Intento 69 (II)
Los cinco avanzaron con lentitud, mas el automóvil no se localizaba lejos. Cuando se hallaron a unos pocos metros de este, Mandi gritó a Lasalo que tenían a Isabel y que sacara una colcha para ella. Él se despertó con un sobresalto porque estaba haciendo una siestecita, aprovechando que los demás habían partido. Abrió la puerta trasera y fue hacia la maletera del auto, donde encontró una frazada gruesa. Era un procedimiento estándar el tener siempre alguna cobertura en los vehículos alquilados como parte del botiquín de emergencia. Con la susodicha en la mano, se acercó al grupo que ya casi había llegado. Esteban les pidió entrar al coche y esperar unos minutos allí.
"Mandi," dijo Samir, comprendiendo otra vez lo que el científico estaba a punto de hacer, "quédate tú con ellos, de hecho van a necesitar tu ayuda."
"¿Y nosotros qué? ¿No podemos nosotros también ayudar? Yo soy más fuerte que Manti," protestó el chico Octolis.
"Lasalo, nosotros nos vamos al Guliakh Frensi ¡y miramos para el otro lado!" contestó el estudiante del Einstein en tono tan impaciente, que tanto el capitán como Alex lo siguieron calladitos sin protestar.
Mandi y Esteban ayudaron a la rescatada a desvestirse, debían sacarle la ropa empapada que solo contribuía a que tuviera más frío. Después la envolvieron en la colcha y entraron al auto. Esta vez la hija del chef se sentó al lado del conductor, ya que el médico no dejaba de abrazar a su pareja.
"¿A dónde?" interrogó el chófer encendiendo el motor.
"Vamos al albergue más cercano," ordenó el nuevo copiloto.
Lasalo miró la pantalla del SPG y encontró uno a unos cinco minutos de donde se hallaban. Nadie habló en el camino, lo único que querían era llegar a un cuarto y dormir por fin en una cama de verdad. Esteban no apartaba los ojos de Isabel, ella se veía aún lívida, aunque podía sentir que la temperatura de su cuerpo había aumentado y él le daba un cariñoso remezón cada vez que observaba que sus párpados iniciaban cerrarse.
******
Los cinco junto con la piloto ya en mejor estado por fin descendieron del Guliakh Frensi. El albergue que Lasalo había elegido era uno pequeño, del tipo motel. En su cartel de entrada anunciaba que estaba abierto las veinticuatro horas y que todavía había cuartos disponibles. Se estacionaron en frente de la zona de admisión y todos bajaron del auto. Cruzando la puerta, los recibió un mostrador típico de recepción; detrás de él se ubicaba un joven, como de la edad de Samir, mirando algo en su librel. Esta vez fue Mandi quien tomó el control de la situación, acercándose antes que nadie a registrarse.
"Hola," saludó.
El chico levantó la mirada de su maquinita y se dio con esta muchacha sonriéndole en forma invitadora.
"Muy buenas noches," le replicó en tono galante. "¿Necesitas un cuarto, preciosa?"
Ella casi le bufó que llamara preciosa a su abuelita, en vez amplió su sonrisa y respondió,
"Sí. Somos un grupo grande, ¿hay algo para nosotros?"
"Como no, linda, lo que tú quieras. Es época de vacaciones, como sabes, así que no tenemos muchos cuartos disponibles, pero te puedo dar una suite grandota para todos ustedes," y mirándolos, "son seis, ¿verdad? Bueno, ese cuarto es justo para seis. Allí se pueden acomodar bien."
De golpe, el recepcionista pareció notar a Isabel, que Esteban mantenía abrazada, envuelta en la frazada del auto. La de rubios cabellos se percató de su mirada de confusión y sospecha, así que se apresuró a decir,
"Venimos de una fiesta, ella tomó un poco de más y lanzó su ropa al mar."
"Ja, ja, ja," río muy animado el joven. "¡Qué buena! Me hubiera gustado estar allí mirando el espectáculo. Ya pues, se nota que necesitan todos ir a dormir, solo pásenme sus documentos de identidad para poder darles la llave del cuarto."
Otra vez los benditos documentos, pensó Mandi.
"A sí... La cosa es que no los tenemos. Vinimos apurados porque Misha, la que tiró su ropa, estaba temblando de frío. Y nosotros dejamos nuestras cosas con otros amigos..."
"No me hagas ese cuento, preciosa, que no te lo creo. Mejor dime la verdad, que no quieres que tus papás se enteren dónde estás pasando la noche. Bueno, está bien, pero esos dos abrazados allí son mayores de edad hace rato, ellos me pueden dar sus documentos. A todo esto, ¿qué hacen ustedes con esos viejos?"
"Son súper yaba, aunque no lo creas. Son nuestros profesores, se suponía que nos iban a cuidar, pero mira el estado en que andan, ¡nosotros tenemos que encargarnos de ellos!"
"¡Ja! Ya quisiera tener profes así."
"Pero no van a querer darte sus papeles..., ya sabes, si los descubren podrían perder hasta su trabajo. ¿Crees que me podrías hacer el favor de admitirnos igual?"
"Bueno pues, solo porque me has caído buena gente."
Lasalo se acercó a pagar, mirado con ojos de admiración a Mandi que había convencido al empleado del motel.
"Acá está la llave. Es la suite 48, al final del corredor," dijo señalando un pasillo a su derecha.
La recién llegada tomó la tarjeta que abriría el cuarto y todos partieron para la habitación con un gracias y un buenas noches.
"Oye linda, ¿qué es yaba?" inquiró el de la recepción, mas ella ya se había alejado y no pudo escuchar la pregunta.
******
Los cinco y el Capitán del equipo, una vez en la suite, cayeron como sacos de papas en la cama, salvo la chica de Analucía que entró al baño desesperada por tomar una ducha. Samir cogió su librel y mandó el mensaje a la madre de Isabel, esperando que todavía no le hubieran dado la noticia de la muerte de su hija. Luego se puso a trabajar para infiltrarse en el banco de datos de la Policía Internacional para que, al día siguiente, pudieran utilizar sus documentos de identidad sin problemas.
Isabel se recostó en el lecho doble mientras Esteban, que no dejaba de mirarla embelesado, se sentó a su lado dando gracias mil que la tenía consigo sana y salva. Habían tenido suerte que el agua del océano no estuviera congelada y que se encontraran en una cálida noche de verano. De lo contrario, era más que probable que no hubieran llegado a tiempo como lo hicieron y ella hubiera muerto de hipotermia.
"Pareja del Humano Único," escucharon ambos decir a L-Hembra. "Nos alegra que te encuentres bien."
Las dos lagartijas habían permanecido en el vehículo de transporte terrestre, obedeciendo la orden del descendiente de CarlaMaria de no interferir bajo pena de que él abandonara la misión. Ahora, se habían acomodado en los pies de la cama y miraban a la piloto con ojos sonrientes. Ni Esteban ni Isabel pronunciaron nada; estando con los demás en el cuarto, no querían ponerse a conversar con los animalitos de manera abierta.
"No obstante te sea difícil creerlo" continuó esta, "te conocemos bien porque ya hemos establecido conexión contigo también. Nos permitimos ver en tu memoria, para estar seguros que no eras un riesgo para el Humano Único."
Isabel estuvo a punto de protestar, mas L-Hembra prosiguió hablando antes que ella pudiera hacerlo,
"Y vimos que eres suficientemente buena persona," terminó muy satisfecha de anunciar su hallazgo.
¡¿Suficientemente buena???!!! Pensó furiosa la aludida, ¿quiénes se creían que eran esos dos bichos?
Anticipando su reacción, Esteban puso una mano firme en el hombro de ella para evitar que matara de un palmazo a sus compañeras reptiles.
"Tampoco hubiera sido bueno para el Humano Único perder a su pareja," intervino L-Macho.
"Exacto," reafirmó la saurio fémina. "Cuando uno pierde a su pareja, uno pierde parte de uno mismo. Es un vacío que te cambia por completo porque cuando estás en pareja, dos se convierten en uno. Si falta una de las partes de un todo, este ya no es tal. Sin ti, Isabel, el Humano Único dejaría de ser lo que es ahora y eso no sería bueno para la misión."
"No sería bueno," hizo eco L-Macho.
"¿Ves cómo nosotros dos somos como uno?" señaló L-Hembra.
"Y no somos uno...," empezó a formular su pareja.
"Si no somos dos," terminó ella.
Esteban e Isabel las miraron en silencio, ponderando las palabras que acababan de escuchar. Ambos sintiendo que lo dicho no era una revelación nueva en realidad porque era algo que sabían desde siempre, sin haber pensado en ello.
"Aparte de todo eso," reinició L-Macho, "estamos contentos porque nos caes bien, Isabel."
Y los dos científicos creyeron percibir un sonido similar a burbujas de agua explotando, ¿se estaban riendo las lagartijas?
"¿Ahora ya puedo dormir?" preguntó la sobreviviente del percance aéreo, rompiendo el silencio del cuarto.
Mandi acababa de salir de la sala de baño con una gran sonrisa, que indicaba lo deliciosa que había sido su ducha. Lasalo estaba ya estaba perdido en el mundo de los sueños como solo él lo podía hacer. Samir se encontraba todavía trabajando en el programa de cambio de identidades, pero la verdad era que se le cerraban los ojos. Alexander se relajaba en su cama, así como Isabel, no podía pensar en otra cosa que en apagar las luces y descansar sus músculos adoloridos por la tensión del día. Esteban tomó el pulso de su paciente; lo sentía normal al igual que su temperatura, sin embargo, un rato más de prudencia no le haría daño.
"Primero cuéntanos, Isabel, qué fue lo que pasó," le pidió.
"¿Ahora? Está bien, pero me prometes que después que les cuente me dejas dormir, ¿ya?"
"Te prometo," contestó su interlocutor casi riéndose, mientras Samir, Mandi y Alex se voltearon en sus camas en dirección a quien se aprestaba a relatar lo que le aconteció.
"La verdad es que no hay mucho qué decir:
Cuando el Mario partió de forma automática,
me agarré con todas mis fuerzas de la escalera.
El avión ganó un poco de altura dirigiéndose al océano.
Cuando estuvo encima de él,
yo sabía que no me quedaba otra que soltarme,
y dejarme caer al agua antes que la nave se estrellara.
"Fue extraño, sabía qué era lo que tenía que hacer, pero al mismo tiempo mis manos seguían agarrándose muy tercas al palo de la escalera. Me imagino que no querían soltarlo por instinto, como si tuvieran voluntad propia. Tuve que forzarme a mí misma, a mi cerebro si quieren, a mandarles instrucciones para que movieran sus dedos y los abrieran.
"Después fue la caída al vacío. En realidad yo estaba a no más de un metro de distancia, pero en ese momento me pareció que caía por una eternidad... Y luego, sentí el golpe repentino de ¡esplásh! Recuerdo la desorientación de no ver nada... Yo había cerrado los ojos el instante que me solté y en el agua aún los tenía así. Solo pensé, tengo que subir, tengo que subir y moví mis brazos de manera frenética, con pánico, rogando que estuvieran acercándome a la superficie, en vez que me estuvieran llevando más al fondo. Me imagino que todo esto fue en realidad pocos segundos, ¡pero a mí me parecieron años!
"Sí, debe haber sido muy poco tiempo el que estuve sumergida porque mi respiración no era tan agitada que digamos. Creo que mi corazón latía rápido más por el terror, que por otra cosa. Me llevé la mano a la cara, a los ojos, como para asegurarme que los tenía abiertos porque no veía nada de nada. Volteé la cabeza de un lado para otro y pude ver, no muy lejos, un arco de luz iluminando el agua. Era mi indicación que hacia allí estaba la costa, que hacia allí me tenía que dirigir. Pero moverme era muy difícil con mi ropa, sobre todo con mis zapatos. No sé bien cómo hice, pero me los quité y eso fue una gran diferencia, me sentí mucho más liviana.
"De allí me puse a nadar hacia la luz. El agua tenía una temperatura rica y la misma corriente me ayudaba a ir hacia la dirección que quería. Al poco rato llegué a la zona iluminada donde pude ver que la playa estaba allí nomás. Un último esfuerzo y ya, pude tocar piso y llegué a la orilla. Salir del agua fue todo un choque; no me había dado cuenta lo cansada que estaba, mi cuerpo comenzó a temblar como loco. Quería seguir avanzando, pero no podía... Después ya no me acuerdo más, hasta que tú, Esteban, ¡me despertaste!" terminó en tono de reproche Isabel, y todos rieron sabiendo que bromeaba. "¿Ahora sí puedo dormir?"
Esteban no respondió, tan solo se acercó a darle un beso y se acomodó a su lado. Mandi apagó la luz del cuarto y, mirando hacia la dirección de la pareja, por unos segundos le hicieron recordar a su madre y Naresh. Yaba, pensó, y se quedó dormida.
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