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Intento 80


 "Sol de mi corazón, ¿escuchas mi canción?" preguntó L-Macho a su pareja, que se encontraba a su costado con los ojos cerrados.

Ella los abrió, al parecer con gran esfuerzo, y esbozó una sonrisa que anunciaba que se hallaba bien, pero que todavía necesitaría unos segundos adicionales para recuperarse y poder contestar. L-Macho suspiró aliviado, levantó la cabeza dirigiendo su foco de atención a su alrededor... Allí descubrió a los demás: la joven astuta y de carácter independiente que llamaban Mandi; el fortachón de cabello y barba rojiza, al que sus amigos se dirigían hacia él utilizando primero Yurik y ahora Alex; el muchacho con casi el mismo nivel de inteligencia que el de su especie repitiliana y que no dejaba de observar con ojos extraños a la nombrada Mandi cuando creía que nadie lo notaba, Samir era su apelativo. También vislumbró al nominado Lasalo y, un tanto distanciados, al par de individuos que los habían estado siguiendo: el gigantón de pelo amarillento junto con el regordete; esos tres bípedos cuyas ondas cerebrales parecieran funcionar con mayor lentitud que las del resto. La fémina Isabel se ubicaba hacia su derecha, pero ¿y el más importante? Sí, el Humano Único también se encontraba allí, tendido al lado de su compañera. El problema era que todos ellos estaban aún inconscientes y que, a pesar de no moverse, no se veían sumidos bajo un plácido sueño, muy por el contrario, cualquiera diría que casi no respiraban, habiendo también perdido el color en sus rostros, mostrando una combinación de pálido-gris-transparente.

Con gran preocupación, L-Macho se dirigió hacia Esteban de inmediato, seguido al instante por L-Hembra, y ambos intentaron comunicarse con él. Por mucho que trataron, no obtuvieron respuesta alguna. Ella se acercó todavía más, mientras que su cónyuge dirigió su concentración en leer los pensamientos del científico desmayado. Siendo un experto en conexión, comprendió con rapidez lo que sucedia,

"¡Casi no hay ninguna función cerebral!" anunció el pequeño reptil con tanto pánico, que incluso se olvidó de rimar.

Él entendía lo que eso significaba: la vida del Humano Único se estaba extinguiendo; si las pocas vibraciones que sentía paraban, ¡este llegaría a su conclusión! ¡No podía ser! Él, L-Macho, era el encargado de velar que sobreviviera para cumplir la misión. ¿Cómo decía el mensaje aprendido y pasado a través de generaciones en su especie?

Se las necesitará el día que se presente el Humano Único. Lo podrán reconocer porque mirará a las luces, utilizará el otofix y el ocufix. Cuando llegue ese momento, la pareja deberá partir con él, acompañándolo todo el tiempo. Después que abra la puerta, la mordida lo llevará a la vida y vuestra misión estará terminada. Gracias por salvarnos.

La mordida... ¡Eso es! Sin pensarlo dos veces, L-Macho se lanzó al cuello de Esteban y clavó sus dientes, inyectándole el veneno que tenía su especie, el que nunca utilizaban porque las consecuencias de hacerlo eran...

"¡Nooooo!" gritó L-Hembra al verlo, pero era demasiado tarde...

"¡No, no, no!!!" siguió exclamando, cuando el valeroso animalito soltó al Humano Único y cayó a punto de desfallecer.

"¡NO, NO, NO!!!" volvió a pronunciar su acercándosele.

Su pareja de vida volteó la cabeza hacia ella, y con una sonrisa llena de ternura murmuró:

"Esta vez no tienes razón, mi corazón. Para cumplir la misión, aquello tenía que hacer, contento estoy, me debes creer."

"No, no, no...," repitió esta vez en un susurro L-Hembra, aunque ella sabía que L-Macho ya no la podía escuchar, que no la volvería a escuchar nunca más.

******

Esteban abrió los ojos. Experimentaba un cosquilleo por todo el cuerpo, esa sensación como cuando después de haberse dormido a uno un brazo o una pierna, estos inician a despertarse. Con la mente embotada por completo miró a su entorno, sin embargo, no pudo distinguir nada en realidad. Solo era nítida la imagen de los cuerpos de sus acompañantes desfallecidos en el piso y la voz, cada vez más clara, de alguien sollozando. ¿Era L-Hembra? Haciendo un gran esfuerzo, logró pararse sobre..., no tenía idea, era como si todos estuvieran suspendidos en el mismo plano, pero el piso, incoloro bajo sus pies, era sólido. Se acercó a Isabel que se hallaba a su flanco. Se puso de cuclillas y, en gesto automático, llevó sus dedos al cuello de ella. Advirtiendo que su pulso era leve en extremo, se levantó e hizo lo mismo con sus jóvenes amigos, así como con los dos extraños que los habían estado persiguiendo. El mismo resultado, parecían encontrarse en estado de coma. Regresó donde la piloto del grupo y descubrió con horror, que su pulso se debilitaba todavía más.

"No hay nada qué hacer, Humano Único," percibió emitir el científico a la voz sollozante de su amiga reptil. "Todos pronto llegarán a su conclusión. Tú también lo habrías hecho si no fuera por mi amado adorado. Él, al percatarse que te aproximabas a tu fin de manera inevitable, comprendió que su misión era de salvarte a pesar que eso le costara..." mas ella no pudo terminar, quebrándose la conexión.

Esteban desvió la mirada de Isabel, para por fin ver a sus pequeñas compañeras y comprendió el porqué de la desolación de L-Hembra al divisar a la otra lagartija junto a ella, inmóvil. No tenía necesidad de tocarla para saber que estaba muerta. Antes que pudiera decir algo, de nuevo sintió la voz de la pequeño saurio que había recuperado las fuerzas para continuar:

"L-Macho se despertó el primero y los vio a todos tendidos. Yo fui tardía y no pude detenerlo a tiempo... Aunque, en verdad, no dudo que él me habría convencido a dejarlo que te socorriera... Oh, ya sé, no hago mucho sentido. El asunto es que poseemos un veneno mortal para defendernos de algún enemigo, pero no lo utilizamos porque el hacerlo significa un esfuerzo tal, que por lo general nos cuesta la existencia. Solo nuestra especie presenta dicha ponzoña, otras, de las que ustedes llaman lagartijas, también disponen de toxinas, si bien no tan potentes y son carentes de las repercusiones mortales para el que las use. Al igual que tú, Humano Único, mi eterno sol de mi corazón también recibió un mensaje con su misión, aquel enunciaba que después que abrieras la puerta la mordida lo llevará a la vida y vuestra misión estará terminada. ¿Entiendes? L-Macho debía pasarte el veneno para que sobrevivieras y por hacer eso él..., él..." L-Hembra dejó de hablar para retornar su atención a su pareja y entonar una especie de melodía que a Esteban le desgarró el corazón.

El científico hubiera querido consolarla, sin embargo, su cerebro había reiniciado a trabajar y en este se encontraba una idea fija: ¿cómo salvar a Isabel, cómo salvar al resto? No podía pedir a la reptil superviviente que se suicidara mordiendo a alguien. Tal vez ella consentiría, ya que L-Macho no se hallaba más a su lado... Pero no, ¡cómo podía si quiera pensar en un plan tan terrible y egoísta! El médico llevó de nuevo la mano al cuello de la mujer de sus afectos; le tomó unos segundos captar su debilísimo pulso. No tenía mucho tiempo, ¿qué hacer?

Cerca de Isabel se hallaba su mochila con algunas cosas desperdigadas, se debió abrir debido al impacto de lo que fuera que los había llevado a este lugar. Entre sus pertenecias podía ver el instrumental de primeros auxilios, uno que contaba con un equipo de antídotos contra venenos de serpientes y uno de transfusión, incluyendo un paquete de sangre deshidratada de su tipo. Típico de ella, siempre estaba preparada con esa clase de cosas, siguiendo su premisa de: uno nunca sabe. Seguro lo había llevado consigo cuando se alistó para irlo a buscar al Punto de Contacto. Él había saltado del Mario con la susodicha mochila para evitarle el peso en su descenso, mientras que Samir cargó la suya.

De pronto a Esteban se le agrandaron los ojos, su boca se entreabrió y se frotó los dientes con la lengua... Esa era la respuesta, la estaba mirando. Alargó la mano y agarró la jeringa descartable del equipo de antídotos. Sin perder un minuto, se la clavó en la parte interior de su brazo. Qué suerte que mi sangre de tipo O negativo es compatible para donar a cualquiera, pensó, mientras el tubo del dispositivo se llenaba del líquido rojo viscoso. Enseguida, sujetó el brazo de Isabel y, acertando a su vena, se lo transfirió. Situó sus dedos sobre el cuello de ella de nuevo; su pulso aún seguía debilitándose. Tiene que funcionar, esto tiene que funcionar, repetía una y otra vez en su cabeza.

Sin dejar de monitorear el pálpito, se preguntó si la dosis era suficiente, de no ser así, debería sacarse más y volver a inyectársela. Ya se preparaba a repetir el proceso cuando sus yemas captaron un cambio en la pulsación de ella; era uno sutil, pero definitivo. Al poco rato, estuvo cien por ciento seguro que se hallaba en camino de normalizarse, incluso su rostro estaba perdiendo el color cenizo que lo había invadido.

Esteban se dijo de nuevo que no había tiempo que perder y, usando la jeringa, se extrajo por segunda ocasión otra dosis del fluido vital que inoculó a Alex, ya que él se localizaba más cerca. Volvió a realizar la misma operación una y otra vez con cada miembro del resto del grupo, incluyendo a los dos tipos que los habían perseguido.

Para cuando terminó, se sentía exhausto y un tanto débil por la continua transferencia de su propia sangre. La parte interior de su brazo se veía hinchada y magullada debido a todos pinchazos que se había dado, pero no era el momento de pensar en eso. Regresó a sentarse al lado de Isabel y le tomó el pulso de nuevo, este se percibía fuerte, en cualquier momento ella debería recobrar la conciencia.

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Este capítulo se lo he querido dedicar a FranJomami como una pequeña muestra de agradecimiento no solo por su continua compañía en esta historia, sino también por sus anotaciones y sugerencias que me ayudan a mejorarla. Escogí este capítulo en particular porque creo que él entenderá muy bien cuando digo que, mientras lo escribía, se me hizo de tripas corazón y, aún cuando lo leo y releo, no deja de dolerme un poco.

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