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Intento 53


Isabel y Esteban escucharon, con atención y sin interrumpir, la narración de Mandi salpicada con las intervenciones esporádicas de Samir y Alexander que agregaban tal o cual detalle. Los tres jóvenes podían leer las expresiones de asombro, consternación y preocupación dibujadas en los rostros de la pareja que se encontraba perpleja escuchando su historia. También notaron que se horrorizaron por momentos, sobre todo cuando Alex explicó su situación y aquella de las personas como él. Ninguno de los dos parecían experimentar el más mínimo indicio de sospecha o desconfianza de lo que les estaban contando.

Mandi tenía razón, se dijo Samir, que era capaz de percibir e interpretar cada cambio sutil en el rostro de sus interlocutores. Nos van a ayudar, concluyó antes de que ellos dijeran nada al respecto.

"Y eso es todo," terminó con su relato la muchacha de Analucía.

Un remolino de imágenes pasaron como un rayo por la mente de Isabel: la reunión de estudiantes en su Universidad para organizar la protesta, los noticieros de televisión anunciando el incendio del laboratorio, los funerales de sus compañeros fallecidos. Y el sentimiento de culpa se le agarrotó de nuevo en la garganta; tal vez ella hubiera podido haber evitado la tragedia tan solo con hablar o hacer algo, en lugar de escoger retirarse de todo el asunto y guardar distancia. Esta vez no sería así, no iba a lavarse las manos y no hacer nada; esta vez no solo hablaría, esta vez actuaría.

Esteban y ella se miraron y, sin decir palabra, supieron que se hallaban de acuerdo en ayudar a los jóvenes. Fue la fémina quien anunció:

"Está bien, pueden contar con nosotros. Todavía me es difícil imaginar, que este gran mercado criminal de abuso pase bajo las narices de todo el mundo sin que nadie se entere."

"Nadie es peor ciego que el que no quiere ver," repuso Mandi, usando una de las frases preferidas de su mamá. "Estamos tan cómodos y contentos consumiendo todo lo que podamos echar mano, que no nos ponemos a pensar de dónde viene, cómo fue producido y, menos aún, quién lo hizo. Y si es un precio ridículamente barato el que pagamos cuando compramos algo, más contentos nos sentimos, sin pensar que eso significa que quien lo produjo recibe un pago mísero por su trabajo. Encima después nos preguntamos, ¡por qué hay tantos muertos de hambre en el mundo!"

"Obvio que esa no es la única causa," intervino Samir, "pero, por los cálculos rápidos que he hecho, para ser exactos es..." y viendo las miradas ansiosas de Mandi y Alex, decidió cambiar lo que iba a decir, "Bueno, es un porcentaje importante de la población que podría dejar de vivir en la pobreza, si todo el mundo practicara un comercio justo."

Un silencio profundo y pesado descendió sobre todos, cada uno ensimismado en sus propias reflexiones. Cada uno pensando que de alguna u otra forma habían sido cómplices ignorantes, pero cómplices al fin y al cabo, contribuyendo con la situación de terrible necesidad en que tantas personas se encontraban inmersas y con pocas esperanzas de surgir de ella. Parecía increíble cómo las elecciones simples, diarias, de qué productos comprar, pudieran tener una influencia tan decisiva en la vida de otros.

De pronto, una voz varonil y profunda rompió el encantamiento:

"¿Qué hay para comer?"

Ante la simpleza de la pregunta todos rompieron a reír. Lasalo los miró sin entender cuál era el chiste, pero, para no estar fuera de foco, él también se puso a carcajear. Mandi lo miró con grandes ojos y lo presentó:

"Éste es Lasalo Octolis, el capitán del equipo."

******

La cena consistió de varios sobres de alimento deshidratado, Isabel se alegró de haber traído tanta comida extra por si acaso. Esteban compartió lo que le quedaba de chocolate caliente, que bebieron acompañado con galletas de mantequilla de maní, regaladas por la Sra. Suon a su huésped de Contilae de antes de partir porque Kim le había recordado, que el Sr. Tochigu había dicho que eran las mejores galletas de mantequilla de maní que jamás había comido. la chica Vora no probó ni un pedacito por su alergia a las nueces. Lasalo encontró tal hecho magnífico porque ella, gustosa, le dio su porción cuando él se las pidió. Samir preparó para Mandi unas de tipo instantáneo, combinando un paquete de avena para el desayuno, leche deshidratada, lo último del chocolate caliente en polvo y un poco de miel para unir todo. La hija del chef las aceptó con miedo, sobre todo después de haber sido testigo de la destreza de Samir en la cocina. Pero no podía decir negarse ante el esfuerzo de su amigo. Cuál fue su sorpresa al gustar el primer bocado y descubrir que, en realidad, la galleta improvisada sabía delicioso.

"Está riquísima, Samir. Gracias."

"No te creo," repuso Alex. "A ver, déjame probar... ¡Verdad! ¡Está yaba!"

"¿Yaba?" repitieron en coro Isabel y Esteban.

Durante el tiempo que los muchachos se hallaban explicándoles el significado y uso de la palabra, Mandi se puso a rebuscar en su mochila. De esta sacó un pequeño pomo de pastillas y cuando lo abrió, su expresión se llenó de preocupación. Esteban, que se encontraba sentado entre ella e Isabel, la había estado observando con detenimiento desde hacía un buen rato, su cara le parecía de lo más familiar, sin embargo, no llegaba a ubicar de dónde. Se fijó en el nombre del frasco y entendió la inquietud de la joven. Viendo que el resto del grupo andaba todavía distraído, con la historia que el pelirrojo les estaba contando sobre unos famosos bizcochos hechos por Samir, el científico le interrogó en voz baja:

"¿Cuántas píldoras te quedan?"

"Solo una. Lo que pasa es que esta bolsa es de mi mamá, ¿te acuerdas que les conté de la confusión de mochilas? Ella siempre carga pastillas extras para mí en caso que yo me las olvide, pero al parecer este pomo ha sido usado mucho más de una vez."

"No te preocupes, Mandi, yo soy doctor. Apenas salgamos de acá, te hago una receta y compramos más en una farmacia."

La chica sintió que le sacaban un gran peso de encima y respiró con gran alivio, después tomó veloz su píldora para evitar que otras personas advirtieran el detalle. Si bien ella siempre decía que eran para combatir sus alergias, prefería igual evitar el tema. La atención de Esteban se desvió sin querer, como un simple reflejo de curiosidad, hacia las cosas que Mandi había sacado de su mochila mientras buscaba su medicación y que ahora ponía en su lugar. De pronto, notó un objeto rectangular dentro de un sobre de manila, una parte del mismo sobresaliendo de su envoltura y que ella estaba acomodando en su sitio. Él, casi con brusquedad, le preguntó:

"¿Qué es eso? ¿Lo puedo ver?" Y sin darle tiempo de responder, alargó la mano y agarró el paquete.

"Es algo de mi mamá. Estaba en la mochila cuando me la llevé. No sé qué será, nunca se lo vi antes."

Esteban no podía creer lo que sus ojos le mostraban, el sobre era tal cual como el que había recibido de parte de su madre con el otofix adentro. Con cuidado sacó el contenido del paquete: ¡una caja idéntica a la del embudo de sordos! Trató de abrirla, pero esta no respondió; tenía una cerradura también igual a otra con la que había luchado antes. Se llevó las manos al cuello y de una cadena sacó la llave que le entregó el Pollo, su tío Diego. Sosteniendo el aliento, introdujo el pequeño tubo y escuchó el casi imperceptible clic que ya le era familiar. La caja se abrió. Adentro había una especie de anteojos con lunas redondas sin marco, tan delgadas y translúcidas, que Esteban tuvo que tocarlas para verificar que en realidad estaban allí. El vidrio era de consistencia extraña, casi gelatinosa y, a pesar que sus dedos estuvieron manipulándolo, no dejaron ninguna huella. De los costados de estos cristales salía un arco redondo del mismo material dorado del otofix, este tenía forma tubular y parecía que podría ajustarse, de tal manera que se adaptaría al tamaño de la cabeza de quien lo usara. Los dos lentes también se hallaban unidos entre sí por su otro extremo con el material dorado, esta vez en un arco mucho más pequeño, pero también con apariencia de amoldarse, era probable que fuera para apoyarlo encima de la nariz.

"Humano Único," sintieron decir Isabel y Esteban a L-Macho, "¡Es el ocufix!"

Ella volteó de inmediato a ver lo que el aludido tenía en la mano. Mandi también andaba observándolo con atención, preguntándose cómo era que tuviese ese tubito que pudo abrir la caja. Alexander y Lasalo se encontraban ocupados mirando el librel de Samir, él intentaba enseñar al segundo cómo guardar y recuperar textos porque solo sabía leerlos en el momento y punto. Alex se estaba divirtiendo de lo lindo viendo los esfuerzos de su amigo para explicar algo tan simple, mientras que el otro por más que trataba no terminaba por comprender, a pesar de lo claro que era su tutor.

Cuando Isabel y la joven polizonte estaban inspeccionando el ocufix con curiosidad, Esteban tomó el sobre de Manila. En él reconoció la letra de su madre al instante, se leía: para Yurusalem Zodevilla.

"Mandi, ¿Yurusalem Zodevilla es tu mamá?"

"Sí, ¿cómo sabes?"

"Está escrito en el sobre. ¿No te acuerdas de mí, Mandi?"

Ella lo miró, pero no le pareció que lo hubiese conocido antes.

"Tochigi," dijo el explorador. "Soy hijo de Mariana Tochigi."

"¿Mariana Tochigi? ¿La mejor amiga de mi mamá?"

"Exactamente. Tu mamá y la mía eran íntimas desde la escuela en Mhulsita. Nuestros papás se visitaban todo el tiempo. Después, a tus papás les ofrecieron un trabajo buenísimo con la filarmónica de Chengis Pheng y se mudaron para allá. Eso fue cuando tú tendrías dos o tres años... Qué tonto, ¡cómo te vas a acordar de mí! Yo por eso te vi cara conocida, ¡si eres igualita a tu padre!"

"Pero saqué el tamaño de mi mamá."

"La mía debe haber dado esto a la tuya en al algún momento para guardarlo y después dármelo a mí...," pensó en voz alta Esteban.

"No entiendo, ¿por qué crees eso?" preguntó la chica Vora con curiosidad.

"Esa es una larga historia," intervino Isabel.

"Humano Único, no creo que sea una buena idea que otras personas, que no están relacionadas contigo de manera directa, conozcan sobre la misión," objetó L-Macho de inmediato.

El científico no contestó, solo asintió con un movimiento de su cabeza. En esos momentos Lasalo lanzó un grito de horror:

"¡Animales! ¡Animales asquerosos! ¡Esteban, tienes dos animalejos en tu hombro!"

A él le sorprendió que recién alguien cayera en la cuenta, que sus amigas lagartijas se encontraban perchadas en su hombro y, leyéndole el pensamiento una vez más, L-Hembra le explicó:

"Recuerda, Humano Único, que somos expertas en mimetizarnos, por eso habíamos pasado desapercibidas para la vista poco observadora de estos compañeros de tu especie."

"Y tengo que agregar," treció L-Macho con verdadero orgullo, "que mi pareja es la campeona en camuflaje"

"Gracias, amado mío, por ti yo vivo; pero cierto es, me miras pero no me ves."

"Para conectarnos," continuó el reptil varón, "tenemos que utilizar una gran cantidad de energía, es así que, cuando nos comunicamos, nuestro camuflaje se desvanece."

"Hace rato que los tiene allí," comentó Samir. "Creo que desde que llegamos. ¿Cuál es el gran lío?"

"Pe.., pero pueden ser peligrosos...," anotó Lasalo.

"No te preocupes, Lasalo," repuso Esteban. "Son mis mascotas, me acompañan por donde quiera que voy, no son un problema. Se llaman L-Hembra y L-Macho."

Él las siguió mirando, no muy convencido que esos bichos horrorosos fueran inofensivos por completo. De pronto notó que se había oscurecido a su alrededor,

"Ya se hace tarde," dijo. "¿No les parece que ya es una buena hora para regresar al NatuArenas?"

Todos se miraron sin atreverse a abrir boca, hasta que por fin Mandi fue al rescate:

"Lasalo, no vamos a partir hoy. Cuando estabas dormido, recibí un mensaje de mi papá: ¡ganamos la competencia! Pero ahora pasamos a otro nivel, vamos a competir con gente de otros hoteles y tenemos que estar perdidos por una semana."

"¡Ya sabía que conmigo de capitán teníamos que ganar!" exclamó él de lo más orgulloso. "Pero eso de estar perdidos no me convence, porque si estamos perdidos ¿cómo reclamamos el premio después?"

"Me refiero a que tenemos que estar desaparecidos, escondidos, durante una semana," explicó Mandi con suma paciencia.

"Sí, y el juego es tan famoso ¡que hasta la Policía Internacional nos va a estar buscando!" añadió Alex muerto de la risa.

"¡Qué yaba!" repuso Lasalo muy entusiasmado. "Pero ni piensen que nos vamos a quedar toda la semana por aquí, ¿no? Necesito una buena cama para dormir, acá no estoy descansando bien. Como capitán del equipo, decido que regresemos a la civilización."

"Claro que sí, Lasalo," intervino Isabel. "Mañana mismo partimos para Camfulhe, porque ni hablar de regresar al NatuArenas o Analucía, allí nos encontrarían en un santiamén."

"Y ese Camful... o como se llame, ¿está lejos de acá?" inquirió él.

"No mucho, pero es lo más lejos que los puedo llevar con la cantidad de combustible que me queda en el Mario," aclaró la piloto.

"Ahhh, está bien," aceptó el interrogador con un gran bostezo. "Ahora creo que yo me voy al avioncito a descansar, mi cuerpo me dice que no he dormido suficiente hoy," y sin ni una palabra adicional, partió hacia la aeronave.

"Ahora que nuestro capitán se fue," inició a decir Samir, "¿podría ver lo que andaban mirando cuando yo estaba tratando de enseñar a Lasalo cómo guardar textos en el librel?"

A Esteban, Isabel y Mandi les tomó por sorpresa tal pedido, ya que en ningún momento se habían dado cuenta que él hubiera notado el ocufix. La muchacha de cabellera rebelde lo sacó de su mochila y se lo dio, si alguien podía tener alguna idea de qué podría ser eso o cómo utilizarlo, fijo que Samir era la persona más adecuada. Esteban le pasó la llave y el chico abrió la caja. Mientras examinaba su contenido, Isabel y su pareja sintieron que L-Hembra les decía:

"Este juvenil de tu especie, Samir ¿verdad? Parece mucho más alerta que los demás humanos, incluido tú, Humano Único. A lo mejor sería un buen compañero para tu misión. No es por nada, pero creo que, por lo que he observado de tu capacidad en general, su ayuda te sería útil."

"Yaaaba...," retomó Samir, "Pareciera que, aunque suene increíble, el material con que está hecha la caja y esta especie de anteojos no es algo proveniente de aquí, casi diría que viene... No sé, ¿de otro planeta?"

"Pero, Samir, ¿cómo podría ser?" cuestionó Mandi consternada.

"No lo sé, a lo mejor estoy equivocado... Tendría que hacerle algunos análisis de laboratorio para confirmar. Tendría que pasar primero por la prueba de...," mas no terminó de hablar, él dejó la frase flotando en el aire porque su atención se desvió hacia un magnifico festival de luminiscencias danzantes en el cielo.

Los demás también levantaron sus cabezas hacia arriba, Mandi y Alex soltaron un ¡Yaaaba! al mismo tiempo. Isabel veía también hipnotizada los colores con una sonrisa de infinita felicidad; sin lugar a dudas, Esteban no había visto alucinaciones, las luces estaban allí y eran magníficas. El baile multicolor flotaba en el espacio, en forma ondulante por momentos, por otros eran como maretazos que parecían iban a envolverlos. La gama de tonalidades era diversa, no obstante, de una u otra forma, siempre parecían estar en perfecta armonía.

Mientras los tres jóvenes amigos se hallaban seducidos por completo con el espectáculo, Esteban puso a Isabel el otofix para que escuchara por sí misma el mensaje. Luego, tomó de la mano de Samir el ocufix y lo colocó en su cabeza, acomodándolo ante sus anteojos. Las luces y la cúpula negra del cielo salpicada de estrellas desaparecieron de su vista, dando paso a un dibujo con símbolos, colores y números aquí y allá. Él vio rayas serpenteantes y manchas poligonales en azules, otras áreas en tonos marrones con variaciones verdes y, atravesándolo todo, una línea roja escarlata definida con claridad. El viajero reconoció los números de uno de los extremos de la línea colorada, eran las coordenadas del Punto de Contacto. En el final opuesto había otro juego de coordenadas más unos símbolos que cambiaban y que, en un momento dado, se convirtieron en letras que pudo reconocer, decían sin lugar a equivocación: Vaspulia.

Lo que Esteban tenía ante sus ojos era un mapa que indicaba el camino, para llegar al lugar indicado por las voces de las luces donde debía abrir la puerta. No parecía la vía más directa, pero las voces le habían dicho, casi ordenado, que debía seguir la trayectoria de la línea roja. Al cabo de un rato, el mapa se transformaba cambiando de escala: era un acercamiento hacia las coordenadas de Vaspulia. Esta segunda imagen mostraba la consabida linea pasando por lo que, suponía, eran calles atravesando una zona de color verde, que él asumió sería un parque, terminando en un punto preciso donde de nuevo aparecía el nombre de Vaspulia.

El explorador se sacó el ocufix y se lo pasó a su pareja. Necesitaba su ayuda: ella no solo tenía una muy buena memoria, también era de lo más hábil para leer mapas y reconocer coordenadas. Con el artilugio bien colocado en su cabeza, la libreta de papel de Esteban y un lápiz, Isabel se puso a  anotar y bosquejar lo que veía en la imagen que le mostraban las luces. Samir, Mandi y Alexander aún estaban disfrutando del espectáculo, pero el primero no dejó de advertir, por el rabillo del ojo, lo que sucedía a su lado. Cuando vio que la conductora del Mario terminó de dibujar y escribir, se acercó y le preguntó indicando el ocufix:

"¿Puedo?"

Esteban e Isabel no se decidían a pasárselo, hasta que L-Macho intervino,

"Humano Único, no está demás que otra persona vea el mapa, siempre sirve una ayuda. De igual forma, él no sabe acerca del mensaje ni de la misión, por lo que no debería ser ningún riesgo para nadie."

Isabel entregó el ocufix a Samir no muy convencida que fuera una buena idea mas, por otro lado, una tercera interpretación de lo visto sería bienvenida cuando trataran de identificar y extrapolar la imagen a un mapa cartográfico. Ella sabía que, a pesar que tener ya transcritas las coordenadas de los puntos importantes, un mapa podía interpretarse de diferentes maneras; siempre caía bien verificar la posición exacta con los puntos de referencia, para estar seguros que no había un error en ninguna de ellas. Encima, la representación que el artefacto mostraba aparecía no solo con símbolos un tanto extraños a los acostumbrados en cartografía moderna, sino también se diría que los datos eran antiguos porque no figuraban una serie de centros urbanos que ahora existían.

Samir no se quedó utilizando el ocufix por mucho tiempo, al cabo de dos o tres minutos se lo devolvió a Isabel, diciendo yaba y gracias y continuó a ver el espectáculo de la luminiscencia del firmamento. Ella se lo dio a Esteban, que lo repuso en su caja.

Las luces comenzaron a moverse con calma y a perder intensidad en sus colores. La fuerza con que había envuelto a sus espectadores comenzó a desvanecerse con lentitud, sin prisa, en una forma tan tenue, que fue difícil notar el momento preciso en que desaparecieron, para dar paso a que la Luna llena reinara sobre las estrellas. 

Los presentes se quedaron mirando el cielo por un buen rato después que estas partieron. Semi-hipnotizados, no desviaron la mirada, casi esperanzados en ver un encore, un acto final. Al cabo de unos momentos, como si alguien hubiera tronado los dedos para despertarlos, todos bajaron las cabezas al mismo tiempo, y movieron sus cuellos rígidos por la tensión de mirar hacia arriba sin ningún soporte.

"¡Eso fue increíble!" dijo Alexander. "¡Jamás he visto algo tan yaba en mi vida!"

"No solo increíble, sino ¡imposible!" agregó Samir. "Un fenómeno así en el cielo solo existe en las regiones extremas del Norte o del Sur del planeta, pero ahora no estamos lejos del Ecuador, ¿Se imaginan la suerte que tenemos? ¡Este es un gran hallazgo!"

"Samir," intervino Mandi. "Entiendo que esto sea súper yaba para ti, pero por el momento no podemos estar pensando en descubrimientos, ¿te acuerdas que la Policía Internacional nos está buscando? Mañana partimos para Camfulhe, más bien tenemos que concentrarnos en qué cosa vamos a hacer allá. No puedo ni siquiera hablar con mis papás desde aquí para pedirles su ayuda..."

"Tienes razón," repuso él.

"Tú misma te has dado la respuesta, Mandi," indicó Alex. "Llegando a Camfulhe nos comunicamos con tus papás. Estoy seguro ellos ya tienen un plan para ayudarnos."

"Yaba," interpuso Samir, "pero lo hacemos solo usando mi librel."

"¿Por qué?" interrogó la hija del chef.

"Porque con la Policía Internacional buscándonos, es más que seguro que hayan intervenido los libreles de toda tu familia y la de las nuestras también. Pero yo puedo programar rápido el mío con un decodificador especial, que no solo hace casi imposible saber de dónde viene el texto, sino también notar la presencia de cualquier mensaje que yo mande. Tendremos que comunicarnos con tus papás dándoles la dirección de mi librel para que ellos, después, usando algún otro manden sus instrucciones de lo que debemos hacer."

"Entiendo," replicó Mandi. "Estoy segura mis papás encontrarán alguna forma de enviarnos un mensaje usando algún librel limpio. Pero, Samir, ¿verdad que puedes hacer lo que dices? Además, ¿no crees que también los nuestros ya están intervenidos?"

"Claro que sí, pero te aseguro que no podrán con el mío."

"¿Y qué hacemos con el de Lasalo?" preguntó Alex. "Nosotros sabemos lo que está pasando, pero él tratará de comunicarse con su librel apenas pueda."

"¿Por qué crees que estuve jugando con él?" retomó el chico del Einstein. "El cuento de enseñarle a guardar sus mensajes y recobrarlos después era una excusa. Mientras estaba haciendo eso, me encargué que a su librel le entrara de casualidad uno de esos virus mortales, uno muy fácil que programé. En fin, la cosa es que lo ha hecho completamente inservible, bueno solo para el reciclaje."

"¡Samir eres un genio!" exclamó el pelirrojo dándole una palmada amistosa en la espalda.

La expresión de su amigo cambió de inmediato, su sonrisa se borró y su rostro se puso sombrío.

"Eso lo puede hacer cualquiera," dijo.

"Claro," intervino Mandi, "si fueras un genio de verdad, no estarías ahora metido en este lío con nosotros, ¿no?"

El muchacho la miró agradecido y retomó de nuevo su sonrisa.

"Bueno, creo que ya no hay nada qué hacer por esta noche," señaló Esteban. "Mejor nos vamos a dormir si queremos partir todos mañana a primera hora."

"Sí, todos," agregó Samir, lanzándole una mirada fija a Isabel, cuyo rostro se llenó de preocupación.

El científico no dejó de notar el detalle, sin embargo, se cuidó de no preguntar nada en ese instante. Pidió a Mandi si él podía guardar el ocufix por el momento, y la chica aceptó bajo la condición que era por el momento; hasta lo que ella entendía, ese aparato pertenecía a su madre. Deseándoles las buenas noches, Esteban vio partir a los jóvenes fugitivos al Mario, mientras que él y su pareja se prepararon a acomodarse en su carpa para dormir.

******

"Humano Único, ¿qué fue lo que viste con el ocufix?" inquirió L-Hembra.

Él tomó su libreta de bolsillo y mostró a las dos lagartijas el mapa que Isabel había dibujado en esta.

"Aquí es donde nos encontramos," señaló la autora del boceto. "De acá tenemos que ir primero a este sitio, ¿lo ven? Ese punto tiene las coordenadas que pertenecen a Camfulhe."

"¿Camfulhe? ¿Estás segura, Isabel?" cuestionó Esteban.

"Sí, ¿qué suerte no? No me equivoco porque, para venir acá, estuve estudiando bien los mapas de los alrededores de este lugar. Así que ir a Camfulhe llevando a estos chicos resulta que es también parte de nuestro recorrido. De allí debemos pasar a este lugar," continuó ella, señalando otro punto en su bosquejo. "Y a estos más, para luego ir a nuestro destino final: Vaspulia. Mañana voy a tener que estudiar bien esto con mis mapas que están en el Mario."

Las lagartijas se veían satisfechas con la explicación, aunque tanto a Esteban como a Isabel les pareció escuchar un sutil siseo entre ellas. Una vez que estuvieron los dos bien arropados en sus bolsas de dormir, despues de invitar a las pequeñas criaturas a que pasaran la noche afuera con sumo cuidado de no ofenderlas, el varón se decidió a preguntar:

"¿Cuál es el problema, Isabel?"

"¿Te refieres, aparte del minúsculo detalle de estar metidos en un complot y tener que cumplir una misión para salvar mundos?"

"Sí, aparte de ese detallito," respondió él con una sonrisa.

"Es el Mario..."

"¿Qué pasa con él?"

"Mañana tenemos que partir para Camfulhe y pues..., con la cantidad de combustible que queda, solo podemos llegar allí utilizando la misma dirección por la que llegamos: cruzando las montañas. Encima, ese es también el camino indicado por la línea roja."

"Sí, ¿y...?"

"Que a pesar que las montañas son mucho más bajas de lo que parecen, fue un gran esfuerzo atravesarlas con el peso de los cuatro polizontes que tenía. Y ahora contigo y el peso extra de tu equipo..."

"No te preocupes, Isabel, tú eres un gran piloto, sé que lo podrás lograr."

"No es cuestión de piloto, es pura y simple fuerza de gravedad. Este es un Mario diseñado para recreación, no para volar a gran altitud. La verdad es que no veo cómo lo vamos a hacer."

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