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Intento 56


Naresh y Yurusalem pasaron la noche discutiendo como podrían ayudar a su hija. Después de la entrevista con la Policía Internacional, el chef se sirvió de un teléfono para comunicarse con su esposa y contarle lo sucedido. No le pareció prudente usar su librel, estaba seguro que la policía lo tendría interferido. El NatuArenas contaba con varios teléfonos de emergencia a su disposición, por lo que pudo llamarla con el de la cocina, cuidándose que nadie notara lo que hacía. Debido a ello, no tuvo mucho tiempo para discutir o darle detalles acerca de lo sucedido, temía que en cualquier momento alguien entrase y lo vieran utilizando un aparato que en contados casos se tocaba. Un segundo después volvió a conversarle, pero en esta ocasión a través de su librel. Le contó lo ocurrido como si hubiera sido por primera vez. Su interlocutora reaccionó con tanta veracidad, que hasta él mismo dudaba si en realidad había hablado con ella minutos antes. Luego se dedicó a dar instrucciones a diestra y siniestra, para que los restaurantes funcionaran como reloj el resto del día. No pensaba terminar su jornada de trabajo; era natural que debido a las circunstancias pasara lo que quedaba de la tarde en su casa con su familiamientras esperaban noticias de Mandi. Tampoco tenía sentido quedarse en el NatuArenas a aguardar el regreso del Mario en el que supuestamente su hija, Alex y Samir habían huido. La policía no le iba a decir nada y, en cambio, sospecharían más de él si lo veían entrometiendo las narices. Cuando le dijeron a través de la Momia que podía tomarse el día libre, no pudo negarse.

Una vez más, apreció con satisfacción lo profesionales que eran los chefs de su equipo, no tenía duda que todo funcionaría a la perfección durante su ausencia. Al cabo de poco menos de una hora, pudo partir rumbo a Analucía. Ya en casa, encontró a Yurusalem ocupada con un agente de la Policía Internacional que, al parecer, se iba a pasar el resto de la tarde interpelando a toda la familia. Su esposa se hallaba en plena discusión con él, diciendo que de ninguna manera permitiría que entrevistaran a sus hijos sin ella presente; que eran niños pequeños y que, por más policía que fuera, no tenía derecho hacerlos pasar por una experiencia traumática. Ella ya les había contado de la desaparición de Mandi, sin muchos detalles claro está. Les dijo que su hermana había tenido que regresar al hospital para una evaluación de rutina de último minuto. Y en otro momento, les explicó que la policía iba a venir a conversar, pero por un problema en el NatuArenas. Ante la protesta firme de la madre del hogar, el agente aceptó su presencia durante las entrevistas y prometió que sus preguntas serían cosas generales.

En medio de todo ese alboroto, fue que llegó Naresh Vora. Él se dedicó a explicar a sus hijos, que el policía quería conversar con ellos solo por rutina debido al problema en el NatuArenas. Por supuesto los niños estaban entusiasmados a rabiar de tener a alguien de la Policía Internacional en su casa y, más contentos incluso, que el agente los fuera a entrevistar. Trom tan solo pensaba en la cara que Kim iba poner cuando le contara eso: ella no era la única que conversaba con gente de la afamada organización.

Fue una tarde larga, pero no interminable. Con tantos chiquillos, el agente también estaba agotado y más que feliz de poder irse de esa casa, donde los gemelos cumplieron su cometido de ponerse a llorar como locos, acortando así las entrevistas. Con su partida, Yurusalem mandó a sus hijos a la ducha diaria para que se tranquilizaran un poco. Ella también se dedicó a bañar a los bebés, mientras el chef preparaba un festín de pasta a la Vora; un plato rápido de cocinar y que a todos les gustaba, sobre todo si utilizaba cantidades industriales de queso. Hasta tuvo tiempo de preparar un postre veloz porque, si bien sus niños renegaban el ir a la ducha, una vez dentro de ella reclamaban de nuevo porque no querían salir de allí.

Ya sentados todos en la gran mesa de los Vora, los chicos comieron con el gran apetito que les era famoso. Pidieron comunicarse con su hermana, pero sus padres les dijeron que ella todavía no había llegado a Lobla. Después de una hora y pico, por fin sus hijos se encontraban en sus cuartos. Al cabo de un buen rato adicional ya no se escucharon voces en conversación, entonces, ambos adultos decidieron que ya podían hablar de forma abierta acerca del asunto.

Apenas Naresh contó a Yurusalem lo sucedido por teléfono, ella regresó a casa y se dedicó, lo más rápido posible, a recrear los últimos movimientos de Mandi. Le dijo que había terminado yendo a la playa en autobús porque el automóvil no se hallaba en su vivienda cuando regresó de La Familia. Ella pensó, que él había decidido utilizarlo ese día porque no había recordado que lo necesitaba para ir a la playa. No le dio mayor importancia porque estaba acostumbrada a esos olvidos de su esposo. Así mismo supo por Kim, que su hija había estado en el hospedaje y que se había llevado por equivocación su mochila. Ambos comprendieron en ese momento cómo fue que Mandolina tomó el auto. 

Kim también comentó, a Yurusalem y a su mamá, acerca de la visita de la Policía Internacional justo cuando salían del hospedaje. La primera trató de hablar con su marido de inmediato, pero él tenía su librel apagado, así que no pudo. Buscó conversar con su contacto de la JC para que este, a su vez, se comunicara con Alex y vieran qué podrían hacer para facilitar su escape. Nadie le respondió, lo cual la alarmó e hizo sospechar que, a lo mejor, fue esta persona quien hubiese pasado la información.

Liu también había llamado al NatuArenas para saber qué era lo que ocurría, y fue así que uno de los chefs del restaurante le contó que no localizaban ni a Mandi ni a Samir ni a Lasalo. La pareja Vora no dudaba ni por un instante que su hija trató de ayudar a Alexander y que, por una razón u otra, no pudo comunicarse con ellos. Lo que no llegaban a comprender era cómo así Samir partió con los demás y menos aún Lasalo, que desapareció al mismo tiempo, pero al que nadie vio junto con el grupo ese día en el hotel.

No querían pasarse las horas, tratando de encontrar respuesta a algo que no iban a poder confirmar, hasta que no hablaran con Mandolina. Su prioridad ahora era contactarse con su hija y ver qué cosa podían hacer por ella.

Durante la noche recibieron una nota tal como esperaban. El papel se deslizó debajo de su puerta y, por primera ocasión, no combatieron la curiosidad de ver a través de su ventana quien se los había dejado. Era un método de comunicación anticuado de otros tiempos y, quizás por esa precisa razón, eficiente. Nadie sospecharía ni verificaría su existencia porque su uso era casi inconcebible en esta época, en que los mensajes volaban de un lado a otro en las ondas de enlace atmosférico. Si bien era cierto que el correo todavía era utilizado, la gente no se servía de él para enviarse conrrespondencia, era más bien un servicio de parcelas. De vez en cuando había el excéntrico que mandaba una misiva, a lo mejor para una proposición de matrimonio: ¿Te pidieron a través de una carta? ¡Cómo te debe querer!

La JC estableció una cadena de correos entre sus integrantes desde sus inicios. El mensajero recibía un texto en su librel que debía decodificar, para luego escribirlo en un papel que pasaba durante las noches a través de la puerta. Existía solo uno por ciudad, y los miembros no debían conocer su identidad porque su trabajo era delicado en extremo; si alguien se enterara quién era, entonces podrían interferir su librel e interceptar los textos.

En Analucía, Naresh y Yurusalem eran los únicos que formaban parte de Justicia Comercial, ellos se preguntaban quién sería el mensajero. En un pueblo tan pequeño, de esos donde todo el mundo se conoce, ellos debían haberse cruzado con él o ella en algún momento. Por otro lado, siempre sintieron que el trabajo que hacían era uno de los menos riesgosos, ya que residían dentro de una región donde solo se permitía productos de comercio justo. Tenían la certeza de que si se llegaran a encontrar en aprietos en alguna ocasion, hallarían muchos simpatizantes de su causa que, de una u otra forma, los ayudarían. Nunca se imaginaron que quien necesitaría dicha ayuda fuera a ser su hija...

Los dos dejaron a la vez el sofá donde estaban sentados apenas vieron aparecer el color pálido del papel, como empujados por un resorte. En esta oportunidad ni por un instante pensaron en quién podría ser el emisario, tampoco perdieron el tiempo en sentir la textura de la nota y disfrutar su olor, como solían hacer; papel era una cosa rara en estos días. Yurusalem fue un tanto más rápida en reflejos que su esposo, ella recogió la misiva unos segundos antes que Naresh. Manteniendo la respiración, lo desdoblaron y comenzaron a leer:

No sabemos nada de Mandi o Alex. Nos comunicaremos apenas descubramos algo. El mensajero se pondrá a vuestra disposición en caso que necesiten su librel limpio.

******

A decir verdad, no se sorprendieron mucho con el contenido de la nota. Habían tenido esperanzas que Mandi se hubiera contactado con alguien de la JC, sin embargo eran solo eso, esperanzas. La realidad radicaba en que ella tan solo conocía a una persona dentro de la organización, aparte de sus padres claro está, y esta era justo aquella con la que Yurusalem no pudo ubicar apenas supo de la desaparición de su hija. Ambos se reprochaban en secreto, sin decírselo en voz alta, el haber aceptado que ella los ayudase con lo de Alexander, pero jamás sospecharon que esto fuera a suceder. Les fue difícil negarse a su pedido, no solo porque tenía lógica que ella se encargara de transmitir y recibir un mensaje, sino porque también iba a ser algo sencillo en extremo y con cero de riesgos.

El otro hecho que los convenció fue la importancia de Alex mismo. Pocas personas sabían de eso; él no solo llevaba consigo un chip más, él cargaba El Chip: la última pieza de información necesaria para exponer, con pruebas contundentes e irrefutables, lo ocurrido en los campos de producción y el abuso inhumano de las compañías. No eran únicamente fotos de las que se podía argumentar que estaban retocadas, eran documentos con números, fechas, nombres; todos fáciles de corroborar. Ya habían sacado ese tipo de indagación antes, pero esta completaba la que tenían y añadía otra.

La historia fue que Alex, por casualidad, dio con un banco de datos central y ultra secreto. Resulta que un día fue enviado a ayudar en la oficina porque se encontraba demasiado débil para trabajar en el exterior, debido a haber laborado horas extras, además de tener una terrible gripe que había invadido todo el recinto. El joven era una persona muy fuerte y casi nunca se enfermaba, sin embargo, esta gripe era perniciosa sobre manera y ya había cobrado más de una vida. El caporal del campo de producción no quiso arriesgarse a perderlo, ya que siempre le rendía por dos personas y, como él era uno de los poco que conocía el uso básico de libreles y computadoras, decidió darle un descanso en el despacho. El muchacho vio eso como una oportunidad; aprovechó unos minutos que el administrador había salido para tomarse un descanso y echó una ojeada a la pantalla en la que este había estado trabajando. 

El campo de producción tenía cámaras de seguridad por todos lados, pero esa práctica se relajaba en las oficinas; no veían la necesidad de tenerlas allí, donde sus subalternos eran muy bien pagados. En pocas palabras: les compraban su silencio. Cuando vio que el administrador también se había relajado en lo que respecta a las reglas de seguridad, por dejar su monitor prendido a la vista de cualquiera, inició a leer lo que mostraba con gran interés. ¡Cuál fuera su sorpresa al caer en la cuenta, que se trataba del banco de datos central! Alexander no perdió ni un segundo, agarró un chip del cajón del escritorio y copió la información. Las compañías utilizaban la última tecnología en lo relacionado a equipo de informática, y tal hecho facilitó que la transferencia se hiciera de inmediato, a pesar del gran tamaño del documento. No se preocupó mucho que fuera a faltar un chip al momento en que hicieran el inventario, estaba seguro muchas veces estos funcionarios se llevaban más de uno para su uso personal. Los que la Compañía usaba eran de lo mejor y pocos empleados resistían no tener alguno para sí mismos. Para cuando regresó el administrador, el chico pelirrojo ya se encontraba de nuevo sentado en su escritorio, trabajando. El sujeto no sospechó nada.

Esa misma noche, él mandó un mensaje por los conductos de siempre: a través de su enlace en el campo de producción. El resultado fue que lo eligieron para escaparse ese verano. Su contacto se ocupó del chip, transfiriendo los datos de este a uno especial que introdujo en el cuerpo de Alex; era la única forma de sacar la información al mundo exterior. El nexo del futuro prófugo tenía acceso libre de entrada y salida del campo de producción, pero ese tipo de empleados pasaban por un intenso escrutinio cada vez que atravesaban las puertas del mismo; cualquier objeto hubiera sido detectado, incluso si estuviera injertado en su cuerpo. Sin embargo, si se organizaban una huida, la persona fugitiva no iba a pasar por tal sistema y podía llevarse el dispositivo. La otra ventaja que fuera algún interno del campo quien sacara las averiguaciones era que el infiltrado no perdía su rol, y aún podía seguir ayudando a los trabajadores y a la JC.

Lo que Naresh y Yurusalem, así como otros miembros de Justicia Comercial, dedujeron del caso de Alex fue que alguien dentro de la compañía notó que alguna persona había copiado la información. Con el sistema de seguridad ultra moderno que tenían a su disposición, era probable que saliera en algún reporte automático que el banco de datos fue transcrito. Eso debía haber causado, sin lugar a dudas, una gran alarma y es probable lo relacionaran con la desaparición del chico, por las fechas cercanas entre su fallecimiento y la réplica del documento.

Justicia Comercial había organizado de manera minuciosa, como siempre, la fuga de uno de los trabajadores del campo de producción para que en todos los récords de la compañía, y del campo en sí, figurara como fallecido. La forma usual de cómo sacaban a alguien de esos lugares era fingiendo su muerte. La persona de contacto servía de testigo y se encargaba de la disposición del cadáver. La Compañía no perdía tiempo ni dinero a que algún doctor verificara el deceso, muchas personas perecían bajo su juridiscción en sus terrenos de labranza, por lo que una muerte era vista como un inconveniente más de la rutina del trabajo. El cuerpo era cremado al día siguiente sin mayores ceremonias; no era una buena política para la moral de los trabajadores hacer un espectáculo del mismo. El sujeto de enlace con el prófugo organizaba todo para que el supuesto cadáver pudiera huir durante la noche, dejando en el crematorio una bolsa de la cosecha como reemplazo. Nadie ponía atención en el cuerpo que, después de haber muerto, se colocaba de inmediato dentro del incinerador, por lo que no se daban cuenta que estaban quemando lo que sea, menos a un ser humano. El agente infiltrado de la JC también se ocupaba de cambiar en los reportes el número de bolsas de la cosecha, para evitar cualquier sospecha.

Salir afuera de los límites del campo de producción sin ser detectado tampoco era una tarea fácil, pero en cada uno de esos lugares, aparte de la persona de contacto, también se disponían con alguien del grupo de seguridad. Él se encargaba que, la noche determinada del escape, los instrumentos de detección dejaran partir al fugitivo sin problema alguno. A este, alguien de Justicia Comercial lo esperaba afuera y lo llevaba por unos días a una de las casas de la JC, donde se quedaba por un tiempo para retomar fuerzas y aprender su nueva identidad. 

En el caso de Alex, no pudieron sacarle el chip apenas partió porque, si bien era algo sencillo implantarlo, retirarlo era otro cantar. Había que tener una gran precisión y sumo cuidado en sustraerlo para que este no se malograra; ya habían tenido malas experiencias al perder preciosa información por practicar una extracción no perfecta. Teniendo en cuenta el inmenso valor del microchip que él cargaba, no podían correr ningún riesgo. El plan era extraerlo a los pocos días de encontrarse establecido en el NatuArenas, ya que en San Eustaquio contaban con la ayuda de un cirujano experto. Cuando Naresh Vora se lo llevó a conversar, fue para comunicarle acerca de los preparativos para extirparle el artilugio, operación que estaba programada durante el fin de semana. Eso ya no se podría hacer, ahora tenían a toda la Policía Internacional buscándolo por un crimen falso, del que cabía la gran probabilidad, que ni la policía misma sabía que se trataba de un subterfugio, con seguridad montado por las Compañías. Todavía no comprendían cómo las susodichas se enteraron que Alexander no había muerto de verdad. Era indudable que debía haber alguna relación con la persona de contacto desaparecida.

Ahora, ya de mañana, la pareja de esposos debía retornar a sus rutinas. Los gemelos ya habían arrancado sus primeros llantos, demandando atención y comida. Los demás se despertarían pronto y su padre vería que se alistaran para el día, más ayudarlos con el desayuno.

Mientras los Vora se hallaban ocupados en esas cosas, escucharon se escuchó sonar el timbre de la puerta.

"Trom, ¿podrías ver quién es?" pidió el chef a su hijo.

"Ajá," respondió él con su preferida interjección.

"Buenos días, Trom, ¿puedo pasar?"

"Ajá. ¡Maaa! ¡Es la Sra. Suon!"

"Qué tal Ning," saludó Naresh al salir de la cocina. "Yurusalem está arriba dando de comer a los gemelos, ¿quieres tomar algo?"

"No, gracias. Disculpa que venga a estas horas, pero quería ver a Yurusalem aunque sea un ratito hoy. Aprovecho en venir temprano porque Liu y Kim pueden terminar de acomodar las cosas para el desayuno. Total, hoy solo tengo dos huéspedes. ¿Alguna noticia de Mandi?"

Por única respuesta Naresh movió la cabeza en forma negativa, no quería dar mayores explicaciones con los chicos pululando alrededor.

"Entiendo," repuso la Sra. Suon. "¿Está bien si subo? No tengo mucho tiempo."

"Por supuesto, no hay proble...," contestó, sorprendido de ver a la recién llegada subir las escaleras antes que él hubiera terminado de hablar.

******

"Hola, Ning," saludó Yurusalem al oírla entrar, "¿Como est...," e interrumpió su pregunta de forma abrupta, al levantar la mirada de Violoncelo mientras daba una cucharada de papilla a Viola.

La Sra. Suon portaba su usual mandil de trabajo, sus acostumbradas zapatillas y su pelo arreglado en el moño de siempre, pero la expresión de gran seriedad era una que nunca le había visto antes. Ambas habían entablado amistad en el instante que se conocieron, que fue al poco tiempo que Yurusalem llegó con Mandi a Analucía. Ning Suon también acababa de enviudar en esa época y, con hijas de la misma edad y en la misma clase de la escuela, pasaban los días en la casa de una u la otra. La dueña de La Familia siempre llevaba una sonrisa en su cara, la esposa del chef sabía que algo muy grave debía haber pasado para que vistiera el semblante que le mostraba.

"¿Qué pasa, Ning?" inquirió con gran inquietud.

Ella no respondió, solo se llevó la mano al bolsillo de su delantal y sacó su librel, el que tendió a su amiga. Al cabo de unos segundos habló,

"Esto es para ti y Naresh. Voy a decir a todo el mundo que lo he perdido. Por supuesto que a nadie le sorprenderá, con lo olvidadiza que soy..."

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