Isabel y Esteban se levantaron muy temprano ese día, no habían reposado bien durante la noche. A eso de las cinco de la mañana, decidieron que no valía la pena seguir echados tratando de agarrar el sueño cuando en una hora deberían ponerse de pie. Salieron de sus bolsas de dormir, se cambiaron y empaquetaron sus cosas. No había mucha luz, puesto que ya no tenían la luna llena que los alumbrara, pero a la media hora el amanecer comenzó a saludarlos, y eso los ayudó a que vieran mejor y terminaran con mayor velocidad desarmando la carpa. Cargando todo, incluyendo a las compañeras del científico bien emplazadas en su hombro, entraron al Mario tratando de no hacer ruido. Los muchachos se hallaban inconscientes por completo; la verdad era que lo necesitaban y se alegraron el no despertarlos. Samir abrió los ojos por unos instantes, mas, ante el gesto de la conductora del avión que siguiera descansando, obedeció con gusto su sugerencia. Los dos se acomodaron en la cabina del piloto y agarraron los mapas para trazar el camino que debían tomar rumbo a Te-Rano, donde se encontraba Vaspulia.
Cuando Esteban le contó a Isabel lo sucedido con su libreta de apuntes, recordó por fin porqué el nombre de su destino final se le hacía conocido: era el de la casa erigida por la escultora Carina. Ella no provenía de la región, había nacido y crecido en Glujigh, una ciudad muy grande. El cientifíco sabía eso porque su madre conocía toda la vida de Carina y se la contó en numerosas ocasiones: que ella nunca fue a la escuela, sus padres le enseñaron en su hogar; que tampoco asistió a ninguna academia de arte, ella era de esos virtuosos innatos; que sus progenitores murieron al mismo tiempo en un accidente de avión cuando ella era aún muy joven, y fue cuando sus obras comenzaron a ser conocidas y venderse; que pasó toda su vida evitando a la gente, pero viajando por todo el mundo, como tratando de no dejar de conocer ni el último rincón del planeta, hasta que por fin una enfermedad congénita de lo más extraña se apoderó de su salud. No permitió que ningún médico la atendiera; al parecer esa era otra de sus excentricidades, se decía que Carina jamás visitó a un doctor en su vida.
La artista decidió construir una casa en Te-Rano a la que llamó Vaspulia, donde vivió por el resto de sus años. Fiel a su estilo, utilizó una combinación de colores chillones tan singular, que hizo famosa a su morada. Cuando Carina murió, mucha gente quiso convertir su hogar en un museo, no obstante, el testamento que dejó era claro al respecto: Vaspulia debería servir como local de la escuela de arte que ella había fundado. Era una edificación amplia, pero no gigante, con un gran taller que resultó ser muy útil para el instituto. Convirtieron el resto en una cafetería y una pequeña biblioteca para los estudiantes que trabajaban en el taller. Como este lugar pasó a ser parte de la escuela de Artes de Carina, su nombre se perdió con el tiempo. Solo las personas interesadas en la vida de la renombrada mujer conocían ese detalle y una de ellas, por supuesto, era Mariana Tochigi.
Él recordó que su mamá varias veces le había repetido el hecho, que la casa de su escultora preferida, Carina, se llamaba Vaspulia. Ahora entendía el porqué: a pesar que su madre no había escuchado el mensaje de las luces en el Punto de Contacto, sin duda Carlamaría, el primer receptor de la misión, habría dejado dicho nombre como algo que también debería ser transmitido. Mariana lo había hecho en forma sutil, siempre cuidándose las espaldas para que fuera aprendido de manera casual y así evitar contar todo a su hijo antes que fuera necesario.
Durante la noche, Isabel y Esteban habían discutido la posibilidad de una conexión entre la misión y Carina, muy a su pesar, solo llegaron a conjeturas que no los llevaron a ningún lado. Lo bueno del caso era que ahora sí tenían la certeza, que Vaspulia quedaba en Te-Rano y que la puerta que debían abrir era la de esa casa o, por lo menos, que se encontraba allí.
"No hay caso," anunció Isabel en tono desesperado, "no me acuerdo con precisión la ruta indicada por el ocufix. Sé muy bien qué camino debemos seguir para Camfulhe porque ayer me fijé con cuidado para estar preparada para el vuelo de hoy, incluso tracé el trayecto. El resto de nuestro itinerario era un trabajo que se suponía iba a hacer hoy. Me acuerdo de algunos puntos, pero no con seguridad."
"De repente los puedo ayudar."
La pareja dio un sobresalto, no esperaban ver a Samir aparecer en la cabina.
"Perdón, no quise asustarlos. Es que, medio dormido, escuché lo que hablaban, así que me levanté para ayudarles."
"¿Ayudarlos en qué?" oyeron decir a Alexander a lo lejos, él también ya se había despabilado.
"Nada," respondió el chico del Einstein, "es el camino que anteayer vi con el aparato de Mandi y que ellos necesitan seguir para ir a Te-Rano después de dejarnos en Camfulhe."
"¡Ah!" esta vez fue la joven Vora quien habló, otra que abandonó el mundo de los sueños debido a la conversación. "Entonces, no va a ser un problema, si alguien puede acordarse de eso es Samir."
"Yup," retomó Alex. "Y no solo acordarse así nomás, sino que sabrá cada detallito a la perfección."
El aludido sintió que enrojecía ante tanta confianza, aunque también reconocía que estaban en lo cierto; él podía rememorar la ruta sin mayor esfuerzo. Isabel le pasó las cartas, él cerró los ojos por unos segundos y, con rapidez, visualizó lo que hacía dos noches había aparecido en el Punto de Contacto. Al cabo de unos segundos, dibujó el recorrido sin titubear ni por un instante.
"Listo," dijo, y regresó los mapas.
"¿Estás seguro que este es el camino?" preguntó la piloto.
"Sí."
"Yaaabaaa...," exclamó Isabel en tono de admiración, mas cuestionándose si debía fiarse a ciegas que Samir recordara cada punto con precisión.
De pronto sintió que L-Macho le hablaba:
"Pareja del Humano Único, el Humano Único me pide decirte que no dudes sobre la memoria de este mozuelo, que él tiene la certeza que el camino que acaba de trazar es el que vieron a través del ocufix. Dice también, que no le preguntes ahora cómo es que puede estar seguro por completo, pero que confíes en él sobre eso."
La receptora del mensaje sonrió, Esteban la conocía tan bien, que era capaz de anticipar sus dudas y preguntas.
"¿Qué tenemos hoy para comer?" era el capitán del equipo despertándose.
******
Después de un rápido desayuno, Isabel despegó el Mario con su acostumbrada destreza. El explorador se acomodó a su lado, mientras que Samir y Alexander lo hiceron juntos atrás. Mandi intentó usar el asiento colindante al del muchacho Octolis, pero él le dijo que planeaba ocupar dos para tomarse una siestecita a manera de digestión. Ella, un tanto desilusionada de perder la oportunidad de sentarse junto a su príncipe, terminó en el sitio al costado de donde se ubicaban el par de amigos, cruzando el pasillo. Ellos estaban conversando acerca de la potencia del motor de este vehículo volador de lo más entusiasmados. Alex contaba que de nuevo fue difícil para el avión cruzar las montañas y que, por un momento, la vibración fue tan fuerte que temieron que no iban a poder pasar. No obstante, al final lo consiguieron, acompañados con un grito de triunfo de Isabel y un suspiro de alivio de Lasalo, que se encontraba con los ojos cerrados, agarrando los brazos de su asiento con todas sus fuerzas y diciendo que, como capitán del equipo, él tenía derecho de saltar de la nave antes que el resto.
Por su parte, Samir se puso a explicar a su compañero los detalles del motor de este Mario 240, así como de los nuevos modelos. Su interlocutor lo escuchaba muy interesado y, de vez en cuando, interrumpía haciendo alguna pregunta o comentando acerca de aquellos que él había visto en los camiones de transporte de los campos de producción.
A Mandi no le interesaba para nada esa cháchara de maquinaria y aparatejos, así que decidió entretenerse viendo si tenía algo de nuevo en su librel. Sabía que no lo podía utilizar para mandar ningún mensaje, por si acaso este estuviese intervenido como les había advertido el chico de Lobla. También era obvio que sus padres, por la misma razón, no le habrían mandado nada, pero por lo menos podría leer algunos de los mensajes antiguos que su amiga Liu le había mandado.
De pronto, Samir y Alex vieron que ella saltaba de su asiento y se iba corriendo hacia la cabina de pilotaje. Ambos no perdieron ni un segundo en también desabrocharse los cinturones de seguridad y darle el alcance.
"¡Tenemos que cambiar de rumbo!" exclamó casi gritando la hija del chef.
"¿Qué pasa?" preguntó Isabel, consternada y sorprendida al mismo tiempo.
"Tenemos que cambiar de rumbo," volvió a repetir. "¡No podemos ir a Camfulhe! Mis papás me mandaron ayer un mensaje, que no pude ver por lo que estábamos en esa zona donde no recibimos señales. Cuando cruzamos las montañas, no se me ocurrió revisar mi librel porque quedamos en que esperaríamos a estar en la ciudad para comunicarnos con ellos usando el de Samir. Bueno, ahorita me puse a jugar con el mío y vi que tenía algo de mis papás. Acá está, léanlo," indicó Mandi, pasándoles su aparato de tal manera que todos pudieran mirarlo:
No ir a Camfulhe, los están esperando allá. Comunicarse a este librel, es uno limpio. M. y P.
"¿Entienden?" dijo ella, "la ciudad debe estar invadida por agentes de la Policía internacional para atraparnos apenas lleguemos. ¡No podemos ir allí!"
"Pero, Mandi," intervino Isabel, "si no vamos a Camfulhe, ¿a dónde entonces? No tenemos combustible para ir a ningún otro sitio, a no ser que regresemos a Analucía o al NatuArenas. Y es más que seguro, que también la Policía Intencional estará esperándonos allí con los brazos abiertos."
"¿No podemos aterrizar cerca de algún otro pueblo o ciudad y después caminar allí?" sugirió Alexander.
"No," volvió a responder Isabel. "No hay nada cerca, aparte de los sitios que ya les dije o San Eustaquio."
"Y, de hecho, si están vigilando en Camfulhe, van a estar también en San Eustaquio," completó el fugitivo.
"Tal vez podemos aterrizar cerca y caminar para allá, como dijo Alex. Esa es una ciudad grande, creo que podríamos arreglárnosla para pasar desapercibidos." propuso Mandi.
"Camfulhe está en una península y la ciudad bordea toda la costa," explicó la conductora de la nave. "No puedo aterrizar en el agua con este Mario, no tiene adaptador de hidro-aterrizaje. Incluso si lo hiciera, no veo cómo podríamos nadar una distancia grande. Por otro lado, la zona de Camfulhe que va tierra adentro es estrecha, de seguro que estará vigilada. Y si aterrizamos en un lugar cercano, igual van a dar con nosotros porque si están tomándose el esfuerzo de desplegar tantos recursos humanos en esta operación, estarán buscándonos también por radar, ¿no creen? Ya deben tener la señal específica de este avión, ellos sabrán donde aterricemos igual."
"Samir," intervino el pelirrojo, "¿No puedes enmascarar la señal del Mario?"
"Sí, pero necesito un programa especial. Me acuerdo bastante bien de él, pero yo no me arriesgaría. Tiene uno o dos detalles complicados que si cometes un error con ellos, causas una interferencia con los otros controles del avión y podríamos estrellarnos, a pesar de lo buena piloto que tú eres, Isabel. Las probabilidades que nos accidentemos serían de un..."
"No te preocupes, Samir, en darnos ese dato," interrumpió Mandi. "Si tú dices que es peligroso, te creemos. Así solo haya un 0.1% de probabilidad de estrellarnos, no creo que queramos saber si ese 0.1% es el que nos toca."
"Estoy de acuerdo," apuntó la responsable del vuelo.
"Entonces, ¿qué hacemos? Yo ni muerto regreso al campo de producción y, encima, no sé qué les podría pasar a ustedes por haberme ayudado," comentó Alexander desesperado.
El silencio se apoderó de todos, solo el ronroneo del aeroplano los acompañaba. Isabel miró a Esteban, él había permanecido callado. Ella sabía que, como era su costumbre, no decía nada porque se hallaba analizando la situación. De un momento a otro, vio que sus ojos se agrandaban, entreabría su boca y se frotaba los dientes con su lengua.
"¿Qué cosa estás pensando?" le preguntó, leyendo en ese gesto que se encontraba a punto de esbozar una salida.
"Es algo riesgoso, pero creo que nos libraría de nuestros perseguidores de una vez por todas."
Todos dirigieron su atención hacia el científico.
"Bueno, ¿qué es?" irrumpió por fin Isabel, que no podía contenerse las ganas de apresurarlo a que expusiera su plan.
"Tú tienes la solución, Alex," respondió él.
"¿Yo?" repuso el muchacho en forma incrédula y lleno de sorpresa.
"Sí, tú, cuando dijiste que ni muerto regresabas al campo de producción. Pues justo eso es lo que podemos hacer, simular un accidente y hacerle creer a todo el mundo que estamos muertos."
"¡¿Que estamos QUÉ?!" exclamó su pareja.
"Miren, esta es la idea," inició a explicar Esteban. "Como tú bien dices, Isabel, Camfulhe queda al borde del océano, incluido su aeropuerto, ¿verdad?"
"Sí. La pista de aterrizaje no está lejos del agua," confirmó ella.
"Exacto. Lo que propongo es que nos dirijamos allí y, en la zona de carga, descendamos del Mario lo más rápido posible en pleno vuelo. Tú me has contado, Isabel, que has entrenado esa maniobra varias veces; sobrevolando encima de un área a baja altura de forma casi inerte, de tal manera que tus pasajeros podían descender a través de la escalera colgante."
"Sí," ratificó por segunda vez la aludida. "Es un poco complicado, pero la he practicado varias veces. Es una operación de emergencia, ya sea para rescate en lugares donde el Mario no puede aterrizar cerca del accidentado o para evacuar a sus pasajeros, también por un motivo urgente."
"Así es," retomó Esteban. "Entonces, nosotros podríamos bajar del avión y tú también, Isabel, si usamos el piloto automático por unos minutos extra, para que te dé el tiempo de descender. Después, el Mario podría seguir su vuelo sin tripulación, uno que programaríamos a que terminara estrellándose en el océano, no muy lejos del aeropuerto para llamar la atención y estar seguros que lo vean..."
"Pero lo suficiente alejado para que les lleve un buen tiempo en llegar a rescatarnos," intervino Samir, al captar la intención del hijo de Mariana. "El tiempo necesario para que no encuentren nuestros cadáveres, ya sea porque explotaron al estrellarse, o porque se hundieron, o porque las corrientes marinas se los llevaron. Y en un lugar donde la profundidad sea tal, que el gasto de recuperar la caja negra de la nave, conteniendo toda la información del vuelo, sea tan enorme que los haga desistir de eso."
"Pero eso significaría que realmente estaríamos considerados muertos," indicó Mandi.
"Sí, pero ¿no comprendes?" irrumpió el de la cabellera color fuego con una gran sonrisa. "Es una idea de lo más yaba, ¡seríamos libres! Ya nadie nos buscaría, ¡y podríamos rehacer nuestras vidas sin ningún problema!"
"Eso está bien para ti, Alex," continuó ella, "pero nosotros ya tenemos una vida... ¿Y qué sería de nuestros amigos y nuestros papás? ¡Ellos también pensarán que estamos muertos!" terminó expresando gran desosiego, voceando la interrogante que todos temían hacer.
El silencio se hizo presente de nuevo, cada uno considerando lo que significaba en sus vidas dar ese paso. Al final, fue Esteban quien habló:
"La verdad de la situación es que ya no tenemos la vida de antes. Nuestras rutinas y demás son ahora cosas del pasado, no podemos regresar a ellas. Lo que nos espera es ocultarnos y rogar que la Policía Internacional nos olvide, y todos sabemos bien que ellos son persistentes. ¿Quién no ha escuchado de casos que siguieron abiertos por muchos años, diez o más, hasta que encontraron a las personas que buscaban? Es parte de su política el no darse por vencidos, ¿no es por ello que se dice que los criminales tiemblan cuando la Policía Internacional interviene? Isabel y yo también estaríamos en ese lote. Ya sé que podríamos tratar de engañarlos, diciendo que ustedes nos forzaron a llevarlos de un lado a otro con el Mario, pero con el detector de mentiras que utilizan verían que algo ocultamos. No creo que tengamos oportunidad de salirnos del problema de esa manera. Tal vez Lasalo se libraría del asunto porque no parece que él supiera nada de esto." Y todos sonrieron a pesar de la situación, pensando en el Capitán del Equipo. "Ya no hay vida como la conocíamos a la que volver, Mandi. Esa es la realidad."
No hubo quien protestó o quiso refutar lo que acababa de decir Esteban; todos sabían que tenía razón. Al cabo de un tiempo, él formuló la pregunta que estaban esperando:
"Entonces, ¿lo hacemos?"
Todos se miraron, nadie quería ser el primero en responder. La chica Vora no pudo evitar una última súplica:
"Pero, ¿y nuestros papás? ¿Cómo podemos estar muertos para ellos?"
"Que tal esto," propuso Samir, "no se olviden que todavía podemos usar mi librel. Ya lo programé para que no sea detectado. Podríamos mandar un mensaje a nuestras familias diciéndoles que estamos vivos. Tiene que ser corto porque, si no, corremos el riesgo que lo puedan detectar."
Los rostros de los presentes recobraron vida ante esa posibilidad. Sin embargo, no les duró mucho cuando les llegó la interrogación del joven prófugo,
"Pero, están seguros que sus papás, que hace rato deben saber que la Policía Internacional nos está buscando, no van..., como lo pongo... ¿No van a meter la pata y delatarnos sin querer?"
Cada uno inició a considerar esa posibilidad. Mandi no la veía ni como la más remota de las situaciones, habiendo sus padres pasado ya gran parte de su vida trabajando para Justicia Comercial de manera clandestina. Les dolería no tener a su Mandolina en casa, pero serían capaces de afrontarlo y, con el tiempo, cuando por fin se exponga quienes en realidad eran los criminales, ella podría regresar a Analucía y todo sería como antes.
Alex también sabía que podía confiar en la discreción de los suyos. No abrirían boca acostumbrados a como estaban a llevar una vida en silencio, por temor a que cualquier cosa que dijeran pudiera ser motivo de una represalia. También le aliviaba saber que no les daría un golpe adicional a sus aflicciones; ya habían enterrado a su hija y perderlo a él sería un gran dolor que les estaría ahorrando, por más poco que supieran de lo que le pasaba, era mejor alternativa que pensar que hubiera muerto.
Esteban no tenía ya padres con quien comunicarse, pero estaba su tío Diego. El Pollo sería una tumba; él ya había guardado el secreto de su madre, y si ahora su único sobrino le pedía que guardara este otro lo haría sin chistar. Era muy problable que pensaría, que tenía que ver algo con el legado de su hermana y él ya sabía bien, que alguien más se encontraba interesado en adueñarse de lo que había estado resguardando por muchos años. Sí, pensó el explorador, sin dudarlo podía contar con el silencio del Pollo.
Samir tenía que decir a sus padres que no había muerto de todas formas, ¿cómo los podría engañar de esa manera? Pero, ¿cuál sería su reacción al saber que su hijo vivía y que les pedía que guardaran eso como un secreto? Sus papás conocían a la perfección su necesidad de llevar una vida considerada normal y común, de dejar de ser un estereotipo del Einstein. Mas de allí a aparentar ser un difunto para comenzar de nuevo, para que nadie supiera que era un geniecillo, era una diferencia abismal. De alguna manera debía explicarles que consistía en una cuestión de vida o muerte, que si no se moría no podía vivir... ¡Vaya con la ironía! se dijo. El problema residía que el mensaje tenía que ser corto, ¿cómo explicarles en dos palabras todo lo que había sucedido? ¡Palabras! ¡Eso era! Uno no solo se podía comunicar utilizando un lenguaje de palabras, los números también eran un tipo de idioma. ¿No eran las ecuaciones y fórmulas matemáticas una manera de describir todo un comportamiento complejo, en una o pocas líneas? La solución era simple entonces, tan solo tendría que escribirles Estoy vivo y añadir la ecuación del radio de Schwarzschild: la distancia mínima necesaria para que cualquier cuerpo orbite alrededor de un agujero negro sin que este se lo trague. Sus padres comprenderían; al ver la ecuación indagarían su significado y, haciendo una búsqueda en la Supernet, encontrarían la respuesta de inmediato. Conociéndolo como lo conocían, sabrían que era un mensaje para decirles de guardar distancia para que él pueda sobrevivir. Conociéndolo como lo conocían, sabrían que su hijo entendía por guardar distancia a que lo dejaran solo, no ellos en exclusiva, sino los demás también: que NADIE debería saber que no había fallecido. Esperaba que no pensaran que se había vuelto loco y que respetaran su pedido por más difícil e increíble que este fuera. Cerró los ojos por unos instantes y llamó la imagen de sus padres... Lo apoyarían, siempre lo hicieron y esta vez lo harían igual, siempre y cuando agregara a la ecuación que se comunicaría con ellos dentro de unos meses, cosa que haría de una forma u otra.
Isabel pensó en su madre, que no dejaba nunca de preocuparse por ella y por lo que le pasaba, sobre todo después del deceso de su esposo. El hecho que su única hermana radicaba aún en la misma ciudad hacía que, por lo menos, estuviera más acompañada. Sin embargo, debido a que su segunda descendiente residía lejos, su mamá no dejaba de prestarle atención. Dolma ya le habría comunicado sobre partida a San Eustaquio. Era extraño como había preferido que fuera su amiga quien supiera acerca de su decisión, en vez de su hermana. No es que fuera que no se llevara bien con ella, pero poseía el mismo carácter de su progenitora, por lo que la piloto tenía la convicción que se iba a inquietar por ella sin cesar. Encima, nunca hubiera terminado de hacerle preguntas de por qué, por qué y por qué. Ahora que lo pensaba, no veía como su madre podría soportar ver el sufrimiento en su otra hija causado por su muerte, sin decirle que ella sabía que estaba viva. La cosa se complicaba cada vez más, tal vez sería más fácil no decirle nada. No, esa no era una opción, sabía que la noticia de su fallecimiento sería un golpe tan fuerte, que hasta sería peligroso en cuestiones de salud. No podía ser tan cruel con ella, su mamá siempre le dio cariño y le enseñó a tener confianza en sí misma, a no esperar que los demás decidieran por ella aunque cometiera errores en el camino. Sin motivo aparente, recordó la experiencia del helado: como al final, contra su sentido común, ella respetó que eligiera el no empujar la bola cremosa, sabiendo con certeza las consecuencias. La científica del Van Leeuwvenhoek sonrío para sí, Mi mamá no comprenderá, pero respetará mi decisión, pensó. ¿Y su hermana? Isabel estaba segura que su madre le contaría la verdad, como también lo estaba que se encargaría, con rigurosidad, hacer que ella no solo aceptara guardar silencio, sino que lo cumpliera.
"Entonces," volvió a preguntar Esteban, "¿lo hacemos?"
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