerca...
"¿Hay alguien allí? ¿Puedes llamar a mantenimiento para ver qué está pasando con la lu..."
Alguien puso su brazo alrededor de su garganta y lo forzó de un tirón afuera de su silla.
Raymundo perdió el equilibrio y casi se cayó,
pero su atacante era fuerte,
y no dejó que eso ocurriera,
manteniéndolo por el cuello,
forzándolo a quedarse de pie.
El agresor estaba furioso,
había dado rienda suelta a sus sentimientos,
dejando caer el manto de control;
ya no lo quería,
ni necesitaba.
En su mente todo era,
de color rojo flamante,
que ardía,
quemaba,
y consumía.
El científico del Van Leeuwenhoek se hallaba preso por más que forcejeaba con los brazos. Su posición era tal, que no podía librase del encadenamiento de acero con que lo mantenía cautivo su oponente. Tampoco era capaz de gritar para pedir auxilio; el sólido brazo lo tenía agarrotado y con las justas podía respirar. Pensó en usar sus piernas y dio una patada a ciegas hacia atrás, mas solo logró estirarse el músculo porque el puntapié impactó en el aire. Entonces, si no lograba agredir a su captor, tal vez podría desbalancearlo. Volviendo a utilizar una pierna, el aprisionado pateó, aunque esta vez hacia el frente para darle a algún escritorio o mesa, y con eso servirse de apoyo para empujar en dirección contraria. Era una buen plan. No obstante, su atacante había anticipado tal movimiento porque no se tambaleó ni de broma y lo contuvo con firmeza.
Es fuerte como un toro, caviló Raymundo con desmayo. No obstante, el recuerdo del animal le dio una idea: llevó un poco su cabeza adelante y, con toda la fuerza que pudo reunir, la lanzó de un solo golpe hacia atrás, conectando con algo un tanto suave que rompió el silencio con un sutil crack. La presión del brazo, que enrollaba el cuello de do Santos como una boa constrictora, se relajó unos milímetros y él aprovechó ese respiro para moverse, cambiando un poco el ángulo en que estaba atrapado. Fue poquísimo, pero lo apto para poder conectar un codazo en el estómago de su adversario.
El agredido sintió que el golpe fue igual que si hubiese impactado contra una pared, ¡los abdominales de aquel tipo eran de hierro! Sin embargo, antes de darle la oportunidad a que se acomodara de nuevo, él no desistió e impartió un segundo codazo y un tercero. Ni bien se preparaba para un cuarto, se vio lanzado con gran fuerza hacia un costado, golpeando la mesa y, poniendo las manos justo a tiempo para no caerse por completo, se dio media vuelta con rapidez. En la nonada que estuvo debatiendo para qué lado partir corriendo, regresó la luz.
La claridad inesperada lo cegó por un instante, paralizándolo. Ese lapso fue el suficiente para que su atacante se posicionara con firmeza frente a él, mostrándole que lo estaba apuntando directo con un trireol en forma tal, que no cabía la menor duda que se hallaba dispuesto a usarlo.
"¿Vitus?" pudo por fin hablar Raymundo, notando que su cabezazo le había roto la nariz.
"¿Sorprendido do Santos? Por supuesto que sí; tu cerebro de hormiga no tiene la imaginación o pizca de lógica para poder prever esto, ¿verdad?"
"Pero no entiendo Vitus... ¿Qué rayos te pasa?"
"¡¿Que qué me pasa?! ¿Tengo que deletreártelo encima? ¡Lo haré en la forma más simple para que comprenda tu mente de lechuga! Tu presencia en nuestro complejo es una desgracia para todos nosotros, alguien tiene que limpiar esa putridez de nuestro hogar y ese alguien soy yo. Me alegro que, tal como calculé, la luz retornara; así podrás ver muy claro quien termina con tu insignificante vida."
La conversación había calmado un tanto al agresor, el rojo se había tornado a anaranjado y ya no quemaba, aunque todavía calentaba. Su víctima decidió, que lo único que le quedaba por hacer era seguirle hablando para ganar tiempo mientras rogaba que se le ocurriera algo.
"Vitus, no necesitas hacer esto..., todo se puede solucionar..., es solo cuestión que yo me vaya del complejo. Solo tengo que..."
"Te vas a ir, cretino, te lo prometo. Fíjate en mi trireol, está ajustado para matar."
"No necesitas ser tan radical, Vitus. Estoy seguro que si te comunicas con el Jefe, él comprenderá la situación y me dejará partir sin problem..."
"¡No te atrevas a decirme qué debo hacer, Raymundo do Santos!" vociferó el acometedor, y de nuevo todo se puso rojo alrededor suyo y sintió que el fuego en su sangre lo abrasaba. Era el momento, tan solo tenía que ejercer un levísimo apretón con su dedo pulgar en el trireol...
"¡NO!" escucharon gritar, a la vez que el asaltante sintió un fuerte puntapié en su brazo que lo hizo desbalancearse y soltar el arma.
Aprovechando la ocasión, el cientifico del Van Leeuwenhoek se lanzó adelante, sin embargo su antagonista fue más rápido y con un puñetazo bien conectado lo mandó al piso. Así terminó semi-inconsciente, viendo las consabidas lucecitas, para luego perderse en la oscuridad.
******
No tenía la menor idea de cuánto tiempo habría transcurrido cuando oyó una voz conocida en la lejanía mientras que le parecía, que una persona trataba de acomodarlo en posición sentada. Sintió que lo apoyaban en la pared y que tomaban su rostro con ambas manos, y que el habla distante repetía su nombre una y otra vez, además de preguntas que él no alcanzaba a comprender. Haciendo un gran esfuerzo, abrió los ojos. Le llevó un tanto ajustarlos a la luz y enfocar la imagen que tenía al frente. Era un rostro que conocía sobremanera, pero que nunca había visto tan angustiado. Las palabras por fin llegaron con nitidez:
"Raymundo, ¿estás bien?"
"Sí, Belinda. Solo siento como si un tren me acabara de pasar por encima, aparte de eso, creo que estoy bien."
"Tu comparación es errónea por completo porque la probabilidad de que sobrevivieras después que un tren te atropellara es de 0.013%," respondió ella con una sonrisa.
Él soltó una leve carcajada, mas se detuvo de inmediato al recordar,
"¡¿Y Vitus?! Belinda, ¿qué pasó? ¿Tú cómo estás?"
De pronto, do Santos percibió que no se encontraban solos, había unos tres o cuatro individuos con ellos ocupados arreglando el laboratorio, el que semejaba como si un huracán lo hubiese atravesado.
"No te preocupes, Raymundo," repuso ella. "Todo se halla bajo control. ¿Crees que puedes caminar?"
"Sí, claro."
Y su compañera de habitación lo ayudó a levantarse.
"Si quieres vamos al centro de salud a que te revisen."
"No. Solo tengo unos cuantos golpes, la verdad que prefiero lavarme en nuestro dormitorio y echarme a descansar."
"Ya," aceptó Belinda, que veía a claras que su interlocutor, aparte de estar un poco magullado, no tenía nada más.
Salieron del laboratorio y él notó con alivio que nadie los esperaba para cuestionarlos. No tenía ganas de dar ninguna explicación de lo sucedido, todo lo contrario, necesitaba que alguien le comunicara en qué había terminado todo esto. La amiga de Dimos, como leyendo su discernimiento, le dijo:
"No te preocupes, mañana yo voy a dar el reporte con los detalles que me cuentes. Ya los de seguridad han deducido lo que pasó y están satisfechos. No tienen problemas de esperar hasta mañana la confirmación mía, ya que saben que la probabilidad de que la información extra que les lleve cambie en algo lo que suponen es de solo 3.54%."
Raymundo se acomodó en el carrito que la agente tenía, agradecido por el no tener que caminar hasta su destino. No hablaron nada en el trayecto; ella no quería molestarlo, sabiendo que él le relataría su historia en el momento oportuno. Él tampoco la atiborró con preguntas, aún se sentía un tanto desorientado con lo ocurrido; lo único que quería era lavarse y meterse a la cama.
******
La ducha hizo el milagro de alejar la neblina que cubría su razonamiento. Sintiéndose mucho mejor, salió del baño y se sentó al costado de Belinda en el pequeño sofá que tenían en su habitacion.
"¿Quién comienza contando?" preguntó.
"Hagámoslo en orden: inicias tú, que conoces la primera parte, y yo termino la historia, ¿te parece?"
Do Santos describió el ataque inexplicable de su colega de laboratorio. Era una locura en realidad, ¿qué lo había llevado hacer una cosa así? Es verdad que no era su mejor amigo, mas siempre fue amable con él, nunca se hubiera imaginado el resentimiento que guardaba adentro.
"No es culpa de Vitus, Raymundo. Bueno, no en forma directa. ¿Te acuerdas de lo que hablamos acerca de las pastillas que utilizamos para evitar una explosión agresiva?"
Él asintió con la cabeza.
"Ya. Resulta que pensó que como vivía en el complejo, donde no cabía la posibilidad de estar rodeado de..., como diría..., estar rodeado de errores de..."
"De tarados mentales como yo."
"En fin, entiendes a lo que me refiero," repuso veloz Belinda, tratando de evitar confirmar lo dicho por él. "Entonces, decidió que no era necesario seguir con el tratamiento de pastillas y dejó de tomarlas. Nadie se dio cuenta de eso, ya sabes, todos asumen que si eres de los que las necesitan, tienes la responsabilidad de usarlas y punto."
"Por eso su agresividad... Comprendo. Pero, ¿cómo sabes que su ataque fue por la carencia de medicación?"
"Mientras estuviste inconsciente, llegaron los de seguridad y salud. Ellos sospecharon que era una explicación lógica para la actitud de Vitus e hicieron un análisis de sangre en ese mismo lugar. No es algo complicado, sobre todo con una nariz sanguinolenta que proporcionó la muestra sin problemas. En fin, el examen se hace en menos de veintitrés segundos. Los resultados apuntaron a que hacía ya un buen tiempo que no utilizaba su medicamento."
"Y ahora, ¿qué harán con él?"
"Nada, tenerlo por unos días en la enfermería para cersiorarse que tome sus pastillas; estas harán efecto de inmediato. Durante ese rato, cuando ya se haya calmado, él mismo se dará cuenta de lo sucedido y sin duda se sentirá horrorizado de haber sido capaz de hacer lo que hizo. No dejará de usarlas otra vez, te lo aseguro. También tendrá que quedarse un tiempito allí para recuperarse de la nariz que le rompiste, más un par de costillas quebradas, un hombro zafado y un tendón de la parte anterior de su rodilla derecha, también roto."
"Al parecer, él terminó recibiendo una peor paliza que la mía. Mi salvador debe haber sido un gigantón."
Raymundo notó una sonrisa traviesa esbozándose en el rostro de Belinda y recordó el timbre de voz que escuchó en el ¡NO! que retardó el disparo del trireol de Vitus.
"Fuiste tú, ¿verdad? ¿Cómo fue posible que supieras dónde estaba y llegaras al rescate?"
"Hallarte fue cosa de niños. Lo que pasó fue que tenía que hablar contigo porque nos necesitan para restablecer contacto con el profesor Quispe. Dimos me pidió que te buscara para reunirnos a discutir sobre eso. Bueno, ya lo haremos mañana. La cuestión fue que tenía que encontrarte; traté de llamarte por librel, pero nadie contestó..."
"Ya sé, me lo olvidé en el cuarto," aclaró él.
"Entonces, usé la señal de tu SPL para ubicarte. Sé que lo utilizas todo el tiempo, así que supuse que lo tendrías prendido. Por suerte, no me equivoqué. Por el camino que estabas tomando, vi que lo probable era que te dirigías a tu laboratorio. Seguí la señal y entré un rato después que tú porque estaba lejos. Discúlpame por no haber llegado antes."
"No me pidas disculpas, por favor. Además, si esto te consuela, no pudiste caer en un momento mejor, ¿no? ¡Hasta ahora no puedo creer que hayas podido contra Vitus!"
"Tal vez él es más fuerte y grande que yo, pero recuerda que eso no siempre es una ventaja. Él utilizó pura fuerza bruta y su ofuscación no lo dejó reflexionar. No por nada soy un agente de la Policía Internacional, ¿no? Estoy entrenada en lidiar con esas situaciones y peores todavía."
"Apenas puse a Vitus fuera de combate, fui donde ti y vi que, aparte de estar desmayado, parecías bien. No quise tardar en llamar a los de seguridad y salud. Con los de seguridad deducimos rápido qué era lo que había pasado, mientras que los de salud te auscultaron llegando a mi misma conclusión, que estabas bien. Después me quedé contigo, esperando que retomaras la conciencia. El resto ya lo sabes."
Raymundo sintió, de golpe, cada una de las magulladuras de su cuerpo, recordando que este le pedía a gritos irse a dormir. Por reflejo, llevó una mano por su cuello, como dándose un masaje para aliviarse el dolor. La expresión de aplomo de Belinda, a la cual su amigo estaba tan acostumbrado, se borró de su rostro de súbito, su nariz adquirió un color rosa incandescente, lo mismo que el rededor de sus ojos.
"¿Estás bien?" preguntó el varón.
"No deberías ser tú quien preguntara eso. Por supuesto que estoy bien, yo siempre estoy bie...," trató de aseverar, mas su voz inició a quebrarse.
Él la envolvió con un brazo protector, obligándola con suavidad a apoyarse sobre su pecho.
"Esto es ridículo," protestó Belinda, aunque no luchó para zafarse del abrazo.
"¿Por qué ridículo? Tienes derecho a sentirte cansada."
"No es solo eso. ¡Soy tan tarada! ¿Cómo no pude ver esto antes? Siempre me creo capaz de evitar situaciones peligrosas, y pensar que es por mi culpa..., porque soy yo quien te ha puesto en este lío donde más de una vez has estado en peligro de...," y ella dejó escapar un pequeño sollozo.
su compañero no dijo nada, simplemente la aferró un poco más fuerte.
"Soy una tonta, no sé nada de nada," volvió a repetir.
"No eres perfecta, Belinda, pero, ¿quién lo es? Yo tampoco sé nada ni tengo respuesta para todo. Imagínate, ¡ni siquiera sé cómo te llamas!"
La agente volvió a sollozar por un rato, hasta que por fin encontró un poco de calma y murmuró,
"Femi."
"¿Perdón?" preguntó Raymundo sin comprender.
"Mi nombre es Femi."
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