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Intento 71


La hija del chef se despertó de un sobresalto y miró la hora: ¡las diez de la mañana! No recordaba haber dormido hasta tan tarde nunca en su vida, era obvio que debía haberse hallado agotada. Pasó la vista a su alrededor, Lasalo todavía soñaba como un lirón; No sé si me estoy acostumbrando o qué, pero ya no lo veo tan cuerazo como antes, pensó. Alex se ubicaba en la cama de su costado, de él solo podía ver su forma encontrándose como estaba: acurrucado bajo las sábanas como si fuera un capullo de alguna mariposa gigante. El lecho de Samir se presentaba vacío... En ese instante, Mandi cayó en la cuenta que del ruido de la ducha, eso debe haber sido lo que la despertó; seguro él era quien la ocupaba. Por un segundo, le vino la idea de entrar a la sala de baño y abrir el agua caliente; casi convencida que si lo hacía, aquella de la ducha se convertiría en una cascada de lluvia congelada. ¿Cuántas veces sus hermanos le habían jugado a ella la misma broma? Al instante, la sonrisa se le escurrió de los labios, ¿cómo estarían ellos? ¿Y sus padres? Mejor no pensar en eso, se advirtió.

Prestó su atención a la cama grande donde sus profesores se habían acomodado la noche anterior. Las piloto del Mario se veía despabilada apoyada en las almohadas, estudiando algo en un librel. Esteban no se localizaba junto a ella ni por ningún otro lado al parecer. 

Isabel, como sintiendo la mirada de la chica de Analucía, levantó la vista y notó que se hallaba también despierta,

"Hola, Mandi," saludó en voz baja para no molestar a los dos bellos durmientes. "¿Descansaste bien?"

"Tan yaba que ni me di cuenta de haber dormido. Tú qué tal, Isabel, ¿cómo te sientes?"

"Muy bien, aunque mi médico me ha dicho que repose hoy lo más que pueda, por si acaso. Pero no creo aguantar ya por mucho esta cama."

"¿Y él dónde está? ¿Salió?"

La científica del Van Leeuwenhoek hizo un gesto con la mano, invitando a su interlocutora a que se levantara y se sentara cerca. Ella obedeció y, solo entonces, siempre en voz muy baja, le contestó,

"Fue a buscar tu remedio. Dijo que regresaba en un ratito, pero ya es casi una hora que partió; seguro no hay ninguna farmacia por acá nomás."

Mandi vio que la otra se sentía inquieta por la tardanza de su doctor. Ella iba a comentarle que todo andaba bien sin duda cuando las dos vieron abrirse la puerta y justo él entró. A su pareja se le iluminó el rostro, mas notó que el arribado tenía una expresión preocupada.

"¿Qué pasó, Esteban?" preguntó Isabel, "¿Por qué te demoraste?"

"No tengo buenas noticias. No he podido conseguir las pastillas. Al parecer, ha habido un llamado de fábrica del último lote de producción por haber ocurrido un error en su fórmula. Una de las máquinas puso un miligramo extra de lo que debía de un compuesto."

La jovencita rubia se puso pálida, ¿qué iba hacer?

"Lo bueno es que he encontrado otro producto, no es lo mismo, pero es bastante similar. Creo que esto te bastará hasta que lleguemos a Te-Rano. Allí debería haber lo que necesitas." y diciendo ello alargó la mano, entregando a la chica Vora un pequeño pomo lleno de cápsulas y continuó, "Como te digo, no son las mismas, pero su acción y fórmula sirven para fabricar las proteínas necesarias para tus músculos. La diferencia con las tuyas es que no van a afectar de forma directa a las enzimas que causan tu problema en particular, sino a otras."

"¿Pero igual mis músculos recibirán las proteínas que necesitan?" inquirió Mandi con temor de no obtener la solución que buscaba.

"Sí, en cierto modo. La cosa es, que las absorberán en una manera diferente, lo que hará que la cantidad de proteínas no sea suficiente a la larga."

"¿Cuánto tiempo tengo entonces?" replicó ella sosteniendo el aliento.

"Es difícil de saber, todo depende de cómo reaccionen tus músculos. Como ya te dije antes, yo no soy un experto en esto, pero si ellos responden bien, deberían darte tres días o tal vez un poco más. Ya sabes, también la cosa varía de acuerdo a cuanto los utilices."

"Temprano en la noche partimos para Te-Rano," intervino Isabel. "He estado verificando la información sobre los vuelos y conexiones, el primero que podemos tomar sale a las siete y treinta y cinco. Claro que no es el vuelo directo, es el que pasa por Regulo. De allí tenemos dos horas de espera para una conexión que nos lleve al siguiente punto de nuestra ruta: Zanzirae. Después, debemos pasar por el pueblo de Vacaperdida. Tendremos que agarrar un tren porque es el único medio de transporte que va para allá. Tomando otro, alcanzaremos en un día Te-Ligus, una pequeña ciudad al Este de Te-Rano, y siguiendo en el mismo tren tres horas más, llegaremos por fin a nuestra destinación final. Con esta ruta serán tres días de camino, pero eso es por los cambios de hora, en total lo estaríamos haciendo en dos días y pico nomás."

"Pero entiende, Mandi, tú no necesitas darte toda esa vuelta. Ya sabes que Te-Rano es un sitio turístico, seguro hoy mismo puedes conseguir un vuelo directo para allá," sugirió Esteban. "Yo te puedo dar una prescripción médica para tus pastillas y las puedes comprar tú misma allí."

La aludida se dio un rato para reflexionar. Lo lógico era que partiera de frente, mas eso significaría que, si este remedio nuevo no funcionaba, estaría sola afrontando las consecuencias. ¿Quién podría ayudarla en ese caso? Tendría que ir a un hospital y, de una forma u otra, terminarían descubriendo quién era por su historia clínica. Si se quedaba con el grupo, podría contar con ellos en asistirla a llegar a Te-Rano. Ella explicó a ambos su razonamiento y los tres concordaron que era mejor seguir juntos.


******

Mandi no podía dejar pasar un segundo más privada de su medicina. Sin pensarlo dos veces, se fue a la sala de baño para tomar una tableta con un poco de agua. Al abrir la puerta, la recibió una nube caliente de humedad, el extractor no se encontraba funcionando muy bien que digamos. Ella ignoró la advertencia muda de que alguien aún se hallaba bajo la ducha, ya que su pensamiento se concentraba en un único objetivo: ingerir cuanto antes su píldora. Agarró el vaso del tocador encima del lavabo y abrió el caño para llenarlo.

"¡Hey! ¿¡Quién es el gracioso!?" protestó Samir, cerrando la llave para evitar congelarse.

La recién arribada tenía el recipiente con el líquido elemento en la boca, por lo que no tuvo tiempo para contestar. El muchacho abrió la puerta de la ducha y la vio frente al lavabo, dándole la espalda. De inmediato, jaló la toalla del colgador y se la amarró en la cintura.

"Mandi, ¿qué haces acá?" demandó atónito.

Ella volteó y casi escupe su medicamento de la risa al ver a su amigo mojado de pies a cabeza, con el pelo lleno de champú.

"No sé qué le ves de gracioso a esto," dijo molesto. "¡Casi muero de un ataque cardíaco por el agua fría!"

"Perdón, Samir, no me di cuenta. Estaba apurada para tomar algo."

"¿Qué es tan importante? ¿No podías esperarte un minuto?" replicó él de lo más malhumorado.

Esa fue la gota que derramó el vaso para Mandolina Vora. Ella se sentó en el inodoro y comenzó a verter lágrimas en silencio. El joven de ojos verdes quiso que de verdad le viniera el ataque cardíaco que había mencionado poco antes; ¿qué hacía él en el baño, medio desnudo, con el cabello repleto de burbujas de jabón y con una chica sentada en el excusado llorando? Se le acercó y se acomodó en el piso mal que bien al frente de ella.

"Perdón," murmuró Mandi entre sollozos. "Debe ser todo lo que ha pasado... No quería molestarte, Samir, discúlpame..., pero tenía que tomar mi pastilla ya, ya. Tú no te imaginas lo importante qué es."

"No, si no me lo dices. Sé que es tu secreto y que no lo quieres compartir, pero no te puedo ayudar si no tengo idea de qué se trata."

"Ya sé, ya sé," indicó ella tratando de calmarse. "No me gusta hablar de eso, hace que las personas me traten diferente y con compasión, que me miren como si fuera un bicho raro y... ¡no lo soy! Odio eso, ¿me entiendes?"

Claro que comprendía muy bien, por ello también guardaba su propia confidencia: ser alumno del Einstein. Así que decidió no responderle, no quería presionarla. No pensaba contarle acerca de su centro de estudios, entonces, no tenía derecho de pedirle que hiciera lo mismo.

Sin mayor aviso, la hija del chef confesó:

"Tengo distrofia muscular."

Samir parpadeó por un segundo para recordar con detalle qué era eso, sabía que lo había escuchado antes.

"Es una enfermedad que ataca tus músculos," continuó ella. "La manera en que funciona es que tus músculos no reciben las proteínas que necesitan y ya no los puedes usar. Pero no te preocupes, es una cosa genética, no te puedo contagiar."

"Lo sé," replicó su amigo, que ya había recordado en qué consistía la enfermedad. "Lo siento, Mandi," agregó, sin poder encontrar alguna frase mejor.

"¿Ya ves? Mírate, ya estás allí sintiéndote mal por mí. Y no debes, mis pastillas aseguran que mis músculos tengan sus proteínas y así yo los puedo mover sin problemas. Cuando llegamos a Analucía con mi mamá, todavía yo no podía caminar. Después de varias pruebas en el hospital de Lobla, pudieron modificar mi absorción de proteínas a un nivel tal, que esta medicación termina por normalizar."

"¿Por eso entraste al avión así, en silla de ruedas?"

"Pensé que no lo habías notado o que no te acordabas..."

"No me hubiera atrevido a preguntarte antes sobre eso, Mandi, no me hubiera arriesgado a que me mordieras o algo," repuso él para hacerla sonreír, y lo logró.

"No era que necesitase la silla, pero después de la visita al hospital, te lleva un poco de tiempo para volver utilizar tus brazos y tus piernas como si nada. Durante el vuelo, como estuve sentada sin moverme, terminé de recuperarme.

"Esto parece ser que lo tuve por parte de mi papá, por eso mi mamá no tuvo más hijos después de mí. Ella siempre quiso tener muchos, pero no quería arriesgarse a que nacieran con esta enfermedad también, así que se dedicó a su música. Y ya ves, cuando en Analucía se casó con Naresh, hizo su sueño realidad con mis hermanos."

La muchacha volvió a sonreír, recordando su casa llena de bullicio, risas, gritos, llantos de bebés; una sinfonía de caos, como diría su madre. De allí pasó a contarle, que se había quedado sin tabletas y que por eso le fue muy difícil descender del Mario; tenía sus músculos agarrotados y no le respondían como debían. Le explicó también la situación de ahora y lo que Esteban le había dicho.

"Como vamos a estar viajando, voy a pasar un montón horas solo sentada, lo que es bueno. No creo que tenga problemas. Ya en Te-Rano, con mi medicina de siempre, estaré yaba. Solo te voy a pedir una cosa, Samir, no le cuentes a nadie más esto, ¿sí?"

"No te preocupes, Mandi, no abriré boca."

"Yaba. Pero mejor termina de enjuagarte el pelo, ¡antes que se me ocurra tomarte una foto así!" y ella salió del baño riéndose de nuevo.

******

"Increíble," pronunció Esteban boquiabierto.

"Qué horror," declaró indignada por completo, Isabel.

"La verdad es que a mí no me sorprende," repuso Alex. "Si pueden manipular la información para que la gente no se entere de lo que pasa en los campos de producción, esto es nada en comparación."

"¿A qué se refieren?" interrogó Mandolina, que acababa de salir de la sala de baño.

"Shhh," la silenció el pelirrojo. "Ven a ver."

Ella se acercó donde se hallaban instalados al frente del monitor, mirando algún programa de noticias mañanero. Y también vio con gran sorpresa lo que una mujer con voz de locutora profesional estaba reportando: el accidente ocurrido a un Mario 240 en la costa de Camfulhe. Justo cuando terminó el segmento e iniciaron a transmitir las predicciones meteorológicas del día, Samir se reunió con ellos y les preguntó qué novedades interesantes había hoy en el mundo. Su amigo le contó que acaban de informar, que ellos no se encontraban en el Mario que se estrelló en el océano, sino que dentro de él estaba un tal Ludovico Bunter. El muchacho de Lobla se quedó tan perplejo como los demás con la noticia, solo Alexander parecía muy complacido y permeaba su buen humor de antes.

"¿No lo entienden?" les dijo. "¡Estas son noticias ultra yaba!"

 Y pasó a explicarles que la manipulación de la información significaba una gran ventaja en esta ocasión porque, gracias tal hecho, sus rostros y nombres no se harían conocidos para todo el mundo y no tendrían que tener el temor de ser identificados en la calle por cualquiera. Era también una señal tácita, por parte de la Policía Internacional, que daban por cerrado el asunto y que no los buscaban más. Aún tendrían que utilizar la habilidad de Samir para infiltrarse en el banco de datos de identificaciones, así no recibirían la información de que ellos, personas muertas, andaban comprando billetes de viaje. También deberían seguir evitando usar sus tarjetas de banco, no obstante, habían ganado una libertad de movimiento mucho mayor.

Alex tenía razón, realmente eran buenas noticias, pensó el estudiante del Einstein. A pesar de la ducha, todavía se sentía agotado, otra vez había pasado una mala noche; el desorden del cuarto no lo dejaba tranquilo. Al acostarse había tratado de ignorarlo y concentrar su pensamiento solo alrededor de su espacio, que se presentaba organizado de forma inmaculada, pero no podía dejar de notar que más allá no era así. Otra vez tuvo que luchar contra el impulso de levantarse y arreglar la habitación a su gusto; eso hizo que durmiera a sobresaltos, sin alcanzar a descansar.

Entre tanta conversación, Lasalo por fin se despertó. Isabel le habló acerca del itinerario que tenían planeado y, sin que nadie se viera obligado a pedírselo, él solicitó el librel de Samir para pagar las reservas. Esa era una tarea que disfrutaba porque le daba control sobre lo que hacían, control que debía tener como capitán del equipo. Lo que sí, cambió los pasajes de tarifa económica a primera clase de lujo; no pensaba seguir viajando como un muerto de hambre. Si él corría con los gastos, lo harían en estilo y con las comodidades del caso, si no ¿cómo podría sobrevivir? Ninguno del grupo se opuso. También le pareció muy divertido, que tomaran una ruta tan complicada para llegar a Te-Rano:

"Nadie sospechará que terminemos allí justo a tiempo. Podremos reclamar nuestro premio de hecho, ¡seremos los campeones de la competencia!" exclamó contento a rabiar.

Por último, propuso pasar las horas que les quedaban de compras. No tenían nada para ponerse, aparte de la ropa con que se habían escapado del NatuArenas y la de Isabel y Esteban reposaba ahora sumergida en el océano. Él se encargaría, por supuesto, de pagarles todo como habían acordado, ¡por fin harían algo divertido y que valía la pena! El resto aceptó una vez más; era algo que no se les había ocurrido y que sin duda debían hacer.

Cuando se encontraban ya listos para salir, Lasalo miró con horror el hombro del científico,

"¿Qué vamos a hacer con esos bichos? ¡No creo que los dejen entrar en las tiendas!"

L-Macho tuvo que detener con la mirada a L-Hembra, para que no saltara a la cara del humano ignorante y lo mordiera. A él tampoco le hizo ninguna gracia que los tratara de esa manera, comparándolos con insectos sin cerebro alguno, no obstante, tenían que ser fuertes por la misión. Ambos habían descubierto que iban a requerir muchísimo tiempo para conectarse con este mozuelo humano, debido a la poca actividad de sus ondas cerebrales, y decidieron que no valía la pena el esfuerzo. En relación al resto del grupo, ya habían establecido conexión con Samir sin que él lo supiera, a pesar de no haberse ubicados proximos al muchacho de manera frecuente. Con Isabel también ya estaban conectados por haberse hallado siempre junto a ella, puesto que Esteban se encontraba por lo general a su lado. Les quedaban los llamados Mandi y Alex; calculaban que no tardarían mucho más, si iban a localizarse cerca de ellos cuando se acomodaran en el aparato volador que llamaban avión, o cualquier tipo de vehículo que utilizaran para transportarse. Estos humanos eran tan dependientes para ir de un lugar a otro, ¿cómo no eran capaces de hacerlo por sus propios medios? Siempre terminaban subiéndose adentro de alguna máquina cuando tenían que caminar distancias, que les llevaran un intervalo mayor del que ellos definían como cinco minutos. Con razón habían visto a más de uno con unas formas de cuerpo bastante extrañas: con bultos en la zona abdominal que pareciera que estuvieran cargando por encima de una cría y exhibiendo unos miembros gruesos desproporcionados en extremo, ni qué decir de sus traseros que se rebalsaban en cualquier asiento y que se balanceaban con una consistencia de lodo espeso cuando caminaban. Además, parecían siempre apurados en ir a algún sitio, ¿apuro de qué? Uno llegaba cuando llegaba y listo. De nuevo se cuestionaron cómo era posible que la misión los obligara a ayudar a tamaña especie, mas no era su rol el cuestionarla. Por fortuna, el grupo con quien se encontraban pasaban los niveles mínimos de seres inteligentes, con la excepción del que le gustaba tanto dormir, claro. Por lo menos tenían a Samir, que les daba un respiro con su intelecto cercano al nivel de ellas.

"No te preocupes, Lasalo," respondió Esteban. "todavía tengo mi mochila pequeña, ¿ves? Mis compañeras son muy inteligentes y entienden perfecto. Solo me basta mirarlas un poquito para que vayan a resguardarse dentro de ella."

"¿Pero qué haremos cuando viajemos? ¿No las van a descubrir pasando por la seguridad del aeropuerto?" interpeló Alex, que no había pensado hasta ese momento en el asunto.

El científico viró la cara hacia sus inusuales amigas y, durante ese lapso, a los presentes les pareció como que les estuviera hablando, a pesar que no le escucharon pronunciar ni una sola palabra. Al cabo de unos instantes por fin habló.

"No va a ser un problema: mientras nosotros pasemos por seguridad ellas se escabullirán, me darán el encuentro al otro lado en el punto que les señale y regresarán a mi mochila. Recuerden que son muy hábiles en mimetizarse con su entorno, podrán pasar inadvertidas."

No todos sentían la certeza que las lagartijas de Esteban pudieran ser capaces de hacer lo que él dijo, pero nadie tenía ganas de discutirle. Total, si las atrapan no será una gran pérdida, pensó Lasalo, que experimentaba una gran aprensión a esos bichos.

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